Tom Rockmore
Duquesne
University
rockmore@duq.edu
La
presente versión al español se publica en este blog con el permiso del autor y
la aprobación de Alan Olson y Helmut Wautischer, y ha sido traducida por Gladys
L. Portuondo del original en inglés publicado en: Tom Rockmore, "A
Note on Feld's Remarks on Melancholy and the Otherness of God,"
Existenz,
An International Journal in Philosophy,
Religion, Politics, and the Arts, Vol. 7, No. 2, Fall 2012, en:
Resumen. El reciente estudio de Alina Feld sobre la melancolía
resulta doblemente extraordinario como uno de los pocos tratamientos detallados
de este fenómeno y como excelente ejemplo de la aplicación del refinamiento
filosófico a temas humanos concretos. Es frecuente encontrar formas del
humanismo que activan el interés en el ser humano en abstracto. Contrariamente
a esto, éste es un estudio cuidadoso,
detallado, bien informado y útil de la existencia humana concreta.
Palabras clave: Melancolía; acedia; felicidad; infelicidad; depresión.
El vínculo de la melancolía con la felicidad difícilmente podría ser más
obvio. La felicidad y la infelicidad nunca dejan de relacionarse, nunca se
separan, ni siquiera se alejan una de otra. Las teorías de la infelicidad presuponen
una comprensión de la felicidad. De diferentes formas, este interés se
retrotrae a todo el camino precedente de la tradición occidental. Aristóteles
ya entiende la felicidad (del griego eudaimonia)
como lo que sigue a la acción apropiada, que alcanza su máxima expresión en la
racionalidad. Este tipo de teoría sigue siendo tan importante como siempre lo
ha sido para entender la infelicidad. Volveré a este punto más adelante.
Las causas de la infelicidad difieren de su manifestación. La infelicidad
se manifiesta a sí misma de muchas formas. En épocas anteriores se prestó mucha
atención a la relación entre la felicidad y la infelicidad, especialmente en el
cristianismo. En nuestro presente momento histórico, esto se vincula
crecientemente a las cuestiones económicas. La infelicidad, que voy a utilizar
como término general, llega de muchas formas. Los antiguos ya se encontraban
interesados en la depresión y en lo que más tarde llegó a denominarse
melancolía, así como en la acedia, que
puede definirse desde una perspectiva cristiana como "un estado de
inquietud y como incapacidad de trabajar o de orar"[1].
Como lo señala Alina Feld, se usaron también otros términos. En Purgatorio, Dante, siguiendo a Mateo 22:37, define la pereza "como fracaso en al
amor a Dios con todo el corazón, toda la mente y toda el alma"[2]. Y
en la Summa Theologica Aquino
describe el pecado mismo como "una pena opresiva, que por lo que pesa en
la mente del hombre, él no quiere hacer nada"[3].
Algunos observadores detectan patrones importantes en la infelicidad.
Muchos pensadores religiosos, y no pocos filósofos, dirigen la atención a la
disposición de ánimo en relación a Dios. Kierkegaard habla célebremente de una
enfermedad mortal, para la cual el remedio supuestamente apropiado consiste en
el salto de la fe y en el sacrificio del propio hijo primogénito. Otros aluden
a un fenómeno similar, rechazando el cristianismo. Marx relaciona la alienación
con la estructura económica del mundo moderno. Heidegger se refiere a la Angst (angustia, del alemán, nota de la traductora) que supuestamente caracteriza la existencia
del Dasein, que se entiende igualmente a veces como el ser humano en
comparación con el ser.
En su nuevo libro, Alina Feld analiza una selectiva serie de
"hipótesis concernientes a la melancolía que ampliamente abarcan desde la
antigüedad griega hasta el presente"[4], y
desde Hipócrates hasta Jean Baudrillard, Gaston Bachelard, Robert Desoille y
otros observadores recientes, a la vez que define una ruta a través de los
puntos de vista sobre la acedia y/o la depresión relacionados entre sí, tal vez
sin relación e, incluso, crudamente opuestos. Su afirmación central es que la
depresión no es meramente contingente, sino más bien, como ella dice,
"perdurable", incluso intrínseca a la condición humana. En su
análisis y reconstrucción del debate en torno a la depresión. Feld retorna con
gran provecho en pos del paradigma cartesiano moderno para ampliar nuestra
comprensión de lo que entendemos por ser humano. Su propia visión sólo se
señala vagamente en el título del libro: Melancholy
and the Otherness of God. No está claro si "otredad" se refiere
aquí a la diferencia entre lo humano y lo divino, cada uno de los cuales es
algo distinto que el otro, o si se propone otro mensaje. Pero claramente ella
toma en serio lo divino como tema central para el ser humano finito,
reconstruyendo la historia de los esfuerzos para comprender la depresión
psíquica, fundamentalmente desconocida.
