Thursday, March 6, 2014

Stephen A. Erickson. LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA EN HEGEL, HEIDEGGER Y JASPERS



Stephen A. Erickson
Pomona College
Stephen_Erickson@pomona.edu




La presente versión al español se publica en este blog con el permiso del autor y la aprobación de Alan M. Olson y Helmut Wautisher, y ha sido traducida por Gladys L. Portuondo del original en inglés publicado en:  Stephen A. Erickson, The Philosophy of History in Hegel, Heidegger, and Jaspers, en: Existenz, An International Journal in Philosophy, Religion, Politics and the Arts, Vol. 1, Nos 1- 2, Fall 2006.



ResumenEn esta reflexión, considero la Historia según se entiende a través de Hegel, Heidegger y Jaspers. Al examinar las afirmaciones de Hegel según las cuales la filosofía es tanto el vástago de su época, y también la expresión de su época en el pensamiento, me refiero a la revolución francesa como decisiva para la explicación de la Historia por parte de Hegel. Examinando la afirmación de Hegel de que la Historia "termina" en el presente, tomo en consideracón su concepción de que ésta ha tenido un carácter progresivo y de que el periodo histórico decisivo es el presente. Me dirijo hacia la teoría de Heidegger sobre la "decadencia" del desenvolvimiento de las ideas filosóficas, revisando la similaridad entre Hegel y Heidegger en la visión de la historia de las ideas filosóficas como fuerza impulsora de la Historia. Destacando la cercana relación que tenía Heidegger con la comprensión de Nietzsche sobre los griegos, reflexiono sobre la postura de Heidegger respecto a la mentalidad axial. Habiendo considerado la noción de Heidegger de que debemos volver, de algún modo, a la Historia auténtica, termino con una reflexión sobre las virtudes de la combinación beneficiosa de los ideales de la Ilustración con una sensibilidad histórica contextualizada,  la cual Jaspers lleva a cabo.





Deseo realizar algunos comentarios sobre la Historia como tema de reflexión filosófica -objeto de investigación-, en primer lugar en Hegel; luego en Heidegger y, finalmente, en Jaspers.  Cuando me refiero a comentarios, quiero decir observaciones, no análisis, aunque también realizaré algunas recomendaciones en el camino referente a la noción de la Historia (y a su futuro) como tema oportuno para la búsqueda de lo que resulta ser nuestra época particular[1].
Puede decirse que la visión de la relación de la filosofía con la Historia en Hegel está dominada por dos supuestos, y que hemos escuchado  referencias a ellos con bastante frecuencia: en primer lugar, que la filosofía es el vástago de su época; en segundo lugar, que la filosofía es la expresión de su época en el pensamiento.

Que la filosofía es el vástago de su época nos dice, por supuesto, que la filosofía se desarrolla en, y está ligada a periodos de tiempo definidos, que podríamos llamar eras. La filosofía vive en estas eras. Ellas definen la filosofía, y a través de ellas ésta recibe su sustento y vive su vida. En diferentes periodos de tiempo, en consecuencia, la filosofía no sólo se desenvuelve de modo diferente, sino que podría ser algo diferente en lo que respecta a sus objetivos y a sus métodos. La concepción de la filosofía como una actividad atemporal, invariable o perenne, debe así perderlo todo, excepto su fuerza edificante.

Volviendo por un momento al propio Hegel -quien con seguridad se habría sentido muy incómodo con las implicaciones que hasta ahora he trazado a partir de uno de sus propios comentarios- reflexionemos. Los tiempos cambian. De hecho, una era es seguida por otra, aunque la confirmación de este hecho, inclusive el primer juicio de que esto ha sucedido realmente, se produce sólo retrospectivamente. Pero existe un misterio genuino que rodea a esta circunstancia y que incluso perdura en nuestros días. El movimiento subyacente del tiempo que resulta relevante en la transición de una era a su sucesora puede sólo medirse externamente por el tictac del reloj o por el cambio del calendario. Los periodos del tiempo histórico surgen y desaparecen, nacen y mueren por razones temporales, pero sus duraciones temporalmente mensurables, la duración de uno a otro de los puntos temporales entre ellos y la línea de tiempo proverbialmente newtoniana en la cual estas variaciones diversas se encuentran, resultan externas respecto a las eras que difieren entre sí,  y también son externas respecto al paso y a la naturaleza del tiempo involucrado en la transición de una era a otra.

En Fenomenología del Espíritu, Hegel nos dice, siguiendo a figuras como Schlegel y Novalis, "que el tiempo madura lentamente en lugares ocultos". En términos de nuestro sentido común del tiempo, esta afirmación es, en el mejor sentido, poética, y en el peor una tontería. Pero si pensamos en el "tiempo de maduración" como  "periodos de tiempo" (eras o épocas), gestándose y emergiendo, declinando y desapareciendo, podemos encontrar mucho sentido en el comentario de Hegel. Nos encontramos usualmente bien instalados en una época -otro término para la era o el periodo de tiempo- antes de que la reconozcamos por lo que es. Y aunque una nueva época no se esconde de nosotros, se nos oculta a menudo por medio de las actividades en las que estamos comprometidos, con las que somos parte de una época que en retrospectiva, diríamos usualmente, está pasando rápidamente, o ya ha pasado esencialmente.

¿Qué define la época particular de Hegel para Hegel? La mejor repuesta es, probablemente, la revolución francesa. Ésta tuvo un significado especial para Hegel, al cual él se refiere en aquella sección de la Fenomenología del Espíritu titulada "Libertad y terror". El tema principal es la relación de las instituciones sociales, políticas y culturales con las necesidades y los intereses legítimos de los seres humanos. ¿Se están satisfaciendo esas necesidades y esos  intereses? De no ser así, ¿podrían satisfacerse a través de la reforma? Si no es así, entonces la acción revolucionaria es requerida. ¿Por qué? Porque los seres humanos están destinados a ser libres, y la libertad no significa ser dejado solo y sin interferencia, permitiéndose que se haga lo que se quiera. Esta es una noción de la libertad que es conocida popularmente, a través de Isaiah Berlin, como la concepción negativa de la libertad. Como sabemos, la noción ha tejido su marcha a través de las obras de pensadores tales como Hobbes, Locke, Constant y Mill, y constituye una parte importante de la fábrica de toda utopía contractualista. Para Hegel, por otra parte, y por contraste, la libertad significa encontrar que los intereses y necesidades propios se nutren, se reflejan, se reconocen, se aceptan y son respondidos  y satisfechos por las diversas instituciones que forman el medio en el que se conduce la vida propia.

El significado de la revolución francesa -que para Hegel define su época específica- es así la propia libertad, construida positivamente. Por lo tanto, el significado de la propia época de Hegel es, en sí mismo, la libertad como ha sido definida: una congruencia complementaria entre las realidades institucionales y los intereses y necesidades humanos, individuales y sociales.

Como sabemos, el Hegel de la Fenomenología siempre está interesado en llevar a su verdad el significado de las cosas, al que con frecuencia  Hegel  llama su certeza, i.e., llevar los propósitos de las cosas a su consumación conceptual y su cumplimiento real. Así que si el significado de la revolución francesa es la libertad, ¿cómo se alcanza entonces esta libertad? En un sentido -y éste debe calificarse cuidadosamente- la respuesta es que, para Hegel, la libertad positiva es producida, en parte, a través del terror, o al menos, el terror está involucrado. ¿Cómo? Lo que nos dice en la sección "Libertad y Terror" de la Fenomenología es que la destrucción de un orden existente puede tener uno de tres resultados: la continuación del caos, un orden mejor o un orden peor. En ese momento de incertidumbre agonizante, a menudo extenso, respecto al resultado de una convulsión institucional que se ha intentado y se ha logrado, la respuesta honesta y apropiada a la situación existente y transitoria es el terror, porque la transición en sí misma, como transición auténtica, es aterradora. La falta de fundamento existe. No hay ningún punto de apoyo.

Pero como bien sabemos, en el juicio retrospectivo a Hegel que suscitó la indignación de Marx, la transición funcionó positivamente -tal vez no totalmente en Francia, sino en Prusia,  donde el propósito de la revolución francesa, su "verdad", podía tener sus ganancias, el logro de la libertad positiva, consolidado a través de medios no revolucionarios. Así, Hegel vio su era como la era de la libertad positivamente definida, y vio la reconciliación como el propósito de la filosofía, i.e., mostrar cómo era el caso de que las diversas formas de la realidad institucional, social, política y cultural, por una parte, y las necesidades e intereses legítimos de los individuos, por otra parte, eran coincidentes y podían ser abarcados racionalmente en armonía.

