Czeslawa Piecuch
Universidad Pedagógica, Cracovia, Polonia
cechnap@op.pl
Agradecemos a la autora, Czeslawa Piecuch, y al presidente de KJSNA y editor en jefe de la revista Existenz, Helmut Wautischer, su apoyo para publicar en este sitio la presente versión en español, realizada por Gladys L. Portuondo del original en inglés, según ha sido publicado en: Czeslawa Piecuch, "Evil as the Gosthly Doppelgänger of Good in Karl Jaspers", en: Existenz, An International Journal in Philosophy, Religion, Politics, and the Arts, Vol. 11, No 1, Spring 2016.
Resumen. La originalidad del pensamiento de Karl Jaspers se
encarna en su noción del mal como "doppelgänger (réplica,
nota de la traductora) espectral del bien". Jaspers argumenta que el bien
y el mal están conectados inextricablemente: el bien se revela a sí mismo en la
batalla contra el mal, mientras que el mal es la respuesta a la tentación del
bien. Según este concepto, destruir uno de ellos implica también destruir el
otro. Si bien dicha noción puede tener una implicación pesimista para la
posibilidad del perfeccionamiento moral, también conlleva la convicción
optimista de que el mal nunca puede conquistar completamente el mundo. La
cuestión que queda por examinar es si la interconexión del bien y el mal en la
vida y la acción humana puede reconciliarse con otra idea de Jaspers, esto es,
la de su oposición esencial. La respuesta es afirmativa cuando es vista desde
la perspectiva de la Transzendenz.
Palabras clave: Jaspers, Karl; Kant, Inmanuel; bien; mal; infortunio; doppelgänger espectral; libertad; Existenz; Transzendenz; sinceridad.
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Las especulaciones de Karl Jaspers acerca del mal humano
(Unheil) tienen dos aspectos: uno
existencial y uno metafísico. El primero concierne a la Existenz humana y el último, a la estructura del mundo. Estos dos
aspectos se encuentran estrechamente interconectados, como también es el caso
de otras importantes categorías en su filosofía. En Chiffern der Transzendenz (1961), Jaspers diferencia dos ámbitos
dentro del mal en su conjunto: el mal que surge de los horrores de la
naturaleza (Übel) y el mal que
resulta de la acción humana (Böse)[1].
Él establece esta distinción con referencia a la libertad: una forma del mal
proviene de las ciegas necesidades de la naturaleza (Übel), mientras la otra forma se deriva de las decisiones humanas
conscientes (Böse). La primera no
depende de las decisiones hechas por los seres humanos, sin embargo, la última
es obra del hombre. A pesar de esta importante diferencia dentro del hombre
como un ser simultáneamente natural y espiritual, estas dos clases de desdicha
están interconectadas; en el hombre, lo que le es dado por naturaleza se mezcla
con lo que él hace a partir de su propia voluntad libre. Al mismo tiempo, estas
dos clases de mal son vistas así sólo desde el punto de vista del hombre, en
tanto la naturaleza como tal no es mala en sí misma, pero puede percibirse de
este modo desde la perspectiva humana. Jaspers añade, de modo misterioso, que
están relacionadas. Podemos asumir que es así porque, tomadas conjuntamente,
ellas definen la conditio humana.
El mal moral (Das Böse)
Empezaremos con la discusión del mal resultante de la
acción humana. la cual está sujeta al juicio moral, con la reserva, no
obstante, de que al vincularlo con la Existenz
humana, Jaspers le otorga una dimensión existencial y, por lo tanto, este
pierde su carácter puramente ético[2].
En el segundo volumen de su Philosophie (1932), Jaspers dedica cierta atención al mal (Böse) que resulta de la acción, con lo
que él intenta encontrar sus raíces en la voluntad humana[3].
Se requiere notar que Jaspers claramente vincula la libertad humana al bien,
cuando declara que la voluntad es libre sólo cuando elige el bien, mientras que
cuando se convierte en mala queda sujeta a la esclavitud. En relación a esto él
difiere de Kant, quien afirma en su obra Religion
Within the Bounds of Bare Reason (1793-4) que el mal no puede ser el
objetivo de la voluntad, porque el hombre que desea el mal sería idéntico al
demonio. Según Kant, el hombre no posee una mente maliciosa que podría desear
el mal por el mal mismo, aunque como nota Jaspers, en Kant "el hombre sólo
vive en la indecisión"(lebt nur im
Widerstreit, CT 25)[4].
En contraste con Kant, Jaspers ubica la mala voluntad en el hombre, llamándola
"la negatividad de su volición"(Negativität
seines Wollens). Por la misma razón, él no considera el mal como un
fenómeno demoníaco, sino humano.
Por consiguiente, la mala voluntad existe según Jaspers,
y esto es decisivo para la naturaleza del mal porque sin esa voluntad este no
existiría. Jaspers insiste, "es la sola
voluntad la que puede ser mala"
(P II 170, énfasis en el original).
Es la voluntad la que trae el mal al mundo y el mal, separado de ella, no es
inherente a entidades físicas o espirituales. En esta conceptualización de la
mala voluntad encontramos la resonancia de las principales premisas aplicables
a la filosofía de la humanidad de Jaspers. En su concepto, el punto esencial de
la "buena voluntad" es la "posible Existenz" (mögliche
Existenz), que es la base del ser personal; Jaspers equipara la buena
voluntad con la búsqueda de la realización de la existencia y, a la inversa, la
mala voluntad con la aniquilación de la Existenz
a favor del Dasein. Declara, "el mal es la voluntad que se dirige contra
la posible existencia"(P II
171). Esto significa que la libertad, cuando se subordina al Dasein empírico, se aniquila.
