Ed
Mendelowitz
Saybrook University
edmendelowitz@verizon.net
Agradecemos al autor, Ed Mendelowitz y al presidente de
KJSNA y editor en jefe de la revista Existenz,
Helmut Wautischer, su apoyo para publicar en este sitio la presente versión
en español, realizada por Gladys L. Portuondo del original en inglés, según ha
sido publicado en: Ed Mendelowitz, Karl Jaspers and Life Conduct. A Theme with Variations,
en: Existenz, An International Journal in Philosophy, Religion, Politics, and
the Arts, Vol. 10, No 2, Fall 2015.
La contemplación y la actividad tienen su verdad
aparente; pero sólo la actividad que es irradiada por la contemplación, o más
bien, aquella que retorna otra vez a ella, es la verdad.
Franz Kafka (1954), The
Blue Octavo Notebooks (Los cuadernos
azules en octava, nota de la traductora), p. 48
Resumen. En esta, la más
breve ensoñación acerca de La dirección
de la vida en los tiempos modernos, de Matthias Bormuth, intento evocar los
temas esenciales de Karl Jaspers a través de un coro de voces simpatéticas.
Encuentro que el libro de Bormuth es enormemente satisfactorio en su
articulación de la filosofía de Jaspers -su fundamentación en Soren Kierkegaard
y Friedrich Nietzsche, y en el creciente escepticismo de Jaspers respecto a
Freud. Estoy motivado por las meditaciones y cavilaciones de Jaspers,
encontrando allí una penetrante sensibilidad con la que me encuentro casi en
sintonía reflexiva. Jaspers acerca de la verdad, las mentiras vitales y el
refugio metafísico; Jaspers sobre los respectivos lugares de la biología y las
humanidades; Jaspers sobre la trascendencia oculta y la eticización de la fe;
Jaspers sobre la defensa del carácter por encima de la requerida formación; Jaspers
acerca de la santidad de los ámbitos privados (la vida del hogar y la amistad bona fide) en un mundo que, podría
decirse, ha tenido francamente días mejores. Muy especialmente, tal vez,
Jaspers sobre la auto-reflexión existencial y el arte de la psicoterapia -una empresa en marcha que privilegia la
auto-revelación, la auto-iluminación tanto del doctor como del paciente. Estos
pensamientos (con armonías suplementarias que vendrán de la compacta reunión de
espíritus y palabras afines) se juntan en los puntos de discusión de mi crítica
en miniatura.
Palabras clave. Jaspers, Karl; Kafka, Franz; Dylan, Bob; filosofía de
la existencia; trascendencia oculta; carácter; ética; psicoterapia.
_______________________
Debería empezar mis comentarios con un descargo de
responsabilidad. No soy en modo alguno ninguna clase de experto en Jaspers. Él
es alguien a quien he admirado hace mucho tiempo desde mis años de doctorado en
Berkeley, alguien que inspiró mi investigación para la disertación sobre los
llamados "eventos límite" -aquellos puntos-límite en la periferia de
todos los círculos epistemológicos desde los cuales uno mira, en las hermosas
palabras de Nietzsche, "aquello que desafía la aclaración"[1].
Jaspers es alguien a quien con
frecuencia encuentro difícil aprehender y, aún así, un hombre que continúo
siguiendo como ejemplar y a cuya obra sigo retornando a través del tiempo.
Una suerte de
introducción
Hay una conferencia de prensa bien conocida que un poeta
de 24 años, llamado Bob Dylan, sostiene en 1965 con la prensa en el estudio de
radio de KQED, en San Francisco. Se desarrolla como algo así:
Q: ¿Usted se considera un político?
D: ¿Si me considero un político? Oh, supongo. [Pausa] Yo
tengo mi propio partido.
Q: ¿Este tiene un nombre?
D: No. No hay presidentes en el partido -no hay
presidentes, o vicepresidentes, o secretarios, ni nada como esto, así que es
muy difícil entrar.
Q: ¿Hay algún ala de derecha o de izquierda en ese
partido?
D: No, se encuentra más o menos en el centro -algo así en
la escala de Uppity.
