Friday, June 4, 2010

Alan M. Olson. FE Y RAZÓN. REENCUENTRO CON ISAAC E ISMAEL




Autor: Alan M. Olson

Datos del Autor: 
Alan M. Olson, PhD. Profesor. Filosofía de la Religión, Universidad de Boston. Co-Editor de la Revista Existenz. Director Ejecutivo de la Revista Paideia. Principales libros publicados: Transcendence and Hermeneutics: An Interpretation of the Philosophy of Karl Jaspers (1979). Transcendence and the Sacred (1981). Hegel and the Spirit: Philosophy as Pneumatology (1992). Heidegger&Jaspers (Editor) (1994). Educating for Democracy: Paideia in an Age of Uncertainty (2004).

La publicación de la presente traducción del original en inglés al español en este blog se realiza con el permiso del autor, Profesor Alan Olson, y del Profesor Helmuth Wautischer, Presidente de la Sociedad Karl Jaspers de Norteamérica y Co-Editor de la Revista Existenz. Versión traducida por Gladys L. Portuondo Pajón del original en inglés publicado en: Alan M. Olson. Faith and Reason. Isaac and Ismael revisited. Existenz, an International Journal in Philosophy, Religion, Politics and the Arts. Vol.1, Nos.1-2, Fall 2006.
En:    http://www.existenz.us/volumes/Vol.1Olson.pdf






Resumen.
El ensayo comienza con una referencia a la bien conocida historia bíblica de Ismael e Isaac a fin de proporcionar un contexto bíblico o subtexto, como puede ser el caso, para el título del libro de Jaspers Der philosophische Glaube angesichts der Offenbarung[1] y para la cuestión básica que el mismo resalta, esto es, “¿pueden encontrarse las dos clases de fe (es decir, la filosófica y la teológica)?”. El ensayo concluye, con Jaspers, que el diálogo constructivo es improbable si no imposible, debido a que el discurso teológico en las tradiciones monoteístas del Medio Oriente se encuentra bajo el control de la falacia genética y de la persistente confusión de verdades que se apoya en hechos y valores declarados por los cuales podrían ser sostenidos los argumentos axiológicos, aunque no usualmente debido al temor de relativizar la pretensión de verdad. El ensayo concluye sugiriendo que un paso hacia la tolerancia a través del reconocimiento del valor intrínseco del pluralismo es el único camino filosófico y teológico que puede comprometer en un diálogo constructivo.