Se ha señalado a menudo, y creo que correctamente, que Hegel hace trampas de múltiples formas. Ya que muchas de éstas se apoyan en el sentido de la Historia que tuvo éxito en Hegel, algunas de ellas merecen ser mencionadas. En primer lugar, los periodos de tiempo de Hegel, las eras de interés central para Hegel, son esencialmente occidentales. La narrativa que constituye su secuencia sigue su camino a través de Atenas, Roma, Jerusalén y Florencia hasta Prusia, aunque con varias desviaciones útiles y paradas de emergencia a lo largo de la vía. En segundo lugar, los periodos que parecían estar separados al principio de algún modo, si no eran periodos de tiempo especiíficos, llegan a través de unos lentes racionalmente en retrospectiva, que ofrecen secuencialmente el surgimiento de uno a otro, donde cada periodo sucesor acumula los componentes esenciales de su predecesor. Se asume que hay componentes esenciales, que ellos se despliegan en una secuencia histórica y que pueden ser preservados, apreciados y hechos accesibles institucionalmente, en su conjunto, en el presente. Así, aunque Hegel dice, y con frecuencia así se cita, que la filosofía es el vástago de su época,  él realmente no quere decir eso. Lo  que él quiere decir, si aceptamos la afirmación idónea que no resulta secreta para nada en Hegel, es que la época de Hegel es abarcadora y de consumación.

Si estos supuestos -y algunos más- son concedidos, la Historia ha sido, por supuesto, completada. No sólo se completa en el sentido de que todos los componentes esenciales de los periodos de tiempo anteriores se han acumulado en el presente, sino que se completa en el sentido de que termina ahora. Para Hegel, la Historia termina por cuanto: (a) la libertad en sentido positivo ha sido reconocida y, aunque no ha sido lograda por completo, al menos ha sido trazada  en un amplio esquema y ha sido catalogada respecto a sus especificidades en un sistema categorial afirmativo y confiable. Y (b), todas las posibilidades humanas esenciales se han vuelto institucional e individualmente disponibles, correspondientemente y en mutuo reforzamiento. Y (c) todo lo que podría suceder  llega a interpretarse, consiguientemente, alejándose de estas circunstancias o fracasando en lograrlas. "Alejándose" sería una posibilidad casi únicamente prusiana, presumiblemente, mientras que "fracasando en lograrlas" podría ocurrir casi en cualquier otro lugar en el tiempo venidero, y ciertamente, fuera de Europa.

Nótese una vez más que, por este motivo, la filosofía, interpretada en primer lugar como reconciliación del pensamiento con el mundo, aunque después, de modo articulado, como reconocimiento de que esta reconciliación ya ha tenido lugar, representa menos el vástago de su época, que el adulto de todas las épocas. Se convierte en este adulto porque todas las épocas son interpretadas existiendo no sólo en el pasado, sino que en sus componentes humanos esenciales existen en la época de Hegel.

Téngase en cuenta una vez más que el progreso se asume, porque esto resulta crítico para la consideración hegeliana de la Historia, pero que la total acumulación también se afirma. Tal vez la mejor expresión para designar este sentido de la Historia sea la Historia como Preservación. Hegel lo vio claramente como uno de sus principales legados a la posteridad, un legado hecho posible por vez primera a través de la adquisición histórica, por parte de Hegel,  de aquellas ideas que definen al Occidente filosófico. Para Hegel, esta adquisición ha sido posible de modo total y convincente a través de la adicional circunstancia, extraordinariamente feliz, de que la completa secuencia de las ideas relevantes no sólo había alcanzado su conclusión, sino también de modo definitivo, en la propia época de Hegel. Podría encontrarse la prueba de su carácter definitivo. Hegel fue a su vez convencido a través de Hegel, y de ahí nuestra deudora capacidad hegeliana de comprender estas ideas dentro de un sistema y como sistema. Si alguien dudase de esta robusta cepa en la filosofía de la Historia de Hegel, entonces sólo necesitará leer la última página de su Fenomenología del Espíritu. Aquí él lo afirma, más o menos, y a través del reclamo nos guía hacia la visión de la totalidad de la Fenomenología del Espíritu como prefacio a sus escritos filosóficos subsiguientes.

De este modo, el periodo histórico esencial para Hegel es el presente. Pero en otro sentido la propia Historia ha colapsado ahora. Ha colapsado como algo del pasado, porque lo que importa del pasado se encuentra ahora por completo en el presente. Y la Historia también ha colapsado como futuro, porque el futuro sólo es posible como el descubrimiento posterior, la recapitulación y/o la recaptura de este presente. Lo que podría ser el "futuro" sólo puede detallarse posteriormente en cuanto latente en un presente, el presente de Hegel y nuestro, ya articulado esencial y comprehensivamente -aunque no así exhaustivamente.

La celebración de la Historia de Hegel es, simultáneamente, su extinción y su despertar. Todos los sonidos esenciales de la Historia están en sinfonía en el presente. El presente de Hegel. Moviéndose "adelante" en el tiempo del calendario, después de Hegel, las resonancias son todo lo que resulta posible -resonando tal vez ellas mismas. De otro modo, sólo puede haber desarmonía, atonalidad, sonido hueco, posiblemente sólo ruido o silencio.

Volveré a la noción del silencio en pocos momentos, porque como pronto voy a sugerir, es dentro de ese silencio que se ofrece a través de Hegel como alternativa sin atractivo y por consiguiente, no plausible ante la propia filosofía de la Historia de Hegel, que un Heidegger profundamente desarmónico y discordante, aunque sin embargo conmovedor e, incluso atractivo de algún modo, llega finalmente a vivir.

Pero primero una nota al pie a lo que he dicho respecto a Hegel. Hegel no sólo dijo que la filosofía era el vástago de su tiempo. También dijo que la filosofía era su época comprendida en el  pensamiento. Hegel pudo decir no sólo esto, sino que pudo también creer que el proyecto de la total comprehensión de su época en el pensamiento era posible porque -a pesar de las maquinaciones dialécticas- él distinguió sin vacilación lo esencial de lo accidental. Fue esta distinción lo que no sólo condujo su concepción de la Historia, sino que le dio la confianza de creer que él había comprendido totalmente la Historia, y de este modo, cuando todo fuera dicho y hecho, la habría enterrado con una dramática elegía conceptual para consolar a aquéllos para quienes su muerte sería experimentada como una pérdida.

Hace un momento he conectado a Heidegger con el silencio. Pero hay mucho Heidegger, o debería decir muchos Heidegger, antes de que este silencio sea alcanzado. Heidegger comparte con Hegel -aparentemente un riesgo profesional para los profesores de filosofía alemana- la visión de que la historia de las ideas filosóficas es el motor impulsor de la historia en sí misma. Sin embargo, a diferencia de Hegel, Heidegger entiende la secuencia histórica de las ideas filosóficas no para demostrar el progreso, sino la decadencia, una caída conceptualmente acelerada, si bien crecientemente sofisticada, a partir de un conjunto de encuentros en gran medida extraordinarios.

Con el propósito de la brevedad,  voy a tomar en consideración la dimensión de la filosofía de la Historia de Heidegger como narración, de hecho en gran parte perdurable. Hubo una vez un extraordinario sentido de la maravilla y del asombro acerca del hecho de que las cosas eran y de cómo eran. Allí surgió  la physis emergente y perdurable, a partir de la cual llegó luego la física. De modo íntimo e inevitablemente interrelacionado con la physis surgió allí un dejar que las cosas sean, el logos, a partir del cual muy pronto llegó la razón, la lógica y, eventualmente, la manipulación y la tecnología.

Aunque no hubiera sido dentro de los confines, muy limitados, de la aún más limitada provisión de generosidad de Heidegger para admitirlo, si éste fuera el caso, la descripción por parte de Heidegger del extraordinario advenimiento de la physis-logos es perfectamente compatible y podría haber sido influida por las largas conversaciones con Jaspers, en quien la consideración de algo llamado "los albores del tiempo axial" se había estado gestando. Para Jaspers, el tiempo axial -explorado por Heidegger más explícitamente y sin referencia alguna en su Introducción a la Metafísica, alrededor de 1935- involucraba la bifurcación de nuestro mundo humano en realidad y apariencia, liberación y atadura, iluminación y confusión, luz y oscuridad, y algo después eternidad y tiempo. En los albores de la era axial la vida humana se desplegaba gradualmente como una jornada, para aquellos que buscaban comprenderla: a través de la apariencia hacia la realidad, de la servidumbre hacia la liberación,  de la confusión hacia la visión, a través de la oscuridad y  hacia la luz.

No es difícil entender a Heidegger -dejando a un lado toda posible influencia jaspersiana- situándose, o al menos intentando situarse a través de reapropiaciones heroicamente intuitivas de los  fragmentos presocráticos, en los albores de esta era axial. Si algo más es cierto, es que es evidente que Heidegger no sólo pensaba que la filosofía había comenzado con la maravilla, sino que la única esperanza para la filosofía y, de este modo, para la humanidad como fruto de la filosofía,  era que la filosofía retornase a esa maravilla que la había engendrado y que, simultáneamente, posiblemente nos había engendrado a los seres humanos en nuestra humanidad específica.