Q: ¿Usted cree que su partido podría terminar la guerra
con China?
D: Uh, no sé. No sé si ellos tendrían por allá gente que
estaría en el mismo tipo de partido. ¿Sabe? Así que podría ser difícil
infiltrar. No pienso que mi partido sería jamás aprobado por la Casa Blanca o
por algo como eso.
Q: ¿Hay alguien más en este partido?
D: No. La mayoría de nosotros ni siquiera nos conocemos,
usted sabe. Es difícil decir quién está en él y quién no está.
Q: ¿Usted los reconoce cuando los ve?
D: Oh, se les reconoce cuando cuando se les ve.[2]
Ahora bien, algunos de ustedes pueden pensar que debo
haber entrado en el salón de conferencias o en la conferencia equivocada y,
quizás, en la ciudad equivocada. Me gustaría, sin embargo, expresar no tanto
una disculpa como un pensamiento. Dylan está articulando aquí un ethos que en
general es concebido internamente ("Hay soledad donde me encuentro",
bromea sólo poco después), un ethos que se eleva por encima de la multitud
(aquella con "piernas largas", proclama Nietzsche en otra parte), que
improbablemente se discierne por aquellos que no lo dan por sabido. El oído
atento recoge ecos del código esotérico y significativamente carente de guión
de Jaspers en todo esto. Sin duda, el poeta lo consigue con un humor y un élan
que el filósofo no puede igualar. Sin embargo, la insistencia de Jaspers en los
ideales de la existencia filosófica que son difíciles de articular y que son
definitivamente inconmensurables (de hecho, ampliamente irremisibles en el
mercado de las preocupaciones del día a día) me conmueve profundamente, no
menos por el hecho de que Jaspers
realmente parece haber vivido su vida en estos enrarecidos planos morales y
conductuales. ¿Qué mejor prueba podría haber que el ejemplo y la vida corpórea?
Siempre esta sintonización permanente con los temas del
carácter en Jaspers. En adecuadas palabras de Bormuth, las posibilidades y
perspectivas relativas a la vida "éticamente consistente"[3]
-un ethos y modo de ser en el mundo, sugiere Jaspers, que se encuentran
solamente en "los círculos más pequeños" de "la dirección de la vida
individual enraizada trascendentalmente" (LCM 45). La capacidad de
irradiar humanidad -consecuencia, explica en detalle Bortmuth, de una
"forma de vida moralmente convincente conformada a través de la reflexión
filosófica"(LCM 30). Y en
relación con esto, un entendimiento de la religión como inextricablemente atada
al comportamiento -"forma en movimiento"[4],
musita Beckett, o en el léxico de Jaspers, la "eticización" (LCM 49) de la fe. Como nuestro William
James[5],
Jaspers apunta hacia la penumbra de la conciencia y la experiencia, ese perenne
llamado jamesiano "bordeado por un 'más'". Y lo mismo que James, el
valor efectivo aquí (estos individuos valoran de modo muy diferente que muchos
de nosotros) en términos de la dirección de la vida: la rarefacción del
carácter y su proclamación en la amistad auténtica y en el santificado lugar
del hogar.
