Tuesday, September 1, 2015

Karl Jaspers. VERDAD, LIBERTAD Y PAZ



La presente versión al español ha sido traducida por Gladys L. Portuondo de la versión en inglés realizada por Florian Hild, según ha sido pubicada conjuntamente con el original en alemán en: Karl Jaspers, Truth, Freedom, and Peace, translation by Florian Hild, en: Existenz. An International Journal in Philosophy, Politics, and the Arts, Vol. 9, No. 2, Fall 2014. Así mismo, todas las notas aclaratorias, el resumen y las palabras clave son de Florian Hild y aparecen originalmente en la versión en inglés.





Resumen: En 1958, Karl Jaspers recibió el Premio de la Paz de las editoriales alemanas. Hannah Arendt presentó a su mentor como hombre de una integridad inexpugnable, representando siempre la humanitas en Alemania. El discurso de Jaspers funda la paz sobre la libertad y la libertad sobre la verdad, definiendo la verdad como compromiso socrático con el Denkungsart der Vernunft,con el modo de pensar de la razón. El compromiso de Jaspers con la comunicación como "lucha amorosa" encuentra una hermosa expresión en comparación con los conflictos caballerescos. El término kantiano Denkungsart desempeña un importante rol en el discurso de Jaspers. Se puede defender la paz por medio de un Denkunsart que carece de paz: Jaspers afirma que los defensores y los adversarios de la paz pueden compartir una forma de pensar en la medida en que estén absolutamente convencidos de sus pensamientos y consideren que sus oponentes están completamente equivocados. Esta observación se aplica a la época de Jaspers tanto como a las realidades políticas modernas.
Palabras clave: Paz; libertad; verdad; comunicación; política; intelectuales; responsabilidad.


El reconocimiento que se me otorga es un gran honor, ya que la Deutsche Buchhandel es una institución independiente, legitimada por siglos de logros.

Los tiempos modernos obligan a las editoriales a convertirse en productoras de bienes y el distribuidor es un vendedor. No obstante, ambos son de hecho nuestros aliados. Los autores y el comercio del libro crean conjuntamente un espacio público de la mente[1], en el que la verdad surge a partir del caos según se fomenta la creciente participación del público lector. Nuestros editores y distribuidores no se satisfacen simplemente calculando y encontrando las aparentes necesidades del público. En vez de eso, poseen oidos finos: uno de ellos aquí, el otro allá, señalando la fuerza del pensamiento y de la poesía, la escondida disposición para las posibilidades de lo viejo y de lo nuevo, para aquello que ilumina[2], que alienta, que es el resorte para el propio avance. Ellos publican textos porque quieren que este modo de pensamiento[3] esté presente en el mundo.

De esta institución recibo el honor que se denomina "premio de la paz". Parece apropiado  aceptar este reconocimiento con palabras acerca de la paz.

Todos nosotros queremos la paz, una paz externa, que no pueda haber guerra y que las armas de destrucción masiva no sean otra vez usadas, y que la aniquilación nuclear pueda ser evitada.

Esta paz sólo es posible como paz mundial.  Hoy, las grandes naciones de color emergen y en pocas décadas superarán a Occidente en crecimiento demográfico y en materias primas, debido a los rápidos avances en el progreso tecnológico. También hoy, activada a través de esta era tecnológica, se ha desarrollado una nueva forma de reinado totalitario en el gobierno. Bajo dichas circunstancias globales, la paz externa sólo es posible en colaboración con estas poderosas naciones y sólo mediante la interacción con el dominio totalitario. La política de la paz es política mundial. Dicha política mundial sólo puede ser exitosa bajo condiciones que uno realiza dentro de sí mismo y que ponemos en práctica en nuestra propia nación. En la medida en que creamos dichas condiciones, podemos esperar que otros nos encuentren a mitad del camino. La paz externa nunca se nos concederá como un regalo de la mera acción política.

No quiero hablar sobre la política de la paz como política mundial, sino sobre estos pre-requisitos. En primer lugar: ninguna paz externa puede ser mantenida sin la paz interna del hombre. En segundo lugar: la paz es únicamente a través de la libertad. En tercer lugar: la libertad es únicamente a través de la verdad.

1. No habrá paz externa sin paz interna

La paz no es la ausencia de conflicto. Los seres humanos pueden transformar los conflictos violentos en geistige y luchas amorosas. La comunicación extingue los conflictos violentos. En lugar del dominio a través de la victoria, el resultado es la verdad compartida. A través de estas luchas compartidas de uno contra otro, uno puede reconocerse a sí mismo. La lucha amorosa proporciona todos los vigorosos medios al compañero en la misma proporción que a uno mismo -incluyendo los medios de la violencia intelectual, donde la racionalidad más fuerte se equipara a la mayor fuerza muscular- y elimina así el letal efecto de la violencia. Lo que usualmente era en la caballería el combate mortal y sus reglas de conducta, pueden compararse ahora a la lucha amorosa y a su orden para la vida diaria.

La paz comienza en casa. La paz mundial comienza con la paz interna de los estados. En lo interno, los conflictos geistigen (espirituales, nota de la traductora) por la dominación, la disposición para la ausencia de paz que desea la violencia oportunista, deben desaparecer. La falta de paz en la política doméstica también hace imposible la paz en la política exterior.

2. La paz es únicamente a través de la libertad

La paz interna llega para los individuos y para el estado individual a través de la libertad. Puesto que sólo la libertad tiene la capacidad para la paz, Kant dijo: Sólo los estados con "una forma republicana de gobierno" pueden lograr la paz más allá de la mera tregua y sin reservas por tiempo duradero. Para Kant, la forma republicana de gobierno no significa una forma particular de dirección (como la monarquía, la aristocracia, la democracia), sino  el gobierno de la libertad -lo que hoy llamamos la idea de la democracia. Esta forma de gobierno no debe confundirse con el tecnicismo de una constitución, el cual se identifica presumiblemente como el adecuado para ser transferido idénticamente a otras partes.