En deuda considerable con una sutil lectura de Nietzsche, aunque no por ello particularmente controversial, Heidegger entendió el surgimiento de la filosofía ateniense presocrática en términos de una introducción, o al menos un resaltamiento e intensificación de la bifurcación tiempo/eternidad en el pensamiento axial. El recorrido de la vida humana no sólo buscaba un camino a partir de la apariencia, la servidumbre, la confusión y la oscuridad, sino que también buscaba escapar del tiempo. La meta del recorrido no era sólo la realidad, la liberación, la iluminación y la luz. Era también la eternidad. En la concepción de Heidegger la experiencia axial primaria de la physis se transformaba en la búsqueda de lo que se encuentra tras la physis, lo metafísico, algo que se identificó rápidamente con la forma o la sustancia primaria. Para que esta búsqueda metafísica ofreciera una esperanza de éxito, el logos, que inicialmente fue un "dejar que las cosas sean" centrado y concentrado de modo benéfico, se transformó en "razón", "dialéctica", "lógica", "episteme" y, en sentido más general, en pensamiento conceptual.

El resultado de este asalto a la filosofía metafísica griega en esta historia axial humana fue catastrófico desde el punto de partida de Heidegger. Una vez que lo perdurable y permanente se hizo eterno e inmutable, la meta de la Historia -la búsqueda de las religiones del "Libro" platonizado-  se convirtió en el escape de la Historia. Era aceptable para la apariencia pertenecer al tiempo, y así a la Historia, pero para el tiempo, y así también para la Historia, pertenecer a la apariencia implicaba progresivamente que el tiempo, y así también la Historia, eran sólo apariencia. Más allá de ellos y en íntima interrelación con ellos, según llegó a creerse, estaban la realidad y la eternidad,  una realidad que era eternidad, y una eternidad que, igualmente, era la única realidad verdadera.

Así, para Heidegger la tarea no es llevar la Historia a conclusión. Tampoco es traerla a su fin, o ayudarnos a encontrar formas para escapar de ella o para trascenderla. Paradójicamente, la tarea es llevarnos de regreso a la Historia. No es que que alguna vez la hubiésemos abandonado, sino que la profunda terapia espiritual que se necesita es hacer inevitable la comprensión de ese tiempo y, de este modo, la Historia es el único lugar en que siempre podemos estar. Es como si Heidegger estuviera afirmando que "la caída del hombre" no fuera en lo absoluto una caída en el tiempo, sino, de hecho,fuera una búsqueda profundamente engañosa o, posiblemente, incluso una creencia ilusa de que existíamos fuera del tiempo en nuestro ser esencial. Si hubo una caída en esta concepción heideggeriana, la caída era desde el tiempo hacia un inexistente dominio fuera del tiempo. La humanidad ha perdido por consiguiente  toda Historia auténtica. Si gran parte del pensamiento religioso posterior en la era axial implicaba salvarnos del tiempo y de la Historia, el pensamiento de Heidegger se esforzó por devolvernos a la Historia, por impulsar hacia atrás nuestro pensamiento hacia aquella Historia inevitable que nunca habíamos abandonado.

Hace un momento mencioné la noción de Historia auténtica. Si la Historia filosófica ha sido, para Heidegger, la fijación adicional de un propósito mal orientado por ser a-histórico, la trascendencia del tiempo y de la Historia, ¿cómo podría verse entonces una Historia auténtica?

Heidegger, un pensador anti-Ilustración en deuda con el romanticismo y con figuras tales como Fichte y Herder, emtiende la Historia como Historia de un pueblo que es el portador de algo espiritualmente significativo. Ser tal portador se hace especialmente significativo, incluso desesperadamehte importante a raíz de la muerte de Dios, la declaración de Nietzsche que, en la lectura de Nietzsche, es literalmente precisa, pero no el anuncio totalmente comprendido, por el propio Nietzsche, de que la era axial había terminado -sin embargo, ¿cuántas décadas e incluso siglos podrían ser necesarios para que esta circunstancia sea totalmente asimilada?
Sin una realidad liberadora y eterna más allá de las apariencias -dicho brevemente, sin religión tal y como se concibe tradicional y platónicamente-, algo más debe sustentar la existencia humana. Y ¿qué podría ser esto? Para Heidegger, esto parece ser un pueblo. Es un pueblo, no tanto porque ellos así lo desean, sino porque ellos son elegidos, porque es su Geschick ( destino, Nota de la traductora).

Pero, ¿quién o qué los elige? El Heidegger que está influido fuertemente por Nietzsche, y a lo mejor sumido en la ignorancia a través de la arrogancia, y que malinterpretó la oportunidad política, llega a ver, aunque brevemente, a la propia gente, a su pueblo, eligiéndose a sí mismo. Después de la muerte de Dios no sólo lo trascendente se retira, con éste parte también el pueblo elegido, excepto por un acto colectivo de voluntad. Podemos ver con seguridad lo que se ha llamado el decisionismo de Heidegger vívidamente, al menos en una parte significativa de los años treinta. La concepción de la Historia que éste sugiere tiene un paralelo notable y mayor con algo más en Nietzsche.

Nietzsche tenía propensión a pensar la Historia como una serie de rodeos prolongados e insignificantes al servicio de unos pocos grandes hombres. Su lista incluyó alguna vez a Goethe, a Heine, a Schopenhauer, a Wagner y a sí mismo. La lista sufrió gradualmente un desgaste, generado a partir de la desilusión o la cólera,  y sabemos que en su final, documentado trágicamente en Ecce Homo, sólo Nietzsche permaneció en esa lista. Sugiero que, en un momento dado, Heidegger entendió a los pueblos de modo similar, pero para él hubo sólo dos de esos pueblos que siempre permanecieron: los griegos y los alemanes, que hablaban aquellas dos "lenguas más espirituales de todas", el griego y el alemán. Un Heidegger intermedio, ni temprano ni tardío, y parcialmente bajo la influencia de Nietzsche, vio la historia real como siendo ordinaria e inferior al interés filosófico -por cierto, sin que ésta sea una postura atípica adoptada por una serie de filósofos de la Historia, como sabemos-, y Heidegger veía a dos pueblos, uno de mucho tiempo atrás, y al suyo propio en su propia época de la República post-Weimar, como pueblos dignos de una Historia auténtica,  habiéndola ya tenido, o teniéndola posiblemente pronto.

Y hay el Heidegger tardío, para quien no sólo los dioses, sino que el Ser y la Historia han huido, respecto a los cuales todo lo que queda para nosotros referente a la Historia es un silencio expectante, e incluso un silencio sobre este silencio, porque según se afirma finalmente como un comentario póstumo deliberado, "sólo un dios puede salvarnos".

Cuando nos volvemos a Jaspers, hallamos sutilezas que no se encuentran en Hegel ni en Heidegger. En un sentido, Jaspers podría ser denominado un pensador de la ilustración prehegeliana. Habiendo tenido mayor influencia a través de los escritos de Habermas, la razón comunicativa desempeña un papel principal en el pensamiento de Jaspers. A través de lo que Jaspers llama a veces simplemente comunicación -lo que involucra el reconocimiento de diferentes perspectivas y, al menos, el intento de entenderlas, si bien no siempre de superarlas-, se otorga igual jerarquía y reconocimiento mutuo a las personas  y a los pueblos, en un proceso de comprensión recíproca. La dignidad de las personas como pueblos recibe reconocimiento y apoyo.

Sin embargo, Jaspers no es un pensador de la "ilustración", si con esto se quiere decir alguien que no es consciente de la importancia de la Historia, o alguien que se orienta de modo optimista y confiado hacia su completamiento progresivo o su final. Para Jaspers estamos inmersos en la Historia, y sin conocer su origen ni su meta, no podemos estar en posición de conocer su propósito ni vislumbrar más allá de ella hacia su presunto fundamento (o fundamentos). Reconocer que se está inmerso en la Historia tiene como consecuencia una medida considerable de humildad respecto a cualquier pretendido significado narrativo de la Historia.

Así mismo, para Jaspers, el experimentarse uno mismo siendo histórico y, por lo tanto, estando fundado en la Historia, significa también aceptar que la Historia puede no ser el único fundamento propio. Si Hegel convierte la eternidad en Historia, y entonces reabsorbe la Historia en un presente que hace colapsar a la Historia, Jaspers acepta la Historia a través de la Existenz como inevitable e, inevitablemente, como sugerencia  de un fundamento que la trasciende y sobre el cual puede descansar.

Si Heidegger desdeña la eternidad en nombre de una Historia específica, post-nietzscheana,  y entonces huye de esta Historia o, al menos, de su reconocimiento manifiesto en nombre de una Historia futura que aún no ha  sido encontrada, Jaspers encuentra atisbos de una elusiva Trascendencia, si bien reconoce siempre sus circunstancias históricas y las nuestras, nuestras esperanzas plurales y,  en algunas formas dolorosas, nuestra humana culpa en relación a las oportunidades perdidas y a las acciones realizadas.

Existe una fuerte tendencia a exigir una Historia de narrativa unificada, unificante y simultáneamente convincente. En su ausencia, existe una tendencia igualmente fuerte a comprender la Historia en términos de las historias inconmensurables y sin comunicación, historias  en gran medida conflictivas y plurales. Quizás peor, existe el abandono de la esperanza respecto a la Historia filosófica narrativa y la abdicación de la reflexión histórica, en deferencia a esos recolectores, respetados con merecimiento,  y a sus recopilaciones de información. Sin embargo, Jaspers nos muestra otro camino -o tal vez muchos caminos: estos caminos compromenten el vivir en las tensiones ampliamente irreconciliables de las diversas narrativas históricas que coexisten en  nuestro siglo XXI, historias  que se ignoran o se hablan unas a otras, no entre sí. En su concepción de la comunicación y de la humildad que el reconocimiento de nuestro entrelazamiento con la Historia nos demanda, Jaspers puede sugerirnos, sin que sea del todo segura o infalible, nuestra única oportunidad filosófica, con la esperanza de rehabilitar y explorar la filosofía de la Historia.