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El así llamado primer evento histórico en la Biblia es, según se ha dicho, la “llamada de Abraham” y la promesa de Dios de revelar por medio de él “una gran nación”[2] . El problema con la promesa de Dios a Abraham, por supuesto, es que éste no tiene hijos; su esposa Sarah es estéril y ambos son viejos (quizás están en sus últimos 70 o en sus tempranos 80, de acuerdo a la cronología del Génesis), cuando él inicialmente se da cuenta de su extraordinario destino a través de la extraña serie de teofanías que ocurren entre su llamada y la obligación o compromiso de Isaac[3].
Abraham sufre una profunda depresión después de su conversación con el Señor[4], creyendo, o queriendo creer en la promesa, pero preguntándose cómo ésta podría ser colmada[5]. Sarah, sin duda, también sufre depresión debido a la depresión de Abraham, por cuanto ella tiene que tratar con su frecuente lamento de que “uno de sus esclavos” puede heredar su patrimonio debido a su condición de no haber tenido hijos, por la cual ella es responsable [6] (Génesis, 15:3). También parece que Sarah pensó inicialmente que su esposo se engañaba y se burlaba ante la idea de tener un hijo en la más extrema ancianidad. Como sea el caso, ella ciertamente debió haber tenido grandes temores por su incapacidad para generar algún heredero para su esposo[7]. De modo correspondiente y estrictamente mediante el cálculo racional, Sarah proporciona a Abraham su joven esclava egipcia, Hagar, para ver si su depresión, y quizás la de ella misma, podría ser aliviada mediante la producción de un hijo[8]. Y como en los más célebres casos recientes de Storm Thurmond y Saul Bellow, Abraham se convierte en padre, no sólo debido a la extrema juventud de Hagar, sino también debido a Sarah quien, trece años después del nacimiento de Ismael, concibe y da a luz a Isaac, estando ambos en sus 90[9].
Para los propósitos de este ensayo, una vez reconocida la vejez de Abraham, Ismael e Isaac son llamados respectivamente el “hijo de la razón” y el “hijo de la fe”[10]. Ismael es el resultado del cálculo racional de Sarah, o podría decirse de la “astucia de la razón”, mientras que el nacimiento de Isaac es totalmente el resultado de la fe y de la “voluntad de creer” cuando Sarah, “con la ayuda del Señor” y contra todo accidente razonable, se hace fértil en sus 90 y exitosamente entrega un hijo varón[11].
En correspondencia, mis comentarios estarán bajo dos condiciones: primero, coloco Der philosophische Glaube angesichts der Offenbarung (1962)[12], de Jaspers, dentro de una perspectiva histórica a fin de abordar la cuestión básica que él resalta en la sección final de su obra, cuyo planteamiento es “¿pueden las dos clases de fe encontrarse?”; esto es, ¿son conmensurables o inconmensurables lo que Jaspers llama “fe filosófica” y “fe religiosa”? En segundo término, discuto la falacia genética y su prominencia en el discurso teológico de las tradiciones teístas occidentales a fin de argumentar que el problema de la fe y la razón no puede ser superado cuando las tradiciones monoteístas del Oriente Medio (Judaísmo, Cristianismo e Islam) son dogmáticamente sostenidas y rígidamente observadas.
Jaspers, por supuesto, sostiene una opinión similar, pero argumenta que la Anfechtung[13] (la paradoja absoluta de Lutero y Kierkegaard)[14], mutuamente compartida por los creyentes filosóficos y los religiosos, de algún modo proporciona los medios de trascender las diferencias. Argumento que la falacia genética, cuando no es reconocida por aquéllos que se adhieren a la autoridad de la revelación sobrenatural, convierte el diálogo entre el creyente y el no creyente en una imposibilidad virtual. De otro lado, cuando los creyentes vienen a reconocer la diferencia entre “hechos” y “valores” y también la validez de la distinción entre el “es” y el “debe”, como en David Hume, entonces el diálogo es posible. Más adelante sugiero que la distinción hecho-valor no debe ser vista como una dicotomía sino como una distinción necesaria para el discurso pragmático y el diálogo, como Hilary Putnam y otros han argumentado[15]. Apartándonos de lo intelectual, esto es, de lo “secular”, la conversión que recuerda la diferencia entre hechos y valores me hace chocar con que la clase de diálogo constructivo y la comunicación intercultural entre lo que Jaspers llama “fe filosófica” y “fe religiosa”, según él considera, resultan altamente problemáticos, si no completamente imposibles[16].
Fe filosófica y Revelación
Por cuanto la publicación original de PGO se acerca a sus cincuenta años, resulta adecuado retomar el contexto filosófico y teológico dentro del cual apareció inicialmente este libro. Los mediados del siglo XX corresponden a la época del apogeo del positivismo lógico, la filosofía analítica y la filosofía del lenguaje –movimientos que prestaron poca atención y, en correspondencia con esto, menospreciaron los asuntos religiosos, como evidenció la famosa expresión de Anthony Flew, “No hay filosofía al Este de Suez que sea digna de consideración”. Por el lado teológico hubo los influyentes movimientos conocidos como la teología y la filosofía neo-reformistas, neo-ortodoxas y neo-tomistas –todas las cuales fueron intentos de salvamento, en varias formas, de la fe religiosa tradicional ante las embestidas del positivismo, el modernismo, el liberalismo y el relativismo[17]. La fenomenología existencial y la hermeneútica serían llamadas a ocupar el terreno situado entre estas polaridades dogmáticas a través del despliegue de variados procedimientos diseñados para poner entre paréntesis o suspender las manifiestas dicotomías sujeto-objeto y hechos-valores, a fin de revelar qué podría sostenerse como el fundamento más originario para una comprensión holística del significado de la experiencia religiosa.
Jaspers fue un pensador situado en esta mediación, y su polémica teológica y hermenéutica más prolongada fue con Rudolf Bultmann, referida a Die Frage der Entmythologisierung[18] (1954)[19] –una polémica que terminó en silencio, no diferente del más temprano y famoso debate entre Karl Barth y Emil Brunner referente a Natur und Gnade[20] (1934)[21]. En el marco de este asunto, la crítica de Jaspers a Bultmann fue similar a la crítica de Hegel a Schleiermacher, es decir, se proponía rescatar las pretensiones de verdad del cristianismo de la reducción al subjetivismo. Pero curiosamente, la posición de Jaspers respecto a Bultmann tiene más parentesco con Schleiermacher que con Hegel, dada su adhesión a lo que se podría llamar una cuasi-romántica “remitologización” del lenguaje cifrado de la revelación, a fin de recuperar, o al menos de revalorizar la verdad de las exigencias religiosas. Ciertamente, la ambigüedad de la posición de Jaspers consiste, por una parte, en un ataque empedernido a las pretensiones de verdad de la teología dogmática (sea católica o protestante) y, por otra, en promover el vago e indeterminado “lenguaje de las cifras” como la única solución posible al problema de interpretación. En cualquier caso, la posición no negociable de Jaspers respecto al proyecto de la Entmythologiserung es, en el sentido más amplio, la razón principal por la cual Bultmann abandona la conversación sin ninguna esperanza[22]. Quizás Jaspers, un poco sacudido por este intercambio, continuó para clarificar su posición, tomando en consideración la “verdad” de las cifras en los años 60, especialmente en PGO y en su última obra, Chiffren der Transzendenz[23].
Mientras algunos teólogos, incluyendo a Fritz Buri y Harold Oliver, defienden a Jaspers en términos de una “teología de la Existenz” y de “pensar la fe”, la posición de Jaspers sigue siendo confusa al considerar la naturaleza de la verdad y la pretensión de verdad[24]. De este modo, el asunto permanece como si esta ambigüedad que recorre la filosofía de Jaspers pudiera ser clarificada por medio de sus comentarios finales sobre religión. ¿Es posible determinar en una forma sistemática la “verdad” de las cifras –especialmente de las cifras de la Trascendencia como ultimidad? Christopher Thornhill, por ejemplo, ha identificado recientemente una “mudanza” (o Umwendung[25], un término usado por el propio Jaspers en PGO)[26] en los escritos sociales y políticos de Jaspers –mudanza que consiste en un distanciamiento de lo que él identifica como una lectura metafísica de Kant considerando la naturaleza del yo en el Jaspers temprano, hacia un rechazo de esta postura-, o al menos hacia una lectura “menos” metafísica de Kant en sus últimos escritos. Así, podríamos preguntar si resulta ventajoso seguir la ruta de Thornhill, la cual impone un contraste sistemático entre el temprano y el último Jaspers, especialmente en materia de epistemología, a fin de clarificar su posición respecto a la naturaleza de la verdad[27].
Como advierte Thornhill, el Jaspers temprano, lo mismo que Heidegger, se oponía vigorosamente al neokantismo, especialmente a las “legítimas” definiciones neokantianas del yo[28]. En su lugar, él optó por lo que podría ser expresado como una comprensión más mística del yo en tanto mögliche Existenz[29], si bien modera su posición en sus últimos escritos sociales y políticos. Esta modificación es mucho menos clara, según puedo argumentar, en la filosofía de la religión de Jaspers, en la que tal modificación podría asegurar el completo abandono de la metafísica. En otras palabras, Jaspers podría haberse orientado hacia una lectura de Kant “menos metafísica” en su antropología filosófica y en su filosofía social y política, aunque mantiene una interpretación esencial de las cifras de la Trascendencia a través de toda su obra. Además, su requerimiento acerca del “fundamento abarcador” dentro del cual las cifras aparecen y son leídas conserva la procedencia, y en cierto sentido la respuesta respecto a la Anfechtung, respetando la verdad última de la Trascendencia en los últimos escritos[30]. Debido a esto es posible, por así decir, que la reserva de Jaspers respecto a la metafísica en materia religiosa y espiritual proporciona una importante clave acerca de por qué, como Thornhill cuestiona, Jaspers no desarrolla su filosofía social y política y su filosofía de la comunicación con toda la precisión y rigor como para estar a tono con el discurso de sus contemporáneos[31].
Esta ambigüedad y el poco menos que completo “giro” o Umwendung en el desenvolvimiento de Jaspers ha sido recientemente notado en la discusión europea en torno a la filosofía social y política de Jaspers, Arendt y “la cuestión de la culpa alemana”. Por ejemplo, Andrew Schapp argumenta que la dedicación de Jaspers a la mögliche Existenz o a lo que Charles Taylor ha bautizado como “la ética de la autenticidad”, es precisamente lo que cuenta para su rechazo de la separación hecha por Arendt entre lo público y lo privado –al inferir que Jaspers, como cristiano alemán, no podría separar básicamente esas esferas debido a razones culturales, políticas y religiosas[32]. Hannah Arendt, como judía alemana expatriada y emigrada a los Estados Unidos, y tal vez también debido a la influencia de Heidegger, consideró necesario hacer una distinción radical entre lo público y lo privado a fin de lograr alguna clase de conclusión respecto a los catastróficos eventos de la Segunda Guerra Mundial. Pero Jaspers, de acuerdo a Schapp, confunde la cuestión de la “reconciliación restaurativa” (modelada a partir de la dialéctica cristiana de “la culpa y el perdón”) y la cuestión legal de “la responsabilidad y la reparación”. Esto, según él sugiere, es una de las razones por las que Die Schuldfrage (1946) [33] se hizo básicamente insatisfactoria para muchos alemanes nacionales y judíos sobrevivientes como una respuesta adecuada a la cuestión de la culpa alemana:
“El perjuicio del concepto de purificación de Jaspers y de la concepción de la ‘reconciliación restaurativa’ es éste: más que orientar a los ciudadanos a entrar dentro de un diálogo político de apertura, a través del cual significados compartidos pueden ser creados, la política de la autenticidad, en su lugar, perjudica la materialización de las identidades sobre la base de la culpa o la inocencia y por ello apoya una retirada hacia el yo más que el compromiso político con los otros. El particularismo introducido por la culpa en la esfera pública es, en su mejor sentido, lo mismo que dirigirse hacia una forma de chovinismo invertido semejante al filosemitismo, más que la creación de significados compartidos entre diversos iguales”[34].
El análisis de Schapp, por supuesto, se encuentra en gran medida identificado con las particularidades de la discusión contemporánea, y uno debe recordar que Jaspers escribió Die Schuldfrage a mediados de los años 40 y PGO en los tempranos 60. Éstas fueron décadas extremadamente precarias y durante este período los escritos del Jaspers maduro fueron una respuesta llena de coraje a las incertidumbres políticas y culturales de la época, especialmente en tanto éstas apuntaban hacia el futuro indeterminado de la naciente Bundesrepublik. Uno se percata de esta urgencia en la obra de Jaspers en los comienzos de 1958 con la publicación de Die Atombombe und die Zunkuft des Menchen: Politisches Bewusstsein unserer Zeit[35], en 1958–la cual, en 1962, con el muro de Berlín y el inicio oficial de la Guerra Fría, estaba en su quinta edición[36]. El libro sobre la bomba atómica fue seguido inmediatamente por una importante monografía sobre Freiheit und Wiedervereinung (1960) o Libertad y Reunificación, incluyendo también Hoffnung und Sorge: Schriften zur Deutschen Politik (1965) [37], seguido por otro importante libro, Wohin treibt die Bundesrepublik? Tatsache-Gefahren-Chancen (1966) [38]. En suma, prácticamente todos los escritos de Jaspers durante la última década de su vida fueron políticos –la posible excepción hizo su aparición póstuma con Chiffren der Transzendenz (1970), aún cuando esta monografía puede ser también leída políticamente como la elaboración y clarificación más acabada de la sección sobre las cifras en PGO[39].
La falacia genética y las tradiciones abrahámicas
Los respectivos problemas de la verdad y de la pretensión de verdad se mantienen sin solución en la filosofía de la religión de Jaspers debido a la necesidad de encarar, más adecuadamente de lo que él hace, la diferencia entre la pretensión de verdad y la pretensión de validez. En esa dirección, es necesario decidir un acuerdo con la falacia genética en las religiones de revelación. Por ejemplo, en un ensayo escrito precisamente antes de PFR, titulado “Las religiones no cristianas”[40], Jaspers especula sobre cómo se podría superar el “dualismo de la hostilidad moral” como un rasgo inherente de la conciencia cristiana. Este dualismo sobreviene, de acuerdo a Jaspers, debido a las “pretensiones monopolistas” del cristianismo, de una parte y del “afecto amoroso por cualquier rostro humano”, por la otra. Estas “pretensiones monopolistas”, sean católicas o protestantes, están apoyadas sobre aserciones cognitivas en consideración a la autoridad de la revelación, sea la autoridad exclusiva instituida en “Una Santa [Romana] Iglesia Católica y Apostólica” y su magisterio, o la adherencia protestante a la sola scriptura y a la autoridad de la Biblia. Así, el “afecto amoroso” del precepto deuteronómico “ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, tu alma, tu mente y tu fuerza y ama a tu prójimo como a ti mismo”, que se encuentra en el Sermón de la Montaña y en la ética de Jesús de Nazareth, es entendido, de acuerdo a Jaspers, como una garantía para “salvar a todos los hijos de Dios” a través de la actividad misionera, basada en la verdad alegada de la asamblea y en hacer lo necesario para establecer la hegemonía universal del Cristianismo.
Jaspers argumenta correctamente que tales nociones dualistas son incompatibles con lo que él llama “idea de la verdad” y con la obvia necesidad de desarrollar una comprensión más crítica de la verdad y de la pretensión de verdad especialmente dentro del ámbito de la religión, si es que también sostenemos los valores de la comunicación y la tolerancia en el mundo moderno. Como Jaspers lo expone:
“Ahora es posible para nosotros ver que una diferencia fundamental de la mayor importancia descansa en la idea de verdad en sí misma. La verdad que es tanto universalmente válida e idéntica para cada uno –es el tipo de verdad científica, la cual es siempre relativa, o en todo caso, verdadera sólo para ciertos objetos y bajo ciertas condiciones establecidas por medio de, y referidas a, ciertos métodos; o bien ella es una verdad absoluta, por la cual el creyente vive y se realiza a sí mismo, pero al precio de que sus declaraciones, en tanto credos de fe racionalmente comunicables, no son universalmente válidas para todos los hombres. La verdad absoluta es histórica porque nosotros como posible Existenz somos históricos. La manifestación de estas historicidades en las narraciones registradas y en otras exteriorizaciones está infinitamente cumplida sólo por el hombre que vive en ellas, ya que aquí lo eterno se hace presente, única e irremplazablemente presente, en el tiempo. Para quien solamente entiende, la manifestación permanece como mera posibilidad y por ello históricamente relativa. Si no estamos claros en nuestras mentes acerca de tal distinción en la idea de verdad, podríamos precipitarnos, bien en las vacías abstracciones sin fondo, o bien en el fanatismo monopolista”[41].
La noción de que sólo la verdad existencial es absoluta considerando las verdades científicas como meramente relativas es problemática, así como la formulación tanto de una, como de otra de las alternativas: “abstracciones vacías y sin fondo” y “fanatismo monopolista”. En la instancia precedente la concepción de Jaspers sobre la verdad científica “universalmente válida” parece estar condicionada por lo indeterminado respecto a los objetos y condiciones de la observación científica (una noción probablemente influída por el “principio de incertidumbre” de Heisenberg), en tanto que las verdades absolutas, él dice, son las verdades de la posible Existenz; esto es, las verdades por las cuales uno vive y muere, tales como los patrimonios de la fe, la creencia y el compromiso. Para el no creyente, de acuerdo a Jaspers, tales verdades son relativas; esto es, son los productos de la historicidad determinada por las específicas circunstancias culturales y personales de cada individuo. Y mientras él insinúa, en última instancia, que las pretensiones de verdad existencial son tales pretensiones atendiendo al valor, la cuestión fundamental para Jaspers, como para Hegel, radica en si las verdades “históricas” contienen cualquier validez última o real[42]. Debido a que esta pregunta se mantiene como central, pero sin ser respondida por Jaspers, su filosofía permanece ambigua, especialmente su filosofía de la religión. El estar comprometido con la cuestión de la verdad histórica más allá de la verdad de la historicidad personal revela el fundamento condicionante de la teología y la escatología y no meramente en términos de “lo escatológico” o de la “existencia auténtica”, como en Bultmann; sino en términos de las más amplias pretensiones de verdad realizadas por judíos, cristianos y musulmanes considerando la naturaleza de la realidad en su totalidad. Tales pretensiones, como quiera que hayan sido modificadas o calificadas, son el producto de la fe o la creencia (Glaube) en las verdades especiales de la revelación histórica. Jaspers claramente reconoce esto como la gran división entre las religiones del Oriente (esto es, el lejano Oriente) y de Occidente (o el Mediano Este); es decir, las tradiciones autodefinidas por la sacralización de la naturaleza (y de la divinidad exterior) en el caso precedente, versus las tradiciones autodefinidas por la sacralización del tiempo (el dios que “actúa”) en el último caso. Mientras esta dicotomía entre las tradiciones orientales y las occidentales presenta una atractiva oportunidad para el diálogo y la comunicación, tales diálogos conservan una separación no concluyente respecto a la clarificación y el acuerdo, considerando las diferencias entre la verdad de los hechos y la verdad de los valores. Es precisamente aquí, en la filosofía de la historia y en la filosofía intercultural, donde la falacia genética entra en juego como el posible factor crítico en la discusión inter-religiosa e inter-cultural contemporánea.
Uno puede argumentar, como parece hacer Jaspers a veces (aunque esto no es siempre claro), que lo que separa las “dos fe” (la religiosa y la filosófica), más que nada, es el fracaso de los monoteístas ortodoxos al reconocer la falacia genética como el punto crítico estimado del conflicto. La falacia genética no sólo es el punto nodal del conflicto intrahistórico para los creyentes judíos, cristianos y musulmanes, sino también para los seculares que no creen, pero que en todo caso se identifican con la verdad de las tradiciones abrahámicas por razones culturales y políticas.
La manifestación de la falacia genética es la sustitución[43] en sus variadas formas y ésta es una dificultad que comienza con el exilio de Ismael, el “hijo de la razón”, en el servicio de la fe. La falacia genética, en breve, consiste en confundir el orden de la lógica y el orden del tiempo; el orden lógico teniendo que tratar con asuntos relativos a la verdad (hechos) y el orden temporal teniendo que tratar con materias relativas al valor (preferencias). Las dos formas más comunes de la falacia genética son el argumento ad hominem, que sostiene que algo es verdadero o falso debido a la persona que es el origen del argumento, y el argumento ab autorictate que sostiene que algo es verdadero o falso debido a la autoridad desde la cual el argumento brota; por ejemplo, la Torah, la Biblia o el Corán. Como Kelly Ross lo indica: “Mientras ambos argumentos, tanto el ad hominem como el ab autorictate, pueden proporcionar buenas razones para creer o no creer algo, ellos no son razones lógicas por las cuales algo es verdadero”[44]. En otras palabras, las pretensiones de verdad requieren justificación racional y prueba científica independientemente de su origen. Las aserciones y/o pretensiones de valor, por otra parte, no requieren prueba independiente respecto a su origen, pero claramente invitan a la demostración axiológica, la cual es afirmada o reclamada respecto a un valor específico como superior ante un valor alternativo, precisamente debido a que éste resulta “más abarcador”, para usar la frase de Jaspers.
Puede ser el caso que Jaspers falle al discutir la falacia genética debido a sus dificultades con el neokantismo y al modo en el cual la distinción hecho-valor se desenvuelve en la filosofía analítica; a mi entender, él no aborda la axiología in extenso en ninguna parte de sus trabajos. Inútil es decir que un discurso sustentado sobre los valores tiende a ser evitado entre los sectarios religiosos desde que el discurso de los valores implica un cierto relativismo sobre las pretensiones de verdad. En consecuencia, una reducción de las pretensiones de verdad en su sentido religioso que aspire a considerar valores conflictivos pero negociables continúa encontrando la mayor resistencia, tal y como las situaciones geopolíticas y geo-religiosas contemporáneas atestiguan en las formas más dramáticas[45]. Tal reducción requiere necesariamente el abandono de la fundamentación sobre la cual se apoyan las pretensiones de las variadas formas de fundamentalismo y totalitarismo, sea religioso o secular, de lo cual depende totalmente el progreso de sus pretensiones de verdad. Jaspers no fue ajeno a los perjuicios del totalitarismo, pero para él el totalitarismo significa Fascismo y Stalinismo[46]; esto es, el totalitarismo de los partidos en los estados nacionales dominados. Jaspers obviamente no podía anticipar el nuevo y más bien más amorfo, y tal vez más perverso totalismo[47] que emergería en el islamismo postcolonial, aún cuando su crítica de las formas institucionales del cristianismo, especialmente del Catolicismo Romano y de su exclusivismo (i.e., nulla salus extra ecclesiam est) sugiere esta posibilidad con respecto a la mentalidad colectivista de las teocracias. No obstante, cuando Jaspers se refiere al Judaísmo y al Cristianismo, lo hace refiriéndose usualmente a ellos como las “religiones bíblicas”; esto es, las religiones por las cuales la Biblia es un texto sagrado y fundacional[48]; y el Islam puede ser propiamente incluido desde que Mohammad por sí mismo acuñó la frase “el pueblo del Libro” cuando habla de las relaciones entre judíos, cristianos y musulmanes, estando también convencido de la verdad de las proposiciones genéticas.
Al finalizar PFR, Jaspers propone una solución al problema de “las dos fe” por medio de lo que ha sido establecido más recientemente en la ética del reconocimiento. De acuerdo a Jaspers, a través del diálogo y la comunicación los “dos lados”; esto es, de una parte, quienes se adhieren a la fe filosófica y de otra, aquellos que se adhieren a la fe religiosa, pueden llegar a reconocer la legitimidad de la posición del otro:
“Formas de vida originalmente diferentes y de la fe que las acompaña son en verdad mutuamente exclusivas: ellas no pueden ser comprendidas en el mismo ser humano. Pero ellas no se excluyen una a otra si se encuentran en seres humanos diferentes. Cada Existencia es histórica: cada quien puede ser el más serio en su amor al otro; cada quien puede saber que entre él y el otro corre un entrelazamiento que los abarca”[49].
Con esta aseveración Jaspers contradice una referencia temprana a Schopenhauer, 
quien proclamaba: “Ninguno que sea religioso se dirige a la filosofía, para él eso no es necesario. Ninguno que verdaderamente filosofa es religioso: él camina sin ataduras que lo guíen; peligrosamente, pero en libertad”[50]. En oposición a Schopenhauer, Jaspers creía que el abismo existente entre la fe filosófica y la fe religiosa podría llenarse con la Anfechtung, combinada con una racionalidad crítica capaz de reconocer los “límites” de la razón para, lo mismo que en Kant, “abrir espacio a la fe”. Pero la fe religiosa, tal y como es definida por las tradiciones bíblicas, no tiene límites. Ella tiene que tratar con lo “no visto”, según la famosa observación de San Pablo, lo cual está más allá de toda clase de verificabilidad racional. Como tal, la fe religiosa deriva propiamente de orígenes no racionales, sino emocionales y para el individuo aferrado completamente a ella, “la fe puede mover montañas”[51].