En esta concepción de Jaspers se revela una paradoja
peculiar: la voluntad, como disposición al mal, conduce a la negación del sí
mismo. Al negar la Existenz la
voluntad niega su propia libertad, en tanto la libertad propiamente dicha (eigentliche) se considera equivalente a
la Existenz en la filosofía de
Jaspers. Esto deja claro que la voluntad es libre sólo en la medida en que es
buena, mientras que la mala voluntad deja de ser libre. A su vez, Jaspers llega
a declarar que en este caso la elección no existe: la voluntad no elige entre
el bien y el mal, sino que es voluntad sólo como buena voluntad, mientras que al
querer el mal ya no es voluntad; se vuelve sobre sí misma, es "el volverse
contra sí misma"(Umkehr gegen sich
selbst) y una contra-libertad (Gegenfreiheit).
En lo que sigue abordo las consecuencias de la diferencia
entre la buena y la mala voluntad. La buena voluntad conduce al ascenso (Aufschwung) de la Existenz hacia la
Transzendenz, mejorando de este modo el desarrollo personal, siendo sí mismo;
el amor al ser es su sustancia. A la inversa, la mala voluntad sustituye la Existenz con el Dasein; se centra en la supervivencia empírica, rechazando así al
verdadero ser y delatándose por el odio
a este último. La dicotomía básica aquí visible de estas dos aspiraciones
resulta significativa para nuestra discusión: por un lado, el esfuerzo
incondicional por el bien con base en la libertad y en el amor al ser verdadero,
el "querer el ser" (Wille zum
Sein), que expresa la nobleza del ser humano, y por el otro, esforzándose
por el mal, esclavizada y permeada con el odio hacia el ser, característico del
Dasein vacío, el "querer la
nada" (Wille zum Nichts). La
primera progresa en comunicación con otra persona, en tanto en la última la
falta del propio ser verdadero significa también la pérdida de conexión con el
otro; la libertad contra la esclavitud; el amor contra el odio; el ser
verdadero contra la nada. En esto se revela la diferencia significativa entre
el bien y el mal según Jaspers -a esto volveremos más adelante.
La voluntad esencialmente
mala (Im Grunde böser Wille)
Otra diferencia significativa, de acuerdo a Jaspers, entre
la buena y la mala voluntad puede encontrarse en relación al sujeto del
conocimiento. Como Kant y Sócrates antes que él, Jaspers también sostiene la
creencia de que el conocimiento es el camino hacia el bien, y que de hecho son
uno y lo mismo. Esto corresponde al conocimiento de lo que es bueno y de lo que
es malo, lo que en la perspectiva de Jaspers se obtiene en la comunicación con
otras personas. Sin embargo, cuando se trata de la mala voluntad, se pueden
notar diferencias interesantes. En contraste con Sócrates o Kant, que creían
que la falta de conocimiento es el origen del mal, Jaspers mantiene que el mal
nace cuando "con conocimiento la voluntad se vuelve contra sí misma"(P II 172). Su creencia es que el hombre
puede desear el mal conscientemente, y en esta forma su voluntad se hace mala:
"Ha de ser la mala voluntad la que hace esto, y simultáneamente conoce de
su acción o es capaz de conocerla"(P
II 172). Al mismo tiempo, Jaspers encuentra
que es inconcebible que este mecanismo de la voluntad se vuelva contra sí mismo
y contra todo ser, como destructivo impulso de la voluntad hacia el mal[5].
Él presupone que debe ocurrir de este modo alguna supresión enigmática del deseo del conocimiento
verdadero . Este es uno de los varios enigmas o
aspectos sin explicación en el pensamiento de Jaspers.
Como es bien conocido, Kant consideró esto de modo
diferente: inicialmente, en su filosofía crítica, él se centra sobre todo en el bien, y el bien, según Kant y Sócrates, resulta de la concordancia
entre la voluntad y la razón. Esto es por lo que el bien brota de la voluntad
que está sujeta a la razón, la cual ha descubierto la ley moral. En ese momento
la creencia de Kant en la razón como el origen del bien prevalece, el bien que
permite a la humanidad construir "el
reino o el ámbito de los fines" (Zweckreich)
como se presenta en Fundamentos de la
metafísica de la moral (1785). En este periodo, Kant presenta una filosofía
optimista del bien, su ética es la ética del bien, él no se ocupa del conflicto
entre la voluntad y la razón, ya que la buena voluntad es el bien en sí mismo. Kant
apuesta por el progreso en tanto declara
que la razón humana está avanzando hacia un mundo mejor. No es hasta su obra La religión dentro de los límites de la mera
razón que él aborda el asunto del mal[6].
Empieza allí sus especulaciones con una declaración básicamente pesimista,
esto es, que el mundo se revuelca en el mal. En esta oportunidad vemos el
cambio en su posición, en tanto él se da cuenta de que el mal no puede
explicarse racionalmente; para él, este se convierte en un enigma[7].
Cuando Jaspers examina el concepto del mal radical de
Kant (das radikal Böse), subraya que, según Kant, la propensión al mal corresponde a la
libertad humana, por lo que surge esta inversión específica, es decir,
que el cumplimiento del deber se hace dependiente de la realización de la
felicidad. Jaspers escribe: "Él [el hombre] ejecuta la inversión (perversión)
de la relación condicionante"[8]. La
voluntad que hace que la búsqueda de la felicidad sea la condición para seguir
la ley moral en vez de hacer que el seguimiento de la ley moral sea la condición de la
felicidad, resulta en que lo que es incondicionado, se vuelve condicionado.
Jaspers señala que para Kant la "propensión al mal pertenece al hombre en
cuanto hombre"(RB 112) y, debido
a que el mal se vincula a la libertad del hombre no puede ser erradicado.