[1] Una versión anterior se publicó en Internatinal Readings of Theory, HIstory and Philosophy of Culture, 21: "Dynamics of Values in Contemporary Culture," pp. 191-200,  publicación UNESCO-EIDOS, San Petesburgo, Rusia, 2006.

Wednesday, February 19, 2014

Ulrich Diehl. EL SUFRIMIENTO HUMANO COMO RETO PARA EL SENTIDO DE LA VIDA



Ulrich Diehl
Universidad de Heidelberg, Alemania
uwdiehl@web.de


La presente versión al español se publica en este blog con el permiso del autor y la aprobación de Alan M. Olson y Helmut Wautisher, y ha sido traducida por Gladys L. Portuondo del original en inglés publicado en:  Ulrich Diehl, Human Suffering as a Challenge for the Mening of Life, en: Existenz, An International Journal in Philosophy, Religion, Politics and the Arts, Vol. 4, No 2, Fall 2009.




Resumen.  Cuando las personas sufren, siempre sufren como seres humanos en su totalidad. El sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual de los seres humanos no se puede separar completamente de las otras clases de sufrimiento, tales como las que proceden de las condiciones naturales, ecológicas, políticas, económicas y sociales que han sido dañadas. En realidad, ellas actúan entre sí y se influyen recíprocamente. Los seres humanos no sólo sufren de enfermedades somáticas, de dolor físico y de pérdida de oportunidades dignas para satisfacer sus necesidades vitales  básicas, sus necesidades sociales y emocionales. También sufren cuando no están en capacidad de experimentar y de apropiarse  algún sentido de la vida, si bien dicho sufrimiento no es tan obvio como lo son las formas del sufrimiento físico, social y emocional en su mayoría. Sufrir por la pérdida de significado del sentido de la vida es una forma especial de sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual. Aunque todos los seres humanos comparten la misma necesidad humana básica de algún sentido de la vida, las condiciones personales del sufrimiento son, usualmente, el reto más fuerte para el sentido de la vida. Entre las condiciones personales del sufrimiento humano, las Grenzsituationen no pueden ser suprimidas o producidas en lo absoluto, sino solamente aceptadas y afrontadas como aspectos existenciales de la conditio humana. Según Karl Jaspers, éstas son: la muerte, el sufrimiento, la lucha y el fracaso. Para los seres humanos, el reto de afrontar estas Grenzsituationen es una forma de moverse del mero ser-ahí a la verdadera Existencia humana[1].




Cualquier  ética del sufrimiento estaría incompleta sin una contribución respecto al sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual. La contribución que sigue viene de la psicología filosófica, más bien que de la psicología empírica. Aunque existen algunas diferencias importantes entre las reflexiones "de sillón" de la psicología filosófica y los diversos métodos de la psicología empírica en el modo en que éstas enfocan y tratan a los fenómenos psicológicos, la psicología empírica no se encuentra en una posición por completo diferente de la psicología filosófica en relación a la comprensión del sufrimiento humano y de otros aspectos del ser personal y de la naturaleza del alma humana. Después de todo, la psicología empírica siempre está obligada a realizar algunas suposiciones teóricas o filosóficas sobre la naturaleza del alma humana y del ser personal, y estas suposiciones básicas  no sólo son controversiales, sino que deben ir más allá de lo que es empírico y observable.
En el diálogo de Platón Fedro (270a f), Sócrates enseña a un joven amigo, quien quiere estudiar el arte de la retórica, que el verdadero maestro de retórica tiene que conocer la naturaleza del alma humana. A fin de ilustrar esta sugerencia, él compara el estudio del alma con el estudio del cuerpo humano en el arte de la curación o medicina. Sócrates explica lo que pensaba Hipócrates sobre el estudio de la naturaleza del cuerpo o de la naturaleza de cualquier otra cosa: cuando sea que tengamos que estudiar la naturaleza de algo, tenemos que pensar sobre la cuestión de si nos enfrentamos a algo que es uniforme, o más bien a algo que es múltiple. De modo correspondiente, cuando estudiamos la naturaleza del alma humana, primero tenemos que investigar si el alma humana es una y la misma, y por consiguiente si se comporta igualmente en toda ocasión, o si ésta es múltiple, como la forma del cuerpo humano. En segundo lugar, tenemos que encontrar lo que el alma humana está causando de acuerdo a su naturaleza y qué causas y clases de efectos recibe ella misma. Esta pieza notable del diálogo pletónico rechaza el prejuicio común de que el enfoque de Platón sobre el alma humana o psiquis es meramente pre-científico, y por consiguiente, es inferior a los métodos de la psicología contemporánea, la psicoterapia y la psiquiatría.