[1] La fe filosófica ante la revelación (Nota de la Traductora).
[2]La mayoría de los académicos considera los once primeros capítulos del Génesis como narraciones “protohistóricas” o “míticas” de los primeros orígenes. Véase en: Gerhard von Rad, Das erste Buch Moses (Göttingen, 1956) y en la traducción al inglés de John Marks, Genesis (Westminster, 1961). Yo podría decir que los teólogos bíblicos de los años 50 y 60 típicamente establecen esta distinción mítica/protohistórica, a partir de la cual los académicos de hoy se apresuran por resaltar que allí no hay confirmación empírica, esto es, arqueológica, de ninguna historia patriarcal previa al cautiverio de Babilonia, incluyendo la existencia del Templo de Salomón. Debido a que el pacto abrahámico, venerado como un texto de autoridad fundacional por los judíos, los cristianos y del mismo modo por los musulmanes, es comparado con pretensiones fantásticas, uno puede fácilmente disponerse a concluir que las religiones monoteístas del Medio Oriente tienen mucho más que ver con lo irracional que con lo racional y que el alegato de Tertuliano que dice Credo qua absurdum, es dolorosamente verdadero.
[3] La variedad principal en el Islam en relación a la “obligación de Isaac” es, por supuesto, la pretensión de que Ismael, que nació primero, y no Isaac, era el objeto del sacrificio en el Monte Moriah (Corán, Sura 37:99-109). Éste es un detalle hoy debatido de forma candente entre los fundamentalistas judíos, cristianos y musulmanes –no con respecto al problema de la fe y la razón, sino más bien respecto a la autoridad del linaje y de la revelación.
[4] Siguiendo a Wellhausen y a la hipótesis documental, von Rad identifica Génesis 15 como “E” o el origen Eloísta, el dios a quien se le dirige la palabra como Adoni Elohim.
[5] Esta promesa incluye el control de un espacio geográfico que se extiende desde el afluente de Egipto hasta el Éufrates –el así llamado “Israel Mayor (Eretz Yisrael)” (Génesis 15:17-21).
[6] Su semilla había caído en “terreno estéril”, como dice el refrán en el mundo antiguo.
[7] Sarah es escéptica, en contraste con Khadija, la primera esposa de Mohammad, patrona y conversa, quien en sus cuarenta, y tal vez en sus cincuenta, engendra algunos hijos de los cuales sólo una sobrevive, Fátima, mas no los varones. Ser “estéril” en el mundo antiguo era lo peor que podía suceder a una mujer, por otra parte felizmente casada – no tener descendencia, especialmente para una mujer de posición, significaba que podría estar sola y sin apoyo familiar en la ancianidad. Éste también parece ser el motivo de la decisión de las hijas de Lot, consistente en dormir con su padre a fin de engendrar hijos, a saber, los Moabitas y los Ammonitas (Génesis 19:30-38).
[8] Las hijas no contaban en el mundo del rígido patriarcado, tradición que en gran medida se mantiene todavía en el mundo de hoy. Aquí también observamos que la noción de embarazo “sustituto” es verdaderamente muy antigua: en este caso se trata de Hagar dando a luz legítimamente a Ismael (“el oído de Dios”) “sobre las rodillas de su señora” (Sarah). Las lecturas conservadoras o fundamentalistas del nacimiento de Ismael se refieren a él como el hijo de la “carne”, mientras que Isaac es el hijo de la “fe” –la “carne” resulta equiparada con el cálculo racional y el eros y la “fe” con la promesa. San Pablo también identifica a los primeros seguidores de Jesús con Sarah y a quienes, “como Isaac, son los oyentes de la promesa de Dios” y “no el hijo de la [mujer] esclava” a causa de que “el hijo de la [mujer] esclava nació de acuerdo a la naturaleza y el hijo de la mujer libre de acuerdo a la promesa” (Gálatas 4:21-31). Éste es más bien un pasaje sorprendente, antes que una condenación preislámica bastante significativa del Islam.
[9] De acuerdo con el texto, Ismael a la edad de 13 y Abraham a la edad de 99, son circuncisos para “Sellar la Promesa” e Isaac, nacido poco después, es circunciso en el octavo día en correspondencia con el muy posterior código ritual prescrito (Génesis 21:1-2). Esta acción marca en el mundo antiguo la única transformación definitiva y cabal de la circuncisión como un ritual de la pubertad en un ritual de la infancia –algo que ubica claramente la historia de Abraham como un texto posterior al exilio, pues tal como Gerhard von Rad puntualiza en su comentario, ninguno de los semitas orientales (incluyendo los babilonios) practicó la circuncisión en ningún caso (p. 196). Así, la “llamada de Abraham”, en el conjunto de su conocida importancia doctrinal, es una mezcla particularmente viviente de “J”, “E” y especialmente “P” –el relato sacerdotal sirviendo como redactor principal de relatos previos, que otorgan una específica atención doctrinal a los códigos rituales posteriores al exilio tanto como a varias cuestiones etiológicas, a saber, por qué “tal y tal” es el asunto, y no cualquier otro en su interpretación de estos eventos.
[10] Por medio de esta caracterización no hago referencia alguna a las capacidades intelectuales de Ismael e Isaac (aunque el texto sobreentiende que Ismael, y luego Esaú, siendo “salvajes e irrefrenables” son intelectualmente inferiores a sus hermanos Isaac y Jacob). Me refiero sólo a los medios por los cuales Abraham consigue tener hijos, esto es, al cálculo racional y a la intervención de Sarah en el caso de Ismael, así como a la subordinación definitiva, en Mambré, de su escepticismo al mandato de Dios (Génesis 18:9-15) sobre la concepción exitosa de Isaac.
[11] A través de la literatura bíblica se tematiza que las concepciones del vástago “varón” tienen lugar “con la ayuda del Señor” (el supremo ejemplo viene a ser la concepción de la Bendita Virgen María); se sobreentiende que el vástago “hembra” es, en cierto sentido, autóctono, esto es, el producto de lo natural (lo femenino) y no del poder sobrenatural (lo masculino). Esta confirmación milagrosa de la creencia es lo que destaca Kierkegaard en su famoso análisis de la obligación de Isaac en Temor y Temblor, al darle a Abraham el sobrenombre de “caballero de la fe” en un vis-à-vis con Sócrates, quien es el “caballero de la razón” apoyado en lo universal, es decir, en la razón y la lógica. Así, “Abraham creyó y esto fue lo estimado por él como lo virtuoso”, como San Pablo y la tradición aseguran (especialmente Lutero) –una noción afirmada una y otra vez en la Biblia y en el Corán, el mensaje indica no confiar en la razón y en la filosofía sino más bien, como está establecido en Proverbios 3:5, “Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento”, o como en el Islam, la “total sumisión a Aláh”.
[12] Desafortunadamente tanto Der philosophische Glaube angesichts der Offenbarung (1962,1963) como su versión traducida al ingles, Philosophical Faith and Revelation (1968) se encuentran agotados y sólo están disponibles en unas pocas ediciones usadas dispersas. De aquí en lo que sigue la edición alemana será abreviada como PGO y la edición inglesa como PFR.
[13] Desafío, reto (Nota de la Traductora).
[14] E.B. Ashton traduce Anfechtung como “dudar de sí”, lo cual es una versión moderada de la clase de duda existencial y ontológica que Jaspers intenta transmitir por medio de este término –una angustia quizás limitada a los europeos del norte, considerando la “paradoja absoluta” como fue definida por Lutero y Kierkegaard.
[15] Véase en: Hilary Putnam, The Collapse of the Fact-Value dichotomy and other essays (Harvard, 2002).
[16]Jaspers también responde en lo negativo, pero cualificadamente, desde que la Anfechtung proporciona potencial para el diálogo. Discutiré de cualquier modo y siguiendo a William James, que la fe religiosa está más constreñida por la “voluntad de creer” que por el discurso racional y por la “voluntad de comunicar”. Y la voluntad de creer recibe sus energías primariamente de lo no-racional, y no del aspecto racional de la conciencia; esto es, de lo que Ricoeur llama lo “involuntario” o el complejo emocional de lo inconsciente. La creencia tiene implicaciones racionales considerando la frónesis, como en Aristóteles; la utilidad, como en Mill; o la práctica, como en Kant, pero éstas son conclusiones hipotéticas y no categóricas y requieren una axiología a fin de lograr el status de pretensión de verdad. La teoría del valor o axiología subraya típicamente las preguntas por “el bien” (en la teoría axiológica absoluta, como en la obra de J. N. Findlay, donde lo que es bueno tiene status ontológico) o sólo por lo “bueno” (en la teoría axiológica relativista, como en Martha Nussbaum, donde “bueno” tiene un status no independiente del evaluador) con respecto a la bondad moral, la bondad social y la bondad estética –categorías que obviamente convergen de manera muy dramática en la filosofía de la religión, pero que reciben una atención inadecuada, como frecuentemente lo señala Findlay.
[17] Lo que Jaspers tendría que decir hoy en relación a lo que él llama “las tradiciones bíblicas”, considerando la variedad de luminarias de los medios representativos del Fundamentalismo Neoevangélico resurgente o del fundamentalismo en general, es lo que nadie averigua. Pero es seguro suponer que Jaspers estaría probablemente escandalizado por la degeneración de la así llamada conciencia religiosa “occidental”, y quizás sorprendido por el rol prominente que la religión continúa jugando en la política internacional.
[18] El problema de la desmitologización (Nota de la Traductora).
[19] Traducido al inglés como Christianity and Myth en 1958.
[20] Naturaleza y Gracia (Nota de la Traductora).
[21]El debate Barth-Brunner, como se puede denominar, también tuvo que ver con la fe y la razón o, más precisamente, con la teología natural y la revelada. Después de estructurar su caso en el marco de la teología natural, Brunner es reprendido y desechado por Barth como un subjetivista ingenuo, excesivamente infectado con el kierkegaardismo. Para usar las categorías de William James, Barth acusa a Brunner de ser “blando”, más bien que mentalmente “duro”. Aunque podría argumentarse que, en su disputa con Bultmann, Jaspers es “mentalmente blando” en contraste con un Bultmann más bien “mentalmente duro”, ninguno de los dos, por supuesto, se asemeja a la rigidez de Karl Barth. También puede recordarse que en el apogeo de los debates entre los positivistas lógicos y los teólogos y filósofos religiosos, Barth siempre disfrutó de la más alta estima por parte de los filósofos analíticos en comparación con Tillich y Jaspers, quienes, junto a Gabriel Marcel, fueron considerados excesivamente “literarios” y “románticos” en sus aproximaciones a la filosofía y a la teología. En otras palabras, uno podía no creer que lo que Barth estaba afirmando era verdad, pero al final uno sabía “qué” estaba él afirmando.
[22] Bultmann insistió (con algunas excepciones problemáticas, siendo la más importante la historicidad de la resurrección) en que el proyecto de la “desmitologización era la única forma en que los intérpretes de los textos sagrados de la modernidad tardía podrían apropiarse existencialmente todo lo que estuviese lleno de significado en los textos sagrados, desde que sus pretensiones ontológicas y científicas se hicieron completamente arcaicas. Durante los finales de la década de 1950 a los inicios de la década de 1960, Pannenberg también retó al proyecto de la desmitologización a partir de lo que podría ser considerado como argumentos más bien hegelianos y ciertamente gadamerianos, por lo que el Ricoeur temprano intentó mediar, según me parece, entre Jaspers, Bultmann y Schleiermacher a través del desenvolvimiento de lo que él llamó una “hermenéutica restauradora de la revalidación simpatética”.
[23] Cifras de la Trascendencia (Nota de la Traductora). Los resultados fueron mezclados en contraste, por ejemplo, con la doctrina de los símbolos de Tillich y la tremenda acogida de la que disfrutó su posición en las décadas de 1950 y 1960 y aún en nuestros días, especialmente en América.
[24] Von der Warheit (Acerca de la Verdad. Nota de la Traductora), la obra más importante de Jaspers después de Philosophie (3 vols.), no fue terminada. Mi propio libro sobre Jaspers, a saber, Transcendence and Hermeneutics (Nijhoff, 1979), fue una defensa similar, en muchas formas.
[25] Puede traducirse como inversión o giro (Nota de la Traductora).
[26] Véase PGO, pp. 131ff; PFR, pp. 76ff. Una colega filósofa que ahora trabaja para el Departamento de Estado, Lydia Veronina, recientemente me recordó que las “definiciones legales del yo” contribuyeron exitosamente a debilitar la anterior URSS.
[27] Aquí me refiero al perspicaz artículo de Christopher Thornhill, “Humanism and Wars: Karl Jaspers between Politics, Culture and Law”, presentado en la Sociedad Karl Jaspers de Norteamérica, en la reunión anual de la Asociación Filosófica Americana, División del Este, Washington D.C., 30 de diciembre, 2003. Véase también el excelente análisis de Thornhill sobre Jaspers en: Karl Jaspers: Politics and Methaphysics (London and New York: Routledge, 2002) donde argumenta que Jaspers transforma “la teoría transcendental de lo incondicionado de Kant en una teoría trascendente de lo incondicionado” (pp. 46ff). Pienso que Thornhill está en lo correcto; en otras palabras, más bien que entender lo epistemológicamente incondicionado estrictamente en términos de los “límites” de la razón, Jaspers ontologiza lo incondicionado (das Unbedingte) como lo Trascendente y como algo que revela su ser, para usar el lenguaje de Tillich, “en una fragmentaria, pero nada ambigua manera”, en el lenguaje de las Cifras y los Símbolos. Cuando esto se combina con lo Abarcador (das Umgreifende) como Jaspers hace en PFR, entendido como el origen de la Anfechtung, podemos ver todo el alcance de su lectura metafísica de Kant y de las Grenzsituationen (Situaciones límite, Nota de la Traductora), diferente de una lectura estrictamente epistemológica.