No obstante, a pesar de ello, Kant ve la posibilidad de encontrar un camino
conducente desde el mal radical hacia la buena voluntad a través de la
"revolución de la actitud interna", que es la transformación de la
propia voluntad, lo cual él iguala, por decirlo así, a la recreación o
reconstitución del hombre. Pero también aquí llegamos a un enigma, en tanto
Jaspers subraya que el origen de esta propensión al mal radical es uno de los
grandes misterios en Kant que no puede explicarse lógicamente; de modo
similar, tampoco se explica la transformación anteriormente mencionada que, en
su opinión, traslada el problema del mal en el pensamiento de Kant hacia el ámbito de
la teología cristiana (RB 125-6).
De modo similar a Kant, Jaspers declara que "el mal
es parte de nosotros" (unser Teil
ist) [9] y por tanto, él se opone a su objetivación
y a su tratamiento como si fuese algo externo al hombre y como si, de este modo,
sus consecuencias pudieran ser evitadas. Como Kant, Jaspers cree también que no
hay en el mundo un poder maligno, un mal demoníaco, sino que sólo hay un mal
humano, al que describe como ordinario. En su concepción este mal ordinario brota
de la falta de incondicionalidad en la acción humana. Y aún así, es este mal
humano, en tanto se aparta conscientemente del bien, lo que se aproxima al mal
demoníaco -por decirlo así, como si el propio demonio estuviese involucrado. Y
aquí llegamos otra vez a un enigma que desciende a los fundamentos mismos de la
voluntad humana: percibir en sí mismo esta posibilidad de la voluntad de
apartarse conscientemente del bien, de desear voluntariamente el mal, conduce
al hombre a una posición en la que él tiene que afirmar de sí mismo: "Yo me comprendo a mí
mismo en mi voluntad como esencialmente malo"(P II 173)"[10].
La acción recíproca
entre el bien y el mal
No obstante, en mi valoración la originalidad de la
concepción del mal en Jaspers consiste, por encima de todo, en sus reflexiones
sobre la interrelación entre el bien y el mal. Sorprendentemente, Jaspers
afirma que el bien y el mal no sólo están ligados inextricablemente al ser
humano, sino que también son inseparables entre sí. Por lo tanto él rechaza no
sólo la antigua tradición eudemónica que proclama la posibilidad de lograr la
perfección moral absoluta, sino también la concepción de que el mal puede ser
superado -una concepción a la que se adhirió Kant temporalmente-, por ejemplo,
por vía del progreso, del aprendizaje o de la autoeducación, como resultado de lo
cual el hombre sería capaz de poseer por siempre la bondad y la humanidad
podría alcanzar realmente la paz perpetua.
En este punto resulta útil recordar que Jaspers considera
que el mal es insuperable, y aún así, argumenta, uno no debe rendirse a este,
porque la esperanza de vencer el mal desencadena la lucha contra el mismo y -aunque
sólo momentáneamente- trae la victoria. Durante esta lucha -y esta es la clave-
el bien se revela en sí mismo. Jaspers concede, "en tanto el mal no es
destruido, y sólo en la lucha contra este el bien se convierte en
realidad"(P II 173).
Esta conexión del bien y el mal constituye la
característica básica de la comprensión de la posición del hombre en el mundo por
Jaspers: "él no puede nunca comprenderse verdadera y puramente, nunca
perfectamente, nunca de modo autosuficiente"(PGO 317). Esto resulta así, porque, según Jaspers, incluso la misma concientización de la
victoria sobre el mal contiene un elemento de mal, que brota del estar contento
consigo mismo por ser bueno -incidentalmente, Kant mencionaba ya esto como una
posible forma del mal. Jaspers añade a esto que la victoria sobre el mal no es
nunca el éxito de un solo individuo y también, que en cierta forma, dicha
victoria tienta al mal.
Aquí vemos que se encuentra el origen de esta situación
límite que Jaspers denomina la culpa total, incomprensible e indeleble. La
culpa nace de la conciencia de la carencia de pureza absoluta de las propias
acciones, mientras que Jaspers llama a la falsa creencia en dicha pureza
"el orgullo de un hombre de mente estrecha" que no percibe las
ambigüedades y la variedad de motivos en sus acciones[11].
Para Jaspers, sólo la combinación del bien y el mal
determina el destino del hombre:
La historia del mundo muestra ambiguamente sus aspectos
cambiantes: el crecimiento de las grande figuras y creaciones, el progreso del
entendimiento y su aplicación práctica resultante del conocimiento y las
invenciones, los cambios de las circunstancias en general, observando el
proceso de destrucción que todo lo conquista hasta que, incluso, la
velocidad creciente se aproxima a la
condenación, que ya no ocurre en la singularidad, sino en relación al todo.[PGO 313]
La interrelación específica entre el bien y el mal se
refleja en la poderosa afirmación de Jaspers de que el mal es el Doppelgänger
espectral (der gespenstige Doppelgänger) del
bien (P II 174). Esta denominación
significa que el bien tiene precedencia lógica. Significa por tanto, en primer
lugar, que el mal necesita al bien como su prototipo, al cual distorsiona; y en
segundo lugar, que la presencia del bien provoca que el mal lo distorsione, ya
que una réplica no puede preceder a su prototipo. Y una vez más, esto
demostraría que el bien no podría tener lugar en su forma pura en el mundo,
sino que siempre está acompañado por su sombra espectral, que socava el
carácter absoluto del bien. Una conclusión pesimista se sigue de la sentencia de
Jaspers, esto es, que el bien y el mal se necesitan uno a otro, pero además, en
cierto sentido, que el bien es dependiente del mal.