Condiciones externas del sufrimiento humano

Hay diversas formas del sufrimiento humano y hay algunos modos de distinguir entre distintos tipos de sufrimiento humano. Tal vez una de las formas más confiables, si no la más confiable, efectiva y adecuada para distinguir entre distintos tipos de sufrimiento humano, es a través de sus causas externas, i.e., mediante las causas determinables fuera del cuerpo individual, el yo emocional, el yo cognitivo y la mente de una persona. Al menos, ésta es la forma en que pensamos sobre estos temas en la psicología empírica moderna.
Las personas pueden sufrir una variedad de circunstancias, tales como (a) condiciones naturales dañinas (terremotos, erupciones volcánicas e incendios forestales, huracanes, tornados y otras condiciones extremas del clima), (b) condiciones ecológicas dañinas (contaminación  radioactiva o química de la atmósfera o del medio ambiente en cierta región geográfica, incluyendo a las personas, los animales y las plantas, el alimento y el agua, o contaminación biológica con virus o bacterias que causan  epidemias), (c) condiciones políticas dañinas (dictadura o anarquía, guerra o ataques terroristas, mal gobierno, ausencia de una constitución y de un estado legal que garantice los derechos humanos básicos, la ley y el orden), (d) condiciones económicas dañinas (falta de crecimiento económico, desempleo e inflación, globalización salvaje del mercado, compañias internacionales evasivas, falta de responsabilidad social y económica  en la gerencia, debilitamiento del poder político de los gobiernos nacionales), (e) condiciones sociales dañinas (incapacidad de satisfacer las necesidades humanas básicas, como el hambre y la sed, la higiene, la vivienda y el vestido, la seguridad frente a la agresión y el crimen), (f) condiciones emocionales dañinas (incapacidad para satisfacer las propias necesidades emocionales de compañía, pertenencia y aceptación, la necesidad de un trabajo digno, las perspectivas del futuro propio y del auto-respeto mediante la libertad de auto-determinación, (g) condiciones cognitivas y espirituales dañinas (incapacidad para comprender el mundo social y natural en que vivimos, incapacidad para comprender la conditio humana, i.e., la posición especial de los seres humanos en el mundo, equipados con capacidades para la adquisición del lenguaje y el pensamiento, la comunicación y la comunidad, el trabajo y la cooperación. el amor y la auto-trascendencia a través del trabajo, el arte, la ciencia y la religión) y (h) incapacidad de experimentar y apropiarse algún sentido de la vida.
 Principalmente, se debe al psiquiatra Viktor Frankl que la psicología moderna, la psicoterapia y la psiquiatría prestaran atención a esta necesidad humana, verdaderamente especial. Según Frankl, la pérdida de cualquier significado respecto a algún sentido de la vida es una forma fundamental de sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual. La palabra "algún" no deja de ser importante en este contexto, porque comprenderíamos mal a Frankl asumiendo que existe el sentido de la vida para todos los seres humanos. Aunque Frankl estaba convencido de que todos los hombres y mujeres comparten la misma necesidad de sentido en sus vidas, él no asumía que hay una causa única, final y universal de sentido, o incluso sólo una y la misma causa para todos los seres humanos. Frankl consideraba más bien el sentido de la vida en tal forma tal, que comprendía el cumplimiento personal e individual de esta necesidad humana fundamental bajo las condiciones especiales, concretas y contingentes de la propia situación personal y social.
En la misma sección del Fedro de Platón (270a f), donde Sócrates compara el arte de la retórica con el arte de la curación, él pregunta a su joven amigo, quien está muy entusiasmado con la retórica, "¿Tú crees que se puede entender la naturaleza del alma sin entender la naturaleza de la totalidad?" Su discípulo responde: "Si se puede creer a Hipócrates el de las Asclepíadas, no se puede siquiera entender algo sobre el cuerpo sin este método". Sócrates coincide con Hipócrates sobre este tema. Pero también insiste en que esto no es correcto debido a la autoridad incuestionable de Hipócrates, sino debido a la autoridad de la razón. Por consiguiente, ambos métodos son necesarios y se complementan entre sí: el método holístico, que trata de entender la naturaleza de la totalidad, y el método analítico, que trata de distinguir los elementos de la naturaleza. Según Sócrates, esto es, inclusive, independiente del campo especial del conocimiento, sea que uno está tratando de entender la naturaleza del alma, como en el arte de la retórica, o que esté tratando de entender la naturaleza del cuerpo, como en el arte de la curación -con enumeraciones para conocer, entender y tratar el cuerpo.
Según la idea de Platón sobre la dependencia mutua entre la comprensión holística y la analítica, no tendría mucho sentido separar completamente el sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual, de otras clases de sufrimiento humano. Cuando las personas sufren, siempre sufren como seres humanos completos en el mundo natural, social y político en que viven. Por tanto, si Platón está en lo cierto,  podemos asumir  que las condiciones naturales,  ecológicas, políticas, económicas y sociales dañinas siempre tienen algún efecto en las condiciones emocionales, cognitivas y espirituales de las personas. Las personas normalmente sufren emocional, cognitiva y espiritualmente, más o menos, por las condicones naturales, ecológicas, políticas, económicas y sociales dañinas. Por ejemplo, en una región del mundo que es golpeada por las catástrofes naturales o por el  daño ecológico, por una dictadura o una anarquía, por guerras o por el terrorismo, por crisis culturales o políticas, por malas economías o sistemas de salud insuficientes, las personas se sienten normalmente más y más frustradas emocional, cognitiva y espiritualmente.
Si Platón tiene razón, podemos asumir también, vice versa, que el sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual tiene algún efecto en las condiciones naturales, ecológicas, políticas, económicas y sociales en las que las personas tienen que vivir. Sin cierta fortaleza emocional, cognitiva y espiritual, los seres humanos no tienen, normalmente,  los recursos psicológicos y espirituales para luchar, controlar y superar las condiciones de vida perjudiciales, sean éstas naturales, ecológicas, políticas, económicas o sociales. Por ejemplo, sin alguna inteligencia, equidad, coraje y veracidad, sin alguna  fe, algún amor y esperanza, ellas no tienen las cualidades personales necesarias para superar los retos que tienen que enfrentar en las inevitables catástrofes naturales o en el daño ecológico producido por el hombre, en las crueles dictaduras o en la anarquía política, en las numerosas guerras o en los ataques terroristas, en ciertas crisis políticas o culturales, en el desplome de las economías o en las insuficiencias de los sistemas de salud.
Aunque seguramente existen tales conexiones causales entre el sufrimiento humano y las condiciones de la región del mundo en las que la gente vive, la relación entre el sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual y las otras condiciones del sufrimiento es, de alún modo, más complicada. En su Enchiridion el filósofo estoico Epicteto comenta: "No son tanto las cosas en sí mismas lo que perturba a los hombres, como más bien las concepciones sobre las cosas"(sección 5). Hay muchos métodos y figuras destacadas en la psicología moderna, la psicoterapia y la psiquiatría que aceptan esta antigua perspectiva psicológica. Hablando psicológicamente, esto significa aceptar la perspectiva antropológica de que los seres humanos son seres hermenéuticos, i.e., de que ellos son capaces de interpretar una y la misma situación en diferentes formas.
Aceptar esto no significa cuestionar o incluso negar la existencia de un mundo externo, o la existencia de diversas estructuras ontológicas del mundo independientes de la mente y la conciencia humanas. Tampoco significa que los seres humanos constituyen o crean al mundo externo en que viven, como piensan los constructivistas contemporáneos.  Ya que hay constructivistas moderados y radicales, constructivistas biológicos (Umberto Maturana y Francisco Varela) y constructivistas psicológicos (Paul Watzlawick o Heinz von Förster), tenemos que distinguir entre ciertas variedades de constructivismo. No obstante, es común a todos la afirmación de que existe cierta clase de construcción de objetos, eventos y estado de cosas en el mundo, y  en consecuencia ellos rechazan la existencia de una realidad externa y ontológicamente estructurada, independiente de la conciencia, del lenguaje y el pensamiento humano. En este sentido, ellos se oponen a todas las formas del realismo epistemológico u ontológico (realismo ingenuo, crítico y metafísico)[2].
Aceptar esta perspectiva antropológica tampoco significa que el idealismo trascendental de Kant referente al espacio, al tiempo y a los objetos en el mundo resulta convincente, cuando él asume que ellos están esencialmente constituidos por la común subjetividad humana de la apariencia y el entendimiento. Significa, simplemente, aceptar que dos, o más seres humanos, no sólo tienen una perspectiva individual perceptual diferente sobre uno y el mismo objeto, evento o situación en el mundo, dependiendo de su posición real y contingente en el espacio y en el tiempo. También que ellos tienen usualmente una comprensión emocional, cognitiva y espiritual individualmente diferente de uno y el mismo objeto, evento o situación en el mundo, en dependencia de las condiciones reales y contingentes de la individualidad de su yo emocional, cognitivo y espiritual.
Ésta es la razón principal por la que las personas individuales pueden afrontar, reaccionar y actuar en formas diferentes, variadas e individuales cuando confrontan las mismas condiciones dañinas del sufrimiento humano en el mundo real. Por ejemplo, algunos pueden reaccionar ante una y la misma situación con frustración, pasividad y depresión; otros pueden reaccionar con vigilancia, actividad y responsabilidad. Por esta razón, hay cierta individualidad y subjetividad, y por consiguiente incluso cierta independencia del sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual respecto a las fuentes externas reales y determinadas o condiciones dañinas.
Aceptar estas perspectivas filosóficas sobre las posiciones epistémicas de los seres humanos individuales no conduce, necesariamente, al escepticismo epistémico o incluso ético, al subjetivismo o al relativismo. Porque, a pesar de estos factores psicológicos sobre la posición epistémica de los seres humanos en situaciones de la vida real, ellos pueden todavía hacer juicios factuales verdaderos o falsos sobre el estado de cosas en el mundo, y juicios éticos de lo correcto y lo incorrecto sobre sus cursos de acción. La verdad fáctica y la corrección ética no pueden cuestionarse por los factores de la perspectiva perceptual ni por los factores de la individualidad del entendimiento emocional, cognitivo y espiritual.
Otro aforismo bien conocido en el Enchiridion, del filósofo estoico Epicteto, distingue entre las cosas que están bajo nuestro control y las que no lo están. "Bajo nuestro control está nuestro pensamiento, nuestras acciones, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones, dicho brevemente: todo lo que proviene de nosotros mismos. No están bajo nuestro control nuestro cuerpo, nuestra propiedad, nuestro prestigio, nuestra posición exterior -en una palabra,  todo lo que no viene de nosotros mismos"(sección 1). El consejo de Epicteto es: "Lo que no se puede cambiar, debe aceptarse". Este consejo, no obstante, podría complementarse con el consejo opuesto: "Lo que se puede cambiar, no se debe aceptar". De hecho, la mayor parte del tiempo uno sólo puede encontrar cuánto puede ser cambiado en tanto se intenta cambiarlo. Pero el sofisticado arte de la toma de decisiones razonables no sólo equivale a cambiar el mundo, en situaciones donde se es confrontado y retado por algunas causas del sufrimiento humano, como p.e. en la política y la economía, en el derecho y la medicina,  sino más bien equivale a mejorarlo. En consecuencia, se podría incluso decir: Cambiar es fácil; mejorar es difícil.
En su famosa Tesis décimoprimera sobre Feuerbach, Marx proclamó: "Los filósofos sólo han interpretado el mundo. pero de lo que se trata es de transformarlo"[3]. Este famoso dictum es, sin embargo, defectuoso, al menos por tres razones: (a) No es posible para nosotros, como seres humanos, cambiar la totalidad del mundo, sino sólo ciertos aspectos y situaciones en regiones más bien pequeñas del mundo. (b) No es realmente necesario cambiar ciertos aspectos y situaciones en el mundo, sino mejorarlos, porque siempre que cambiamos algo podemos también empeorar las cosas, más bien que mejorarlas. (c) No es posible mejorar ciertos aspectos y situaciones en el mundo sin interpretar, entender y conocer esos aspectos y situaciones.
Esto conduce al consejo opuesto a aquél dado por Marx: antes de que podamos mejorar ciertos aspectos y situaciones en el mundo, necesitamos filósofos y científicos, políticos y economistas, jueces y médicos que puedan interpretarlos, entenderlos y explicarlos adecuadamente. Esto es verdad, ciertamente, para las condiciones externas del sufrimiento humano. A veces, pero no siempre, esto también es verdad  para las condiciones personales del sufrimiento humano. Dado el enfoque de Platón, el consejo de Epicteto y una visión dialéctica sobre las complejas conexiones entre el sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual de los seres humanos y sus condiciones externas, podemos ahora dar una mirada más cercana a las condiciones personales del sufrimiento humano en sí mismas.