[28] Véanse ambas, PFR (1962) y CDT (1970) (Chriffen der Transzendenz, Nota de la Traductora).
[29] Posible Existencia (Nota de la Traductora).
[30] Estos ensayos se apoyan en sus lecciones del semestre de verano en Basilea, impartidas poco antes de su muerte en 1969; en ellos Jaspers amplía la sección de PFR que termina precisamente con la relación entre Warheit y das Umgreifende en términos de Anfechtung –esta última categoría es culturalmente muy específica y ha sido inadecuadamente traducida como “self-doubt” (dudar de sí, Nota de la Traductora). Véase en PGO, pp. 532ff.
[31] En realidad, puede ser el caso de que la poca claridad en los escritos políticos y sociales de Jaspers y en especial su dificultad para dar “el próximo paso”, como argumenta Thornhill, respondan precisamente a una posición no conciliatoria en filosofía y religión, a pesar de que “las dos fe pueden encontrarse”. Esta ambigüedad puede ser también la razón de primer orden por la que Jaspers es dejado fuera de la discusión social y política durante las décadas de 1970 y 1980, en un debate que estuvo inspirado y controlado en gran medida por el Neomarxismo y el Neokantismo en su modalidad analítica. Contrariamente, esta ambigüedad puede ser una de las razones del aparente reconocimiento de Jaspers en la situación contemporánea debido a la insatisfacción creciente en relación al discurso sobre la “acción” y el “procedimiento”, con Dworkin, Rawls, y Habermas y la atención creciente respecto a la necesidad de desarrollar nuevos modelos en relación a la “ética del reconocimiento” en la filosofía intercultural –a la cual la filosofía de la comunicación de Jaspers apoya por sí misma, como Ram Mall y otros han señalado.
[32] Pese a su antagonismo con el cristianismo, Jaspers, lo mismo que Kierkegaard, permanece siendo cristiano en tanto que, como sus contemporáneos judíos y cristianos Tillich, Buber, Herberg, Maritain, Niebuhr, etc., piensa la realidad como fenómeno judeocristiano, con Jerusalén y Atenas como sus polos culturales definitorios. Y aún cuando Jaspers otorga mucha más atención a las tradiciones del Este que los otros filósofo-teólogos existencialistas del período, Benares, Beijing y la Meca nunca encajan dentro de una ecuación más vasta. Lo mismo puede decirse de Charles Taylor, de quien la “ética de la autenticidad” deriva su identidad a través de los secularizados “orígenes del yo” de la Ilustración y la post-Ilustración, quien incluye, por supuesto, a Benares y a otros focos de identidad multicultural a fin de ser políticamente correcto.
[33] El problema de la culpa (1946) (Nota de la Traductora).
[34] Véase en Andrew Schaap, “Subjective Guilt and Civic Responsability: Jaspers, Arendt and the German Problem”, 50ª Conferencia Anual de la Asociación de Estudios Políticos-UK, abril, 2000. Jaspers, lo que será subrayado, se adhiere frecuentemente al concepto del filosofar de Platón como “el análogo filosófico de la redención”, esto es, de “la purificación”.
[35] La bomba atómica y el futuro de la humanidad: la conciencia política de nuestro tiempo (Nota de la Traductora).
[36] Este fue el enfoque de KJSNA (Sociedad Karl Jaspers de Norteamérica, Nota de la Traductora) en la reunión APA en Washington, D.C. (2003), a la cual Thornhill y otros dedicaron “El futuro de la humanidad”, de Jaspers.
[37] Esperanza y preocupación: Ensayos sobre política alemana (1965) (Nota de la Traductora).
[38] ¿Hacia dónde va la República alemana? Hechos, riesgos, oportunidades (1966) (Nota de la Traductora).
[39] Philosophical Faith and Revelation fue publicada en traducción al inglés por E.B. Ashton como el Volumen 17 en la prestigiosa serie de Harper/Collins, “Religious Perspectives”, editado por Ruth Nanda Anshen. Es interesante señalar que Ms. Anshen era una continuista y que los comentarios de Jaspers sobre el continuismo están lejos de lo complementario (Nota de la Traductora: el término en inglés que usa el autor es perennialism: nótese que Jaspers ha declarado en diferentes oportunidades su concepción del filosofar como expresión de la philosophia perennis, tal y como por ejemplo expresa en la Introducción a su Philosophie). También puede ser importante señalar que Philosophical Faith and Revelation, en su primera edición alemana (1962), estuvo precedida por un ensayo titulado “Der philosophische Glaube angesichts der christlichen Offenbarung” (“La fe filosófica ante la revelación cristiana”, Nota de la Traductora), publicado en un Festschrift por Heinrich Barth en 1958. Heinrich (y no Karl) Barth es el único teólogo cuestionado favorablemente en el libro, de igual extensión que el manuscrito que muestra aproximadamente el mismo título. Digo “aproximadamente” el mismo título, porque mientras la concepción cristiana de la revelación es todavía el centro del libro, el adjetivo “christlichen” está dosificado con el adverbio angesichts, que sugiere una posición vis-à-vis considerando la incompatibilidad fundamental, en general, de la “fe filosófica” y la revelación. En cualquier caso, esta es la manera en que he interpretado la modificación. Colateralmente también es importante señalar que PGO apareció impresa precisamente antes de la convocatoria por el Papa Juan XXIII del Segundo Concilio Vaticano en octubre de 1962 y las deliberaciones de los filósofos y teólogos católicos durante el Segundo Concilio Vaticano, que finalizó en 1965, no tuvieron parte en el análisis de Jaspers sobre la iglesia católica romana en esta obra. Puede ser favorable conjeturar, en todo caso, que lo que Jaspers dice sobre la Katholizität tuvo, a fin de cuentas, una influencia sobre algunos de los teólogos y prelados más liberales que desempeñaron roles significativos en el Concilio, a fin de hacer efectiva una disposición de aggiornamento (i.e. actualización, Nota de la Traductora).
[40] Este ensayo está incluido en la colección “Philosophy and the World”, E.B. Ashton ed. (Gateway Editions, Regnery, 1963), pero desafortunadamente no contiene notas críticas ni citas de las fuentes originales.
[41] Op.cit., p. 150 [el énfasis es mío].
[42] Véase especialmente The Origin and Goal of History (Origen y Meta de la Historia, Nota de la Traductora) (1948), donde éste es un tema principal. En esta obra Jaspers asegura: “…la historia conserva la gran pregunta. Esta es la pregunta que se mantiene sin solución y que nunca puede ser resuelta por el solo pensamiento sino únicamente mediante la realidad: a saber, la pregunta de si el movimiento de la historia es meramente un intermedio entre condiciones no históricas, o si la historia es el abrir camino dentro del abismo. Si es esto último, entonces la historia en su integridad conducirá, aún en el modo del desastre ilimitado y de la compañía del peligro y del error siempre renovado, al Ser que se hace manifiesto a través del hombre y hacia el hombre en sí mismo, a través de una limpieza creciente cuyos límites no podemos prever, extendiendo la reserva de potencialidades de las cuales no podemos tener conocimiento previo”.
[43] El supercessionism (Nota de la Traductora: El término supercessionism -en inglés británico- puede ser traducido como sustitución, suplantación, superposición o remplazo y se refiere generalmente a la doctrina teológica del remplazo de la validez de la revelación, según el Antiguo Testamento, por la validez definitiva de la revelación según el Nuevo Testamento) tiene diversas manifestaciones y no está limitado a la religión como tal. El ejemplo contemporáneo más poderoso es el intento de la administración Bush de extender el significado de la democracia a la noción de que ésta es la más justa forma de gobierno –una clase de actividad misionera diferente de la atestiguada previamente, pero la misma actividad misionera en forma parcialmente secularizada. Véase Frank Fukuyama, The End of History y Fukuyama, por supuesto, es uno de los signatarios originales de PNAC y del grupo editorial de The Weekly Standard. Otro signatario es Charles Kraufhammer quien, en una nota reciente de C-SPAN, hizo del caso del “Realismo Democrático” algo distinguible del “Aislacionismo, el Internacionalismo y el Globalismo Democrático” –distinguible en el sentido de que el Realismo Democrático “implanta selectivamente los valores democráticos de modo orgánico en lugares como Irak a través de la conquista territorial”. Él se equivocó al mencionar que “orgánico” normalmente significa “intrínseco”, lo que es indígena o natal en el suelo sobre el cual, y sin el cual, algo crece. Una forma más convencional y/o tradicional de supercessionism podría ser vista acentuando la controversia en torno a la enormemente exitosa “The Passion of Christ”, de Mel Gibson.
[44] Ross continúa: “Hay una diferencia entre una razón por la cual algo es creído (ratio credentis, explicación) y una razón por la cual algo es verdadero (ratio veritatis, justificación). Idealmente la última podría ser utilizada por la anterior, pero a menudo tenemos razones, aún las mejores razones, para creer cosas aún si no conocemos las razones por las cuales éstas son verdaderas. Pero si las razones para creer son usadas como si fueran razones para la verdad, esto ha sido reconocido por la mayor parte de la historia de la lógica como una falacia genética informal, en la cual el origen o la causa de una proposición es tomada por brindar algún fundamento a su verdad, cuando esto no es así”. Ésta es informal debido a que tales argumentos no violan en otro sentido las reglas de la lógica. Véase http://www.friesian.com/genetic.htm#text-1
[45] Dos de los casos más prominentes de esta resistencia son la oposición a los matrimonios gay y de lesbianas en los Estados Unidos y la insistencia de los Shiítas de que la Shariah y el Islam sean oficialmente reconocidos en la constitución irakí propuesta.
[46] Tampoco podría Jaspers hablar de una situación que reflejara el “pluralismo religioso” desde que, después de la II Guerra Mundial, los judíos habían sido eliminados de la vida pública de Alemania y los musulmanes no eran todavía partícipes en ella. Ellos se convirtieron en partícipes en la década de 1970 como Gastarbeiter (i.e., trabajadores invitados. Nota de la Traductora) durante el “milagro económico alemán”.
[47] En inglés, totalism (Nota de la Traductora).
[48] Lo mismo que en el caso de Hegel, el Islam ocupa una posición muy reducida y quizás inexistente en la consideración de Jaspers acerca de las “religiones reveladas”. Si Jaspers viviera actualmente, podría ser probablemente más circunspecto con relación a esta referencia en tanto la denominación “religiones bíblicas” no es usada ampliamente en los círculos académicos, o es usada solamente en sentido más amplio. Durante las décadas de 1950 y 1960, cuando Jaspers estaba produciendo sus escritos más importantes sobre el monoteísmo, era un lugar común para los académicos occidentales referirse a la tradición judeo-cristiana como si, a pesar de todo, ésta fuese cierta clase de realidad sin grietas, aún cuando había numerosas diferencias institucionales, denominacionales y étnicas dentro de estas religiones. Hoy, cuando americanos y europeos se refieren a la tradición judeo-cristiana, estas voces usualmente provienen de los políticos y/o de la derecha religiosa. En el primer caso, los políticos conciliadores consideran necesario apelar tanto a los votantes cristianos como a los judíos, pero en el último, esto es, en el caso de los religiosos cristianos, la separación por el guión representa y/o encubre una sustitución en la cual la cristiandad es pensada para ser el cumplimiento de la revelación más antigua, en tanto relativa al Nuevo Testamento como la consumación definitiva del Viejo Testamento. Éste es un terreno arriesgado, ya que si alguien añade el Islam a la ecuación genética, el Corán se convierte en la acotada consumación y a los devotos se les permite determinar si la revelación más temprana o la última revelación es la definitiva. Si alguien asegura, como lo hacen los sionistas religiosos, que la revelación más temprana es fundacional y en todo caso definitiva, entonces Jesús y Mohammad son vistos como impostores. Si alguien sostiene, con los fundamentalistas cristianos, que Jesús es la consumación de la promesa de Abraham, entonces Mohammad es el impostor. Si alguien sostiene, con los fundamentalistas musulmanes, que tanto Moisés como Jesús tienen autoridad profética pero que Mohammad es el último profeta, es todavía necesario establecer la sucesión étnica y ésta se encuentra terminada en la forma del primer hijo de Abraham, Ismael, el desterrado hijo de la razón. En resumen, el Islam puede seguir ambos caminos a través de una hábil utilización de la falacia genética, por medio de la cual tanto los valores de la revelación “más temprana” como los de la revelación “más tardía” son usados para confirmar categóricamente las transitorias pretensiones de verdad.
[49] PFR, p. 363.
[50] Op.cit.,p.360.
[51] Y “rascacielos”, podríamos añadir, desde que los Yihadistas que piratearon las aerolíneas en la mañana fatal del 11 de septiembre y las hicieron volar hacia el interior de las torres del New York Trade eran decididos “hombres de fe” –absolutamente convencidos de que sus acciones eran agradables al Todopoderoso. Así también Mr. Bush, quien como Elías y con la estrategia de “sacudir y amedrentar” demostró aún un poder mayor contra los “profetas de Baal”.