A partir de esto seguirían conclusiones adicionales: si
el bien y el mal co-crean la situación humana y ninguno de ellos tiene lugar
aisladamente, entonces el mal necesita al bien a fin de distorsionarlo, en
tanto el bien lucha contra su distorsión. Esta es la razón por la que Jaspers
nos llama a ser vigilantes. Aunque pareciera que el bien y el mal son fundamentalmente
diferentes, como hemos tratado de demostrar anteriormente, en Jaspers ellos se
encuentran misteriosamente intervinculados en el mismo centro del ser humano,
así que uno se transforma fácilmente en el otro. Por supuesto, estamos aquí
interesados en la vigilancia frente al mal, que como he indicado antes, se
encuentra contenido en la posibilidad de esclavizar la voluntad por medio del Dasein empírico: al no oponernos a este
contribuimos efectivamente a su victoria.
La vigilancia también es importante en otro respecto,
porque como cree Jaspers, esta ocurrencia del bien y el mal puede causar la
ilusión de que el mal contiene alguna verdad que pudiera atraernos. "Esto
se encuentra en el límite humano: la ley del día no gobierna en la pasión de la
noche. Ellas son mutualmente excluyentes. Pero en lo profundo ellas dependen
una de otra" (PGO 317). Por
consiguiente, en un hombre puede nacer el deseo
de seguir sin compromiso muchas direcciones contradictorias. Jaspers
habla en este contexto de "un deseo peligroso de acceder a todos los
dioses y demonios, aunque sin subordinarse a ninguno de ellos"(PGO 317).
Podemos ver que las descripciones de Jaspers atestiguan
su profundo conocimiento del alma del hombre. Parece como si él colocara, de un
lado, dos poderes maniqueos antiguos, cósmicos, los dos dioses -la luz y las
tinieblas- dentro del alma humana, en donde interrelacionados eternamente
luchan su batalla sin fin. Y sin embargo, de otro lado, encontramos
afirmaciones inescrutables de Jaspers que parecen situar estos poderes fuera
del hombre, por ejemplo, cuando escribe que "la realidad del Dasein de los humanos parece estar
determinada por algún destino más allá de toda libertad, en el que la libertad
misma constituye un factor que causa aquello que no es querido" (PGO 314). Esto, de modo similar a los
enigmas antes mencionados, nos lleva a preguntarnos si el mal, según Jaspers,
es de hecho ordinario y humano en su carácter, o si es extraordinario y
sobrehumano.
Estas preguntas brotan de un grado de incertidumbre que
es notable en la concepción de Jaspers: de una parte, Jaspers cree que el mal
es real, un caso objetivo de la voluntad, un alejamiento de la voluntad
respecto a la Existenz y su sujeción al Dasein.
De otra parte, tenemos su definición del mal como una réplica y, por lo tanto, como algo
secundario al bien original. Él también se refiere al mal en términos del
"fantasma que está allí casi como tras las espaldas de la buena
voluntad"(PII 172), como un tipo
de aparición y, por tanto,como algo que parece no ser enteramente real. Esas
denominaciones parecen aminorar el mal, de modo similar a la afirmación de
Jaspers de que el mal humano es ordinario y no algún mal absoluto con una
grandeza propia. Él sostiene que "lo que es demoníaco en tanto opuesto a
lo digno de alabanza poseería una grandeza que no puede ser real en el
mundo" (Das Teuflische wäre als das
Widergöttliche selbst von einer Grösse, die im Dasein nicht wirklich sein kann),
y añade, "si el mal se hace real, entonces ya es incierto y no puede ser
mal absoluto por más tiempo"(PII
172). Esto crea la impresión de que Jaspers reconoce alternativamente el mal
como un reflejo meramente distorsionado del bien y también como un poder
oscuro, independiente del hombre y expresado en el ya mencionado Verhängnis (destino fatal, nota de la traductora) al que está sujeta la
libertad. A favor de la primera versión, que coincide con Kant al afirmar que
el mal tiene una dimensión humana y no demoníaca, observamos que Jaspers, lo
mismo que Kant, ve las raíces del mal en la dependencia de la realización
existencial del Dasein-felicidad, lo que
acercaría a Jaspers al "mal radical" de Kant[12].
Podemos aducir a favor de la segunda interpretación sus afirmaciones sobre el
destino, sobre el alejamiento misterioso, consciente, de la voluntad respecto
al bien, sobre el descubrimiento dentro de uno mismo de la "voluntad
esencialmente mala", o incluso la afirmación de que la maldad humana se
aproxima a la maldad demoníaca.
Otra discusión se deriva de la interrelación entre el
bien y el mal, que parece nublar los límites entre los dos conceptos e
introducir así la relatividad. Esto último contrasta con la posición de Jaspers
sobre la realidad y carácter absoluto del mal y su creencia de que hay una
diferencia fundamental entre el bien y
el mal, la que he acentuado al principio de esta discusión. Jaspers retrata
conmovedoramente la realidad humana como estando permeada por la miseria
universal. Es esta miseria, el horror y la maldad que definen la situación humana lo que Jaspers llama la
situación última del hombre. Al mismo tiempo, él subraya que "la
comprensión de la desgracia siempre ocurre en contra del criterio de la gloria
de la naturaleza o de la bondad en las
personas, quienes nos aportan la medida de lo que percibimos como una gran
desgracia, y que son ellas mismas tan reales como esa desgracia"(CT 22). ¿Es posible, por consiguiente,
reconciliar estos dos puntos de vista, es decir, que el bien y el mal se oponen
radicalmente entre sí y que están también inextricablemente conectados? ¿Cuál
sería su conexión? Intentaremos responder esta pregunta al final de este
ensayo.
