Troy Bruner
Camas Institute,
Spokane, WA
tbruner123@gmail.com
La presente versión al español se publica en este blog con el permiso del
autor y la aprobación de Alan M. Olson y Helmut Wautisher, y ha sido traducida
por Gladys L. Portuondo del original en inglés publicado en: Troy Bruner, Pascal Bruckner -Guilt in Western
Consciousness. With
Perspectives from Karl Jaspers and Viktor Frankl.
En: Existenz, An International Journal in
Philosophy, Religion, Politics, and the Arts, Vol. 7, No. 2, Fall 2012, en: http://www.existenz.us/volumes/Vol.7-2Bruner.pdf
Resumen. Este ensayo investiga la tesis de Pascal Bruckner, según
la cual los anglo-europeos sufren de una conciencia culpable, fundada en la
historia occidental de explotación, agresión y opresión. Se explica que
mientras algunas de sus ideas son meritorias, él generaliza demasiado sus
críticas de las filosofías moderna y postmoderna, particularmente del
existencialismo. Como soporte a esta observación, el autor describe la
valoración del concepto de culpa colectiva de Karl Jaspers y Viktor Frankl. Hay
una breve descripción de la relevancia del tema para la práctica de la
psicología existencial.
Palabras Clave: Bruckner, Pascal; culpa; conciencia culpable;
existencialismo; análisis existencial; Frankl, Viktor; Jaspers, Karl.
Del existencialismo al deconstruccionismo, todo el
pensamiento moderno puede ser reducido a una denuncia mecánica del Occidente,
enfatizando la hipocresía, la violencia y la abominación de este último.[1]
En el año 2010 la obra de Pascal Buckner, The Tyranny of Guilt (La
tiranía de la culpa, nota de la traductora), fue publicada en inglés. En
este ensayo Bruckner argumenta que la conciencia social y política occidental[2]
se encuentra plagada de una culpa
auto-impuesta, patológica, resultante de la historia europea de esclavitud,
imperialismo, racismo y explotación de gran parte del mundo. Esta culpa es
supuestamente formulada y diseminada por intelectuales europeos, quienes niegan
los valores esenciales de la democracia progresista y fracasan en reconocer las
serias amenazas a la sociedad libre que existen hoy en el mundo. Él describe una
doble moral en la que la cultura dominante se percibe como vergonzosa, mientras
que todos los otros grupos se consideran menos culpables cuando están
comprometidos con formas de opresión y de violencia, porque estas conductas se perciben como reacciones a
la pobreza y la explotación, condiciones atribuidas a la opresión y a la
interferencia occidental. Bruckner afirma que hay una auto-aversión que
impregna a la conciencia occidental, la cual priva de poder, sutilmente, al
resto del mundo, exteriorizando la culpa de modo fatalista y desalentando, de
este modo, las expectativas de responsabilidad y autodeterminación. Él critica
la tesis según la cual las naciones occidentales son las responsables, de modo
único y permanente, de los problemas globales, y argumenta que ésta es una
forma de paternalismo, en la medida en que el mundo no occidental es
considerado como demasiado incompetente para solucionar sus propios problemas,
siendo incapaz de actuar responsablemente; en consecuencia, Occidente se considera a sí mismo como un padre lo
bastante superior como para corregir los problemas del resto del mundo. Este
presunto paternalismo y esta arrogancia se asimilan y son conferidos a ciertos
grupos minoritarios, que se perciben en tanto incapaces de forjar sus propios
destinos. Siendo coherente con la idée
fixe, Bruckner critica los excesos de la corrección política, el
multiculturalismo y las filosofías políticas que supuestamente perpetúan una
conciencia culpable y exageran la hegemonía política y cultural
anglo-eurocéntrica.
Bruckner sostiene que esta culpa perpetua tiene sus orígenes en la doctrina
cristiana del pecado original, pero que en una cultura secular la culpa ya no
se asocia con las doctrinas de la iglesia, ocupando su lugar como un efecto
psicológico de la historia de opresión y explotación de Occidente en sus variadas
manifestaciones, lo que incluye las actividades militares y económicas del
presente. Él alega que la culpa occidental resulta en una forma de autocrítica
social e intelectual que, paradójicamente, sirve como fuerza de re-opresión. El
odio euro-americano a sí mismo es, realmente, autoglorificación: el agente de
los problemas es también el mesías de los remedios. Otras naciones no son lo
bastante capaces de enfrentar los retos globales de hoy; por consiguiente, de
Europa y América depende la cura de la propia enfermedad que ellas han causado.
La culpa occidental parece ser una forma de masoquismo, pero en realidad es un
sadismo revertido, en donde los llamados poderes civilizados nacionales se
someten voluntariamente al castigo psicológico auto-impuesto. La llamada
dolencia francesa, en particular, es "una combinación única de arrogancia
y odio a sí mismo" (TG 156).
Así, la culpa europea no sólo daña desde dentro, ésta también perpetúa el
propio paternalismo que ha sustentado siempre a las fuerzas de la opresión
europea. Sobre todo, cuando Europa no desea intervenir en el mundo, justifica
su pasividad recordando errores históricos y criticando a América como una
fuente de interferencia global.