Condiciones personales del sufrimiento humano

Otra manera efectiva y fidedigna de clasificar las variadas formas del sufrimiento humano consiste en distinguirlas, por medio de sus fuentes inmediatas y concretas, dentro de los seres humanos en sí mismos. En correspondencia, podemos distinguir, descubrir e investigar cuatro tipos de condiciones internas personales del sufrimiento humano. En primer lugar, existen las condiciones del sufrimiento humano en el cuerpo físico, tales como un dolor de muelas ordinario, un dolor provocado por un brazo roto o una herida que duele después de una operación. En segundo lugar, existen las condiciones del sufrimiento humano en el yo emocional, como la frustración normal, el estrés bueno y el malo, el sentimiento de luto, los sentimientos de culpa y de vergüenza, de miedo y depresión, de falta de fe, esperanza y amor. En tercer lugar, existen condiciones del sufrimiento humano en el yo cognitivo, tal como la debilidad de la propia memoria, la falta de concentración y de vigilia, la falta de flexibilidad y del buen sentido del juicio, la incapacidad de comprender a los propios amigos, familiares o a otras personas con quienes nos relacionamos, o la falta de comprensión de las estructuras y eventos sociales, económicos y políticos. En cuarto y último lugar, hay condiciones del sufrimiento humano en el yo espiritual, tales como (a)la ansiedad existencial  por  la falta de respuestas auto-asertivas y auto-vinculantes a cuestiones existenciales tales como: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde me dirijo? ¿Qué quiero hacer y realizar en mi vida? ¿Qué es lo que más me importa en la vida? ¿Cuál es mi jerarquía personal de valores utilitarios, estéticos, éticos y religiosos? ¿Qué ideales, principios, normas y valores éticos son los más importantes para mi? (b) Cuando alguien está perdiendo la fe en la presencia potencial de Dios, la fe en la relación personal con Dios en vista de las deficiencias, fracasos y errores propios. (c) Cuando alguien está perdiendo su confianza básica en la vida, perdiendo el sentido de la preocupación por su propia vida, perdiendo su voluntad de vivir y de hacer lo mejor con su propia vida. En otras palabras, hay alguien que sufre por la incapacidad de alcanzar algún sentido de la vida.
Dicha clasificación, más bien heurística, de las condiciones internas del sufrimiento humano, no nos impide la posibilidad de investigar más a fondo las diversas formas, razones y causas externas del sufrimiento humano en sus circunstancias naturales, ecológicas, políticas, económicas y sociales. Pero es necesario distinguirlas, simplemente porque el sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual es usualmente  personal e individualizado en gran medida. Esto significa que, en muchos casos, las condiciones externas (o tipos de condiciones) que causan algún sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual interno en una persona, no necesariamente causan algún sufrimiento, o al menos el mismo tipo de sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual interno en otra persona, a pesar del alto grado de similaridad de las condiciones externas  (o tipo de condiciones). Y estas condiciones internas pueden causar sufrimiento humano, independientemente  y  en adición a cualesquiera condiciones externas del sufrimiento humano, i.e., aún si no existen razones y causas concretas y reales para sufrir por causas y condiciones externas.
Por otra parte, cualquiera de estas condiciones inmediatas y concretas del sufrimiento humano puede determinarse como necesaria y suficiente para la aparición, presencia y desaparición subjetiva de cierta conciencia reflexiva adicional del sufrimiento humano. Esto significa que los seres humanos no sólo sufren de dolor físico (de modo similar a otros seres vivientes, como los animales con un sistema nervioso adecuado en la médula espinal), ellos también sufren de aflicción emocional, de fracaso cognitivo y tristeza espiritual (a diferencia de los seres vivos afines, como los chimpancés o los delfines). Aunque los animales tienen alguna suerte de sentimientos instintivos y del hábito, los sentimientos humanos sólo comparten ciertas similaridades con los sentimientos animales. Aparte de estas similaridades, hay una extensa variedad de sentimientos humanos, cultural y socialmente formados, que no encontramos en los animales, tales como los sentimientos sociales, estéticos, éticos y religiosos.
Finalmente, los seres humanos pueden padecer, desde su conciencia reflexiva, todos los tipos de sufrimiento, como el sufrimiento físico, el emocional, el cognitivo y el espiritual. Ésta no es sólo una diferencia cuantitativa o un factor adicional en las diversas formas del sufrimiento humano (especialmente cuando se comparan con los mamíferos superiores). La capacidad humana de ser consciente, concentrarse y reflejar (pensar, entender y explicar) el sufrimiento propio y el sufrimiento de otros seres humanos transforma la propia cualidad del sufrimeinto humano en diferentes formas. Un ejemplo bien conocido es el cambio de intensidad del dolor corporal, como el dolor de muelas, cuando se está concentrado en cierta tarea o en alguna película y se está distraido de la propia autoconciencia. Hay muchos otros ejemplos que conocemos por medio de la experiencia personal y la introspección. Para los detalles, tendremos que desarrollar varios análisis fenomenológicos de lo que es estar consciente de algo, concentrarse y reflejar la cualidad, la intensidad, la duración y las causas de las condiciones internas y externas del sufrimiento humano.

El sufrimiento humano como aspecto de la conditio humana

Después de este breve panorama de las condiciones externas y personales del sufrimiento humano, quisiera subrayar algunos principios básicos de una antropología filosófica del sufrimiento humano. Como lo he señalado: el sufrimiento humano es muy específico entre las variadas formas de sufrimiento de todos los seres sensibles. La conciencia humana no sólo encierra particularmente formas humanas del sufrimiento físico, emocional, cognitivo y espiritual. El posible reconocimiento, la concentración y la reflexión respecto al propio sufrimiento de uno y al de otros seres humanos también influye, cambia y conforma la propia cualidad del sufrimiento humano. Además, la conciencia sobre nuestro propio sufrimiento y sobre el de otros seres humanos es un elemento esencial del entendimiento hermenéutico del ser humano en el mundo. Hay principalmente cuatro razones para esta visión antropológica de la conditio humana con respecto al sufrimiento humano.
Una razón de la cualidad especial del sufrimiento humano es nuestra naturaleza humana, y ésta se encarna en nuestra posición especial en el mundo cuando es comparada con otras entidades, en la medida en que las conocemos y las comprendemos: como lo sabemos a través de las vías de la ciencia y la filosofía, existen (1) objetos físicos y eventos incapaces de sufrir (i.e. sufrir en el sentido de sentir dolor, más bien que en el sentido de someterse a algún cambio efectivo), como en todos los tipos de materia y energía. Existen (2)  cosas vivientes que crecen, envejecen y mueren, pero que no pueden sentir dolor alguno, como las plantas o los animales inferiores (sin médula espinal). Existen (3) seres vivientes que crecen, envejecen y mueren, respiran, comen y beben, se trasladan, cazan y procrean, que pueden sentir dolor y otras sensaciones en sus cuerpos y conciencias, pero (a) no  pueden sentir los mismos tipos de sufrimiento que dependen de la cultura y que están socialmente formados; p.e., como la vergüenza o la culpa, la ansiedad o la desesperación, (b)  no son capaces de compartir la naturaleza similar del reconocimiento reflexivo de su propio sufrimiento como sufrimiento propio, (c) no son capaces de involucrarse en el entendimiento cognitivo, en el reflejo y la explicación  de su propio sufrimiento mientras éste dura o con posterioridad, cuando lo recuerdan.
Otra razón a favor de la cualidad especial del sufrimiento humano es que, con nuestra particular naturaleza como seres humanos, no sólo tenemos una posición especial y única entre todos los seres vivientes que conocemos en la Tierra, sino que podemos ser conscientes, reflejar, entender, explicar y saber sobre nuestra posición única y especial entre todos los seres vivientes (en la medida en que los conocemos).  Estas capacidades epistémicas adicionales también transforman nuestra comprensión hermenéutica de la conditio humana, porque en sí mismas ellas son buenas razones para aceptar la posición especial y única entre todos los seres vivientes de la Tierra (en la medida en que los conocemos). Esta perspectiva filosófica sobre la posición especial y única de los seres humanos en el universo (en la medida en que lo conocemos) es, sin embargo, rechazada hoy  con frecuencia por muchos filósofos, porque ellos erróneamente tienden a pensar que ésta es incompatible con la teoría de a evolución de las especies de Darwin.
Muchos filósofos naturalistas, como Willard V.O. Quine, Richard Rorty y Daniel C. Dennett, piensan que esta noción de la unicidad del hombre es meramente una consecuencia de la concepción mitológica del Hombre como la cima de la creación de Dios, y del Hombre creado a imagen de Dios, que encontramos en el libro bíblico del Génesis. Aunque esta concepción mitológica de la relación entre Dios, el Hombre y el mundo contiene algunas perspectivas apropiadas, recogidas en el lenguaje metafórico, la visión filosófica sobre la posición especial y única del Hombre entre los otros seres vivientes en la Tierra también resulta adecuada y confiable desde un punto de vista meramente empírico y científico.
En su famoso ensayo, A Problem of Psychoanalysis (El problema del Psicoanálisis, nota de la traductora), Sigmund Freud ha discutido que Copérnico, Darwin y él mismo, Freud, han cambiado la auto-comprensión del Hombre en el universo tan profundamente, que ya no podemos considerar que estamos en una posición especial entre otras criaturas en la Tierra, o siquiera que somos únicos en el universo (en la medida en que lo conocemos)[4]. En primer lugar, aunque Copérnico nos enseñó que el sol, y no la Tierra, es el centro de nuestro sistema solar, la cosmología moderna nos enseña que todavía parecemos estar en medio de un universo en expansión, sin fronteras espaciales susceptibles de ser descubiertas. En segundo lugar, aunque Darwin nos enseñó que los humanos son productos finales del desarrollo evolutivo de una variedad de especies, nuestra situación epistémica respecto a los propios factores de la evolución de la naturaleza es todavía muy particular y está arraigada en la unicidad respecto a todos los seres vivientes en la Tierra. En tercer lugar, aunque Freud enseñó que la razón humana no es siempre y por completo la dueña de la conducta y las acciones humanas, nuestra capacidad para comprender los diversos conflictos entre la afectividad y la intencionalidad de la conciencia humana, encarnada en nuestros cuerpos y corazones, nos coloca en una posición notablemente diferente, en comparación con todos los otros seres vivientes de la Tierra. Esta última perspectiva es tan antigua como la filosofía griega, y todavía es verdadera en la era de la cosmología moderna, en la que hemos empezado la búsqueda de otros seres vivos inteligentes en el universo. Sin embargo, encontrar algunos, contactar con ellos y comunicarse con ellos como personas no-humanas sería el comienzo verdaderamente revolucionario de una nueva era en la historia de las culturas y de la civilización humana.
Una razón adicional a favor de la cualidad particular del sufrimiento humano es que este conocimiento sobre nosotros mismos como seres humanos puede cambiar nuestra actitud y nuestra conducta respecto al sufrimiento de todos los otros seres sensibles, i.e., especialmente hacia todas las clases de animales superiores (con médula espinal), que pueden sentir dolor y otras sensaciones y que pueden tener algunos sentimientos similares, pero también diferentes a nuestros propios sentimientos humanos. En la medida en que compartimos algunas sensaciones y sentimientos con ellos, nos sentimos usualmente más cerca de ellos que de otros animales, y podemos sentirnos especialmente responsables por ellos. En la medida en que no podemos compartir todas nuestras sensaciones y sentimientos con ellos, usualmente sentimos también la distancia y la alienación respecto a ellos, y tenemos que comprender que muchas formas de nuestro particular sufrimiento humano son diferentes de sus formas de sufrimiento.
Finalmente, otra razón a favor de la cualidad particular del sufrimiento humano es que, como seres humanos, podemos elegir, en alguna medida, una actitud hacia nuestro propio sufrimiento personal y una evaluación del mismo, y más aún respecto al sufrimiento de otros seres humanos; p. e., podemos notarlo o rechazarlo, soportarlo o incrementarlo, tolerarlo o combatirlo, aceptarlo o controlarlo, reducirlo o incrementarlo. Además, como seres humanos somos siempre capaces, en alguna medida, de elegir alguna forma de actitud personal e individual y una valoración de nuestro propio sufrimiento o del sufrimiento de otros. Finalmente, aunque no menos importante, es que podemos cambiar nuestra propia actitud y nuestra valoración en alguna medida. Esto es verdadero incluso para la perspectiva filosófica sobre la particular posición y sobre la unicidad del sufrimiento humano en el mundo. Podemos considerarlo, de forma pesimista, como la razón de la soledad en el universo, única y particular, pero también trágica, i.e., como la tragedia existencial del sufrimiento humano; o  de forma optimista,  como una responsabilidad en el universo, particular y única, aunque realmente digna, i.e., como la dignidad existencial del sufrimiento humano.
A la luz de estos principios hipotéticos para una antropología filosófica del sufrimiento humano, podemos mirar finalmente hacia el problema psicológico y ético del sufrimiento a partir de la pérdida de nuestro sentido  del significado de la vida. Porque, después de todo, queremos entender la compleja relación entre el sufrimiento humano y las razones de la pérdida de nuestra propia fe en el sentido de la vida.