La miseria terrenal
La representación anterior de la desventura humana contenida en la categoría de la situación última del hombre nos lleva al
ámbito del mal de otro tipo, el cual es tan incomprensible como el mal que
resulta de la acción humana: esto es, el mal que el hombre experimenta en el
mundo, que pertenece a la estructura de la realidad en la que él vive. En la
obra de Jaspers, este segundo tipo de mal se expresa en términos que son
específicos de su filosofía. Y así también las contradicciones que permean la
vida humana se encuentran ya en la primera obra de filosofía de Jaspers, su Psychologie der Weltanschauungen, en
términos de la "estructura antinómica del Dasein" (PW 232-47)[13].
El ser del hombre desgarrado entre contradicciones, la quiebra que experimenta
en el curso de su vida, se denomina también posteriormente fracaso (Scheitern). En su Philosophie Jaspers además señala que la estructura antinómica del mundo significa también una falta de
cumplimiento último. Aparece "como
la miseria sin esperanza en el mundo"(PII
250). La negatividad y la inexplicabilidad de la situación del hombre se
expresan más enfáticamente en su descripción de las situaciones límite (Grenzsituationen), que son elaboraciones
de la situación fundamental (Grundsituation) -Jaspers las trata ya en
su primera obra de filosofía, luego las amplía en su Philosophie y retorna a ellas en sus obras subsiguientes.
En la situación fundamental del hombre se contienen
también otros tipos de infortunios; su origen descansa en la misma naturaleza
de la realidad. Brotan del hecho de que cuando actúa, el hombre enfrenta
elecciones infinitas y nunca es capaz de realizar todas las opciones. Cuando
elige su camino, ve otros caminos que no ha elegido y, realizando una
posibilidad, rechaza y borra otras posibilidades. Cada movimiento de la
infinidad de posibilidades a la realidad finita significa perder para siempre
todas las otras oportunidades. Esta pérdida causa que el hombre tenga un
sentimiento de descontento y también de culpa; se siente como si estuviera
perdiendo una parte de sí mismo, esto es, la parte que él nunca será capaz de
realizar. Jaspers señala la aspiración, característica del hombre, a realizar
plenamente sus posibilidades, la auto-realización que significaría lograr la
propia perfección individual. Pero como afirma Jaspers, "ningún hombre
puede realizar todo lo que se encuentra dentro de él"(PGO 316). Por consiguiente, el hombre percibe la elección de una
posibilidad al precio de otras
posibilidades como auto-limitación, como una vida en estrechez (Enge), lo que evoca el sentimiento de
imperfección y el consiguiente sentimiento de culpa. Como reacción ante esto,
él desea permanecer en el reino de la posibilidad y resiste la realidad (sträubt sich gegen der Realität)[14].
Jaspers critica negativamente la falta de compromiso y de responsabilidad, y
más bien defiende con fuerza la aceptación de las propias limitaciones y el
responder por la elección que se ha realizado, manteniéndose fiel a la decisión
propia. Esta valiente aceptación de la fragilidad propia se acompaña con la
culpa antes mencionada, que resulta de la aceptación de uno mismo con sus
limitaciones propias. El infortunio de la vida tiene su origen en la
discrepancia entre lo que el hombre desea como perfección plena, el ideal, y
aquello a lo que es condenado. Él considera este deseo como un tipo de
auto-ilusión, porque si el hombre quiere estar vivo él debe involucrarse en el
mundo, y esto significa que no puede evitar esta forma de miseria, esto es, el
vivir percibiendo la imperfección. Aquí vemos la inevitabilidad que es
característica de la situación límite de la culpa para Jaspers: el hombre es
culpable cuando se involucra, porque en este caso él vive en el estrechamiento
de sus posibilidades, y es también culpable cuando no se involucra, porque a su
vida le falta seriedad.
Jaspers se dirige al viejo problema de las razones del
infortunio humano como resultado de las acciones humanas y en tanto
también pertenece a la estructura del mundo. Él plantea la gran cuestión que
continúa planteándose en la historia de la filosofía: ¿quién es culpable de la
infelicidad y del mal en el mundo, quién es responsable de esto? "Si yo
conociera el origen de mi culpa, esta se haría limitada y evitable; mi libertad
haría posible evitarla"(PII 197).
Si la acción humana es el origen del mal, entonces surge, con el sentimiento de
culpa que el hombre experimenta, la duda respecto a la misma posibilidad de
hacer el mal que él encuentra dada en sí mismo; y pregunta quién es
culpable, si él puede ser culpable. El argumento de Jaspers se expresa:
Me sé a mí mismo responsable; por consiguiente, tengo que ser libre en algún sentido, me hago
culpable. ¿Pero quién o qué es culpable de mi ser libre en el sentido de la
posibilidad-de hacerme-culpable, de la necesidad-de hacerme-culpable? [PGO 372]
Jaspers cita varios intentos tradicionales de responder
la pregunta sobre la causa tanto del infortunio, como del mal en el mundo; el
karma y la transmigración de las almas; la narrativa gnóstica de la caída de
los ángeles; la parábola cristiana de los primeros padres tentados por a serpiente y castigados con la
expulsión del Paraíso; la historia bíblica de Job; el concepto de
predestinación y la historia de Platón sobre la creación del mundo a partir del
caos por el Demiurgo; en su opinión, ninguna de estas teorías proporciona una
explicación convincente de la existencia del mal.