Siguiendo este supuesto, Bruckner sostiene que las naciones del Tercer
Mundo y los pueblos minoritarios se consideran exentos de crítica y de culpa,
porque ellos han sido las víctimas de la tiranía anglo-europea. Afirma que la
expiación interminable de los pecados del pasado castra e infantiliza esencialmente
a las víctimas de la historia: mientras los europeos y los americanos se
consideran perpetuamente culpables, el resto del mudo es considerado inocente a
nivel histórico y moral. Bruckner afirma que esto significa condescender con
que "la inocencia es la fortuna de los niños, pero también de los idiotas
y los esclavos", y que "Un pueblo que nunca tiene que rendir cuentas
de sus actos ha perdido todas las cualidades que hacen posible que sea un
igual"(TG 42). La presunta doble moral es obvia: cuando
Occidente perjudica, éste es responsable; cuando otros perjudican, ellos no son
responsables. Bruckner indica que esta concepción del mundo adopta a veces
formas extremas, como sucedió a raíz de la destrucción del World Trade Center
en el año 2001, lo cual fue visto por "la crema de la inteligencia
europa" como "castigo despiadado" y "ejecución de una justicia
inmanente" por los errores cometidos por los Estados Unidos (TG 14). Él señala la facilidad con que
el cristianismo es criticado e incluso escarnecido en Europa, mientras las
autoridades gubernamentales aplastan rápidamente cualesquiera sentimientos
anti-islámicos, incluso hasta el punto de cercenar la libertad de palabra. Los
excesos de la tolerancia y del multiculturalismo incluyen los diferentes
estandares legales para las minorías, las playas separadas para musulmanes y la
tolerancia para la violencia doméstica, si ésta tiene fundamentos culturales.[3]
Él considera estas formas de separación como una erosión de los valores de
igualdad y progreso de la Ilustración.
Adicionalmente, Bruckner ha criticado al existencialismo, por su nombre,
como una de las muchas filosofías modernas que han denunciado a Occidente por
medio del rechazo de los valores de la Ilustración. La libertad, la
emancipación de la autoridad, la primacía de la razón, el anti-imperialismo y
el libre pensamiento se describen como valores occidentales que han sido
erosionados por filosofías con base en el relativismo y el multiculturalismo,
que, en efecto, son un intento de desconocer los más altos valores e ideales de
la civilización occidental. Según se informa, lo que se desarrolló como
Occidente ha llegado al aborrecimiento y al odio de sí mismo debido a los males
que ha creado. De este modo, éste se ha convertido en su propio enemigo, minimizando
sus logros y rindiéndose al derrotismo.El
europeo moderno no está orgulloso, sino sorprendentemente avergonzado de los
logros continentales. El multiculturalismo, supuestamente, llena este vacío
mediante la minimización de los logros occidentales, retratando las influencias
Anglo-europeas como inherentemente opresivas.
Después de Heidegger, una completa racha de pensadores, desde Gadamer a
Derrida, han impugnado las pretensiones de la Ilustración consistentes en
encarnar una nueva era de la historia auto-consciente. Por el contrario, dicen,
todos los males de nuestra época fueron generados por este episodio filosófico
y literario: el capitalismo, el colonialismo, el totalitarismo. Para ellos, la
crítica de los prejuicios no es sino un prejuicio en sí misma, probando que la
humanidad es incapaz de auto-reflexión.[EFR§ 8]
La pretensión del multiculturalismo post-culpa y la identidad de la víctima
El multiculturalismo, según Bruckner, es superficialmente un intento de
proteger a las mujeres y las minorías, pero en realidad es un "apartheid
legal" que incrementa la
desigualdad y la victimización en la sociedad, desalentando la integración,
oprimiendo las libertades individuales con los dobles estándares legales y
fomentando el odio a la cultura anglo-europea convencional (EFR §22, TG 140-54). Estos fenómenos, afirma,
representan una erosión de los valores de igualdad y democracia de la
Ilustración. Según Bruckner, el multiculturalismo es un producto del
relativismo del siglo XX, el cual "demanda que veamos nuestros valores
simplemente como creencias de una tribu particular, a la que llamamos
Occidente"(EFR §13). Sin embargo, "La Ilustración pertenece a toda
la raza humana, no sólo a unos pocos idividuos privilegiados en Europa o
Norteamérica, que la han emprendido con patearla en pedazos como niños
malcriados, para evitar que otros tengan una oportunidad" (EFR §22).
En algunos de sus otros escritos, Bruckner amplía su crítica del
multiculturalismo para argumentar que, en tanto éste se convierte en la norma
consistente en verse a sí mismo como oprimido, los valores de la sociedad
derivan casi por completo hacia una cultura de la victimización. Afirma que
esto ha ocurrido porque nadie es inmune a la posibilidad de encontrar alguna
razón externa como fuente de culpabilidad, a la cual atribuir sus problemas. Las
mujeres atribuyen la opresión a los hombres; los criminales atribuyen sus
crímenes a su infancia abusada, a la enfermedad o a la genética; otros
consideran la pobreza o algún status
minoritario, como la homosexualidad, como razones de la opresión[4].
El corolario efectivo de esto es que todo lo que recuerda a lo masculino, lo
fuerte y lo caucásico, es visto como destructivo y maligno. Se considera ahora
deseable pretender la identidad de la víctima y del que sufre.
Tal es el mensaje de la modernidad: todos ustedes son desheredados y tienen
el derecho de llorar su suerte. Ustedes sobrevivieron su nacimiento, su
pubertad, sobrevivieron ese velo de lágrimas que llamamos existencia...El
mercado de la víctima está abierto para todos en el supuesto de que puedan
mostrar una hermosa herida abierta; y el sueño supremo es convertirse en
mártir, sin haber sufrido otra cosa sino el infortunio de haber nacido. [TI
149]
La culpa como pretexto para el poder. Quitándole el poder a las víctimas de
la historia
Bruckner afirma que la autodenigración de Occidente es realmente una forma
disfrazada de autoglorificación y engrandecimiento del poder. Sólo Occidente
puede ser maligno; el resto del mundo actúa desde la ignorancia o la rabia
justificada contra la opresión. La creencia de que Occidente es responsable por
los crímenes históricos y de que el resto del mundo es inocente, es una forma
de arrogancia, que infantiliza al resto del mundo. Como un padre sabio, Occidente
es visto como responsable y experto; como un niño, la mayoría de los pueblos en
desarrollo y del tercer mundo con vistos como no responsables e incapaces de
actuar autónomamente para ayudarse a sí mismos. Bruckner cita como evidencia
varios eventos contemporáneos. Lo más destacado, cuando los terroristas árabes
asesinaron a inocentes en el ataque del 11 de septiembre en New York, muchos
intelectuales occidentales mostraron simpatía o incluso fueron aduladores y
asumieron la actitud de que los "americanos merecían lo que
consiguieron"(TG 14).