¿Qúe es entonces la libertad? La libertad externa de un estado -y su libertad interna a través de las formas de gobierno- se manifiesta a través de la libertad existencial de las personas individuales. De aquí surge la ambigüedad del término "libertad": la libertad política externa también puede existir en un estado despótico. Una constitución libre y democrática también puede encontrarse en un pueblo de seres humanos sin libertad interna.

La libertad comienza como libertad del individuo, adquiere figura social en la forma republicana de gobierno y se afirma contra la represión de los estados extranjeros, Estos tres aspectos, tomados conjuntamente, hacen realidad la libertad

¡La libertad primero, luego la paz en el mundo! La exigencia opuesta: "primero la paz, luego la libertad" defrauda. Por cuanto una paz externa temporal que ocurre por casualidad o por despotismo, o a través de manejos ingeniosos, o a través del temor de todas las personas involucradas, no es una paz segura, que se encuentre anclada en un fundamento humano. La negación de la paz debido a la falta de libertad de los individuos es, de facto, lo que pronto conduciría a la guerra nuevamente.


Además, la democracia constitucional no es libertad en modo alguno. Ella puede abrir el camino a la arbitrariedad y a la autoindulgencia. Una democracia que es impuesta arbitrariamente y que no es creada por el pueblo que, en consecuencia, no la comprende todavía, presenta meramente para el pueblo de dicho estado la  ocasión de alcanzar la idea de democracia y de convertirse así en un pueblo de ciudadanos libres. Por sí sola, la libertad formal se pierde fácilmente. Cuando por razones de solidaridad los conflictos de los partidos derivan a la autodestrucción, el estado libre se convierte en una escenografía que mañana podría derrocarse junto con todos sus políticos y partidos. Una democracia meramente formal crea al gobierno totalitario, de tal modo que Hitler pudo triunfar justificadamente y afirmar: "Yo los he derrotado con su propia locura".

La situación global es amenazadora. Hoy, la única salvación es la paz mundial. Sin embargo, las guerras siempre han tenido lugar. ¿Cómo puede realizarse esta tarea colosal de un mundo sin guerras? Hasta donde sabemos, esto no puede alcanzarse a través de la magia de una acción sobrenatural, y sería demasiado cómodo e irresponsable confiar en dicha intervención; tampoco a través de un mecanismo imaginado racionalmente que produzca dichos resultados deseables, sino solamente a través de nuestra práctica cotidiana de la libertad. La urgencia de esta libertad puede ser tal vez asistida por una fuerza trascendente en la que no podemos confiar, pero cuya posibilidad impredecible puede aún alentarnos cuando la mera racionalidad se pierde.

3. La libertad es únicamente a través de la verdad

La libertad no es ex nihilo, no es arbitraria y no es opinión al azar. Comprometida con la verdad, una libertad cumplida es posible. Ninguna paz sin libertad, pero ninguna libertad sin verdad. Este es el factor decisivo. La libertad está vacía si no se refiere a la verdad desde la cual se origina y a la cual sirve.

¿Qué es la verdad? Desde la antigüedad los filósofos continúan preocupándose "por la verdad". Recientemente, los filósofos creyeron encontrarse en apuros, en sus dialécticas y sus revoluciones, hasta llegar a la paradoja de si la falsedad en sí misma podía convertirse en un momento de la verdad. Estamos siempre sólo en camino con la realidad de nuestra verdad. Nadie la posee, todos la buscamos.

Si queremos la libertad y la paz, debemos encontrarnos en el dominio de la verdad que antecede a todo partidismo y a todos los puntos de vista, a nuestras decisiones y conclusiones. Cuando nos hacemos libres y veraces, retornamos siempre a este dominio común que nos conecta, aún cuando seamos oponentes.

La verdad no está ante todo determinada por el contenido, sino por la forma en que el contenido es pensado, mostrado y discutido: el modo de pensar de la razón (Denkungsart der Vernunft). Esta verdad se desvanece en el desafío individualista del ser así y el querer eso, en la ceguera del alma y la sordera de la mente, en la ruptura de la comunicación. Vimos ejemplos de esta ruptura en la lucha reciente en contra del equipamiento con armas nucleares a las fuerzas armadas federales.

Esto envenena la atmósfera con el temor ignorante; con el impulso de que ha de hacerse finalmente algo; con la conciencia de un "nosotros" para quienes sólo una opinión única es verdadera y todas las otras indignantes;  con motivos invalidantes porque las cosas tienen que cambiar; con ressentiment. En esta atmósfera, la conversación se asemeja al hablarle a una pared sin que nadie escuche.

En este contexto, el modo de pensar era más esencial que su contenido particular. Ciertamente hay una enorme diferencia moral entre pensamientos tales como: "Despierta Alemania, Judá grazna", "El pueblo a las armas" (con la idea de un imperio alemán que comience gobernando a Europa y luego al mundo entero), o si se trata de: "Contra la muerte nuclear", "Paz a toda costa" (con la idea de la salvación en la interdependencia del mundo por medio de la no violencia propia). Sin embargo, si consideramos la verdad y la libertad como condiciones para la paz, entonces este modo de pensar es más aterrador que cualquier contenido, sea una mentira inhumana o un velamiento bien intencionado de la verdad. El contenido es intercambiable; la falsedad del modo de pensar se mantiene siendo la misma.

La falsedad  es el mayor peligro en todo el mundo político libre. No debemos afirmar que el llamado mundo libre es hoy realmente libre. Comparado con los regímenes totalitarios, tiene meramente la ventaja de la oportunidad de hacerse libre. Esto sólo perseverará si dicha oportunidad se toma con toda seriedad. La idea de democracia -la forma republicana de gobierno- está bajo la amenaza de perderse cuando la democracia  se hace meramente formal, degenerando en un medio de manipulación por los políticos y por los grupos que ejercen presión económica.
Tampoco podemos afirmar que la situación económica del mundo libre se encuentra en orden. La economía moderna, por su propia naturaleza expansiva, debe cambiar su estructura fundamental y su ethos cuando la expansión económica llega a un fin debido a la estrechez de una tierra que en última instancia es distribuida.