Él mismo propone una disposición a la honestidad (Redlichkeit) donde la presencia del mal
se percibe claramente. Esta honestidad requiere la percepción de los diferentes
caminos que escogen y siguen las
personas, inclusive el camino a la nada en la pasión de la noche (Leidenschaft zur Nacht). La conciencia
del hecho de que estas elecciones existen en el mundo no permite ningún
optimismo fácil, o la auto-confianza manifiesta; ella aboga por el camino
propio, mientras advierte contra el juicio crítico. Jaspers no condena el camino de la pasión de la noche, pero lo llama el desesperadamente serio (das verzweiflungsvolle Ernste),
distinguiéndolo así de la vida sin seriedad y sin compromiso. Debería
subrayarse, sin embargo, que el reconocimiento del camino hacia la
obliteración, el camino de la destrucción de sí mismo y de otros, la percepción
de esto e inclusive, como él cree, el respeto de esto, no significa en su
opinión la aceptación de las distorsiones y el consentir a esto, sino más bien
su enfrentamiento a través de la comunicación en la lucha amorosa (liebenden Kampf, PII 71).
A diferencia de la tradición especulativa de Occidente,
Jaspers no plantea la cuestión de la responsabilidad por el mundo del creador
del mundo; él no acusa a Dios ni expone una teodicea. Él cree que el hombre no
puede censurar a la Transzendenz
divina por el mal, ya que la Transzendenz
divina no puede juzgarse a través de las categorías humanas del bien y el mal.
Por una parte, para Jaspers la completa incognoscibilidad de la Transzendenz, similar a la completa
incomprensibilidad de Dios para KIerkegaard, hace imposible atenerse al juicio moral en las categorías de
la justicia, la responsabilidad y la culpa[15].
Por otra parte, Jaspers comprende que el sentido humano de justicia exige encontrar
la parte culpable que puede ser censurada por todos los males del mundo y por todas
las imperfecciones humanas, ya que el propio hombre no siente que él es el
autor de dicho mundo.
El amor fati de Jaspers
¿No hay entonces un culpable; no es nadie responsable por
el mal en el mundo? Sí y no. Recordamos que Jaspers afirma decididamente, como
ya se señaló, que el mal en el mundo es real y no puede ser suprimido, y su
realidad significa destrucción en tanto "lo que destruye tiene que ser
algo...tiene que existir. El mal...es...en sí mismo un adversario poderoso, es
el odio, que se alimenta de sí mismo"(PGO
371-2). E incluso tal vez, como parece advertirnos Jaspers, puede convertirse
en un poder irresistible. Sin embargo, él cree que buscar las fuentes del mal
existente en el mundo en algún lugar más allá
de este mundo es injustificable en principio, porque cuando llegamos, más allá del mundo a sus fundamentos y a su origen, necesitamos abandonar la
dualidad en la que reconocemos y juzgamos las cosas en el mundo, donde "lo
que existe para nosotros, y lo que somos, se encuentra fundado en
contradicciones"(PGO 369). Pero
ya que en el fundamento del Ser en la Transzendenz, como se entiende por Jaspers, desaparecen todas las contradicciones u
opuestos, no podemos conocerlo, en tanto el conocimiento siempre ocurre
por medio de la yuxtaposición. Jaspers afirma que Dios no conoce ni el mal, ni
el bien. Para Jaspers, como para Platón, San Agustín o Kierkegaard, Dios está
más allá del mal. Esto explicaría el punto de vista de Jaspers de que el mal no
es absoluto en su carácter, que no es un poder extraterrestre sino que es
ordinario, esto es, humano y de este mundo.
Jaspers explica que "el mal, para nosotros, se
encuentra en el fenómeno del tiempo", por lo tanto no podemos preguntar
por su fuente dirigiéndonos hacia el Ser, que está fuera del tiempo. El
fundamento del Ser es el lugar donde todo pensamiento se detiene y "nos
quedamos con la comprensión de lo incomprensible"(PGO 383).
Jaspers se aventura incluso más allá, cuando declara que
no sólo no podemos juzgar a Dios -el fundamento del mundo, en tanto se halla
más allá de nuestra comprensión, sino que tampoco podemos juzgar al mundo como
malo ya que no conocemos al mundo completamente, en su totalidad. "Para la
veracidad del ser humano honesto, ni la sublevación ni la fe en la armonía son
aceptables"(CT 37).
Por consiguiente, si el mal está presente y si destruye,
¿quién puede tener la responsabilidad y la culpa, cuando estas no se encuentran en la misma causa del miserable mundo, ni siquiera en el mismo mundo? Según
Jaspers, la culpa y la responsabilidad caen en última instancia sobre el
hombre. Encontraremos la solución del problema en la comprensión por Jaspers de
la libertad existencial. Él cree que: "Donde hay libertad hay también
responsabilidad, y donde hay responsabilidad también hay culpa"(PGO 357). En su Philosophie escribe: "Porque me sé libre, me considero
culpable"(PII 196).
Paradójicamente, en este concepto la libertad humana hace disponible la
aceptación de la necesidad y, por lo tanto, la aceptación de algo que no puede
ser cambiado.
Esto muestra que la respuesta de Jaspers al problema del mal es cierto amor fati. En su caso, esto quiere decir
que el hombre acepta como suyo, como Jaspers lo indica, lo que ocurrió antes
del tiempo: "Es como si yo me
hubiera elegido a mí mismo, como soy, antes del tiempo, y que esa elección, que
de hecho nunca ha sido hecha, yo la acepto por la acción de considerarla
mía" (PII 196-7). Cuando toma
sobre sí mismo aquello que no puede evitar, el hombre de Jaspers también toma
la responsabilidad por ello; él se comporta como si, ciertamente, hubiera
elegido él mismo el modo en que él es, de vuelta a la eternidad y ahora en el
tiempo, y él toma sobre sí las consecuencias de dicha elección, aceptando la
culpa por la completa imperfección: la
suya y la del mundo.