Tradiciones
carismáticas -la Universidad y la "vida del hogar"
Jaspers es igualmente resonante en relación a la educación
y a la comunión no autoritaria y, ciertamente, al carisma (lo que Nietzsche
llama "estilo") de aquello a lo que él se refiere, de modo
persistente, como una filosofía de la enseñanza que apunta, más allá de la
transmisión del conocimiento finito, a la catalización de la "fe
real" (LCM 55). El más auténtico
maestro es tal vez semejante al maestro Zen que señala a la luna; resulta
imperativo que los estudiantes se abran a los significados e imágenes más
grandes, sin quedar excesivamente atrapados en el dedo del maestro. El maestro
experto, como el psicoterapeuta efectivo, es una figura intermediaria que se
mantiene atento a su rol, que aunque digno,
resulta definitivamente transitorio. El pianista sudafricano Abdullah
Ibrahim, muy involucrado en la educación de su tierra nativa con la música en
el primer plano de predominio curricular, habla en este sentido de una palabra
encontrada en el mundo del jazz (en su mejor momento, la esfera similarmente
exaltada de la existencia con una conciencia, un lenguaje y un ángulo de la
realidad muy propios): trance-mission (Nota
de la traductora: en inglés, en el original. Se trata de un juego de palabras
donde "trance" -éxtasis, o
trance en castellano- se pronuncia de modo similiar a
"trans"). ¿Se entiende? La conciencia que salta un vacío, de
Ellington a Ibrahim y, desde allí, de modo concebible, a nosotros. Ibrahim
propone el propio jazz como modelo de la ética y la comunidad para el siglo
veintiuno. Si se juzga por las conversaciones que rutinariamente se atestiguan
en el jazz (algunas de las más emocionantes muestras de reverencia y ejecución,
imaginación y disciplina, tradición y novedades imaginables) y se comparan
estas a lo mucho que observamos en ámbitos prosaicos, la cuestión resulta
instructiva, por decir lo menos. Hojeando Man
in the Modern Age, de Jaspers, con Coltrane en el stereo, una pareja
simpatética, mutuamente edificante.
Las exhortaciones de Jaspers relativas a la psicoterapia
y al santificado lugar del encuentro también son ricas en evocación: "comunicación
existencial" sin "el menor ejercicio de fuerza", exhorta
Jaspers; "auto-reflexión libre de toda compulsión", repite Bormuth (LCM 31). Además, el interés de Jaspers
por el "buen psiquiatra", que no obstante es bueno sólo "para un
cierto círculo de individuos" (LCM 34),
con quienes ese psiquiatra es especialmente compatible. Cuán curiosamente
circunspecto, inclusive modesto, en este mundo feliz de terapistas expertos que
entrenan confiadamente al auto-ungido en el arte y la técnica unificados de la
psicoterapia existencial, en tres o, tal vez, doce fáciles lecciones (si usted
puede realizar los pagos requeridos, usted no va a fracasar), o los Yaloms y
los Wilbers del globo, que pareciera que trabajan infatigablemente tras la
escena para institucionalizarse a sí mismos en los rincones más remotos de la
mentalidad pública adoradora. Mientras James y Jaspers buscaron investigar
seria e interiormente en tal terreno centrífugo y difícil y no estaban
gobernados por pensamientos de autoengrandecimiento, el elenco actual de
personajes busca al final dividir y vencer, plantando banderas con sus propias
reflexiones y cercando su terreno. Empáticamente, Jaspers es la voz
quintaeseencial de la conciencia ante tales cosas. No es que él carezca de ego,
sino más bien que él carece notablemente de vanidad. La filosofía de la
existencia de Jaspers no se encuentra muy interesada en asuntos de popularidad,
o de política disciplinaria, o de patrimonio definitivo.
En lo concerniente a Freud, no dudo que Jaspers fue simultáneamente
el hombre más profundo y visionario. Su voz tiene su base en principios y es
solitaria, un hombre que en palabras de Nietzsche no es para muchos, sino para
pocos. Me parece que Freud es uno de los grandes arquitectos psicológicos del
Sistema, su ambicioso proyecto, que al final
-sin importar lo brillante que pueda ser- se arriesga a exagerar y a
sobrevalorar con un ojo insuficientemente atento a sus propias fallas humanas.
Con seguridad, Jaspers se hace demasiado estridente, incluso abiertamente
provocativo, en un rechazo que se niega a abordar los múltiples matices y
afluentes. Aún así, su crítica relativa al gran arquitecto no es del todo
totalmente inmerecida: como nos avisa Henrik Ibsen, tales proyectos se
arriesgan a una inflación inevitable y de ahí, al accidente y la quemadura de
la vanagloria. Otto Rank, que conoció íntimamente a Freud, mantuvo después de
todo una opinión similar y, de hecho, presagia a Jaspers en su sintonía en la
profundidad y en los aspectos emocionales del encuentro terapéutico -Heilung aus der Begegnung (curación a
través del encuentro) en la inspiradora frase de Buber[6].