Este parece ser un problema insoluble para muchos. Por ejemplo: por medio de medidas de ayuda temporales, tales como las operaciones financieras, la planificación parcial, la asistencia  patrocinada por el Estado, préstamos,etc., los males de esta economía sólo se prolongan. El marxismo espera desempleo y hambre, después de los que no queda nada, salvo la economía dirigida total, terrorista. Esto no nos ayuda a oponer esta expectativa a la falsedad de un optimismo irreflexivo, según el cual la expansión de un progreso sin límites continuará de algún modo.

Mientras tanto, el desenvolvimiento de los eventos encubre una falsedad fundamental. La expansión es sustituida por la creación de empleos que conduce a medios destructivos en virtud del consumo creciente, hasta que todo lo permanente sea aniquilado. El proceso de producción y consumo, ahora un fin en sí mismo, ya no edifica un mundo en el que los seres humanos se encuentran en casa sin permitir que las mercancías se agoten. Después de la total detrucción en 1945, este proceso pudo resucitarse rápida y eficientemente a través de la ética de trabajo y la diligencia de un pueblo, como si nada hubiera pasado.

Una condición de este proceso es un tipo de ser humano cuya existencia se usa y es consumida por esta producción y este consumo cuantitativamente crecientes, en una vida vivida entre el decreciente disfrute del trabajo y la creciente vacuidad del ocio, con una conciencia que se apoya en el prestigio de las continuas adquisiciones, deseando experimentar al más alto nivel posible dicho modo de producción destructivo. De ahí la demanda por la radio, la TV, el automóvil, los viajes, las ropas elegantes, la vida social activa, la casa lujosa, y así sucesivamente. Todas estas demandas deben cambiar rápidamente debido al incansable deseo de lo último -jugando a manos de la producción industrial.

Ya que nada permanente se conserva, la inflación económica es parte de este proceso sin fondo del mundo libre, apelando a nuestra veracidad en nuestra libertad, por medio del despertar de los poderes de oposición.

Nosotros los alemanes tenemos especialmente que ganar nuestra veracidad como una condición de la paz. En la República Federal, la ética de trabajo y la diligencia de los empresarios, empleados y trabajadores alemanes han dictado la seriedad responsable de las políticas económicas y financieras de Erhard, Schäffer, Vocke y han logrado resultados sorprendentes después de la catástrofe total[4]. La política exterior del canciller es inquebrantable y logró una soberanía relativa de la República Federal de Alemania[5], ligada incondicionalmente a Occidente. El milagro económico alemán y la fundación del nuevo estado no deben ser desalentados por quejas mezquinas.

No obstante, el éxito por sí solo no es suficiente. Lo principal no se ha logrado todavía por eso. Hacer gala de este logro es engañoso. No debe distraernos de lo que es esencial.

Volviendo a sus sentidos desde el esfuerzo del trabajo diario y de un olvido general, los alemanes se preguntan hoy: ¿De dónde viene nuestra incapacidad de percibir la falsedad fundamental? ¿Qué es lo que falta? ¿Qué se perdió?

Señalo deficiencias en la verdad proporcionando ejemplos que, a favor de la brevedad, se presentan como aserciones. Solicito amablemente a la audiencia que sean entendidos como interrogaciones:

1. La educación política apenas está aún en camino y parece perderse completamente en la propaganda durante las elecciones. La idea democrática requiere hombres de estado empáticos, que interactúen con el pueblo. Sin esto, la democracia existe meramente para el partidismo y la manipulación de las elecciones. Un pueblo libre comparte sus cuerpos de gobierno, sus valores centrales, sus expectativas y sus ideas. Estos se elaboran intelectualmente y están hechos para durar a través de la práctica de un modo de pensar, así como a través de la participación continua y comprometida del pueblo en los asuntos de estado.

2. La veracidad requiere el conocimiento común compartido sobre el origen de nuestra situación en la Alemania de Guillermo, su desaparición hacia una democracia del colapso y el Nacionalsocialismo. Sólo un giro consciente en nuestro modo de pensar puede ganarnos nuestra libertad. Las formas simples de vida olvidan y empiezan de nuevo. Sin embargo, somos seres humanos y nunca seremos veraces si no mantenemos en nuestra mente lo que se hizo previamente.

Hay jóvenes alemanes que hoy se quejan: en la escuela, la historia se detiene en la Primera Guerra Mundial. Ellos ponen en duda la integridad de los adultos. El pasado debe mostrarse ya a los jóvenes, y como seres humanos tenemos que apropiarnos hasta de las acciones de nuestros padres y ancestros, para lo mejor y para lo peor. Los padres no deben desear proteger a sus hijos del terrible conocimiento. El olvido impide la educación política veraz.

3. Somos los mismos alemanes tanto en Occidente como en el Este. Nuestra libertad política  no es nuestro propio logro; la falta de libertad en el Este no se debe a la perversidad de los alemanes de allí. Para  los de aquí, la libertad nos fue otorgada por los vencedores; el gobierno totalitario fue impuesto a los alemanes de allí. Ambos regímenes tienen su fundamento  en la voluntad de los poderes de ocupación.

Aquí en Occidente, la voluntad de los vencedores nos ha garantizado la oportunidad de convertirnos en una democracia. Nuestra democracia no nació de la noble lucha por la liberación, sino que se nos decretó cuando éramos un puñado de alemanes sobrevivientes.

¿Sabemos realmente qué es la libertad? Algunos europeos han creado la libertad política en batallas sacrificiales. Así llamó Kant a los eventos en Holanda y en Suiza, en Inglaterra y América, los eventos más importantes en la historia moderna. Disfrutamos hoy de sus consecuencias políticas. Pero tenemos la oportunidad de convertirnos en demócratas sólo si comprendemos que la democracia es hasta ahora sólo una constitución externa y todavía no una realidad de la idea democrática en nuestros corazones y nuestras mentes.