Jaspers se refiere a la noción de sinceridad de Kant (Aufrichtigkeit). Explica que "la
sinceridad es mi veracidad cuando me enfrento a mí mismo"(PGO 383). Él exige la actitud de
sinceridad hacia la miseria humana, que consiste en ser capaz de ver tanto la
racionalidad, la belleza y la gloria del mundo como su futilidad, fealdad e
irracionalidad: viendo la grandeza del hombre en los vuelos de su Existenz así como su mezquindad y su caída en su
traición. Porque la realidad no se revelará a sí misma al hombre en forma de
una alternativa entre el bien y el mal, sino como la conjunción del bien y el
mal. La actitud de sinceridad puede, en cierta medida, ayudar al hombre a tomar
sobre sí la culpa que no es suya, la culpabilidad sin culpa.
Hemos llegado ahora a aquel punto que culmina las
principales consideraciones filosóficas de Jaspers, su clímax y punto de
referencia principal, es decir, a la Transzendenz.
Según Jaspers, la sinceridad del hombre no se encuentra suspendida en un
vacío y no se sostendría como tal, sino que es "la sinceridad en el
movimiento de la certidumbre", la cual según él cree está guiada por la
Unicidad de la Transzendenz . Es este
poder el que guía al hombre más allá de todas las contradicciones,
incluyendo la contradicción entre el
bien y el mal. Jaspers asevera en su
filosofía que la conducta del hombre en su situación existencial requiere en
última instancia el apoyo de la fe como fuente de certidumbre, la cual es
provista a través del vínculo con la Transzendenz.
Elusiva a las cuestiones y juicios humanos, la Transzendenz vuelve a ganarse en la certidumbre de la fe
filosófica. Esta certidumbre, obtenida en el acto de la fe, no suprime no
obstante la duda ni oblitera las preguntas planteadas por la mente. La culpa
que pesa sobre el hombre no sólo no explica cuestiones como la de la miseria
humana, sino que las exacerba. Después de todo, el misterio del mundo y del
interior del alma humana, que se revela en las consideraciones de Jaspers, nos
empuja a continuar planteando preguntas tales como, por ejemplo: Si el mundo y
el Ser trascendente fueran totalmente cognoscibles, ¿perdería el mal su
carácter destructivo, se convertiría en bien como un elemento necesario en la
armonía de este mejor de los mundos posibles, como se propone en la teodicea de
Leibniz, y en este caso el hombre sería puro e inocente?
Para concluir: en la concepción de Jaspers, el mal,
desprovisto de carácter absoluto, es -por decirlo así- un mal temporal,
relativo no sólo al mundo sino también dependiente del bien. Esta
interdependencia tiene la implicación pesimista mencionada anteriormente y
sugiere también la consoladora conclusión de que el mal nunca puede conquistar
el bien y regir el mundo, porque en ese caso se aniquilaría a sí mismo como el
doppelgänger espectral. La victoria de uno de los elementos intervinculados los
eliminaría a ambos. Pero esto desentierra dudas adicionales. La dependencia del
mal respecto al bien y, viceversa, hace al bien en cierto sentido relativo, y a
partir de esta movida se necesita sólo un paso para decir que el mal es
necesario para la existencia del bien. Y de este modo, en su Psychologie der Weltanschauungen Jaspers
declara: "sólo aquel que es pecador puede ser también moral"(PW 238). Él señala allí que el bien
colinda tan próximamente con el mal que podemos advertir que uno se mezcla con
el otro, y coincide con Goethe cuando este dice en su discurso en la
celebración del día de Shakespeare, el 14 de octubre de 1771, en Frankfurt, que:
"lo que llamamos mal es sólo la otra cara del bien". ¿Podemos
entonces invertir esta afirmación y afirmar que el bien es sólo el otro lado
luminoso del mal? ¿Intenta Jaspers, de
algún modo, justificar el mal?
Diré una vez más: sí y no. He expresado ya mis
observaciones sobre la ambigüedad de la posición de Jaspers: por una parte
presenté sus dramáticas descripciones de la miseria humana y del mal, los que
deberían ser contrarrestados, y por otra parte presenté su tratamiento de la
distinción entre el bien y el mal como resultado de nuestra participación en el
mundo, y por consiguiente, no teniendo sus fundamentos en una realidad
independiente del hombre, sino en el condicionamiento subjetivo de la cognición
humana; para decirlo con palabras de Kant, no en el Ding an sich, el nóumeno,
sino en el fenómeno. Hemos visto, por
una parte, la conceptualización radical
del mal en la descripción de la estructura antinómica de la realidad, las
situaciones límite, el fracaso y por otra parte, su debilitamiento en la
yuxtaposición con la actitud del hombre sincero (des aufrichtigen Menschen), fundada bajo la guía de la Transzendenz como Unicidad más allá de
todas las contradicciones y, así, también más allá del bien y del mal. En
nuestra conclusión, intentemos encontrar una explicación para esto.
Creemos que la respuesta a la cuestión relativa a la
postura de Jaspers respecto al mal debería tomar en cuenta la cuestión de la
perspectiva: esto es, desde la perspectiva de la Transzendenz, la diferenciación entre el bien y el mal y, por
tanto, el mal tomado en cuenta por sí solo pierde su significación; y desde esa
perspectiva, el mal podría justificarse. A pesar de todo Jaspers subraya que esto
es imposible de alcanzar, en tanto no podemos mirar desde la perspectiva de la Transzendenz, sino sólo desde el mundo
hacia la Transzendenz.
Y aquí, en el mundo, el hombre existencial de Jaspers
realiza su elección dramática entre el bien y el mal. que es de importancia
fundamental para su ser personal, porque debido a ello él se encuentra o se pierde
a sí mismo. Y pese a todo él se mantiene culpable, porque su voluntad es
esencialmente mala (Wille im Grunde böse).