Es importante volver al debate reciente para considerar las primeras
teorías de la depresión, ya que esto evita la tentación de comprometerse con lo
que Weber llamaría re-encantamiento, en tanto evita reinstalarse en las
soluciones religiosas. En vez de eso, lo mismo ahora que con anterioridad al
extenso interregnum cristiano, no parece haber mejor modelo que la antigua
concepción aristotélica del florecimiento social como pre-requisito necesario
de la felicidad. Si esto es correcto, entonces la disfunción humana en todas
sus formas, incluyendo la melancolía y la acedia,
puede explicarse en última instancia en términos sociales, los que pueden descansar
en una base religiosa, aunque no lo requieren en sentido absoluto.
Feld define el interés de su triple tarea respecto a la genealogía, la
hermenéutica y la terapia de la depresión, la cual con seguridad es una tarea
enorme, pero como ella señala, ésta no toma en consideración lo patológico
desde la perspectiva médica, lo que se encuentra más allá de los límites del
presente estudio. Su rica descripción se compone de una serie de
reconstrucciones de lo que debe verse como una auténtica "cornucopia"
de las concepciones sobre la depresión.
Su reconstrucción de la prehistoria de este fenómeno abarca ampliamente una
literatura que, obviamente, ella conoce muy bien. Feld examina los temas en un
orden cronológico aproximado, aunque con muchas acotaciones eruditas. No me
siento obligado a igualar su condición en este dominio. Ya que no tengo la
segura comprensión de Feld sobre este asunto, ni el espacio para examinarlo en
detalle, mis comentarios pueden ser solamente selectivos.
El análisis de Feld presenta a los seres humanos luchando por un largo
periodo, en formas diferentes, para llegar a comprender un aspecto importante,
incluso central, de la condición humana, un aspecto que Hipócrates, por
ejemplo, enfoca a través de la teoría de los humores. En su consideración, el
elemento religioso surge muy pronto en el esfuerzo por llegar a comprender el
fenómeno de la depresión. Ya desde el Timeo,
Platón trabaja con tres conceptos explicativos: ser, devenir y chora- identificado alternativamente,
entre otras posibilidades, como receptáculo o espacio- para comprender la
enfermedad en términos del rechazo del bien. Ya que seguramente Platón no es un
cristiano, ésta no es una explicación "religiosa" en el sentido que
este término adopta en las tradiciones monoteístas religiosas posteriores.
Las descripciones de la melancolía y de los fenómenos asociados a ella
continúan proliferando según nos aproximamos a los tiempos modernos. Felds señala
que en la Edad Media ocurre un palimpsesto de la melancolía junto a la antigua
concepción de los humores, ampliada ahora a través de la concepción teológica
del pecado. Ya que los escritores estaban tratando con fenómenos que ellos no
entendían suficientemente, no deberíamos sorprendernos si encontramos análisis
en oposición directa en el debate. Según Feld, para Robert Burton el remedio
estriba en dejar atrás la ociosidad, mientras que para Pascal, por el
contrario, nos queda contemplar el infinito vacío esperando por la salvación a
través de la fe. El absoluto desacuerdo sobre la melancolía, un fenómeno común,
es seguramente sorprendente, quizás indicativo de la debilidad de la comprensión
conceptual sobre lo que ocurre.
Los comentarios de Feld acerca de
tres figuras cercanas a nosotros (G. W. F. Hegel, Martin Heidegger y Karl
Jaspers) resultan particularmente interesantes. El tratamiento sobre Hegel bajo
el título "Acerca de la Otredad de Dios" elige el inusual interés de
las reflexiones de Hegel sobre el alma. Feld señala que Hegel se encontraba
afectado por el descenso a la locura de su amigo Friedrich Hölderlin. Es tal
vez menos conocido que él también estaba afectado por la depresión y el
subsecuente suicidio de su hermana, Christine[5]. Feld
entiende esta complicada serie de circunstancias como conducentes a la visión
hegeliana de la depresión, en el espacio creado por la muerte de Dios[6].
Según Feld, la única vía hegeliana para superar la melancolía es a través de la
total pérdida, conducente a la resurrección espiritual, lo que, podría
especularse, es el equivalente funcional de la decisión de arriesgarse a la
muerte mediante el reconocimiento en la relación entre el amo y el esclavo.
Ella indica que según Hegel, sólo podemos hacernos conscientes de nosotros
mismos como seres finitos, sobre todo en la obra que Pascal rechaza, pero nos
hacemos infelices deseando devenir absolutos (MOG 110).
Feld halla que la descripción del tedio profundo (tiefe Langeweile) por parte de Heidegger, que ella describe como la
sintonía fundamental del Dasein (MOG
127), apunta más allá de sí misma hacia el ser. Aunque la perspectiva
heideggeriana ha influido en varios psiquiatras suizos, considero esta
descripción fenomenológicamente incorrecta, ante todo como "deducción" requerida por la
teoría del ser de Heidegger. De modo similar, sostengo que el llamado su dios último
es inseparable de su giro hacia el nazismo, a menudo rechazado pero obvio, un
giro explicable como si se tratara de un puerto de refugio después de su
forzada separación del catolicismo, y después del fracaso manifiesto del
nazismo real, para el cual él continuó prefiriendo su propia versión
idealizada.