4. Dondequiera que faltan nuevos conceptos políticos, las ficciones derivadas del pasado mandan en su lugar.

Nos acostumbramos a tener una Kleindeutschland (Pequeña Alemania) prusiana, el Bismarckstaat, con falsas referencias a sí mismo como el Segundo Imperio siguiendo al Imperio medieval[6]. Este estado, llamado falsamente Reich, no nos trajo ni libertad ni educación política, pero trajo un crecimiento económico asombroso a través del liderazgo en el desarrollo tecnológico de la época, una liberalidad apolítica y gloriosa de la vida, un desarrollo científico superior, una mentalidad con base en la imitación. Hay un esplendor para este estado cuyo carácter engañoso fue inicialmente reconocido por Nietzsche y otros, expresado recientemente de modo amargo en el testamento inspirador de Theodor Mommsen[7].

Entre los poderes del mundo de hoy y en una situación completamente global, el Bismarckstaat es del todo una cosa del pasado. Cuando vivimos como si este pudierta  hacerse real otra vez,  dejamos que los fantasmas beban la sangre del presente y nos impidan comprender los peligros reales y las grandes oportunidades del futuro.

La conciencia racial de la gente de color, en oposición a los blancos, confrontará a Occidente en pocas décadas, o incluso antes, cuestionando si este puede afirmarse a sí mismo como un todo en solidaridad o es devorado, haciendo así pernicioso nuestro nacional socialismo político. Sólo la confederación de todos los estados occidentales urgentemente deseada tiene fuerza, sean estos grandes o pequeños. Considerados en sí mismos, son todos pequeños. 

5. Nuestros dos grandes partidos políticos en la República Federal tienen fundamentos políticamente ficticios. Uno se encuentra en un marxismo que, de facto, se ha dado por vencido y en consecuencia se encuentra confundido acerca de sus pensamientos. El otro partido se llama a sí mismo cristiano, pero un partido político no puede tener íntegramente base en la creencia bíblica. Esto conlleva algo de confusión existencial en este partido.

Con autoeducación política, ambos partidos dejarían de ser partidos ideológicos. Se encontrarían  en el terreno común de un estado con la forma republicana de gobierno y tendrían conciencia política para las condiciones comunes de la libertad. Los desacuerdos estarían dirigidos a través de argumentos políticos y de la credibilidad de los políticos de alto rango. De este modo, el pueblo no sería embaucado por más tiempo. Esto pondría fin al descontento sobre los partidos políticos, donde un pqueño grupo de políticos partidistas han tomado el gobierno de su propio país  como si este fuera un cuerpo extraño. Durante las elecciones, el sentimiento de tener que elegir sin quererlo entre dos males se desvanecería. El partido de oposición sería un factor contribuyente al desarrollo de las responsabilidades propias. Ambos lados desarrollarían soluciones políticas con base en los problemas, no en las tácticas del año electoral.

¡Qué gran visión cuando, por una parte, los socialdemócratas, liberados de la ideología marxista y con una clara comprensión de la situación global, hicieron suya la política exterior de Adenauer, aceptaron en principio sus políticas económicas que hicieron posible el milagro económico y con un total compromiso con la justicia social trabajaron por la solidaridad de todas las partes laborales, en vez de defender la lucha de clases que ya no existen!


¡Y cuando por otra parte, el partido conservador, liberado de su exterior reaccionario, del nepotismo causado por principios confesionales sin libertad de espíritu, aceptaría los principios socialistas orientados hacia mejoras concretas en la justicia social, interesado ahora en la tradición geistige con un compromiso total, que la experiencia viviente de su pueblo atestigua, haciendo sentir convincentemente al público general que la sustancia de nuestro ser se perdería sin esta tradición, enraizada en la antigüedad griega y romana y en la Biblia!


Tengo que deternerme con estos ejemplos que muestran que la verdad no es simple, sino tarea de comprometida integridad; esta verdad no es indiferente, sino que está llena de consecuencias. Tengo que pasar por alto cuestiones del mayor interés, cuyas respuestas prácticas deciden el destino interno de nuestra nación: la cuestión de la educación, desde el primer grado hasta la universidad, así como la cuestión relativa a nuestras fuerzas armadas. Esto es lo mismo siempre: hacernos veraces en el centro de nuestro ser es la condición para que la paz se haga del todo posible, en la medida en que la paz depende de nosotros.


Para nosotros los alemanes, en general: todavía no tenemos la base para compartir las visiones y deseos de hacernos veraces. ¿Podemos volver a ganar la verdad de la auto-conciencia a partir de las demandas de nuestros selectos ancestros, a quienes distinguimos de aquellos que nos seducen?


En el territorio del imperio medieval -con los dialectos alemanes y la lengua alemana escrita- existen hoy Austria, la República Federal, la República Democrática Alemana y existen Holanda y Suiza, que junto a Austria demostraron voluntad de poder y que debido al destino político no se sometieron a la Kleindeutschland prusiana. La sustancia alemana se ha revelado políticamente a sí misma en muchas formas.

La autoconciencia alemana apolítica, más profunda, no puede volverse idéntica a la conciencia política de un solo estado alemán. Nuestra auto-conciencia alemana no puede edificarse por un solo estado y su historia, debido a las discontinuidades de la trayectoria alemana, yendo de catástrofe en catástrofe a diferencia de la auto-conciencia romana, o más recientemente de la inglesa, o de parte de las áreas alemanas medievales en las grandes continuidades históricas de Holanda y de Suiza. No puede ciertamente estar atada al efímero Bismarckstaat, carente de fundamento geistig, moral y político, tergiversado por sus historiadores, cuyas pretensiones carecen de integridad.