Cuando toma sobre sus hombros la carga del destino, la responsabilidad por la
totalidad del mal en el mundo y su propia fragilidad, él se dobla bajo el peso
de la culpabilidad sin culpa. Parecería
que esto hace que el hombre sea digno de lástima, pero en la forma en que Jaspers lo ve al realizar esta tarea él más bien muestra su heroísmo.
[1] Karl; Jaspers [1961], Die Chiffern der Transzendenz, Basilea,
Suiza: Schwabe AG Verlag 2011, p. 22.[En lo que sigue citado como CT]
[2] En Jaspers, las premisas éticas generales
son adoptadas desde una perspectiva existencial, y así ella pierden su cualidad
universal.
[3] Karl
Jaspers [1932], Philosophie II:
Existenzerhellung, Berlin, Alemania: Springer 1973, p. 170. [En lo que
sigue citado como P II]
[4] Todas las traducciones son hechas por la
autora.
[5] En referencia a su incomprensión de este
impulso, Jaspers coincide con Sócrates hasta un punto. En su intelectualismo
ético, como resultado de la equiparación del conocimiento moral del bien con la
disposición al bien, Sócrates llega a una conclusión abusrda declarando que el
alma que hace el mal voluntariamente es mejor que la que es involuntariamente
mala, y en su conversación con Hipías admite que no puede estar de acuerdo
consigo mismo en relación a su propio argumento. La diferencia entre los dos
filósofos parece estar arraigada en el hecho de que para Sócrates, el mal brota
de la falta de conciencia del mal, es decir, de la falta de un conocimiento
completo del mal, mientras que para Jaspers el mal rsulta de una acción
voluntaria que consiste en retener el deseo de un conocimiento conocimiento
pleno.
[6] Aleksander Bobko presenta esta
interpretación de la filosofía de Kant en su obra Myślenie
wobec zla, Kraków,
Polonia: Instytut Myśli Józefa Tischnera 2007, pp. 181 ff.
[7] Debe tomarse en cuenta que cuando Kant
presume que la voluntad sigue a la razón, él parece caer en la misma trampa que
Sócrates. Ambos comparten la creencia humanista de que el hombre no escoge el
mal conscientemente, o voluntariamente. Kant piensa que el hombre desea el bien
y que la razón le dice lo que es el bien; que el hombre es bueno por naturaleza
y que por consiguiente, él elige el bien. Pero al mismo tiempo nota en el
hombre la propensión al mal, que en su opinión, no resulta del deseo del mal en
sí mismo, sino más bien del deseo de la felicidad.
[8] Er vollzieht die Verkehrung (Perversión) des
Bedingungverhältnisses. Karl
Jaspers, "Das radikal Böse bei Kant"[1935], en Rechenschaft und Ausblick, Munich: R. Piper 1958, pp. 107-56, aquí
p. 111.[En lo que sigue citado como RB]
[9] Karl Jaspers, Der philosophische Glaube angesichts der Offenbarung, Munich: Piper
1962, p. 317.[En lo que sigue citado como PGO)
[10] Ich erfasse mich in meinem Willen als im
Grunde böse. Podemos establecer
una analogía entre esta asveración, que se refiere a la contaminación
primordial del hombre, y la parábola bíblica del pecadp original que pesa sobre
la humanidad desde el comienzo. Ahora bien, en este caso somos transportados al
mundo de las cifras de Jaspers.
[11] Karl Jaspers, Psychologie der Weltanschauungen [1919], Berlin, Springer 1960, p.
278.[En lo que sigue citado como PW]
[12] Según Kant y Jaspers, el mal
resulta de la esclavización de la voluntad mediante el afán por el Dasein-felicidad que sigue a la
satisfacción de las necesidades factuiales. lo mismo que Kant, Jaspers indica
como causas del mal que dan paso a la pasión, el egoísmo, la licencia -como es
el caso del mal radical de Kant, en especial si la felicidad a la que se da
prioridad se entiende en términos de hedonismo. Sin embargo, debemos reiterar
que hay una importante diferencia aquí, decididamente con base en una dimensión
moral en tanto estaa significa la sujeción a la ley moral, incluso al precio de
la felicidad, mientras en el caso de Jaspers esta tiene una dimensión
existenciales tanto está dirigida a la realización de la Existenz, incluso al costo del Dasein.
[13] Por dicho término él significa los
opuestos insuperables y el conflicto total del hombre con el mundo: tanto su
vida externa como la interna están
permeadas por contradicciones. El hombre encuentra límites insuperables tanto
en relación al conocimiento como a la acción: él padece el fracaso, siendo
incapaz de obtener la verdad absoluta en la cognición o el significado absoluto
en la vida. Ya en su primera obra filosófica Jaspers argumenta que la futilidad
de los esfuerzos, el gran sufrimiento y el dolor de las numerosas pérdidas se
combinan para definir el dstino humano.
[14] La descripción de Jaspers, que muestra al
hombre deteniéndose en el reino de la posibilidad, es una reminiscencia de la
descripción de Soren KIerkegaard del héroe estético, desgarrado entre incontables
posibilidades, que sin temor al riesgo y el fracaso y, sobre todo, a la
responsabilidad, cambia de una posibilidad a otra sin elegir ninguna de modo
serio y responsable. Esta actitud del hombre desgarrado, así como del hombre no
comprometido como se describe por Jaspers es propensa a la infidelidad, que se
convierte en norma de la vida irresponsable.
[15] Para Kierkegaard la Transzendenz divina, que es inaccesible al entendimiento humano,
puede expresarse sólo a través del poder de lo absurdo; para Jaspers, se
encuentra en su lenguaje de las cifras, manteniéndose por lo tanto más allá del
juicio moral, más allá del bien y del mal.
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