Hipócritamente, las naciones occidentales son condenadas, sin importar cuál sea
su acción o inacción. Cuando Occidenta actúa, es condenado no por hacerlo bien
o por no hacer lo suficiente, como sucede con Iraq o Palestina, sino que
Occidente también es condenado a la inacción, como en el genocidio de Ruanda o
el acoso ruso de Moldavia y de Georgia (TG
14). De este modo, Occidente no puede hacer nada bien; las naciones y
pueblos fuera de Occidente no pueden hacer nada mal.
Está claro que si mañana los terroristas debieran reventar el Metro
parisino, derribar la torre Eifel o destruir Notre Dame, oiríamos el mismo
argumento. La gente sensible tanto de derecha, como de izquierda, nos exigiría
que nos culpáramos: hemos sido atacados, por lo que somos culpables,
considerando que nuestros atacantes son
en realidad pobres miserables protestando contra nuestra insolente riqueza,
nuestra forma de vida, nuestra economía predadora. [TG 17-8]
Afirma que hay una fijación con la autocrítica y la culpa autopunitiva en Occidente que
resulta excesiva y autoderrotista, al ignorar el hecho de que si bien Europa ha
dado nacimiento a los monstruos, también ha destruido a esos montruos. La
esclavitud fue seguida por la abolición de la esclavitud; el feudalismo dio paso a la democracia; la
Ilustración salió de la opresión religiosa; las guerras han dado paso al
anti-autoritarismo; los nacionalismos evolucionaron hacia la unidad de Europa.
Si bien Europa, especialmente, ha causado muchos problemas globales, su aporte
positivo ha sido indispensable.
Europa, como un carcelero que te lanza a la prisión y que desliza en tu
celda las llaves, trajo al mundo tanto el despotismo como la libertad. Envió
soldados, mercaderes y misioneros a subyugar y explotar distantes tierras, pero
también inventó una antropología que proporciona una forma de verse a sí mismo
desde el punto de vista del otro, de ver al otro en uno mismo y a uno mismo en
el otro -dicho brevemente, de separarse uno mismo de lo que está cerca, a fin de acercarse a aquello de lo cual uno
está separado. [TG 29]
Según Bruckner, como consecuencia de las corrientes anti-occidentales en
las esferas social, política y académica, Occidente ha abandonado los valores
de la Ilustración. La verdadera igualdad, la libertad individual y los valores
democráticos progresistas han sido erosionados por intelectuales y políticos
cuya conciencia culpable es el fruto de una historia occidental caracterizada
por las guerras, la explotación económica, el imperialismo, el fascismo y la
opresión de otros pueblos. La mayoría de las filosofías modernas y
postmodernas, incluyendo el existencialismo, supuestamente enfatizan un
escepticismo en relación a los valoires occidentales, que ha conducido al
derrotismo y al nihilismo, debilitando además los más altos valores de la
civilización occidental. Europa y América están experimentando y socavando sus
más altos valores, como si los crímenes históricos cancelaran la enormidad del
bien y del progreso que innegablemente se atribuyen a la civilización
occidental. Occidente está incapacitado por "la expiación interminable por
lo que hemos inflingido a otras partes de la humanidad"(TG 34).
Relevancia del análisis existencial
El ensayo de Bruckner parece resultar esencialmente irrelevante para la
práctica de la psicoterapia existencial.
Después de todo, el analista existencial trabaja con pacientes
individuales, quienes no asocian generalmente las preocupaciones sociales y
políticas con sus propias perturbaciones psicológicas. Tal vez con pocas
excepciones, resulta difícil imaginar un escenario donde los grandes temas de
la conciencia occidental podrían convertirse en el centro del diálogo
psicoterapéutico. Sea que las tesis de Bruckner tengan o no importancia, podría
asumirse que éstas se encuentran muy apartadas del trabajo clínico como para
ser una preocupación seria. El argumento pertinente de Bruckner es que los
analistas existenciales son, ellos mismos, intelectuales; en consecuencia, si
aceptamos la tesis de Bruckner, ellos son los más infectados con la conciencia
autopunitiva de la que él habla. Esta infección, si está por cierto presente,
probablemente subyace en las preconcepciones del analista bajo cualquier
cantidad de formas, las cuales podrían interferir con el auténtico discurso
terapéutico a través de las percepciones del poder, los supuestos normativos,
las simpatías y las contra-transferencias. El marco filosófico de la
psicoterapia existencial toma en cuenta la totalidad de la experiencia
consciente individual, y el analista debe comprender (a)las diversas formas en
que los fenómenos culturales influyen las percepciones individuales, y (b)cómo
las estructuras subyacentes de la conciencia cultural no se pueden divorciar
del ethos profesional o de la subjetividad del análisis existencial. Más allá
de eso, si el analista desea maximizar el potencial del paciente a favor de la
autenticidad y la conciencia de la libertad subjetiva, debe haber una
conciencia concomitante de aquellas macrofuerzas, que dirigen al analista y al
paciente, sea apartándolos, o acercándolos a una respuesta auténtica a la
culpa. Como existencialistas, debemos preguntar si Bruckner está en lo correcto
-no necesariamente a fin de coincidir o no con sus invectivas, sino para evaluar
nuestro grado de conformidad.
Si el existencialismo es una enfermedad, según nos haría creer Bruckner,
entonces tal vez la psicoterapia existencial es la proveedora de la enfermedad.
¿Cómo reconciliamos entonces la idea de que los pacientes perturbados que se
someten al análisis se encuentran guiados indirectamente por supuestos
subyacentes a nuestra filosofía, tales
como nuestro pluralismo, nuestro subjetivismo y nuestra sensibilidad
cultural? Algunas preguntas merecen ser
consideradas: ¿hay una relación entre la concepción de Bruckner sobre la culpa
occidental y la culpa existencial? ¿Está en lo correcto Bruckner al denunciar
la culpa occidental como excesiva? ¿Es en este caso la culpa una consecuencia
de la elección o de la conformidad?