Volver a fundar nuerstra antigua auto-conciencia alemana tiene su procedencia en la sustancia pre-política compartida, en el lenguaje, en el Geist, en nuestra patria. De esta sustancia proviene el rol específico de cada estado, también en la República Federal en nuestros días.

Tal vez el futuro descansa en una disposición que resulta ajena a la nación estado: la auto-conciencia de las naciones en su conjunto podría volverse apolítica. Sin embargo, la auto-conciencia política de los ciudadanos individuales se derivaría del estado por sí solo, de su constitución, de su fiabilidad a favor de la libertad por medio de una forma republicana de gobierno. A diferencia de la etnicidad, la ciudadanía tiene una cualidad política y una responsabilidad política. En el futuro, los grupos  étnicos y los pueblos se extenderán más, y de modo más consciente a través del mundo, viviendo de modo concentrado aquí y allá. Los estados están territorialmente delimitados; los pueblos no. Habrá ingleses, chinos, alemanes, judíos, etc. dondequiera. A través de generaciones incluso los pueblos pueden ser transformados unos en otros a través de sus miembros individuales.

Nuestro dolor alemán es la carencia de una conciencia de unidad apolítica que se distingue de la conciencia política del estado. Donde los alemanes viven en una ficción optimista o en un sordo temor, o en la irreflexiva facilidad de un mejoramiento aparentemente continuo de su existencia material, no hay apertura para la auto-conciencia alemana y la responsabilidad federal. Dicha apertura existe en la peculiar desesperación alemana que se manifiesta en el cruce de caminos entre el desdén y la risa amarga para ocultar el amor, ya que el objeto del amor, que se lleva adentro, parece estar perdido.

En la medida en que depende de nosotros, la veracidad podría encontrar su fundamento en la auto-conciencia alemana con base en nuestro cimientos históricos de al menos un milenio, no sólo del cuestionable siglo pasado.

Todos estos aspectos antes mencionados de la falta de veracidad en nuestra condición eran sólo sugerencias de vías relacionadas con el cuestionar e intentos de alcanzar la veracidad, que es la condición de nuestra capacidad de conservar la paz.

Como autores trabajamos en el modo de pensar. Esto puede preparar decisiones concretas, pero las decisiones son acciones en sí mismas. Aunque el autor pretende la verdad, parece estar incomprometido, ya que él no actúa. Mientras los grandes periodistas le dan expresión o forman la opinión pública sobre los eventos diarios, los autores, quienes se vuelven hacia la situación política geistige de su tiempo, fallan incluso en proporcionar consejos concretos. Debido a ello, ellos son reprendidos.

Pero el autor se esfuerza por algo diferente, por algo más: trabaja sobre las ideas, los motivos, los valores centrales, sobre el mundo geistigen que se comparte. Bien puede ser que hable como si estuviera en una habitación vacía, en la cual una tormenta se lleva lejos su palabra sin dejar eco, justo ya en el momento en que habla. Si no sufre por esto, él no lo toma con seriedad. Si no lo puede soportar, él ya no es el autor a través de la única legitimación que conoce, es decir, su certeza de que dice lo que tiene que ser dicho. Cada día le agreden criterios descorazonadores: hay escépticos que parecen saber que nada es verdad. Ellos consideran que son realistas. Son pesimistas que en definitiva sólo ven la miseria y el chance, y consideran todo pensamiento trascendente como utópico. Su tesis es: la humanidad es lo que es, siempre fue así y no puede cambiar.

Estas afirmaciones desalentadoras no pueden demostrarse, pero tampoco pueden ser refutadas. Aquello por lo que se vive depende de la decisión, no de la cognición.

Quien sea quien quiera y tiene por expectativa la razón conoce también el flujo de las metiras en el mundo no menos que los escépticos, los realistas y los pesimistas. Sin embargo, también experimenta que la razón da un paso hacia él cuando él mismo se hace razonable.

Nadie sabe qué es el mundo como un todo y a dónde se dirige. La pureza de dicho no saber es lo que hace posible lo que llamamos verdad, o razón o culto.

Basta que podamos encontrarnos en el camino hacia la verdad y que ganemos coraje a través de nuestra presunción original: la paz es posible sólo a través de la libertad, la libertad sólo a través de la verdad. De ahí, la falsedad es el mal real que destruye toda paz: la falsedad, desde el encubrimiento hasta la negligencia ciega, desde la mentira hasta la mendacidad, desde la irreflexión hasta el fanatismo de la verdad doctrinaria, desde la falsificación del individuo hasta la falsificación de la esfera pública.

Se mantiene la palabra final: la condición de la paz es la responsabilidad compartida de cada forma de vida del individuo en la verdad y la libertad. La pregunta por la paz no es primariamente una cuestión para el mundo, sino más bien para que cada quien se la haga a sí mismo.

¿Cómo podemos los alemanes, desde nuestro lugar y a través de nosotros mismos, facilitar la paz en el mundo? ¡Tomemos seriamente en cuenta la política como el destino que todos compartimos, por medio de la participación o sin ella! ¡Esforcémonos y luchemos por la veracidad en la política sin reservas! La verdad nos puede traer la paz interna. Puede mostrarnos los deberes y derechos de nuestras posiciones de poder del momento en las pruebas por venir. Puede preservarnos de hacernos culpables de nuevas catástrofes. Sólo la verdad hará posible para nosotros afirmarnos en los caminos futuros de la humanidad, como aquello que ha traido alegría a nosotros y al mundo y puede hacerlo nuevamente[8].