El regalo de despedida de Rank a Freud al ser excomulgado del Círculo serían
los escritos recogidos de Nietzsche, encuadernados en cuero blanco, una colección
de escritos que Freud conservó hasta su lugar de descanso final en Londres. Los
dos antiguos amigos, sin embargo, nunca volvieron a hablarse.
Jaspers acerca de la
Trascendencia oculta (como lo opuesto a "desaparecida")
Kafka, lo mismo que Jaspers, tuvo sólo unos pocos amigos
a lo largo de su vida. Uno de los más interesantes fue Gustav Janouch, un joven
aspirante a escritor que, durante un periodo de tiempo cuando Kafka estaba en
su treintena, regresaba a su hogar diligentemente después de cada uno de sus
muchos encuentros para apuntar todo lo que decía el hombre mayor. En una
ocasión, la siguiente discusión sobrevino:
"¿Usted quiere decir que la Verdad siempre está
cerrada para nosotros?"
Kafka se mantenía silencioso. Sus ojos se habían hecho más
pequeños y oscuros...Por algunos momentos contempló la punta de sus dedos, que
descansaban sobre la mesa. Entonces dijo apaciblemente:
"Dios, la Vida, la Verdad -son sólo nombres
diferentes que damos a un solo hecho".
Lo presioné más: "Pero, ¿podemos captarla?"
"La experimentamos", dijo Kafka, con una voz
ligeramente preocupada. "El hecho al cual damos nombres diferentes y al
que tratamos de aprehender a través de varios procesos del pensamiento permea
nuestras venas, nuestros nervios, nuestros sentidos. Se encuentra dentro de
nosotros. Tal vez por esa razón es invisible. Lo que realmente podemos captar
es el misterio, la oscuridad. Dios mora en ella. Y esto es algo bueno, porque
sin proteger la oscuridad podríamos tratar de superar incluso a Dios. Esta es
la naturaleza humana".[7]
Y este pasaje ilumina también, como el de Dylan, pienso,
a través de la asociación, los mensajes y códigos esotéricos de Jaspers. Las
"cifras de la trascendencia"[8] de Jaspers no pretenden la gnosis, sino más
bien, continúa Bormuth, "incitar al individuo a comprometerse en un
proceso interior de apropiación"[LCM
47]. Uno sigue admirablemente a Jaspers hacia los alcances adicionales del
conocimiento y la conciencia sólo para ser devuelto al final, como debe ser
inevitablemente, a la sobria responsabilidad de nuestras propias mismidades
tumultuosas de carne y sangre.
Una vez más se enfatiza la santidad de la vida privada y
sobriamente enrarecida. Bormuth escribe convincentemente de "la virtud de
un cosmos primariamente interno, investido de significación, que es
independiente de la sociedad y nunca puede adquirir contornos claros en la
esfera pública"(LCM 48). Sí, creo
que él y Jaspers se hallan en algo impregnado de cordura, más aún en estos
tiempos modernos de "imaginología" y selfies, grafomanía y la NSA (nota de la traductora: Agencia de Seguridad
Nacional). La conductade la vida de la existencia filosófica reconocida
únicamente sobre la base de la "acción moral excepcional" (LCM 53). Como en el Sermón de la Montaña
de Jesús (aunque no pienso que Jaspers sea especialmente humilde), esto es
decididamente algo distinto que el show público de la virtud. Nietzsche lo pondera en su cuaderno:
He hallado fuerza donde nadie la busca: en la gente
simple, moderada y agradable, sin el menor deseo de mando...y a la inversa, el
deseo de mando me ha parecido con frecuencia como un signo de debilidad
interior: ellos temen a su propia alma esclava y la envuelven en un manto
regio...Las naturalezas poderosas dominan, esto es una necesidad, no necesitan
levantar un dedo. Aún cuando durante su vida se entierran en un invernadero.[TBT 96]
La santidad de la pequeñez y de la condición privada
propia -otra invocación, la nada menos que espiritual, poco moderna y casi
olvidada verdad filosófica.