Finalmente, ¿cuáles son, en general, las implicaciones para el trabajo
del análisis existencial? Bruckner -sea que esté equivocado o no- nos revela
nuevas ideas, las cuales retan nuestras interpretaciones ya establecidas. Ahora
estamos obligados a elegir cómo responder.
Dos importantes figuras se destacan entre los analistas calificados para
abordar el tema de la conciencia culpable como resultado de la opresión
occidental. Viktor Frankl (1905-1997) y Karl Jaspers (1883-1969) vivieron
antes, durante y después de la era del nazifascismo y escribieron, con
posterioridad, sobre los temas de la culpa individual y colectiva y la
victimización. Frankl, judío austríaco, apenas sobrevivió las condiciones
onerosas de tres campos de concentración, y la mayoría de su familia fue
asesinada por los nazis. Jaspers, alemán, y su esposa judía, estuvieron bajo
constante sospecha por los nazis y permanecieron en Alemania hasta 1948. Él
escribió el ensayo Sobre el problema de
la culpa alemana poco después de que terminara la Segunda Guerra Mundial,
durante los juicios de Nüremberg.[5]
Frankl sobre el mito de la culpa colectiva
Frankl podría haber estado de
acuerdo con Bruckner en que en la mente occidental existe una dimensión de la
conciencia culpable colectiva que tiene sus orígenes en las atrocidades históricas,
más específicamente en el holocausto. Sin embargo, Frankl criticó el propio
concepto de la culpa colectiva y afirmó que la culpa auténtica sólo puede tener
lugar con la responsabilidad subjetiva. Según Frankl, la idea de la culpa
colectiva deshumaniza efectivamente al individuo, en la medida en que la
persona experimenta la culpa como "víctima de las circunstancias y de sus
influencias"[6]. Además,
fenomenológica y existencialmente la culpa colectiva "es un concepto que
no tiene significado", porque el individuo
solamente puede ser culpable de modo auténtico después de ejercer
irresponsablemente la libre voluntad[7].
Asumir la culpa por las acciones que no son las propias constituye inclusive
una característica de la neurosis melancólica[8].
En algunos casos, afirmó Frankl, pertenecer a una organización inmoral o
violenta no resulta suficiente para condenar las acciones de alguien, si su
conocimiento y su rol dentro de la organización fue limitado. Frankl fue
abucheado durante una conferencia después de decir "que incluso había algunas personas
buenas en el gobierno nazi"(LWL
120). En el modelo existencial de Frankl (la logoterapia), la culpa auténtica
no puede surgir, a menos que el individuo participe, tolere o no realice ningún
intento para prevenir el daño a sí mismo o a otros. Desde esta premisa,
solamente un nazi que actuó violentamente, que tuvo conocimiento de los crímenes de la
organización nazi, o que no actuó para prevenir el perjuicio, sería culpable
existencialmente. Sobre todo, el mero hecho de que alguien sea alemán no
significa que debería sentirse personalmente culpable por los crímenes nazis, sin
hablar de la culpa por las actividades opresivas asociadas con la civilización
occidental a las que Bruckner se refiere.
En cuanto al concepto de la culpa colectiva, pienso en lo personal que
resulta totalmente injustificado considerar culpable a una persona por la
conducta de otra persona o de un colectivo de personas. Desde finales de la
segunda Guerra Mundial no me he cansado de
pronunciarme púiblicamente en contra del concepto de la culpa colectiva.[9]
Según Frankl, hay una forma de la culpa auténtica que es "simplemente
inherente a la condición humana"[10].
Esta culpa resulta de nuestra
imperfección inevitable al tratar de lograr un balance entre la
responsabilidad y la libertad (PE 90). Sin embargo, esta culpa no debe ser
perpetua: una vez que es reconocida, la responsabilidad humana consiste en
trascender nuestra conciencia culpable mediante el cambio de actitud, el perdón
y la responsabilidad personal. Frankl era aficionado a la cita de Paul Valéry,
"nosotros no queremos solamente recordar a los muertos, sino también
perdonar a los vivos", (PE 111).
Somos libres, ciertamente, de sentirnos culpables, pero también es nuestra la
"responsabilidad de superar la culpa"[11].
No obstante, el fracaso en superar la culpa colectiva puede crear un tipo de
"neurosis colectiva" caracterizada por el nihilismo, el conformismo y
la "actitud efímera hacia la vida" (PE 119-20), los mismos temas que Bruckner identificó como nuestro problema
actual en Occidente, como se desprende supuestamente de las filosofías moderna
y postmoderna. Psiquiátricamente. la culpa excesiva acompañada por la pérdida
de una orientación futura es un indicador de la neurosis y la melancolía. Frankl
no fue el único en declarar que la culpa pletórica es un síntoma de melancolía;
Jaspers, Erwin Straus, Viktor von Gebsattel y Eugene MInkowski, entre otros,
compartieron esta opinión[12].
Jaspers sobre la cuestión de la culpa alemana
De los escritos de Jaspers, Sobre la
cuestión de la culpa alemana es, tal vez, el más relevante para la
reflexión sobre el tratamiento de algunos de los argumentos y observaciones de
Bruckner. Fue redactado durante los juicios de Nüremberg, quizás el punto más
bajo de la historia alemana, cuando los alemanes se vieron obligados a
experimentar las consecuencias desmoralizantes de la caída del régimen nazi. En
este momento, la culpa, la confusión y la derrota, obligaron a los alemanes a
volcarse a la introspección y a cuestionar su papel en el mundo. En este
ensayo, Jaspers explora con brutal honestidad la extensión de la culpa alemana,
y aclara el problema por medio de la distinción entre cuatro clases de culpa.
Él nunca discute que ser culpable sea una posibilidad, sino que diferencia
cuidadosamente "en qué sentido cada uno de nosotros debe sentirse
co-responsable"(QGG 61).