[1] He traducido aquí Geist como mente. El adjetivo geistig es difícil de traducir: significa al menos lo espiritual e intelectual. No ha sido traducido a fin de preservar la riqueza del término.
[2] Uno de los términos centrales de Jaspers es erhellen: iluminar, traer a la luz, hacer visible, aclarar.
[3] Denkungsart  es un término kantiano que tanto Jaspers como Arendt usan con frecuencia: es un modo de pensamiento, una disposición intelectual, geistige,  anterior al actuar.
[4] Nota del traductor: Ludwig Erhard fue secretario de economía, Wilhelm Vocke presidente de la reserva federal y Fritz Schäffer secretario de finanzas.
[5] Nota del traductor: Konrad Adenauer (CDU) fue canciller de 1949-1963.
[6] Nota del traductor: El imperio milenario es el Santo Imperio romano de las naciones germánicas (800-1806).
[7] Nota del Traductor: El testamento de 1889 de Cristian Matthias Theodor Mommsen (1817-1903) criticaba a Alemania por no permitir vivir verazmente al individuo.
[8] El traductor quisiera reconocer la valiosa ayuda de los profesores Gregory J. Walters y Helmut Wautischer en la traducción final de este texto y expresar también su gratitud a Robert McMahon por las numerosas discusiones productivas sobre Jaspers, de lo cual es un fruto esta traducción.

Tuesday, May 26, 2015

Sigridur Thorgeirsdottir. EL PATHOS FILOSÓFICO Y LA ESPIRITUALIDAD


Sigridur Thorgeirsdottir
Universidad de Islandia
sigrthor@hi.is




La presente versión al español se publica en este blog con el permiso de la autora y la aprobación de Alan M. Olson y Helmut Wautischer, y ha sido traducida por Gladys L. Portuondo del original en inglés publicado en: Sigridur Thorgeirsdottir, "Philosophical Pathos and Spirituality,"  Existenz, An International Journal in Philosophy, Religion, Politics, and the Arts, Vol. 8, No. 1, Spring 2013, en: 




Resumen. La llama de la eternidad, de Krzysztof Michalski es, ante todo y principalmente, un intento de pensar la filosofía de Nietzsche con mayor profundidad. Sobre la base de los aspectos existenciales de la filosofía del eterno retorno de Nietzsche, Michalski elabora su propio concepto de eternidad como discontinuidad existencial. La eternidad se manifiesta a sí misma en las rupturas causadas por la muerte y el amor, que nos permiten un nuevo comienzo. La eternidad es, así, un pathos espiritual, filosófico, que hace posible cuestionar y desafiar toda forma de humanidad. Michalski incrusta la eternidad en la vida encarnada, pero no toma en consideración las consecuencias relacionadas con la encarnación, interpretando de modo unilateralmente solipsista esta interesante idea del pathos filosófico.
Palabras Clave: Eternidad; pathos filosófico; espiritualidad existencial; encarnación; amor; muerte; discontinuidad; llama.