Thursday, June 3, 2010

Armin E. Wildermuth. KARL JASPERS Y EL CONCEPTO DE LA FE FILOSÓFICA




Autor: Armin E. Wildermuth
Universidad de St. Gallen, Suiza





La presente publicación en este blog de la traducción al español del artículo original en inglés se realiza con el permiso del autor , Profesor Armin E. Wildermuth y del Presidente de la Sociedad Karl Jaspers de Norteamérica y Co-Editor de la revista Existenz, Profesor Helmut Wautischer. 
 Traducción del inglés realizada por Gladys L. Portuondo del original en: Armin E. Wildermuth. Karl Jaspers and the Concept of Philosophical Faith. Existenz. An International Journal in Philosophy, Religion, Politics and the Arts. Vol 2, Nos. 1-2, Fall 2007. En:  
http://www.existenz.us/volumes/Vol.2Wildermuth.pdf











Resumen:
El ensayo reflexiona acerca de las bases ontológicas del concepto de fe filosófica de Karl Jaspers. Según deja claro una comparación con la ontología existencial de Heidegger, Jaspers enfatiza mucho más la acción del filosofar que a la filosofía en sí misma. En un sentido, la filosofía de Karl Jaspers tiene un aspecto deontológico y abierto, en otro esta apertura se encuentra amenazada por su teoría de lo abarcador y su comprensión dogmática de los instrumentos teoréticos de Kant. Además, la filosofía existencial de Jaspers, y especialmente su concepto de fe filosófica, pueden ser elucidados mediante una confrontación con la filosofía existencial de su colega en la Universidad de Basilea, Heinrich Barth, el hermano del teólogo Karl Barth. Esta filosofía fue desarrollada más allá de las ideas básicas de la “Escuela de Marburgo”, especialmente las de Hermann Cohen y Paul Natorp. Hubo una oportunidad de cooperación fructífera entre Jaspers y Heinrich Barth, dos filósofos con un trasfondo kantiano y a la par opuestos al ontologismo dominante de Heidegger después de la Segunda Guerra Mundial, pero ésta fue una oportunidad perdida. El filosofar existencial de Jaspers lo empujó hacia una postura quasi-profética, pero su concepto de fe filosófica, públicamente conocido desde su “libro atómico” de 1959, aún gobierna la atención global.


Abstract:
The essay reflects on the ontological basis of Karl Jaspers' concept of philosophical faith. As a comparison with Heidegger's existential ontology makes clear, Jaspers stresses much more the act of philosophizing than philosophy itself. In one sense, Jaspers' philosophy has a deontological and open aspect, in another sense this openness is threatened by his theory of the encompassing and his dogmatic understanding of Kant’s theoretical instruments. Furthermore, Jaspers existential philosophy, and especially his concept of philosophical faith, can be elucidated by a confrontation with the existential philosophy of his colleague at the University of Basel, Heinrich Barth, the brother of the theologian Karl Barth. This philosophy was developed out of the basic ideas of the "Marburg School," namely from Hermann Cohen and Paul Natorp. There was a chance for fruitful cooperation between Jaspers and Heinrich Barth, two philosophers with a Kantian background and in opposition to the dominating ontologism of Heidegger after the Second World War, but it was a missed opportunity. Jaspers' existential philosophizing pushed him into an almost prophetic posture, but his concept of philosophical faith, publicly known since his "atom book" of 1959, still commands global attention.







Filosofía y Fe filosófica


El concepto de fe filosófica puede ser entendido adecuadamente sólo si la filosofía en sí misma es claramente entendida. El interés principal de Jaspers es representar la singularidad y la originalidad de la filosofía; o como él lo denomina, “aclarar” (erhellen) la filosofía. Para Jaspers, esta aclaración o elucidación ocurre no a través de un agente exterior a la filosofía; en lugar de esto la filosofía se aclara a sí misma y la aclaración filosófica constituye en sí misma su acción más propia.


Dicho en esos términos, el peso de su definición no puede ser medido. Lo que la filosofía significa ser, se hace más claro en su confrontación con la tradición de la revelación dogmática a través de los tiempos en las iglesias cristianas y sus instituciones y colonias en Europa y en América. La persuasión misionera no fue, sin embargo, la única ni la primera práctica. Como es bien conocido, la violencia brutal y el hacerlo posible mediante la autoridad política fueron ejercidas con demasiada frecuencia. Frente a la violencia que las variadas teologías de la revelación representaron y se mantuvieron capaces de llevar a cabo, no es nada menos que un milagro que la filosofía todavía exista. Pero es altamente dudoso si ella habrá de sobrevivir.


Jaspers no concibe la filosofía como una disciplina puramente académica que se ajusta limpiamente, sin ninguna diferencia cualitativa, especialmente en las llamadas “humanidades” dentro de la clasificación de los temas de las universidades existentes. Esto se hizo común cuando el “neokantismo” era la ortodoxia filosófica dominante en muchas universidades alemanas. Jaspers ya había hecho impacto en la vida pública en 1931 cuando publicó una pequeña obra política titulada La situación espiritual de nuestro tiempo (Die geistige Situation der Zeit) (1). Posteriormente él alcanzó una prominencia considerable en el periodo inmediato de la posguerra, particularmente con Die Schuldfrage (La cuestión de la culpa alemana), publicada en 1946, donde discutió el problema de la culpa colectiva. Proscrito por el régimen nacionalsocialista y sobreviviendo a un severo acoso y al peligro de muerte, Jaspers se convirtió en una figura de destacada integridad ética en la Alemania de la posguerra. Aún después de su autoexilio en Suiza y en la Universidad de Basilea en 1948, lo cual frustró a muchos de sus admiradores y seguidores, Jaspers procuró hacer al filosofar existencial parte del debate público a través de transmisiones radiales, textos introductorios y declaraciones políticas acerca de la República Federal de Alemania y de la bomba atómica. En los años 60 este rol público fue adoptado por los representantes neomarxistas de la “Teoría Crítica” y la “Teoría del Discurso”, más particularmente por Jürgen Habermas, quien continuó discutiendo sus méritos en la esfera pública. Donde la Teoría del Discurso enfatizó el poder de lo impersonal, lo racional y los argumentos lingüísticamente articulados, las intervenciones comunicativas de Jaspers estuvieron apuntaladas por la “honestidad” y la “seriedad” de su existencia personal. Se convirtió así en la conciencia política de la República Federal de Alemania en los años 60.


Permítaseme volver a la pregunta inicial: “¿Qué es filosofía?”. Esta pregunta incluye dos aspectos a los cuales Jaspers atribuyó la mayor importancia; primeramente, “¿Qué es filosofar?”, y secundariamente, “¿Cómo uno filosofa?”. Las dos últimas preguntas son altamente relevantes en tanto que Jaspers sustituye virtualmente la pregunta “qué” con la pregunta “cómo”. Esta mudanza promueve una próxima pregunta: ¿cuál es la noción de la filosofía tradicionalmente válida que Jaspers posee? Él expone sus opiniones comprehensivamente en los tres volúmenes que abarcan una obra temerariamente titulada Filosofía (1931) (2). Pero el título sugiere que Jaspers no intenta describir la filosofía per se, sino más bien las formas en que ésta es tratada, lo cual elude a la filosofía como tal. Él está interesado en una actividad particular, la cual produce en primer lugar a las filosofías formuladas: el filosofar. Para Jaspers, la inclinación al filosofar está fundada en la propia existencia humana. De aquí que él argumenta que cada ser humano puede y debe hacerse consciente de esta inclinación, sin tomar en cuenta la educación y los antecedentes. Su posterior Einführung in die Philosophie (El camino a la sabiduría: una Introducción a la Filosofía) (3), publicada en 1950 y basada en una serie de radioconferencias dirigidas a una audiencia no académica, incluye definiciones de lo que ha significado ser la filosofía. De esta manera, expone en extenso lo que a la filosofía no le está permitido ser. Él distingue lo que Kant refería como “filosofía escolástica” (Schullphilosophie), la cual puede ser aprendida, de la “filosofía mundanal” (Weltphilosophie), que requiere el desarrollo de cierta disposición. Esto anula la propia carrera de Jaspers como filósofo. Cuando obtuvo su segundo doctorado (Habilitation) en la Universidad de Heidelberg y calificó para un profesorado para enseñar filosofía, su primer doctorado había sido anteriormente en medicina . De algún modo, desde que cerró filas con Heidegger en los años 20, él estaba desfavorablemente dispuesto respecto a la filosofía académica ortodoxa (4). No obstante, esta disposición interior nunca lo apartó de considerarse a sí mismo como un miembro responsable de la universidad en tanto institución y como alguien que quiso preservar vehementemente la idea europea de universidad.


La aproximación al origen del filosofar reclama una apertura radical, epocal, desde todas las certezas tanto como desde todos los presupuestos de la vida mundana y de la objetividad (Gegenständlichkeit), que el filósofo sabe que descansa sobre todo en la no-objetividad o “trans-coseidad” (Übergegenständlichkeit). Jaspers hace referencia explícita a un acto que representa mentalmente los rasgos de una separación mística de todas las condiciones de la vida mundana (P, p. 33). Kierkegaard había descrito este acto como un renacimiento existencial. Jaspers descubrió como precursores del filosofar verdadero a grandes filósofos de trascendencia radical, tales como Plotino, el Cusano y Nagarjuna, el filósofo budista, y él sigue a Kant y a Kierkegaard con respecto al acto (escéptico-fenomenológico) trascendental consistente en alcanzar el conocimiento existencial.


Permítasenos retomar una de las conferencias radiales de Jaspers para alcanzar un mejor sentido acerca de cómo él entiende la filosofía. Pese a su orientación hacia el ser trans-objetivo, él hizo de la “existencia”, más que de la “trascendencia”, el centro de su concepto de la filosofía. Afirma esto: “La filosofía es aquello que concentra, a través de lo cual el hombre llega a ser él mismo, participando en la realidad” (P, p.15).
En lo que sigue, deseo aproximarme al concepto de la filosofía y del filosofar de Jaspers de manera aún más cercana, para mostrar cómo apela a sus oyentes y lectores para que se arriesguen en el compromiso del filosofar. Él hace esto porque cree que el filosofar, en el cual nos comprometemos todos consciente o inconscientemente, es inevitable. Me referiré a otra declaración y definición apelativa, tal como es la que aparece en la primera página (p. V) de Philosophie:


"Filosofar es el camino del hombre, quien históricamente en su tiempo se apropia del ser. Sólo en su manifestación, y no en sí mismo, éste le es accesible. En el filosofar, una fe carente de toda revelación alcanza expresión, apelando sólo a quien está en el mismo camino…"
 
La Existencia y la Búsqueda del Ser


Toda la filosofía de Jaspers está guiada por la “búsqueda del ser” (P, p.4). Hay un vacío insuperable entre el “ser real”-el cual Jaspers también equipara con lo “absoluto” (P, p.32)- y la situación de la humanidad, de sus capacidades e intenciones, aún cuando todo lo que es pensado, dicho, soñado y de algún modo manifestado es asimilado por medio de un ser universal. El ascenso hacia el ser (Seinsaufgenommenheit) y la caída desde el ser (Seinsverfehlung) conforman una dialéctica continua a la cual la existencia sabe que está enjaezada y en la que ella debe afirmarse en cuanto tal. “El ser es”, pero al mismo tiempo esto constituye el reto indetenible hacia una altamente creciente “certeza del ser” (Seinsgewissheit). La búsqueda del ser no puede ser llevada a la completitud. Esta percepción involucra otra más amplia, consistente en que en la medida en que la existencia no se ha apoderado completamente del ser, ella permanece como “posible existencia” (mögliche Existenz). Como observa Jaspers, el filosofar no puede cambiar esta condición: “El filosofar desde la posible existencia, la cual aspira a realizarse a través de la vida filosófica, permanece como búsqueda” (P, p.21).


Este movimiento de búsqueda acometido por la existencia (al cual Jan Patocka también ha recurrido) puede identificarse no sólo como una condición fundamental, sino también como la auténtica “aclaración de la existencia” (Existenzerhellung), constituyendo de este modo un movimiento de la posible existencia hacia la existencia real. La aptitud humana para la filosofía presupone este movimiento de realización, al cual Jaspers también denomina “acción interior”. Aquí Jaspers anota: “El filosofar presupone la aprehensión de la existencia…” (P, p.299).


Mientras que el filosofar está ligado a la existencia y al existir, también hace del ser un problema. La primacía de la búsqueda del ser en laPhilosophie de Jaspers sugiere una analogía con la exploración de Heidegger sobre la pregunta por el ser en Ser y Tiempo (5) o lo que éste denomina “la pregunta por el significado del ser”. No obstante, las aproximaciones a la existencia a través de la pregunta por el ser son diferentes en Jaspers y en Heidegger.