La culpa política es atribuida a
los ciudadanos y al liderazgo político de un estado que ha perdido su poder en
la derrota militar y que debe experimentar las consecuencias de la perpetración
del mal. Aquí Jaspers afirma que todos los alemanes son culpables, como
ciudadanos, "por los crímenes cometidos en nombre del Reich", y afirma nuevamente, "Somos colectivamente
responsables"(QGG 61). Estas
declaraciones parecen inicialmente muy diferentes de la afirmación de Frankl
sobre el "mito de la culpa colectiva"
en cualquier forma; sin embargo, Jaspers aclara que la culpa política es
proporcional al grado en que el ciudadano vivió "según el orden del
estado"(QGG 62). Argumenta que,
a menos que un ciuidadano de Alemania se opusiera activamente a los crímenes
nazis, él o ella era culpable por apoyar el régimen. Aunque Jaspers no
identifica quién, si hubiese alguien, podría no ser culpable, la implicación
que se deriva es que los que
resistieron, tal vez como Dietrich Bonhnhoffer, serían inmunes a la culpa
política. Un segundo factor que Jaspers considera es la época en la que uno
vive. En una breve digresión sobre la era napoleónica en Francia, Jaspers
parece implicar que la culpa política es atribuible específicamente, en sentido
estrecho, a la población que vive en el tiempo de un crimen nacional
determinado, y de esta modo no es
heredable auténticamente (QGG 77)[13].
Lo que más se acerca a la identificación de un concepto de culpa que
resulte posiblemente relevante, por parte de Jaspers, respecto a las
afirmaciones de Bruckner, es su concepto de culpa
metafísica; sin embargo, es necesaria una explicación apropiada para
sostener esta presunción, porque los aspectos ubicuos y ontológicos de la culpa
metafísica de Jaspers resultan en su mayor parte insustanciales para las
afirmaciones de Bruckner. Por ejemplo, Jaspers describió la culpa metafísica
como algo universal para todos los seres humanos, lo cual tiene en última
instancia su base en un origen trascendente (QGG 39). En este sentido, todos somos "co-responsables de todo
mal e injusticia en el mundo"(QGG
32) y "Todo ser humano está destinado a enredarse en las relaciones de
poder por medio de las cuales vive; esta es la culpa inevitable de todos, la
culpa de la existencia humana"(QGG
34). Olson explica cómo en la filosofía de Jaspers la culpa metafísica es
lógicamente a priori y, por consiguiente, no requiere ninguna actividad humana
específica para manifestarse (MG 19).
La culpa metafísica representa a las tendencias inherentemente defectuosas de
la naturaleza humana, que hacen a todos
los seres humanos universalmente culpables y propensos a la violencia (QGG 53).
Mientras que los aspectos ya señalados de la culpa metafísica parecen
resultar irrelevantes para las afirmaciones de Bruckner, Jaspers también
vincula la actividad humana a la culpa metafísica de una manera bien
significativa para el debate en curso. La culpa metafísica tiene su base en
"la falta de solidaridad absoluta con un semejante", y añade que
"Esta clase de solidaridad está herida, si me encuentro presente, siempre
que algún mal o algún crimen tiene lugar"[14].
Según Jaspers, es este aspecto de la culpa metafísica el que hace culpable a la
mayor parte de los alemanes de la era nazi. Jaspers creía que, con ciertas
excepciones notables y valerosas, la mayoría de los alemanes fueron pasivos en
su respuesta a la opresión nazi. Pero Jaspers no era fatalista: para Jaspers,
la culpa no representa la condena eterna; en cada circunstancia, la culpa
conduce a los seres humanos a buscar la transformación y la liberación del
vicio y de la inmadurez espiritual.
La tercera forma de culpa, la culpa moral, se explica por Jaspers con las
penas de la conciencia sufridas por aquellos "que sabían, o podían
saber" acerca de la actividad del estado, pero que actuaron
voluntariamente para apoyar al estado, o soportaron pasivamente sin objeción
ante los males evidentes (QGG 63). Explica que usualmente existe un elemento de
autodecepción involucrado en el asentimiento a la "obediencia
ciega" al estado, justificada
mediante cualquier cantidad de formas, incluyendo la religión, el patriotismo y
la "intoxicación" de la identificación con el grupo (QGG 64-6).
Finalmente, Jaspers se refiere a la culpa
criminal. Esta se refiere, simplemente, a la culpa subsecuente a (a) la
violación o la manipulación de las leyes justas, o (b) la violación de los
estándares humanos básicos de diginidad y derechos. Jaspers considera los
derechos como un requisito indispensable de las leyes justas, sin los cuales la
ley no tiene significado alguno (QGG
45). Curiosamente, él señala que muchos miembros del régimen nazi que, de
hecho, eran criminalmente culpables, serían incapaces de sentir empatía o
remordimientos; así, ellos son criminales, pero no sienten ninguna forma de
culpa. Se deja entonces ejecutar la justicia a los sistemas legales.
Lecciones de Frankl y Jaspers
Los factores históricos de los fracasos de múltiples derechos humanos
asociados con la actividad de las naciones occidentales no se cuestionan; ni
Frankl, ni Jaspers, ni Bruckner, deslegitimizan las fuentes de la culpa
occidental, como son la esclavitud, la opresión religiosa, la explotación
económica, o el imperialismo. Para Frankl y Jaspers, la cuestión es de
responsabilidad; aquellos que llegan con posterioridad a las eras asociadas con
crímenes no son culpables de esos crímenes; ni vivir en una nación cuyo
gobierno está comprometido con violaciones de los derechos humanos hace que todos
los ciudadanos de aquella nación compartan la culpabilidad. Para Frankl,
especialmente, la cuestión, en última
instancia, es de invalidez conceptual: la culpa colectiva no tiene significado,
y es por consiguiente inauténtica si se comparte vicariamente por individuos
que no son responsables de los crímenes de regímenes nacionales. El énfasis de
Bruckner es muy diferente; él expresa certeza y autoridad al exponer lo que
considera como la hipocresía y las tendencias auto-punitivas que el debilitado Occidente
declara, y que erosionan la influencia de los más altos valores occidentales.