Un título como La llama de la eternidad, que contiene como subtítulo Una interpretación sobre el pensamiento de Nietzsche, parece exagerado en un principio. La metáfora de la llama en conexión con la eternidad evoca un sentimiento religioso que no parece alinearse con Nietzsche como filósofo que proclama la muerte de Dios. Sin embargo, en los estudios eruditos sobre Nietzsche, su filosofía de la muerte-de-Dios ha sido interpretada de múltiples formas, que van desde  las posiciones ateístas y agnósticas hasta la posición cristiana y de otras religiones. Krzysztof Michalski no aborda sistemáticamente tal historia de las interpretaciones que se relacionan con la crítica filosófica de Nietzsche a la religión cristiana. Su obra no puede situarse dentro de del tipo de estudios eruditos sobre Nietzsche, que consiste en un diálogo con diferentes interpretaciones de conceptos relevantes en la filosofía de la religión de Nietzsche. Sin embargo, el libro de Michalski pertenece a las interpretaciones religiosas de la filosofía de Nietzsche. Él cuestiona las principales doctrinas cristianas en un intento de dejar espacio a Dios dentro del marco de la filosofía de Nietzsche y de las raíces de su teoría del eterno retorno en el pensamiento griego y la filosofía presocrática. El discurso de la llama de la eternidad resuena con las ideas cristianas del espíritu. El lenguaje metafórico del fuego en el pensamiento de Nietzsche tiene raíces predominantemente en el legado heracliteano. Es este el hilo que sigue y elabora Michalski, sobre la base de una teoría del pathos filosófico, existencial, con dimensiones espirituales.
El lenguaje de la pasión existencial, a primera vista, puede parecer que pertenece a una fase temprana de la filosofía, que conecta al pensamiento de Michalski con diferentes teorías sobre el pathos de la existencia auténtica, abarcando desde Kierkegaard hasta Heidegger, Camus y Sartre. Dichas invitaciones filosóficas al Hotel Abgrund, para vivir de cara al abismo, no parecen encajar en el Zeitgeist de la época occidental contemporánea. Aún cuando los modos de vida occidentales se caracterizan por el consumismo y el confort privado de los "últimos hombres", como ya lo había descrito Nietszche, la existencia humana es lo bastante arriesgada en vista de factores externos (económicos, financieros, ecológicos, crisis políticas, etc.), haciendo casi redundante la teoría del vivir en lo interior peligrosamente. Entonces, ¿por qué Michalski se esforzará todavía en escribir un libro sobre la llama de la eternidad como fuerza que enciende la pasión para filosofar y vivir intensamente? Parece haber al menos dos motivos. Primeramente, para darle sentido a la espiritualidad como fuerza motriz en la vida humana, que no  se encuentra confinada a la religión institucional, pero que puede encontrarse inspirada por ella. Aquí Michalski presta atención al hecho de que el hombre es un ser espiritual, exactamente como afirma Kierkegaard, y que la espiritualidad sobrevive a toda muerte de los dioses y de los ideales. En segundo lugar, para cuestionar, poner en riesgo y desafiar cada forma de humanidad a través de dicha forma de disposición espiritual, la que constituye un tipo de fuego revolucionario dentro de la persona.[1] Nietzsche lo llamó la pasión del conocimiento, que nos impulsa a experimentar con la propia vida en la búsqueda de la sabiduría.
Michalski está impulsado por una urgencia parecida a la que se encuentra en los textos de Nietzsche. El nihilismo es el estado de la mente que tenemos que sobrepasar en todos y cada uno de los momentos. El nihilismo es la ausencia de fundamento o el abismo de la existencia con el que nos enfrentamos. Los intentos de superar el nihilismo en nombre de la razón, la moral, la religión y, sobretodo, en nombre de la ciencia, son para Michalski limitados, si no inútiles,  porque todos ellos consisten en llenar un vacío que es inevitable. La urgencia de un soporte existencial es así tan relevante como lo ha sido siempre. Las primeras teorías del pathos existencial han demandado con frecuencia la disposición hacia la firme decisión, voluntarista o incluso heroica, haciendo que se sienta que hay que estar decidido en general, pero sin tener claridad acerca del contenido de tal determinación. El pathos existencial de Michalski no tiene esta llamada decisionista de final abierto; es más bien el "esfuerzo de empezar de nuevo" cuando hay una ruptura y una discontinuidad en nuestras vidas. Como otros filósofos existenciales antes que él, Michalski considera la muerte como un momento que espolea el pathos existencial, pero él también añade el amor como un factor tan decisivo que lo sitúa a la par con la muerte. Así, pregunta "¿el amor derriba todo lo que había parecido que entendimos, como la muerte, e interrumpe el curso de la vida que hemos vivido hasta ahora?" (FE viii). La muerte y el amor son factores decisivos porque revelan  la discontinuidad fundamental de nuestras vidas como seres corpóreos. Así, el pathos existencial se enciende en los momentos de despedida y en la posibilidad de lo nuevo, con todos los riesgos que involucra.
Es sobre la base de esta idea del amor y de la muerte que Michalski desarrolla su comprensión de la noción de eternidad.  Tradicionalmente, la eternidad es un concepto que se asocia con las ideas religiosas sobre la inmortalidad. Como Nietzsche, Michalski no considera la eternidad como inmortalidad, sino que más bien coloca la eternidad en la vida corpórea, material.  Mientras que Nietzsche elaboró la idea compleja del eterno retorno con su teoría cosmológica, (post)metafísica y ontológico-fisicalista, Michalski restringe su interpretación al imperativo existencial que puede derivarse de esto. Él descarta las interpretaciones del eterno retorno como un modelo contrario a las doctrinas escatológicas del retorno de Cristo. Las implicaciones políticas de la teoría como una crítica de la cultura democrática de la mediocridad y el posible resultado elitista de esa concepción ú otros resultados tampoco se examinan. La atención de Michalski se dirije solamente hacia la noción de eternidad como un proyecto personal, existencial, y su interpretación está alineada con las filosofías de la diferencia. La eternidad se refiere a la diversificación interna de la vida y a las discontinuidades que resultan de ello. El concepto se arraiga así en la ontología pluralista que Nietzsche expone con su teoría del eterno retorno, cuyas constelaciones se han convertido en punto de partida de las teorías de la diferencia. Michalski también se pone al lado de aquellas interpretaciones de esta teoría que la rechazan como una concepción nihilista, sombría, del eterno retorno de lo mismo. Como Gilles Deleuze en el año 2006[2] y Günter Abel en 1984[3], Michalski enfatiza que el eterno retorno de lo mismo no ha de comprenderse como el retorno de lo mismo en tanto idéntico, sino más bien como el retorno de lo mismo como semejante, esto es, como retorno de la diferencia.
De manera opuesta a las interpretaciones de la filosofía de Nietzsche sobre el cristianismo, las cuales subrayan las implicaciones estéticas de su pensamiento,  Michalski considera que la idea de Nietzsche de la "muerte de Dios" resulta liberadora, en tanto abre posibilidades para un entendimiento de la religión que resulta convincente para el mundo contemporáneo de  la diversidad de culturas y significados incompatibles. Citando las palabras de Jaroslaw Iwaszkiewicz,"Dios, esa abejita", llama desde alguna parte en las memorias de Sócrates describiéndose como el tábano que nos hace preguntarnos, pensar y ver las cosas bajo una nueva luz (FE 208). La llama de la eternidad  es esa pasión  interior, con un cierto origen divino, que nos hace pensar, que hace que los seres humanos sigan adelante. Michalski también cita la oración de Agustín  sobre "la luz que brilla a través de mí"' y "me llena de terror y de ardiente amor"(FE 86). Esta se corresponde con la idea de Nietzsche según la cual la vida es un proceso dionisíaco de creación y destrucción. Así, de hecho, lo dionisíaco y lo cristiano se unen y sus diferencias se dejan a un lado. La presencia de Cristo en la vida es vista por Michalski como el toque de Dios que "socava todo lo que he sido, y así trae a cada instante de mi vida la esperanza de un nuevo comienzo"(FE 207).