Una comparación suscinta de sus respectivas nociones acerca de la existencia lo muestra bien claramente. Jaspers define la existencia en varias formas. Mientras que algunas de sus definiciones son específicas, otras son indirectas. Refiriéndose a Kierkegaard, escribe: “La existencia es aquello lo cual concierne al sí-mismo y desde éste a su trascendencia” (P, p.13). Jaspers se refiere explícitamente a Die Krankheit zum Tode(La enfermedad mortal), de Kierkegaard (P, p.18). En otra oportunidad: ”Este Ser –en la manifestación del Dasein- No-Es, pero puede y debe ser y por lo tanto decide en el tiempo si esto es eterno. Yo como mí-mismo soy este ser como existencia” (P,p. 295). Más adelante: “Mi Dasein…no es existencia, pero el hombre en tanto Dasein es posible existencia” (P, p.296).


Lo mismo que Jaspers, Heidegger también adopta una postura indirecta respecto a la existencia. Pero a diferencia de Jaspers, Heidegger no está interesado en la “filosofía de la existencia” sino más bien en las estructuras constitutivas de la existencia, en lo que él llama “existencialidad” (GA 2, p.17). El Dasein es un tipo particular de ser, “tal que en su ser le va a este ser su relación con el ser…Lo que caracteriza a este ser es que puede deducirse a sí mismo desde y a través de este ser. La comprensión del ser es en sí misma una definición del ser del Dasein” (GA 2, p.16). En una adición posterior, Heidegger especifica que esta noción del ser también se refiere al “ser como un todo”. Subsiguientemente, él especifica esta definición como sigue: “Este ser al cual el ‘Dasein’ se vincula en una forma ú otra y que siempre está de algún modo vinculado, lo llamamos ‘existencia’ “. Heidegger postula la “pregunta por el significado del ser” como problema ontológico y epistemológico. Ingeniosamente, él vincula la pregunta del hombre acerca de su propio ser, esto es, su interés acerca de su supervivencia o no-ser, a la ontología tradicional. Dicho de otro modo, Heidegger combina la filosofía de la vida con la ontología para formar un nuevo tipo de “ontología fundamental”, a la cual él integra la analítica existencial. Por lo tanto, la obra de Heidegger no es acerca de la existencia como tal; más bien él hace uso de la existencia como el lugar para esclarecer la “pregunta por el significado del ser”.


Mientras que Heidegger desarrolló una analítica existencial del Dasein (Daseinsanalytik) en Ser y Tiempo, Jaspers emprendió una forma de “hermenéutica del origen” práctico intuitiva (Ursprungshermeneutik). Sería más apropiado llamarla una “aclaración del origen” (Ursprungs-Erhellung), a partir de la cual la reflexión y la acción humana sobrevienen subsecuentemente. Para usar una fórmula conocida, la distinción entre Heidegger y Jaspers puede describirse así: mientras que la noción de existencia de Heidegger es ontológica, la de Jaspers es deontológica. Esta distinción atraviesa y determina ambas filosofías. A pesar de sus similaridades aparentemente análogas, las filosofías de Heidegger y de Jaspers persiguen objetivos diferentes: en tanto que Heidegger apunta hacia la metafísica triunfante, Jaspers procura incorporar la metafísica en el movimiento de la existencia y adopta, en términos kantianos, la posición de la Razón Práctica. En su principal obra, indica ocasionalmente: “La filosofía existencial es metafísica. Ella cree en aquello de lo cual emana”. En otra parte asevera precisamente de igual manera: “La filosofía es origen [Philosophie ist Ursprung]”. O en términos más diferenciados: “La filosofía es la conciencia del ser que emana desde otro origen [Philosophie ist Seinsbewusstsein aus anderem Ursprung]”.


Este “otro origen” es a menudo considerado como la “trascendencia”. El concepto del “origen”, sin embargo, arriesga la irreductibilidad y la automanifestación (Sich-selbst-Bekundendes). La filosofía existencial de Jaspers está llamada a crecer desde el origen trascendente y a la vez a partir de las condiciones reales de la vida real para lograr su expresión y convertirse en ejemplo de vida como una filosofía articulada. Arraigado en la vida, el concepto eficaz de filosofía fue más allá de la filosofía académica ortodoxa de la época. Inicialmente, Jaspers no comprendió que su aproximación existencial era radicalmente distinta de la ontología de Heidegger. En una nota escrita más tarde en su vida profesional (esto es, después de 1945), él describió esta diferencia como sigue:


La filosofía soporta atestiguarse en la realidad de la vida, del juicio y de la acción, sumergiéndose en el fondo del alma, en cada rincón de la casa, en todos los modos de comunicación…Aquí probablemente difiero de modo radical respecto a Heidegger, para quien la filosofía parecería existir en su propio obrar, o también como la experiencia del pensamiento removido de su propia vida, el cual se considera a sí mismo no involucrado en lo privado y en términos filosóficos, sale de la realidad del Dasein para entrar en el tranquilo espacio de la filosofía –cerrando la puerta detrás suyo- permaneciendo las dos esferas estrictamente desvinculadas. Pero lo que ocurre en este espacio protegido y cerrado se supone que apunta hacia la historia del mundo y la historia del ser (6).

La Aclaración de la Existencia y el paso hacia lo Abarcador o la Periontología


En 1935 Jaspers realizó una serie de cinco disertaciones agrupadas bajo el tema de “Razón y Existencia” (Vernunft und Existenz) (7) en la Rijksuniversiteit Groningen. En estas disertaciones, amplió su filosofía de la existencia de 1931 con el concepto de lo Abarcador (das Umgreifende) (8). Vale la pena preguntar si esta adición constituye realmente una expansión, o más bien una reducción involuntaria, o simplemente una ontologización de su aproximación existencial. En comparación con su recuento anterior del problema de la existencia, esto podría sugerirlo. El segundo volumen de las tres partes de la Filosofía de Jaspers –la Aclaración de la Existencia- es sin duda el más sustancial; proporciona un categórico y profundo recuento de cómo ocurre la constitución de la existencia. Entre otros, la comunicación, la historicidad, la libertad, las situaciones límite (Grenzsituationen) y la acción incondicionada (unbedingte Handlung) son todos aspectos del método de la aclaración de la existencia que se ha hecho famoso y que condujo al método de Jaspers al reconocimiento público. Me refiero aquí deliberadamente a “aspectos”, mejor que a los “existenciales” o las “estructuras” de Heidegger, los cuales afectan fácilmente por sí mismos una vida. Los aspectos de Jaspers son aspectos de la existencia en sí misma, tanto como momentos del “ser-sí-mismo” (Selbstsein), Sin duda, la filosofía comprehensiva trazada por Jaspers está eminentemente enfocada en el sujeto individual, en las experiencias de la primera persona, en el “yo-mismo”, en el recuento de las exigencias ontológicas kantianas y cartesianas. Mientras muchas críticas se han dirigido a la falta de una aproximación sistemática explícita en Jaspers, su método de aclaración refuta de modo efectivo esas críticas. Jaspers sostiene que ninguna “deducción” esclarecedora es requerida para revelar la esencia deontológica de la existencia humana, del mismo modo en que Kant rechazó aplicar una deducción teórica abstracta para apuntalar la Crítica de la Razón Práctica. Para Jaspers, la existencia se basta a sí misma y se prueba a sí misma en la realidad práctica de la vida.


La pretensión de Jaspers, según la cual tanto la existencia humana como los “modos de ser de lo Abarcador” poseen su propia “lógica filosófica”, reitera una y otra vez en toda su extensión el método de la aclaración de la existencia. La “Orientación en el Mundo” del primer volumen de la Filosofía es ampliada por medio del principio de la “Orientación de lo Abarcador” –el horizonte de todos los horizontes desde el cual todo lo objetivo y determinable debe ser entendido. Lo abarcador no es algo tangible y objetivo, pero la comprensión de su realidad se hace posible y a la vez delimitada por un número de los “modos de lo abarcador”. Sólo mediante actos de trascendencia, que trascienden todos los límites de la objetividad y la materialidad, se muestra indirectamente el “horizonte” no-objetivo. Todos los modos de lo abarcador pueden ser conectados a este horizonte más remoto, pero sobrepasan sus propios límites y fallan si se dispersan en el “ser en su totalidad”. Estos modos se dividen en dos grupos: el primer grupo abarca la Existencia, el Ser-ahí, la Conciencia en General y el Espíritu, cada uno de los cuales representa un modo particular de lo abarcador lo cual somos nosotros; el segundo grupo consiste en la Trascendencia y el Mundo, esto es, en lo abarcador que no somos nosotros. La “razón” transversal es, de cierta manera, un modo variable y no solidificado de lo abarcador. Ella es el lazo o vínculo entre todos los modos de lo abarcador. Jaspers se refiere a esta percepción de la orientación esquemática en el panorama de las regiones del ser como el “conocimiento básico” requerido para la aclaración de la existencia.
Sin embargo, este proclamado conocimiento básico amenaza el carácter de la aclaración de la existencia de Jaspers. En tanto que la existencia es también pilar de su teoría de lo abarcador, ella se convierte en un medio de la transformación hacia el “ser-como-tal”. La existencia en sí misma es “ser”, pero está insertada como un modo específico de ser en el ser en general y en consecuencia pierde la línea rigurosa de sus límites. Este carácter particular de la existencia ha sido resaltado con frecuencia ya que resulta idéntico con lo originario, esto es, el filosofar primordial. En el caso de Jaspers debemos enfatizar el significado verbal de “filosofar”, en tanto él está interesado en preservar el carácter apelativo de la filosofía y su movimiento de pensamiento a fin de alejar todo intento que parezca atrapar la realidad en sí misma, o reclamar que alguien ha descubierto el ser residente en la realidad en y a través de la filosofía. La existencia y  el  filosofar no  descansan  en  otra fuente que el autoconocimiento y la autoaprehensión (Selbsterfassung). Una vez que toda objetividad confiable y toda reputada percepción respecto a la realidad han sido cuestionadas, se hace necesario introducir un concepto de conocimiento capaz de atrapar la autojustificación existencial y la autotrascendencia. La fe, y para ser más precisos, la “fe filosófica” asume su significación única como el lugar por excelencia de la posible existencia, respecto a la cual no hay nada sólido, factual o incluído de por sí. Esta percepción puede ser vinculada metafóricamente a una planta que debe ser regada con el mayor cuidado, y que puede secarse fácilmente si es removida.


El conocimiento básico periontológico ocupa una posición central en confrontación con la “revelación”. Éste sirve a Jaspers como coraza diseñada para protegerlo de la embestida de un desafío desviado hacia lo incomprensible. Lo que él llama “trascendencia” le ayuda a transformar la perspectiva y la interpretación religiosa en cifras, esto es, en trascender aquella realidad la cual no somos y que parece hablar al hombre desde otra dimensión. Sin permanecer en su ontología no-objetiva, la relación de Jaspers con esta dimensión es ambivalente: por una parte, él tiene que practicar la ascesis frente a su intención básica de disolver toda aproximación a las objetivaciones gnósticas; por otra parte él entiende que es precisamente la incomprensibilidad de las revelaciones (y su institucionalización) lo que le conduce a través del saber filosófico y del llegar a sí mismo existencial. La aclaración de la existencia es así enriquecida a través de la incognoscibilidad aceptada del secreto que se anuncia a sí mismo de forma amenazante en la fe revelada y perpetuando por siempre aberraciones y desaciertos.

Crítica de las Filosofías Post-kantianas: Fichte, Schelling, Hegel


Jaspers descubre esta oscuridad no meramente en su encuentro con la revelación, sino también en todo el desarrollo intelectual de Alemania después de Kant. En su estudio sobre Schelling (9) Jaspers explora la disociación del Idealismo Alemán respecto a Kant. Afirma que grandeza y destino estaban relacionados muy estrechamente en tal época:


"La gran verdad en el Idealismo Alemán residía en la comprensión de la necesidad de complementar, apropiarse y continuar la filosofía kantiana contra la ortodoxia kantiana.Pero fue una fatalidad particularmente alemana el asumir esta tarea renegando del modo kantiano de pensamiento. El hechizo ocupó el lugar de la alta filosofía y, considerando que éste también contenía una verdad, alcanzó aún un mayor poder seductor" (Schelling, p. 317 f).
 
Aún más: “Uno siempre ha sentido cuán profunda ha sido la brecha entre los Idealistas y Kant, pero quizás ésta no se ha hecho perfectamente clara hasta ahora…” (Schelling, p. 313). Y finalmente:


  "La ruptura en el modo de pensamiento tuvo efecto en un área particular de la educación alemana en la década de 1790…Antes de esa ruptura, el espíritu de Lessing, Goethe, Kant y Humboldt perseveraba. Con la ruptura algo bien diferente apareció, el espíritu del hechizo, subsiguientemente conocido como el Romanticismo; en la filosofía este espíritu alcanzó su más alta expresión en Fichte, Schelling y Hegel" (Schelling, p. 314).


El retroceso continuó resueltamente y tuvo lugar “en medio de la vulgaridad del materialismo y el positivismo, queriendo representar las opiniones científicas mundiales”; seguidamente Kierkegaard y Marx lanzaron sus propios golpes contrapuestos (Schelling, p. 315). Ni siquiera la quejumbrosa petición de Otto Liebmann: “¡Regresemos a Kant!”, dirigida a las filosofías neokantianas, pudo nunca superar la ruptura. Jaspers consideraba el rechazo de la filosofía kantiana y la incapacidad de reconocer sus méritos como un desastre sin término.