En esencia, lo que Bruckner ve como una complicidad intelectual para
socavar los valores occidentales, Frankl lo interpreta como síntoma de una
crisis existencial. Sin embargo, resulta dudoso si Frankl o si Jaspers habrían
coincidido con Bruckner en que el multiculturalismo es un síntoma problemático
de la conciencia culpable y en que es un disfraz para el poder. Bruckner
aseguró que la percepción actualmente prevaleciente del multiculturalismo es
auto-derrotista: asumir que Occidente es responsable de los males del mundo
socava de modo efectivo la auto-determinación del mundo no occidental. Esto
podría interpretarse como una analogía, en cierto modo, del argumento de Frankl
según el cual el fatalismo es deshumanizante y discapacitante (WM 74). Otro punto de acuerdo posible es
la afirmación de Frankl de que el melancólico con sentimiento de culpa cree que
"su culpa no puede expiarse nunca"(DS 205), lo que parece resultar congruente con la observación de
Bruckner, de que los euro-americanos se encuentran afectados por "la
obligación: expiar por siempre por lo que hemos inflingido a otras partes de la
humanidad"(TG 34).
Así, podemos concluir que ni Frankl, ni Jaspers, concederían que quien se
sienta culpable en la sociedad occidental contemporánea por los crímenes
cometidos en la historia de la civilización occidental antes de nuestro
nacimiento -y con anterioridad a nuestro crecimiento hasta una edad en la que
podríamos conocer nuestra complicidad, o contrarrestarla- estarían
experimentando una culpa auténtica. Ambos coincidieron en que los occidentales
contemporáneos son responsables de retar los males de nuestro mtiempo; de otra
manera, compartiríamos la culpa política colectiva; sin embargo, ser meramente
un ciudadano de una nación occidental es insuficiente para generar auténtica
culpa. La culpa auténtica, sin embargo, resulta cuando los individuos ignoran o
participan en los males de su tiempo. Frankl y Jaspers fueron afines en la
afirmación de que la experiencia humana de la culpa auténtica debería continuar
con acciones transformadoras, responsables, que aseguren un grado de desagravio
así como el compromiso de evitar una recurrencia de la conducta inmoral
socialmente sancionada. En efecto, ellos consideran que la verdadera
responsabilidad resulta en que nuestra culpa sea temporal, no perpetua, como
también lo afirma Bruckner.
Jaspers, Frankl y muchos otros filósofos existencialistas han argumentado
que en el mundo postmoderno, la culpa es una de las experiencias existenciales
que, cuando es enfrentada, puede ser una fuente de transformación personal.
Jaspers se refirió a la culpa como una de las "situaciones límite" (Grenzsituationen) que nos permiten
experimentar la auto-reflexión[15].
De modo similar, Frankl afirmó que la culpa es una forma de sufrimiento que
puede trtansformarse en un "logro heroico" (PE 111). George Berguno, un pensador que ha escrito extensamente
sobre el existencialismo y el postmodernismo, ha argumentado que la culpa, como
experiencia límite, puede ser impuesta por la historia o creada por las acciones
propias, pero en cualquier caso es un reto existencial para Occidente que
invita más al cambio que a la meditación[16].
La culpa puede ser transformadora y purgativa; de hecho, todos los seres
humanos tienen la responsabilidad de beneficiarse de la culpa como una fuente
de auto-mejoramiento, de mejoramiento colectivo y de crecimiento humano.
MIentras que Bruckner puede estar en lo correcto al argumentar que el multiculturalismo
tiene serios defectos, en términos de derecho y de política institucional ha
sido un intento de rectificar responsablemente los prejuicios de la
exclusividad y de la preferencia occidental. Si, no obstante, la observación de
Bruckner acerca de la culpa excesivamente
auto-crítica, perpetua, resulta exacta, la mayoría de los
existencialistas también verían esto como un tema que necesita un nuevo examen
crítico. Los existencialistas, sin embargo, serían más cuidadosos que Bruckner
al asegurar que el Sujeto (i.e., la persona) no se pierde en las generalidades
histórico-políticas. Siguiendo a Kant, Jaspers opinó una vez que al destacar
toda actividad como antecedente de la culpa se pierde al Sujeto, en tanto éste
tiene su propio valor. En respuesta a la lectura de The Origins of Totalitarianism, de Hannah Arendt, Jaspers afirmó
que el "mal" moderno ya no se caracteriza por la violación de los
mandamientos religiosos, sino que ocurre cuando los seres humanos son usados
meramente como medios para un fin[17].
Sin embargo, Bruckner nunca enfatiza la relación entre la personalidad del
Sujeto y las tendencias macro-sociales que subsumen al individuo como un medio
para algún fin, tales como el consumismo, la conformidad política o las
ideologías opresivas.
Necesidad de aclaración
La condena arrolladora de las filosofías modernas por parte de Bruckner no
toma en cuenta la historia diversa del existencialismo y de sus muchas formas
de expresión. Los existencialismos alemán, francés y anglosajón son muy
diferentes y variados internamente como escuelas de pensamiento. Más allá de
eso, resulta discutible si las filosofías moderna y postmoderna, que Bruckner
critica específicamente, contribuyen al odio a sí mismo que él describe. El
irracionalismo, el relativismo, el nihilismo y otras corrientes de la filosofía
moderna que se encuentran en algunas de las escuelas existencialistas de
pensamiento son creaciones de Occidente; sin embargo, Frankl, Jaspers y muchos
otros existencialistas y pensadores humanistas creían en una realidad objetiva
con absolutos morales[18].
Es necesario defender al existencialismo de las críticas de Bruckner, porque
sus suposiciones son inexactas. Resulta extraño que, dada su formación en
filosofía, él haga tales generalizaciones radicales, que pueden objetarse una
vez que se examinan. Puede argumentarse que mientras las tradiciones
nihilistas, relativistas en el existencialismo son, en el sentido de Bruckner,
escépticas o desdeñosas de la primacía clásica de la razón en la civilización
occidental y son, por consiguiente, anti-occidentales, otras tradiciones
existenciales y ciertas psicoterapias derivadas, de otra parte, han sido más
optimistas y positivas históricamente en sus estructuras ideativas, enfatizando
la libertad con responsabilidad ética[19].