En el libro de Feld, Jaspers ocupa un lugar de honor como uno de los pocos,
tal vez incluso como el único comentarista, equipado satisfactoriamente tanto
con la competencia médica como con la filosófica, que examina en detalle el fenómeno
de la melancolía. Jaspers subraya la distorsión en la melancolía respecto al
tiempo yrespecto al yo, con más precisión en la llamada experiencia temporal
del tiempo como detenido, y por lo tanto sin un futuro, pero en la cual
predomina el pasado. Según Feld, la percepción principal de Jaspers descansa en
la insistencia de que "la melancolía depresiva" se encuentra más allá
de la teoría científica, que está limitada por las manifestaciones psíquicas
del alma situadas más allá de la cognición, apuntando por tanto a la necesidad
de la interpretación filosófica.
Su observación de que Jaspers está continuamente centrado en la naturaleza,
la significación y el rol de la otredad, entendida como lo no racional e incomprensible,
es sugestiva. La "otredad"
para Jaspers indica que la dolencia psíquica en general, en especial la
melancolía, está vinculada a "la otredad de la razón y del Ser" (MOG 166). Feld afirma que tanto para
Jaspers, como para Friedrich Schelling, el ser y la razón están arraigados en
sus opuestos, presumiblemente en el no ser y la irracionalidad. Ella sugiere
que Jaspers proporciona evidencia clínica para apoyar, pero también para
desmitificar la construcción mitológica de Schelling. Pero ¿qué evidencia puede
haber posiblemente para lo que, por definición, se encuentra más allá de la
razón o más allá del ser?
Los comentarios de Feld acerca de Jaspers se encuentran en el límite de su
investigación. Feld, quien aporta este rico tapiz de concepciones de la
depresión, la melancolía, la acedia y
de los fenómenos que se les relacionan, no intenta imponer una estructura
predominante sobre las diversas teorías, a menudo dispares. Es como si su
interés medular fuese describir, más bien que teorizar sobre un continente
oscuro, albergado en el alma humana, describiendo la noche oscura del alma
ligada a la condición humana, a menudo en vívidas imágenes en enfoques
contrastantes, cuya descomposición es muy difícil de imaginar. Una importante
consecuencia es concentrarse en el esfuerzo realizado a lo largo de milenios
para comprender la finitud humana a través de análisis contrastantes, por así
decir, ilustrando vívidamente la
verdadera dificultad de llegar a entender la finitud humana. Es más difícil
discernir la propia visión de la autora, la cual se encuentra principalmente
implícita y no se expone ante el lector en detalle. Pero indudablemente se
puede identificar en el título del libro, así como en su elección y en su descripción
de diversas teorías, la atención a la dimensión teológica de la melancolía y de
los fenómenos que se le relacionan.
La depresión, en todas sus formas, se relaciona no sólo con la felicidad,
sino también con la finitud humana. Pienso que nuestras pretensiones respecto
al mundo y a nosotros mismos siempre están limitadas por el momento histórico,
que contingentemente habitamos. En ausencia de líneas directrices, lo que
podemos decir sobre la condición humana ha de ser una función de nuestro mundo
moderno tardío, en el cual la finitud humana no se ha incrementado ni ha
decrecido, sino que solamente se ha hecho más evidente, en una continua jornada
cada vez con menos ilusiones, y por tanto con menos barandillas. Este factor
contingente -contingente en tanto pudo haber sido de otro modo, porque no hay
fatalidad en relación a la declinación moderna de la religión organizada- lleva
consigo la posible solución a la difícil situación existencial humana. La
religión organizada es un experimento realizado por seres humanos finitos para
proporcionar significado, al vincular la
finitud humana a un infinito ausente. Para algunos, éste es un experimento que aún se encuentra
en marcha, pero para otros éste ya ha recorrido la mayor parte de su curso en
la secularización cada vez más profunda del mundo moderno. Si, como sospecho,
es ya muy tarde para el re-encantamiento; si no podemos, de algún modo, superar
mágicamente la melancolía a través de un retorno, por así decirlo, a los supuestos orígenes divinos, no hay
alternativa para la lucha, como sugiere Beckett vívidamente; no hay
alternativa, como lo señala Camus, para dar significado a nuestras vidas a
través de lo que hacemos.
[1]
Véase E. A. Livingstone, ed. The Concise
Oxford Dictionary of the Christian Church, New York, Oxford University
Press, 2006.
[2] Véase Dante Alighieri, Purgatorio, Canto Settimo, quinto círculo.
[3] Véase Tomás Aquino, Summa Theologica, Secunda, secunda partis, q. 35.
[4]
Véase Alina Feld, Melancholy and the
Otherness of God: A Study of the Hermeneutics of Depression, Lanham, MD:
Lexington Books 2011, p. iv. [En lo que sigue se cita como MOG]
[5]
Véase Jon Mills, The Unconscious Abyss:
Hegel's Anticipation of Psychoanalysis,
Albany, NY: SUNY Press, 2001.
[6]
Véase G. W. F. Hegel, Phenomenology of
Spirit, §§ 782,
785.
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