La crítica y el análisis de Jaspers concierne no sólo a Schelling, sino también, indirectamente, a Heidegger. Una de sus anotaciones sobre el último dice así:


"Él carece de una conciencia de la verdad en beneficio del hechizo auto-exorcizante, el cual deja detrás un vacío. Él se adhiere a Schelling, Eckhart, la gnosis, careciendo de un conocimiento del origen y padeciendo un empobrecimiento del sentido primario; tomando en préstamo cada palabra en lugares decisivos" (10).


El “hechizo” y la “gnosis” que él encuentra en Schelling también operan en Heidegger. Para Jaspers, la filosofía de Heidegger rinde cuentas de su posición política. Parece que Jaspers estuvo solo en esta áspera lucha contra Heidegger, pero él tuvo un compañero filosófico en Basilea quien también estuvo involucrado en una polémica contra el ontologismo de Heidegger: Heinrich Barth.

Jaspers y Heinrich Barth 
 
El núcleo literario del libro de Jaspers sobre la revelación es una pieza con la que él contribuyó a un discurso de despedida en un volumen dedicado al filósofo Heinrich Barth (1890-1965) (11), su colega en Basilea, en ocasión de su más reciente septuagésimo cumpleaños. Éste se titula Der philosophische Glaube angesichts der christlichen Offenbarung (La fe filosófica ante la revelación cristiana) (12) y es más abarcador y específico que su obra posterior, más comprehensiva. Otros contribuyentes incluidos en el volumen de despedida a Heinrich Barth fueron Karl Barth, Hermann Diem, Emil Brunner, Fernand Brunner, Alfred de Quervain y Gerhard Huber. Estos nombres sugieren con exactitud cuán importante fue Heinrich Barth en esa época, aunque él nunca había recibido el reconocimiento que realmente merecía hasta ese día (13). El nombre de Barth aparece en varias ocasiones en los escritos de Jaspers (14), así como (algo distraídamente) en su correspondencia con Hannah Arendt (15). Por su parte, Heinrich Barth abordó la filosofía de Jaspers explícitamente en un ensayo sobre las nociones de fe y de historia en Jaspers (16), mas sus opiniones coincidían esencialmente en todo con Jaspers. Una cierta tensión ensombreció su relación personal desde el comienzo, ya que Heinrich Barth había esperado por un tiempo considerable que sería escogido para la cátedra de filosofía en Basilea, la cual Karl Jaspers había llegado a ocupar finalmente. Después, cuando Heinrich Barth había esperado ser promovido al rango de profesor plenario de filosofía, Jaspers expuso reservas. En tanto esto podría ponerse a un lado como chismografía académica, de hecho es meritorio mencionarlo porque Heinrich Barth encarnaba precisamente lo que Jaspers consideraba inadmisible en términos filosóficos: un filósofo quien era al mismo tiempo un creyente cristiano (17). Podría añadir que Heinrich Barth era, después de todo, el hermano de Karl Barth, profesor plenario de teología en la Universidad de Basilea, cuya Teología Dialéctica Heinrich Barth ayudó decisivamente a formar en sus etapas tempranas (18). Aún más, Heinrich Barth se adhirió a la llamada “Escuela de Marburgo”, organizó conferencias a cargo de Hermann Cohen, Paul Natorp y Ernst Cassirer y se alineó con el “Idealismo Crítico” en la década de 1920. Desarrolló su filosofía de la existencia dentro de la línea de la Crítica de la Razón Práctica de Kant y de la “Escuela de Marburgo” (19), mientras que Jaspers adoptó una postura revolucionaria en su intento de “transformar” la filosofía y la tradición bíblica.


Hubo, sin lugar a dudas, diferencias personales notables entre Jaspers y Heinrich Barth. Cuando me aventuré en mi curso de grado en filosofía en la Universidad de Basilea en 1949, Jaspers era una celebridad: sus conferencias estaban marcadas por una elocuencia irresistible; él llenaba el salón principal de conferencias en cada ocasión y se autocercioraba de divulgar su saber, el cual se extendía mucho más allá de la filosofía europea; permanecía de pie, alto y digno, y se conducía como un auténtico hombre de mundo. En completo contraste, Heinrich Barth se encontraba severamente discapacitado, dictaba sus conferencias en horarios imposibles (de 7 a 8 de la mañana en medio del verano), se abalanzaba sobre su manuscrito hablando con una voz tenue y rechazaba toda pose retórica. La asistencia a sus conferencias era escasa y sus grupos de seminario podían contarse frecuentemente con las dos manos; las clases eran impartidas en los reducidos predios del departamento de filosofía en la Münsterplatz; los minutos tenían que aprovecharse, los textos filosóficos eran interpretados en clase y sólo eran permitidos en su lengua original. Para muchos estudiantes, el colega suizo de Jaspers simplemente no existía. No se les podía culpar, ya que la filosofía de Heinrich Barth era accesible sólo en un puñado de ensayos. Después del derrumbe del intercambio filosófico posterior a 1933 entre Suiza y Alemania, nadie pudo retomar la Philosophie der Praktischen Vernunft (Filosofía de la Razón Práctica) (20), publicada en 1927. Los dos volúmenes de Philosophie der Erscheinung (Filosofía de la Apariencia) fueron interpretados torcidamente como una monografía. Juntos, sin embargo, ambos volúmenes revelan que toda cognición procede de la manifestación de la apariencia, de la aparición (o emergencia) de la apariencia (Erscheinen der Erscheinung), el “phanesthai” (en el sentido gramatical griego de intermediario), aún cuando éste nunca fue considerado como el punto de partida idóneo. La evidente atención en torno a la apariencia en su filosofía dio lugar a una diferencia fundamental no sólo entre Heinrich Barth y Jaspers, sino también entre Heinrich Barth y la teología legada por su hermano Karl Barth. Su obra principalErkenntnis der Existenz. Grundlinien einer philosophischen Systematic (Cognición de la Existencia. Esbozo de una Sistemática filosófica) fue publicada en 1965 (22), el año de su muerte, y fue desechada como una obra tardía de la filosofía existencial. Resulta dudoso si Jaspers alguna vez realizó una lectura cabal de esta obra.


Me gustaría ofrecer un breve comentario personal en esta oportunidad. Estoy seguro de que perdonarán a un antiguo estudiante de doctorado, quien tomó sus exámenes con Heinrich Barth y con Jaspers, si mis observaciones se encuentran un tanto coloreadas por la yuxtaposición de estos dos filósofos. Acepto totalmente que mis pensamientos sobre Jaspers están arraigados en esa experiencia formativa. Siguiendo esta breve digresión anecdótica, me gustaría considerar las similaridades y diferencias entre estos dos diferentes filósofos.


Ambos filósofos están influidos por Platón, Agustín y Kant, a quienes Jaspers proclama como los “fundadores del filosofar” (23). Heinrich Barth emergió de la “Escuela de Marburgo”, mientras que Jaspers sostuvo una batalla contra el neokantismo alemán suroccidental (Heinrich Rickert).


Jaspers ha recurrido a la “religión bíblica”, y los escritos bíblicos tienen una influencia formativa en las obras de ambos, en la suya y en la de Heinrich Barth. Pero la disociación de la “religión cristiana” (tal como es practicada por las iglesias) respecto a los fundamentos bíblicos los dividió.


Ambos defienden el concepto de una filosofía de la realidad iniciada por el Schelling tardío y subsiguientemente por Kierkegaard, y la desarrollan dentro de un pensamiento existencial. Jaspers habla de la “posible existencia” (mögliche Existenz), mientras que Heinrich Barth está interesado en la existencia “que-entra-a-la-apariencia” o que “se-hace-manifiesta” (In-die-Erscheinung-Treten) y en la existencia como el “evento de la cognición” (Erkenntnis-Ereignis).


Tanto la filosofía existencial de Jaspers como la de Heinrich Barth tienen una naturaleza deontológica. Ambos filósofos enfatizan la idea del “deber” (sollen) como esencial para la realidad de la existencia, porque ellos están convencidos de que esta realidad, abierta al futuro e incompatible con los entes mundanos, nunca puede ser alcanzada en los términos de las explicaciones racionales –la existencia sólo indirectamente puede convertirse en “objeto” de acuerdo a las formas especiales de la aclaración existencial.


Tanto Jaspers como Barth observan estricta y fundamentalmente la independencia del conocimiento filosófico respecto a la revelación.


La pregunta que sigue en pie es si Jaspers y Heinrich Barth, quienes trabajaron en la misma universidad y quienes tenían mucho en común, podrían haber colaborado más fructíferamente si hubiera habido menos reservas entre ellos. Lamentablemente, esta colaboración nunca tuvo lugar. El filosofar de Jaspers se hizo muy dogmático depués de sus conferencias de Groningen. Él nunca alteró las categorías de su sistema, al cual conservó contra todas las filosofías con una eficacia casi clínica. Si trazáramos una fórmula para corroborar la comparación entre estos dos filósofos, ésta podría expresarse como sigue: la noción de filosofía de Jaspers era extensiva, tendiendo hacia una “Historia de la Filosofía Mundial” y hacia una “Filosofía Mundial”; en contraste, la noción de filosofía de Heinrich Barth era intensiva, dedicada a analizar los fundamentos de la filosofía desde Platón hasta el presente. Mientras Jaspers estaba convencido de que la filosofía europea estaba llegando a un final, Heinrich Barth accedió a dimensiones ampliamente inexploradas de la reflexión filosófica a través de su obra sobre el problema de la apariencia, del acto de la aparición, de las bases trascendentales de toda comprensión y de una superación de la dicotomía sujeto-objeto.

La Fe Filosófica y la Lectura del Escrito Cifrado


La crítica de Heinrich Barth a Karl Jaspers es ambivalente. Básicamente ésta es positiva, manteniendo en alta estima la inmensa contribución de Jaspers y su compromiso existencial propio; y aún de este modo Barth dudaba si la filosofía de Jaspers es el mejor instrumento para abordar las tareas inmediatas. Él se sentía particularmente ambivalente en relación a la aceptación, por parte de Jaspers, de las diversas fes religiosas basadas en la revelación, lo que se conjugaba con una postura nada benevolente respecto al consenso religioso alcanzado por los creyentes en las variadas “denominaciones” y organizaciones religiosas. Sin duda esta diastasis crítica también revela el propio conflicto interno de Heinrich Barth, como filósofo que se esforzaba en otorgar el mismo respeto tanto a la independencia de la filosofía, como a las verdades religiosas en sus legitimidades correspondientes.


Pese a la comprensión altamente desarrollada de Jaspers respecto a la unicidad histórica de todas y cada una de las instancias del llegar-a-ser, él presume un ser humano atemporal capaz de lograr la más alta realización, si bien con variados matices culturales. Las alusiones a las intenciones neoplatónicas y místicas de auto-redención difícilmente pueden no ser tomadas en cuenta. Prescindiendo de si esto está justificado o no, deberíamos apoyar la percepción de Jaspers según la cual la existencia humana, en su manifestación particular, no encaja por completo dentro del horizonte mundano y por lo tanto, no cuenta para éste en esos términos. La noción de la “Existenz” adviniendo “desde otro origen”, desde su propio origen completamente distintivo, es algo así como una epifanía de la trascendencia en sí misma. En tanto que esto podría ser una mera “cifra” según la terminología de Jaspers, contiene una verdad que pone de manifiesto un reclamo en un status quasi-ontológico. En su realidad, la existencia difiere de todo otro ser y seres. Está justificada por la “libertad”, la cual es no-deductible pero autoevidente, como en Kant. La no-deductibilidad de la libertad de la existencia marca la apertura, una vez que se ha consumado el aparentemente cerrado y desencantado ser-en-el-mundo (Weltsein). Tampoco la naturaleza particular del ser de la existencia se encuentra obliterada como un “modo de lo abarcador”. Esta particularidad es constitutiva para la existencia y debe ser hecha manifiesta mediante el mantenimiento de un distanciamiento constante respecto a toda exigencia. Paradójicamente, lo que sigue es que precisamente la oscuridad de pensamiento de la revelación, la petrificación de los conceptos mundanos en realidades gnósticas y la corrupción de la investigación científica convertida en superstición científica se convierten en incentivos negativos para desenmascarar, combatir y superar todas estas cosas en tanto retos, aberraciones y tentaciones, afirmando de este modo el ser-sí-mismo; esto es, el ser propio de la existencia (Selbstsein der Existenz).


En términos simplificados, la fe filosófica transforma y sustituye con cifras las revelaciones transmitidas y la sustancialización de las manifestaciones de la trascendencia. Esto tiene lugar a través de una “operación” particular, denominada la suspensión de la arbitrariedad (Eigenmächtigkeit) de los fenómenos. Su capacidad potencial para robustecerse en los retos existenciales y su potencial dotado para convertirse en cifras se encuentran rigurosamente sujetos a la discreción de la disposición de la existencia a la autenticidad. Todo aquello que aspira a ser cifra, sean seres humanos; paisajes; pueblos; lugares o mitos; ritos; leyes u otros han de existir primero como fenómenos. No obstante, la intención trascendente del sujeto, que penetra en el horizonte de todos los horizontes de la fenomenicidad del ser, transforma a estos candidatos en cifras de la trascendencia. El poder transformador reside así enteramente en el sujeto, por lo que toda insinuación de “condescendencia” debe considerarse como gnosis y reversión. Pero deseo enfatizar una vez más que la opinión de Jaspers no es que el conocimiento religioso y sus símbolos deban ser destruidos. Más bien él está interesado en alterar su comprensibilidad y en entender su ininteligibilidad; esto es, él aspira a otro “modo conceptual”, a un modo de pensamiento capaz de tratar con lo no entendido o malentendido. En cualquier caso, la fenomenicidad de las cifras, como tal, permanece intacta.