Viktor Frankl, por ejemplo, alabó los méritos de la sociedad libre y limitó sus
críticas a Occidente a las opiniones
normativas respecto a los excesos del consumismo, el hedonismo y el conformismo
social -todas ellas, preocupaciones repetidamente expresadas por Bruckner.
Más allá de esto, existe una fuerte tradición en el existencialismo que
afirma la igualdad, la democracia, el progreso y, de hecho, todos los valores
prominentes de la Ilustración. Incluso las variedades más nihilistas y
solipsistas del existencialismo continental representan una liberación del
conformismo y de la fe ciega en la religión -una observación reconocida
inclusive por Bruckner[20].
Ciertamente, en la tradición del análisis existencial, especialmente, la voz
del optimismo, de la responsabilidad personal y de la habilitación individual
es clara y distinta; en parte, tal vez, debido a la hibridación de la práctica
médica y la filosofía, como resulta especialmente obvio en los escritos de
mediados del siglo veinte de los fundadores del análisis existencial. Al margen
de estos fundamentos históricos, a la luz de los fuertes argumentos de Bruckner
sería prudente recordar la voz de Heidegger en Being and Time (El ser y el
tiempo, nota de la traductora), donde él establece que el conocimiento de la historia es
insuficiente para comprender el Dasein
en-el-mundo: nuestro "ser" y el "mundo" deben entenderse
juntos: "Es solamente sobre la base del sentido del Dasein de su propio
pasado que algo así como una "historia mundial" es posible"[21].
Frankl y Jaspers identificaron también la culpa auténtica con la subjetividad,
pero coincidieron, de forma independiente, en que la culpa, como psicología positiva, requiere la
actividad humana en forma de responsabilidad para transformarse y crecer. La
culpa perpetua, excesiva y meditabunda es anatema para las premisas básicas de
la autenticidad existencial.
Otra crítica se hace evidente cuando consideramos que, para Bruckner,
escribir sobre la influencia de la Ilustración como si esta fuera completamente
diferente de las tradiciones no occidentales puede haber sido un error. Para
muchos, incluyendo a Jaspers, la
Ilustración fue, ciertamente, un movimiento occidental; sin embargo, él la
consideraba como parte del gran tema universal del progreso humano, que no
puede aislarse de las religiones orientales y las filosofías antiguas[22].
Resulta fácil confirmar esta tesis en Voltaire, quien con frecuencia se refirió
a las fuentes antiguas y multiculturales para justificar sus argumentos sobre
la libertad de pensamiento y sobre la igualdad[23].
En ocasiones, Bruckner parece ignorar o rechazar el reconocimiento de la
naturaleza colectiva del progreso humano, y esto puede contribuir,
irónicamente, a la división intelectual que Bruckner critica. Por otra parte,
Bruckner balancea su dudosa omisión declarando la universalidad de la
Ilustración: "La Ilustración pertenece a toda la raza humana, no sólo a
unos pocos individuos privilegiados en Europa o Norteamérica"(EFR §20).
Si le creemos a Jaspers y a Frankl, debemos creer que existencialmente, y
en última instancia, sólo los individuos, y no las sociedades, pueden ser
auténticamente culpables. Mientras que Jaspers describió la culpa metafísica
como inherente a la existencia humana, incluso esta forma de culpa se
incrementa cualitativamente en un nivel subjetivo cuando un individuo actúa de
forma antisocial. Jaspers también sugirió la falta de culpabilidad por los
eventos históricos ocurridos fuera de la duración de la vida de un individuo. A
diferencia de esto, cuando Bruckner describe la conciencia culpable, ésta es,
conceptualmente. un estado social de la conciencia más bien que una
consecuencia individual de la voluntad o la reacción moral. La cualidad y la
intensidad de esta culpa también pueden variar. Bruckner deja en claro que el
americano típico es probablemente más optimista que el europeo, y que aquellos
que se ven a sí mismos como oprimidos sentirán más la condición de víctimas que
la de culpables. Hablando de cierto modo, Bruckner nos conduce a retornar a la
ansiedad existencial: existe una tensión entre la culpa occidental -sea o no
auténtica- y la reponsabilidad para
moverse más allá de la culpa de alguna manera que sea productiva. El reclamo de
los existencialistas consiste en transformar la culpa residual en la historia
en crecimiento personal y en afirmación de los valores. Como se señaló por Wong[24],
muchos pensadores existencialistas han estado trabajando para vincular las
psicologías centradas en el significado con la responsabilidad social.
Independientemente de las ocasionales generalizaciones radicales y de su
renuencia a sugerir alternativas ante el status quo, Bruckner nos impulsa, no obstante, hacia
adelante, creando inconformidad con la autocrítica excesiva, meditabunda y sin
orientación.
[1] Pascal
Bruckner, The Tyranny of Guilt, Princenton:
Princenton University Press 2010, p. 2. [En lo que sigue citado como TG]
Bruckner es considerado como uno de los
más conocidos como Nouveaux Philosophes
(nuevos filósofos) franceses. Este grupo de intelectuales incluye a
Bernard-Henri Levi, Alan Finkiekraut, Andre Glucksmann y algunos otros, quienes
comparten la creencia de que la civilización occidental se encuentra dominada
por sistemas opresivos de pensamiento. Antes de convertirse en escritor,
Bruckner estudió filosofía bajo el estructuralista francés Roland Barthes. A lo
largo de su carrera, ha escrito y publicado diversos ensayos y obras de
ficción, muchos de los cuales e encuentran disponibles en inglés. Él considera
a Nietyzsche una inspiración principal y sus ensayos tienden a reflejar esta
influencia transmitiendo un estilo retórico, invectivo y polémico.
[2] Por "Occidente" u
"occidental" Bruckner se refiere generalmente a la civilización
anglo-europea.