La necesidad humana básica de sentido de la vida

Según Viktor Frankl, existen algunos principios básicos acerca del sentido de la vida que requieren comprensión:
(1) No hay un sentido de la vida como tal, separado de los seres humanos que tienen una necesidad emocional, cognitiva y espiritual de sentido en ciertas situaciones de su vida. Y aunque no existe una causa única, general y universal del sentido de la vida para todos los seres humanos, todos los seres humanos están necesitados de algún sentido[5].
(2) El sentido ha de encontrarse principalmente en situaciones de toma de decisiones, en las relaciones personales y en las condiciones sociales de vida. Los seres humanos pueden compartir, y comparten muchas fuentes del sentido, como la amistad, el matrimonio y la familia; la crianza y educación de los hijos;  el entrenamiento y la instrucción de adultos; el trabajo digno y la conducta responsable en todos los tipos de profesiones; la investigación; la enseñanza y la auto-formación a través de las artes, las ciencias y las religiones; las posiciones de responsabilidad en la educación, la economía, el derecho y la política, etc.
(3) El sentido es individual y personal, lo que significa que es inherente a la situación contingente y concreta de una persona en su vida. Las personas necesitan descubrirlo por sí mismas, y otros no pueden descubrirlo por ellos. Además, el sentido es personal e individual, porque lo que podría ser significativo para una persona, no tiene que ser también significativo para otra persona. Finalmente, el sentido no puede ser simplemente dado a alguien por alguien más, sino que uno mismo lo debe encontrar.
(4) Aunque el sentido es personal e individual, no es meramente subjetivo, sino una realidad objetiva inherente a una situación. Sin embargo, puede ser encontrado sólo por medio del reconocimiento particular de la forma de una situación. La forma significativa de una situación cuenta como oportunidad en el fondo de una realidad. Por tato, el sentido debe ser encontrado y no puede ser producido a voluntad. Y no sólo debe ser encontrado, sino que puede ser siempre encontrado en cualquier situación presente.
(5) En la búsqueda de sentido, los seres humanos están guiados por su conciencia. Ya que la conciencia humana puede fallar y no es nunca completamente infalible, también podemos fallar en relación al sentido de cierta situación, e incluso en relación al sentido de nuestra vida. Los juicios sobre el sentido de cierta situación o sobre el sentido de la vida siempre son inciertos y riesgosos. Por consiguiente, podemos juzgar sobre el sentido solamente con la humildad adecuada.
(6) El sentido no puede investigarse, alcanzarse y percibirse directamente, sino sólo indirectamente a través de algunas actividades significativas. Si sentimos que nuestra sensibilidad original para el sentido ha sido retada o destruida por alguna forma o algún sufrimiento externo o personal. no podemos compensarlo directa y voluntariamente, sino que tenemos que encontrar algún otro aspecto de la situación o algún nuevo tipo de actividad que pudiera ser otra fuente para nuestra percepción del sentido. Esto es por lo que (la percepción) del sentido parece ser a veces tan evasiva, y por lo que no puede demostrarse a alguien que tiene dudas sobre su existencia.
(7) Ni la significación de la noción del sentido de la vida, ni la existencia del sentido pueden demostrarse para el empirista o para el positivista, para los naturalistas o para los filósofos y psicólogos, psicoterapeutas y psiquiatras  behavioristas, quienes aceptan meramente la existencia de los hechos empíricos que pueden verificarse por los métodos positivistas de la ciencia objetiva y cuantitativa. Hay filósofos y científicos que rechazan y ponen en duda la idea de que el sentido de la vida tiene significación, de que se refiere a una importane necesidad humana y de que tiene que ser aceptada como una meta de la psicoterapia.
(8) Para Viktor Frankl y sus seguidores, sin embargo, no se cuestiona que existe algo como es la pérdida de la propia fe en el sentido de la vida. Ésta es una parte esencial del sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual de los seres humanos. Las personas tienen necesidad emocional, cognitiva y espiritual de sentido en sus vidas. Cuando, según Frankl, esta necesidad básica se frustra cada vez más, ésta se satisface por medio de sustitutos diversos, como los placeres sensuales superficiales, las obsesiones y las adicciones, las neurosis, los desórdenes de la personalidad y las psicosis, las manías, depresiones y otras enfermedades psiquiátricas.
(9) La mayoría de los seres humanos saben que sufren de una pérdida del sentido de la vida y se han familiarizado con esto de modo inmediato por sí mismos o a través de otros. El sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual es una preocupación de toda la vida para todos los seres humanos, independientemente de la edad, el sexo, el origen étnico, la nacionalidad o la religión. Es un tópico permanente para todas las personas, sean profanos o profesionales, que tienen que tratar con estos asuntos cuando apoyan a quienes buscan alivio emocional, curación para sus almas heridas o restitución de su salud metal.
(10) La salud mental y emocional es la preocupación primaria y única para los psiquiatras, psicoterapeutas y otros terapeutas.  La salud emocional y mental no es lo mismo que la forma integral del bienestar, que la tradición judía  denomina Shalom y que para la tradición cristiana es la salvación espiritual del alma. El bienestar integral y la salvación espiritual en sentido religioso son de interés especial para los rabinos y sacerdotes, pastores y ministros ú otros guías espirituales. Por lo tanto, las personas que formalmente son creyentes en Dios (con su comprensión personal específica de Dios) podrían sufrir también por el sentido de la vida. Y esto es verdadero también para las personas que han estado acostumbradas a tener una comprensión firme y digna acerca de quiénes son y qué quieren hacer en sus vidas, antes de que hayan entrado en una crisis personal.
(11) Antes de que los psicoterapeutas y psiquiatras empezaran a entender, a investigar y  a reflexionar sobre el sufrimiento emocional y espiritual de las personas ordinarias, las neuróticas y las psicóticas de una manera más sistemática, metodológica y científica, daban por garantizado que la gente ordinaria y la psicología popular pre-científica ya conocían bastante estos fenómenos psicológicos. Además, si estas personas estaban bien educadas, también conocían  los ricos recursos ilimitados para proceder a un aprendizaje de largo término sobre estos fenómenos psicológicos en la diversidad de religiones y en las variadas formas y obras de arte, como las epopeyas, los mitos y cuentos populares, los dramas, la literatura y la poesía, la escultura, la pintura y el cine, etc.
(12) Aunque para Frankl no hay duda de que existe algo como es la pérdida de la fe en el sentido de la vida, hay muchas opiniones y convicciones, concepciones y controversias sobre la naturaleza objetiva, sobre las verdaderas causas y las condiciones reales de la capacidad o de la incapacidad para experimentar y para apropiarse del sentido real y concreto de la vida para uno mismo. Por otra parte, hay muchas perspectivas, descripciones y valoraciones sobre las formas subjetivas de comprender el sentido de la vida. Y, finalmente, hay diversos enfoques, métodos y normas  psicoterapéuticas acerca del tratamiento terapéutico de la pérdida de la comprensión o del sentido de la vida de uno mismo.