Esto promueve reflexiones más amplias. En un sentido ontológico las cifras no son nada, pero todavía son algo ciertamente. Ellas tienen un carácter flotante, el cual en ocasiones remite más allá del sí mismo y en otras, colapsa en la objetividad y en la existencia corpórea. En ambos casos ellas son destruidas. Debe haber un impulso existencial que preserve su condición de ser-algo-y- no- nada (Etwas-und-nicht-Nichts-Seins) y permitirles así reflejar la existencia en sí misma. Ser-sí-mismo y recuperarse a partir del no-ser-sí-mismo se funden en un movimiento que dirige la existencia, a la vez, a sí misma y más allá de sí misma. Se acepta que la existencia-en sí misma es portadora de algo oscuro e incomprensible, incluso negativo, y que continuamente integra este aspecto. La cuestión que ha sido enarbolada, y apropiadamente, es por qué, después de todo, las cifras son necesarias. Kant empleó el concepto de cifras en su Crítica del Juicio (24) con referencia a una posible “interpretación del escrito cifrado…mediante el cual la naturaleza nos habla en sus hermosas formas”. En Jaspers, el escrito cifrado es mucho más que una “interpretación” de la hermosa metáfora de la naturaleza, por la que casi todo puede convertirse para él en cifra. Esto debe entenderse por completo en términos de una hermenéutica existencial-personal, que podría conducirlo a uno a pensar en una “mitología individual” de hechura única (Harald Szeemann). Pero las cifras se condensan en símbolos culturales y así se hacen efectivas en la vida mundana. Ahora necesitamos inquirir si la existencia flotante, independiente, de tales cifras-símbolos, podría quizás no tener repercusiones en el modo de vida. La clara fenomenicidad de las cifras no puede ser simplemente un reflejo de profundos eventos existenciales, por lo que ¿cómo podría un conocimiento existencial nuevo y más profundo ser despertado mediante una profundización en la auto-evidencialidad de las cifras? La filosofía positiva del Schelling tardío avanza no sólo hacia el incremento de una realidad gnóstica más profunda, sino que hace disponible el camino a un nuevo conocimiento existencial –esto es, tanto como uno se adhiera a la lectura de las cifras. Kierkegaard ya practicaba el desarrollo de las cifras respecto a contenidos en una forma teorético-secular en sus escritos pseudónimos. Curiosamente, Jaspers justifica dicha actitud mental al final de su libro sobre la bomba atómica, especialmente en aquellos pasajes en los que emplea la noción de inmortalidad como cifra y penetra en su contenido (25). Esta cifra se enfoca en la posible irrealidad o aniquilación del mundo como un todo ante la total amenaza que confronta la humanidad en la forma de un desastre nuclear. El rodeo a través de una nada a la que nosotros mismos podríamos dar lugar inflama el mundo de las apariencias, alterando su brillo.

La Política de la Fe Filosófica


Jaspers delineó una nueva situación de la historia mundial, con la cual nos hemos acostumbrado a crecer en décadas recientes. Para decirlo usando una fórmula, la realidad de la existencia y la realidad de la humanidad se han amalgamado en una entidad única. Jaspers declara entonces que el pensamiento debe ser “invertido” (A, p. 298) y que este “re-pensamiento” requiere un “giro”(A, p. 283), una “inversión” (A, p. 322), una radical “revolución en el modo de pensar”(A, p. 321), todo ello originado desde la libertad. Tales declaraciones kantianas mueven la fe filosófica hacia la esfera política; aún más, dicha fe se convierte ahora en política en sí misma. La amenaza apocalíptica también anima la subsiguiente descripción hecha por Jaspers en forma de un libro sobre la fe filosófica (publicado en 1962), llamada a salvaguardar “la supervivencia de la humanidad” mediante la comunicación universal. Él argumenta que se debería aspirar a reducir todo lo que divide a las osificadas teologías de la revelación.


La amenaza nuclear supedita la categoría abstracta del “todo” a una encarnación global, abarcadora de todo lo que afecta a la humanidad. Tomar posesión de la existencia corresponde ahora a la humanidad aferrándose a los fundamentos del planeta –a través de su conciencia, de sus instituciones y de la “comunidad racional”(A, p. 301ff). El vínculo más frágil en la jerarquía de los poderes, el verdadero concepto de la fe filosófica, ha de competir contra los “poderes religiosos que profesan la violencia”, los cuales dominan la política. A diferencia de Heidegger, Jaspers no espera inversión alguna del destino. Él se opone a la autoprivación ontológica del poder de Heidegger y considera sus propios escritos como un agente en este proceso colosal de cambio e inversión. Sabe que su empeño es utópico, pero no lo considera una causa perdida por completo –pese a las escasas oportunidades de éxito. El último recurso permitido sería iniciar una “religión filosófica”, como Schelling propuso. Jaspers tampoco puede imaginar una religión sincrética mundial o sabiduría mundial, aún cuando apela a la racionalidad desde la cual todos los seres existentes originalmente viven y actúan, según esto sugiere, Lo que permanece es el movimiento continuamente auto-renovado de la razón y su comunicación universal. La razón nunca debe asumirse ni emplearse como una “herramienta”, sino que permanece entre nosotros como un caudal compartido o un libro abierto y se mantiene irreconocible como un “absoluto”, tal como expuso Hegel en su Fenomenología (26) o como Jesús dijo: “¡El reino de Dios se encuentra a la mano; está dentro de ti!”. La fe filosófica se refiere al sí mismo y a un origen; a través de su autoaclaración ella constituye al mismo tiempo la fe en el per se filosófico, como la única sustancia del acontecimiento de la razón. Jaspers insiste, por lo tanto, acerca de la conciencia de la “presencia”, que puede ser atrapada únicamente si su aspecto de eternidad es reconocido aquí y ahora. De ahí que Jaspers eleva el pensamiento de la inmortalidad a una cifra iluminadora.


La existencia de medios técnicos para poner fin a la supervivencia de la humanidad abre una nueva dimensión para la fe filosófica. La aprehensión individual de la existencia corre paralelamente a la capacidad de la humanidad para conservar su existencia mediante la preservación de las condiciones materiales de vida. La muerte individual y la muerte de la humanidad se hacen más próximas –en verdad, de manera más tangible en los engaños de individuos patológicos, hambrientos de poder. Se presume que Adolf Hitler dijo: “Nosotros podemos perecer. Pero nos llevaremos a un mundo con nosotros”. El tiempo de la vida individual y el tiempo universal convergen en lo absoluto definido en el alcance de las obsesiones individuales de poder. La fe filosófica se opone radicalmente a tal propósito. Si esto encara la posible extinción en el sentido cósmico, entonces la materialidad del mundo se convierte en sí misma en un momento básico de la existencia. A esto sigue que la existencia es la manifestación consciente del ser-del-mundo. El “ser-en-el-mundo” (In-der-Welt-Sein) de Heidegger y la “entrada-en-la-apariencia” (In-die-Erscheinung-Treten) de Heinrich Barth revelan repentinamente su concreción cósmica.


Jaspers también detecta lo incomunicable, la oscuridad y el despotismo de la política de la violencia en nuestro encuentro con la “revelación”. Pero no es posible dibujar un simple paralelo. La revelación malentendida también apremia a la existencia a examinarse a sí misma, y el apocalipsis de la autoaniquilación humana empuja a la acción concreta, práctica. El discurso público corriente en los medios también está extensamente determinado por este doble encuentro. El temor al violento potencial del fundamentalismo religioso abunda, tanto como la proliferación de las armas nucleares –tanto entre los estados como entre los grupos terroristas. Los peligros se han intensificado desde que Jaspers publicó La bomba atómica y el futuro del hombre en 1960 y desde el final de la llamada “Guerra Fría” en 1989. Es posible, sin embargo, no continuar percibiéndolos en los términos de los dos superpoderes del dualismo maniqueo. Las nuevas guerras asimétricas y la elusiva guerra de los servicios secretos contra el crimen global han cambiado fundamentalmente la situación política mundial.
En nuestros días, la fe filosófica está enfrentando el reto de la renovación del rol político de la religión y la cultura, dado que dicha fe está enclavada en éstos debido a su actualidad histórica. En lo que constituye un movimiento contrapuesto al avance de la globalización de los mercados y de las tecnologías de la comunicación y los medios, la religión y la cultura han reaccionado volviendo a despertar, convirtiéndose en islotes para la formación de la identidad y la perspectiva. Esta reacción produce diferencias dentro, y también entre las civilizaciones individuales. El diálogo inter-religioso e intercultural sigue siendo ampliamente utópico; y la violencia interétnica y la contienda asesina son hoy las realidades dominantes. ¿Puede la fe filosófica asumir realmente un rol práctico en este contexto? Parecería sentenciada a la impotencia una vez que un conflicto ha irrumpido. Aún hay brillantes ejemplos, más que todo el de Mahatma Gandhi, quien casi se ha convertido en una cifra en nuestros días. Jaspers subraya la prédica particular de Gandhi en el contexto del Imperio británico, pero también menciona su función limitada como modelo en su rol. Pero aún si la fe filosófica a veces sólo mora secretamente en individuos, ella sostiene una esperanza inquebrantable. Precisamente debido a que la religión y la cultura devienen poderes destructivos, un “modo de pensamiento” que las abarca y socava a la vez tiene la oportunidad para descubrir algunas bases para la mediación. La oportunidad reside precisamente en el hecho de que la fe filosófica no descansa sobre algún dogma, aparte de no tener otro recurso que ella misma, lo que puede hacerse eficaz a través de la racionalidad arriesgada en lo que, quizás, es una posición sin esperanza.


Lo que he expresado en términos terriblemente simples casi significa declarar lo que es obvio, aún si constituye además una exigencia especulativa, como todos sabemos. No obstante, abarcar tal banalidad, aunque las apariencias sean decepcionantes, requiere una “inversión”, un “viraje del pensamiento”, una “revolución en el modo de pensamiento” hacia el punto de aceptación de la singularidad de esa exigencia. La religión y la cultura descansan sobre dogmas conscientes e inconscientes, mientras que la fe filosófica conoce sólo un dogma –que puede ser llamado el dogma de la racionalidad.


Mientras que la fe filosófica puede tener un efecto aislante, ella también aumenta las posibilidades comunicativas. En su obra Filosofía, Jaspers ya colocaba la comunicación en el centro de la aclaración de la existencia. La visión de una comunidad de todas las existencias podría hacerse presente. Jaspers continuó en su senda y expandió la fe filosófica hacia una proyectada “Filosofía Mundial”. Dentro de esta aspiración, consideró que una aprehensión ulterior de la existencia debería desplegarse en la dimensión de la historia mundial. Creyó que dicha tarea era interminable. Esto puede entenderse, no obstante, como un signo de que la fe filosófica continuaría teniendo un futuro.





Notas y Referencias


(1)Karl Jaspers, Die geistige Situation der Zeit, (Berlin: Walter de Gruyter, 1960). El libro fue escrito tres años antes de la toma del poder en Alemania del régimen Nacionalsocialista.
(2)Karl Jaspers, Philosophie, (Berlin, Göttingen y Heidelberg: Springer, 1948).En lo que sigue esta edición será abreviada como P.
(3)Karl Jaspers, Einführung in die Philosophie. Zwölf Radiovorträge (Zürich:Artemis, 1950).
(4)Sobre la difícil relación entre Heidegger y Jaspers véase Antonia Grunenberg, Hannah Arendt und Martin Heidegger, Geschichte einer Liebe(München: Piper, 2006)pp.13ff, 66ff y aquí y allá.
(5)Martin Heidegger, Sein und Zeit (Gesamtausgabe, Frankfurt am Main, Band 2). En lo que sigue abreviado como GA 2.
(6)Karl Jaspers, Notizen zu Martin Heidegger, Hg. H. Saner (München:Piper, 1978) Nr. 246, p. 259f. Abreviado como Notizen.
(7)Karl Jaspers, Vernunft und Existenz. Fünf Vorlesungen (München:Piper, 1960).
(8)Karl Jaspers habría rechazado el término “ontologización” en relación a su teoría de lo abarcador. El término Periontología se encuentra extensamente usado en la lógica filosófica de Jaspers en Von der Wahrheit (München: Piper, 1947) pp.158f, 601ff.
(9)Karl Jaspers, Schelling, Grösse und Verhängnis (München: Piper, 1955)pp. 313-323. En lo que sigue esta edición será abreviada como Schelling.
(10)Notizen, Nr. 180, p. 102.
(11)Heinrich Barth fue profesor de filosofía en la Universidad de Basilea desde 1928 hasta 1960. Como filósofo tuvo un gran impacto en la teología de Emil Brunner. Acerca de la controversia entre Karl Barth y Emil Brunner véase Frank Jehle, Emile Brunner, Theologe im 20 Jahrhundert (Zührich:Theologischer Verlag, 2006) pp. 293ff.
(12)Karl Jaspers, “Der philosophische Glaube angesichts der christlichen Offenbarung”, en: Philosophische und christliche Existenz. Festschrift für Heinrich Barth zum 70. Geburstag am 3. Februar 1960, hgg. Von Gerhard Huber (Basel 1960), pp. 1-92- Véase Alan M. Olson, “Isaac and Ishmael Revisited”, en: Existenz, Volume 1, Nos. 1-2, Fall 2006, p. 60.