A lo largo de la obra de Jaspers se encuentra sugerido el
lugar del sufrimiento. "La verdad puede causar dolor, y llevarlo a uno a
la desesperación. Pero es capaz -simplemente en virtud de ser verdad...de
proporcionar profunda satisfacción: después de todo hay verdad"[9]. He aquí, como lo expresa pulcramente Bormuth, las
perspectivas de vivir sin un "refugio metafísico" (LCM 3). Y en relación a esto, el lugar
del fracaso: "Privado de su mundo por la crisis", escribe
Jaspers, "el hombre tiene que
reconstruirlo desde el inicio...Esto abre para él la suprema posibilidad de la
libertad, con la alternativa de hundirse en la nulidad"[10].
"Ambas alternativas", declara rotundamente, "son posibles"(PE 28).
Además, la valoración simultánea de Jaspers del método científico y de las
humanidades, más amplias: "la Escila de la 'mitología del cerebro'
científica y la Caribdis de la 'psicomitología' hermenéutica" (LCM 12).
Cada una tiene su deber, no obstante, como Bormuth nos informa, la primera
especialmente. Gran parte de la literatura de la tercera fuerza en psicología
(y tal vez también la literatura psicoanalítica) se mantiene compulsivamente
desatenta respecto a los ámbitos biológicos. El resultado no es sólo el riesgo
del abandono intuitivo sin fundamento, sino, irónicamente, un reduccionismo
concebido humanísticamente del todo
particular. Hay aquellos que mantienen que tal Polianismo lanudo conduce por sí
mismo, en su incansable ingenuidad y en su final inexorable, al campo de
concentración. Me parece que hay graves riesgos de desatención a ambos extremos
de la dialéctica, y Jaspers es el antídoto principal a esta clase de cosas. ¿
Por qué en los Estados Unidos, siempre es Heidegger y raramente Jaspers? Sí, él
pierde la calma aquí y allá y no le faltan puntos ciegos, pero esto es humano,
un elemento demasiado humano del cual somos todos herederos. Golpea tantísimas notas arriba y abajo a lo
largo del espectro del ser, y el método no se descuenta. Ni el valor de una
vida dada, valorada en sus límites terrenales en términos de la dirección de la
vida por la cual ha sido engendrada y tipificada.
Y finalmente, hay el lugar de la culpa. "Ningún
hombre", observa Jaspers, "puede contemplar su imagen en el espejo
sin alguna perplejidad o consternación"; "cuanto más vigorosamente él
aspira más sensible será a la presencia de algo otro que los elementos de
ambición en él mismo"(LCM 49).
Todas estas observaciones y percepciones se agrupan insistentemente en torno
a los temas generales del carácter y el
comportamiento. Como digo, de modo pintoresco y sin embargo por esta misma
razón, temas concebiblemente oportunos, incluso prescientes, fundamentales y
generales.
En el Principio está
mi Final
Permítaseme concluir volviendo a mi frontispicio y a
Kafka, quien en conversación con su juvenil acólito Gustav Janouch también
medita sobre la conciencia y la dirección de la vida. Contemplando una
traducción alemana del Tao te Ching que
el joven le había traído, Kafka musita:
"Ellos deletrean -como usted puede ver aquí-
transcripciones de la realidad de traducciones del chino antiguo, en vez de
leer silenciosamente el texto original de sus propias vidas y
responsabilidades. Pare ello, el día antes de ayer parece ser más accesible que
el de hoy. Pero la realidad nunca y en ninguna parte es más accesible que en el
momento inmediato de la vida propia...Todo lo que esto garantiza es lo que es
superficial, la fachada...uno tiene que pasar a través de esta. Entonces todo
se hace claro."
"Pero ¿cómo se hace? ¿Cómo se procede? ¿ Hay alguna
guía segura?"
"No, no hay ninguna", dijo Kafka, moviendo su
cabeza. "No hay ningún mapa de ruta en el camino hacia la verdad. Lo único
que cuenta es emprender el riesgo de la dedicación total. Una prescripción
implicaría ya una retirada, la desconfianza, y con eso el comienzo de un camino
falso. Uno debe aceptarlo todo pacientemente y sin temor. El hombre está
condenado a la vida, no a la muerte". [CWK
156]
Sí, pienso que el poeta Kafka, cuyas hermanas -como las
de Freud- perecieron en los campos de concentración, merece igualmente un lugar
en la Iglesia o en la Sinagoga filosófica de la existencia de Jaspers.