La noción aquí expuesta del amor no es la de la cáritas como amor al prójimo, sino más bien la de una clase de erotismo espiritual o flama que sostiene al individuo valeroso en su existencia. Con esta idea del amor, el enfoque unilateralmente individualista de la teoría de Michalski se pone de manifiesto. Su teoría padece las tendencias solipsistas por las que las teorías del pathos existencial han sido criticadas con tanta frecuencia. Siempre es el individuo enfrentado al propio yo lo que está en el centro de dichas teorías.  Aquellas teorías que se encuentran dentro de la tradición filosófica existencial, que toman en cuenta la corporeidad y cómo los individuos se encuentran en profundas relaciones entre sí, son más propensas a compartir una idea más rica de las condiciones de relación y del arraigo contextual del individuo. La teoría de Michalski se sitúa definitivamente en esta tradición con su énfasis en la corporeidad temporal, aunque no obstante él no desarrolla estas precondiciones de lo individual en tanto relacional y contextual. De hecho, debido a esta atención centrada en el yo individual, él termina describiendo el amor únicamente en sus formas extremas, como sacrificio o abandono. Mientras elogia el amor de Heloísa por Abelardo por medio del sacrificio de todo como "auto-vaciamiento absoluto"(FE 136), Michalski también habla de cómo la libertad absoluta, inherente a la llama de la eternidad, permite "partir inmediatamente y abandonar mi propiedad, mi esposa y mi hijo"(FE 161). Este desgarramiento de sí mismo o separación de sí mismo está ligado a las obras de Dios.
La palabra de Dios es una fuerza, dinamita que hace explotar la vida tal como ella es. Esta es la base  verdadera del amor de Dios por el hombre, un amor que tiene poco que ver con la lástima, con la simpatía que acepta al mundo como lo encontramos.[FE 176]
Esta es, de hecho, una filosofía sobre los estados extremos, las condiciones marginales y arriesgadas y sobre el mantenerse a sí mismo en el esfuerzo propio por ser una persona auténtica y verdadera. Sin embargo, Michalski habría brindado una descripción más rica de la llama eterna si se hubiera centrado no sólo en las formas eternas de pertenencia y de separación, sino también en esos estados intermedios y desordenados en que uno mismo se encuentra en las relaciones complicadas e intrincadas con los otros que afectan la vida moderna.
Una ausencia tal de los aspectos relacionales y contextuales de la individualidad puede estar fundada en la opinión de Michalski, según la cual el temperamento filosófico es intensamente independiente y no quiere pertenecer a clubs o a camarillas. Tal vez él elije pasar por alto que dicha renuencia podría ser negativa en lo relacional y contextual. El pathos de la distancia es para Nietzsche el sello del filósofo, la perspectiva que permite que uno entienda mejor. A fin de que sea cognoscible, el pathos de la distancia no significa pasar por encima de las situaciones, sino más bien un distanciamiento que proporciona una nueva perspectiva.
El centramiento en la existencia solitaria se hace especialmente manifiesto en la interpretación de la metáfora de Zaratustra como un volcán por parte de Nietzsche. Dicha existencia es como un volcán, que se quema desde dentro. Zaratustra es visto como símbolo de una vida que genera el poder de transfortmación continua en el espíritu de la transmutación de los valores. Dicha imagen atrae la atención de Luce Irigaray. Habría sido fructífero para Michalski abrir un diálogo con su interpretación, porque Irigaray señala el carácter incompleto del volcán en Así habló Zaratustra[4]. Este volcán se apoya en los glaciares que lo rodean y lo ayudan a conservar intacta su carga. El hielo, según la interpretación de Irigaray, es lo otro femenino y el origen maternal que Nietzsche no puede reconocer. Al mismo tiempo, el volcán es una imagen del filósofo que se genera a sí mismo y así se recrea y se transforma a sí mismo. La idea del volcán resuena con el concepto de la llama, que resulta central en la idea de la eternidad de Michalski. Se supone que el fuego simboliza la destrucción como precondición de un nuevo comienzo. Dicha destrucción  carece de la precondición para un nuevo comienzo si (metafóricamente hablando) no hay un elemento como el agua, que proporciona forma a la lava en erupción y transforma las cenizas en tierra fértil.
El descubrimiento de esta interpretación solipsista de Zaratustra por parte de Irigaray ha inspirado las recientes interpretaciones feministas sobre Nietzsche, las cuales detectan y revelan rasgos de su pensamiento que se relacionan, para mostrar que él no se dirige solamente al filósofo solitario[5]. Es evidente que Michalski evita mostrar al superhombre de Nietzsche a la manera de un héroe aislado, robusto y brutal. Dicha persona no podría persistir en las condiciones de la vida real, por la falta del glaciar que mantiene intacta la carga del volcán, siendo el glaciar la mujer o algún otro significado. Este no tiene que ser el otro presente, sino todos los otros en relaciones significativas pasadas y futuras, sea de un modo fortalecedor o debilitador. La idea de Michalski del filósofo de la llama eterna intenta ser una descripción general de una condición humana específica y una perspectiva filosófica, y no intenta serlo sobre un filósofo o un ser humano específico (como él mismo). El libro es un buen testimonio de cómo el pensamiento filosófico involucra la cooperación al pensar con Nietzsche como compañía. Es un diálogo con la filosofía de Nietzsche. La fortaleza del autor descansa en su habilidad para implementar la demanda de Nietzsche, consistente en no pensar como el maestro, sino por sí mismo, desarrollando un pathos de distanciamiento productivo hacia la filosofía de Nietzsche. Michalski explora experimentos mentales de apoyo a la filosofía de Nietzsche que se adaptan a su interpretación, pero omite experimentos que podrían contradecirla.  Por esta razón, este libro es un intento independiente, creativo y audaz para pensar la espiritualidad en los términos del presente sobre la base del pensamiento filosófico contemporáneo. El libro resuena también con el espacio filosófico que se divulga por las teologías post-cristianas o del cristianismo posterior a la religión. El sentido de la espiritualidad de Michalski es tanto teísta como post-teísta, al transmitir una comprensión de la filosofía como pasión por el conocimiento y la sabiduría. La llama de la eternidad se encuentra ciertamente en un territorio apto para la práctica filosófica, un territorio que ha sido descuidado en las recientes décadas.








[1] Krzysztof Michalski, The Flame of Eternity. An Interpretation of Nietzsche's Thought, Princeton and Oxford: Princeton University Press, 2012, p. 119.[En lo que sigue citado como FE]
[2] Gilles Deleuze, Nietzsche and Philosophy, New York: Columbia UNiversity Press, 2006.
[3] Günter Abel, Nietzsche. Die Dynamik der Willen zur Macht und die ewige Wiederkehr, Berlin: Walter de Gruyter, 1984.
[4] Luce Irigaray, Marine Lover of Friedrich Nietzsche, New York: Columbia University Press, 1991.
[5] Véase Sigridur Thorgeirtsdottir, "Nietzsche's Philosophy of Birth", en Robin May Scott (ed.) et al., Birth, Death, and Femininity: Philosophies of Embodiment, Bloomington: Indiana University Press 2010, 157-200.