[3] Pascal Bruckner, "Fundamentalismus
der Aufklärung oder Rassismus der Antirassisten?", en Perlentaucher, 24 January 2007
(http://www.perlentaucher.de/essay/fundamentalismus-der-aufklaerung-oder-rassismus-der-antirassisten.html),
traducido como "¿Fundamentalismo ilustrado o Racismo de los
anti-racistas?" (http://www.signandsight.com/features/1146.html), último
acceso 5-9-2013.[En lo que sigue citado como EFR]
[4] Pascal
Bruckner, The Temptation of Innocence:
Living in the Age of Entitlement, New York: Algora Publishing 2000, pp.
126-140. [En lo que sigue citado como TI]
[5] Karl
Jaspers, On the Question of German Guilt,
New York: Capricorn Books, 1947. [En lo que sigue citado como QGG]
[6] Viktor
Frankl, The Will to Meaning, New
York: New American Library 1969, p. 74. [En lo que sigue citado como WM]
[7] Annete Redsand, Viktor Frankl: una vida digna de ser vivida, New York: Clarion Books 2006, p. 111. [En lo
que sigue citado como LWL]
[8] Viktor Frankl, Doctor of the Soul, edición revisada, New York: Random House 1980,
pp. 203-5. [En lo que sigue citado como DS]
[9] Viktor
Frankl, Man's Search for Meaning,
Boston, MA: Beacon Press Books 1992, p. 150.
[10] Viktor
Frankl, Psychotherapy and Existentialism:
Selected Papers on Logotherapy by Viktor E. Frankl, Author of Man's Serach for Meaning, New York, NY:
Washington Square Press 1967, p. 23. [En lo que sigue citado como PE]
[11] Viktor
Frankl, The Unheard of Cry for Meaning,
New York, NY: Simon and Schuster 1978, p. 51.
[12] Alina
N. Feld, "Jaspers on Melancholy," Existenz,
2008 Vol. 3, No. 2, pp. 10-20.
[13] También, para una aclaración adicional
sobre el concepto de la culpa política de Jaspers según se relaciona con la
culpa colectiva, Alan M. Olson afirmó sucintamente lo que sigue: "Jaspers
deja claro absolutamente que la
culpabilidad política no ha de ser confundida con la noción de 'culpa
colectiva', porque la culpa tiene que
ver con la conciencia de los individuos y no con los grupos. Por otra parte, cuando
puede determinarse que ciertas entidades colectivas, como por ejemplo los
partidos políticos, han contribuido directamente y/o son responsables de crímenes específicos, las
reparaciones pueden ser debidas o no, en
dependencia de los resultados de los litigios y adjudicaciones internacionales".
Véase Alan M. Olson, "Metaphysical Guilt," Existenz, 2008, Vol. 3, No. 1, pp. 9-19, aquí pp. 12-3. [En lo que
sigue citado como MG]
[14]
Karl Jaspers, "Karl Jaspers to Hannah Arendt," en: Karl Jaspers: A Biography: Navigations in
Truth, ed. Suzanne Kirkbright, New Haven: Connecticut 2004, p. 196.
[15] Karl
Jaspers, Philosophy, trad. E. B.
Ashton, Chicago: The University of Chicago Press, 1932,
[16] George
G. Berguno. "Towards a New Conception of the Human Condition," Existential Analysis, 2008, Vol. 19, pp.
247-8.
[17] Lotte
Kohler y Hans Saner, eds. Arendt, Hannah,
and Karl Jaspers: Hannah Arendt / Karl Jaspers Correspondence, 1926-1969, New York, NY: Harcourt, Brace
and Company 1992, p. 165.
[18] En Transcendence
and Hermeneutics, Boston: Martinus Nijhoff Publishers 1979, p. 72, Alan M.
Olson describe en detalle la estructura kantiana de la epistemología de
Jaspers, lo cual excluye la posibilidad del relativismo y de la subjetividad
total. Mientras Frankl nunca desarrolló una epistemología formal, él también
fue influido por Kant y fue extremadamente crítico con el relativismo y el
subjetivismo. Véase PE 50,
también Viktor Frankl, The Unconscious
God, New York, NY: Simon and Schuster 1975, p. 58.
[19] Esta cita de Robert Olson es a propósito:
"Los existencialistas no siempre
coinciden entre sí, ya sea en cuanto a
la naturaleza precisa o a la clasificación relativa de los valores que, según
ellos, acompañan la adhesión deliberada de
angustia y sufrimiento...Hablando en sentido general, sin embargo, la
libertad de elección, la dignidad individual, el amor personal y el esfuerzo
creativo son los valoires existenciales y, en sentido general, los más
importantes entre éstos son la libertad de elección y la dignidad
individual". Robert G. Olson, An
Introduction to Existentialism, Mineola, NY: Dover Publications 1962, pp. 17-8.
[20] Pascal
Bruckner, Perpetual Euphoria: On the Duty
to be Happy, Princenton, NJ: Princenton University Press, 2010.
[21] Martin
Heidegger, Being and Time, New York,
NY: Harper Collins 1962, p. 41.
[22] Según
se reconoió por Jaspers: véase Karl Jaspers, The Great Philosophers, New York, NY: Harcourt, Brace & World,
1957.
[23] Como
resulta evidente a lo largo de: Voltaire, Philosophical
Dictionary, trad. de Peter Gray, New York, NY: Harvest Books 1962, obra
original publicada en 1756.
[24] Paul T.
P> Wong, "A Quiet Positive Revolution," International Journal of Existential Psychology &
Psychotherapy, 2008, Vol. 1, pp. 1-6.
Hola, Soy Juan Vázquez estudiante de filosofía, estoy por iniciar la elaboración de mi tesis y estoy recaudando información, por eso he visitado su blog que me parece muy bueno para utilizar la información, solo que me encuentro con un problema, la profesora de metodología nos ha prohibido utilizar información de un blog, por ello le solicito su ayuda para proporcionarme la información por pdf.
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