El sufrimiento humano como reto para el sentido de la vida

Siguiendo la concepción de Frankl sobre la necesidad humana del sentido de la vida, podemos finalmente arrojar algunas conclusiones sobre las formas en las que el sufrimiento humano puede significar un reto para la capacidad de alguien para encontrar algún sentido en la vida.
(1) Todas las condiciones externas y personales del sufrimiento humano mencionadas anteriormente pueden ser un reto para el sentido de la vida bajo ciertas situaciones. Todo depende de la situación particular y contingente en la que la persona individual con su personalidad, biografía y situación social específica se encuentra en el momento dado.
(2) Si una condición particular externa y personal del sufrimiento humano puede ser realmente un reto para el sentido de la vida bajo una situación dada, esto depende de la comprensión individual y personal de lo que es constitutivo para el sentido propio de la vida.
(3) Ya que la propia percepción personal del sentido de la vida se encuentra altamente individualizada, las personas pueden enfrentar, reaccionar y actuar en formas muy diferentes, impredecibles e incluso sorprendentes en relación a cualesquiera condiciones externas o personales del sufrimiento humano. Todo depende de sus recursos emocionales, cognitivos y espirituales personales para descubrir algún sentido en las oportunidades existentes en sus condiciones de vida inmediatas, cuando están siendo amenazados por la pérdida de sentido en otros aspectos de su vida.
(4) Las formas individuales de hacer frente, de actuar y de reaccionar respecto a las condiciones externas y personales del sufrimiento como retos para el sentido de la vida, no son una buena razón para negar o minimizar el inmenso impacto del dolor físico y emocional contenido en todas las formas del sufrimiento humano, ni para aceptar y tolerar todas las causas principales del sufrimiento físico y emocional, cognitivo y espiritual. Las formas individuales de enfrentar, de actuar y de reaccionar respecto a las condiciones externas o personales del sufrimiento que retan el sentido de la vida, también pueden ser una buena razón para resistir y luchar contra algunas de las causas principales del sufrimiento físico y emocional, cognitivo y espiritual. Por consiguiente, todas las profesiones en las que la prevención, la prohibición, la disminución y el aumento del sufrimiento humano son tareas esenciales, incluyen algunas de las más profundas causas del sentido.
(5) Ya que todas las condiciones externas y personales del sufrimiento humano pueden ser un reto, pero ninguna causa particular tiene que serlo para el sentido de la vida de todas las personas (excepto para la completa aniquilación de la vida humana en la Tierra y la inmensa amenaza para el futuro de la humanidad que plantean la guerra atómica, biológica y química, las guerras mundiales y el genocidio), en todas las situaciones deben realizarse decisiones razonables respecto al problema de qué condiciones externas y personales del sufrimiento humano han de aceptarse y tolerarse -incluso si sólo se debe a la incapacidad de incrementarlas bajo situaciones dadas-, y qué condiciones externas y personales del sufrimiento humano deben ser resistidas y combatidas. Estas decisiones son siempre una cuestión de frónesis, o del juicio sensible y digno bajo  circunstancias dadas.
(6) Sin embargo, según Jaspers  hay algunas condiciones del sufrimiento humano que pertenecen a la existencia humana como tal, y que no pueden evitarse ni prohibirse en lo absoluto: las Grenzsituationen, o situaciones- límite existenciales[6]. Entre ellas se encuentran (a) la lucha por la existencia, que con frecuencia se encubre mediante la necesidad humana de amor y armonía, solidaridad y cooperación; (b) la muerte individual, que con frecuencia es negada o se acepta sólo como necesidad general, en la medida en que no estamos familiarizados con la experiencia inmediata de la muerte de la persona cercana a nosotros; (c) la contingencia de muchos aspectos de nuestra vida, que son asunto de oportunidad más que de ordenamiento y leyes de la naturaleza, o de las normas de conducta sociales y culturales, que causan una gran cantidad de desigualdades; (d) la realidad de la responsabilidad y la culpa, que no puede negarse a pesar de todos los intentos de entender y explicar la conducta humana como determinada por el destino, por la biografía, por la personalidad y por los motivos (inconscientes); (e) el fracaso existencial o el carácter fragmentario de la existencia humana, que es la razón del por qué las actitudes existenciales, tanto del optimismo como del pesimismo, se apoyan en meras construcciones racionales que fallan al reconocer fenomenológicamente la estructura ambivalente y antinómica de la existencia humana.
(7) Entre todas las condiciones personales del sufrimiento, las Grenzsituationen  son usualmente los retos más difíciles para el sentido de la vida, porque son constituyentes inevitables de la existencia humana. Por una parte, ellas provocan profundos sentimientos de desamparo e impotencia, y quiebran el natural e innato narcisismo humano. Por otra parte, ellas provocan cuestionamientos filosóficos y religiosos, y promueven y profundizan la búsqueda del sentido de la vida. Ésta es la razón por la que,  para Jaspers, ellas son oportunidades para despertar del mero ser-ahí empírico (Dasein) a la auténtica Existencia humana (Existenz). No obstante, el sufrimiento humano permanece como elemento inevitable de la Existencia humana:
El momento común de todas las Grenzsituationen es que ellas provocan sufrimiento; pero el momento común también es que ellas permiten que las fuerzas crezcan, lo que acompaña a los placeres de la existencia, del sentido, del crecimiento. El sufrimiento no es una Grenzsituationen entre otras, sino todas ellas se convierten en sufrimiento bajo su punto de vista subjetivo. El placer y el sufrimiento están inevitablemente atados entre sí.[PW 247]
Aunque comenzamos con el enfoque sorprendentemente moderno y científico de Platón sobre el ser personal y  la naturaleza del alma humana, y aunque apreciamos la sugerencia de Epicteto sobre la realidad dinámica de la mente humana, tenemos que aprender principalmente de Frankl y de Jaspers que el sufrimiento emocional, cognitivo y espiritual  es mucho más individual, personal y complicado de lo que parece a primera vista. Cualquier estudio psicológico de estos fenómenos del sufrimiento humano, tan importantes e interesantes, tendría que empezar con dichas presunciones filosóficas preliminares e hipotéticas, a fin de alcanzar cualesquiera resultados fiables que resulten adecuados a la completa y rica complejidad de los fenómenos.




[1] Presentado en el año 2003 en Roma, Italia, en la Conferencia Internacional sobre la Ética del Sufrimiento, International Academy of Philosophy (IAP), Liechtenstein.
[2] Una útil colección de ensayos sobre el constructivismo contemporáneo es: Paul Watzlawick (ed.), Die erfundeue Wirklichkeit. Wie wissen wir, was wir zu wissen glaugen?  Beiträge zum Konstruktivismus (München/Zürich: Piper Verlag 1977), pp. 16f; 39f; 91f y 294f.
[3] Karl Marx, "German Ideology, A. Theses about Feuerbach, 11",  trad. por el autor a partir de: "Die Deutsche Ideologie (1845/46), A. Thesen über Feuerbach, 11", en : Die Frühschriften (Stuttgart: Kröner Verlag, 1971), p. 341.
[4] Sigmund Freud, " Eine Schwierigkeit der Psychoanalyse". en Abriβ der Psychoanalyse, Einführende Darstellungen (Frankfurt a. M.: Fisher Verlag 2009), pp. 187-194.
[5] Viktor Frankl, Die Sinnfrage in der Psychotherapie (München: Piper Verlag, 1981); Das Leiden am sinnlosen Leben (Freiburg: Herder Verlag, 1977).
[6] Karl Jaspers, Psychologie der Weltanschauungen (München: Piper Verlag, 1994), pp. 229-280 [en lo que sigue citado como PW]