Epílogo
El especialista, crítico y traductor de la literatura
clásica William Arrowsmith escribió una vez un homenaje singular para el
cineasta Michelangelo Antonioni, en el que expresaba su esperanza en una
eventual "poética de la crítica", "una crítica diseñada para
hacer más que reportar y enjuiciar su objeto artístico, sino más bien responder
a éste como un eco, para iluminarlo, incluso para celebrarlo". Continúa,
necesitamos no una crítica autónoma, como parecen
defender los teóricos, sino una crítica que...nos diga cómo esa obra nos hace
lo que hace, cómo en sus límites últimos puede incluso mejorar la obra
completándola en el acto de la comprehensión"[11].
Es este espíritu de gratitud y de interlocución lo que
ofrezco en esta ensoñación sobre el impresionante estudio de Matthias Bormuth
-como respuesta resonante y de espíritu libre ("nosotros los de espíritu
libre", proclama en algún lugar Nietzsche), inspirada en la obra original.
Realmente, este libro estimula la contemplación de un código profundo y etéreo.
Y entonces tal vez no me encuentro en la sala de conferencias equivocada; la
poesía, después de todo, puede también hacer esto con frecuencia. ("Practico una fe que ha sido abandonada hace tiempo", canta Dylan[12],
simpatéticamente, en líricas más recientes: "No hay altares en este camino
largo y solitario".) Mi única queja es que el ejemplar del editor que
envió Helmut llegó una semana después de que yo lo había comprado ya en
internet. La etiqueta del precio, después de todo, es casi tan elevada como sus
temas. La sabiduría esotérica, Dios sabe, raramente resulta barata.
[1]
Friedrich Nietzsche, "The Birth of Tragedy," en Basic Writings of Nietzsche, ed. Walter Kaufmann, New York: Modern Library 1968, pp. 1-144, aquí p.98. [En lo que sigue citado como TBT]
[2]
Ralph J. Gleason, "Bob Dylan, 1967", en The Rolling Stone Interviews: Talking with the Legends of Rock &
Roll, 1967-1980, ed. Peter Herbst, New York, NY: St. Martin's Press/
Rolling Stones Press 1981, pp. 10-19, aquí p. 14.
[3]
Matthias Bormuth, Life Conduct in Modern
Times: Karl Jaspers and Psychoanalysis, Dodrecht: Springer 2006, p. 49.[En
lo que cigue citado como LCM]
[4]
Citado en Shimon Levy, Beckett's Self-referential Drama: The
Sensitive Chaos, Brighton, Great Britain and Portland, OR: Sussex Academic
Press 2002, p. 34.
[5]
William Gavin, William James and the
Reinstatement of the Vague, Philadelphia, PA: Temple University Press 1992,
p. 17.
[6]
Martin Buber, "Healing Through Meeting", en Martin Buber on Psychology and Psychotherapy: Essays, Letters, and
Dialogue, ed. Judith Buber Agassi,
Syracuse, NY: The Martin Buber Library 1999, pp. 17-21.
[7]
Gustav Janouch, Coversations with Kafka,
trad. de Goronwy Rees, London: Quarter Books 1985, p. 63.[En lo que sigue citado
como CWK]
[8]
Karl Jaspers. Philosophical Faith and
Revelation, trad. de E. B. Ashton, New York: Harper & Roww 1967, p.136.
[9]
Karl Jaspers, Philosophy of Existence, trad. de Richard E. Grabau,
Philadelphia, PA: University of Pennsylvania Press 1971, p. 33.[En lo que sigue
citado como PE]
[10]
Karl Jaspers, Man in the Modern Age,
trad. de Eden y Cedar Paul, Garden City, New York: Anchor Books 1957, p. 194.
[11]
William Arrowsmith, Antonioni: The Poet
of Images, New York, Oxford: Oxford University Press 1995, p. 19.
[12]
Bob Dylan, The Lyrics Since 1962, New
York, NY: Simon & Schuster 2014, p. 853.
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