Sunday, January 28, 2018

Anna Donise, EL SIGNIFICADO DE LA EXPERIENCIA EMPÁTICA. JASPERS ENTRE LA PSICOPATOLOGÍA Y LA ÉTICA



Autora: Anna Donise
Università degli Studi di Napoli Federico II, Italia
anna.donise@unina.it



Agradecemos a la autora, Anna Donise y al presidente de KJSNA y editor en jefe de la revista Existenz, Helmut Wautischer, su apoyo para publicar en este sitio la presente versión en español, realizada por Gladys L. Portuondo del original en inglés, según ha sido publicado en: Anna Donise, "The Meaning of Empathic Experience. Jaspers between Psychopathology and Ethics" en: Existenz, An International Journal in Philosophy, Religion, Politics and the Arts, Vol. 10, No 2, Fall 2015.
En: https://www.existenz.us/volumes/Vol.10-2Donise.pdf






Resumen. El concepto de empatía tiene muchos significados. Hablamos sobre el sentimiento empático o la comprensión empática, pero también sobre la actualización empática (Vergegenwärtigung) de las experiencias mentales del paciente a través de los psicopatólogos clínicos durante la entrevista diagnóstica. Jaspers aborda el reto de la comprensión de los síntomas subjetivos que no pueden percibirse a través de los órganos sensoriales, sino que requieren de la empatía y la capacidad de transferirse uno mismo a la psiquis de otro individuo. Esto se logra principalmente mediante modos indirectos de acceso  a las experiencias mentales anormales del paciente por medio de los llamados rasgos externos, sin garantía alguna de captar el estado mental del paciente de una forma desprejuiciada y directa. La comprensión empática jaspersiana está mediada por dos procesos distintos: el primero es directo y automático, mientras el segundo es el proceso de sentirse uno mismo en la condición del otro, lo que tiene que aprenderse mediante el entrenamiento sitemático y riguroso. El ensayo muestra la relevancia y el carácter fructífero de la reflexión teórica de Jaspers sobre el problema de la empatía y las potencialidades teóricas y éticas que se relacionan con la distinción apropiada entre los estratos empáticos.
Palabras clave: Jaspers, Karl; Psicopatología General; empatía; ética; subjetividad.
_______________

Cuando hablamos de empatía nos referimos a la capacidad de entender lo que alguien está sintiendo. Usamos el término con mucha frecuencia en sentido positivo, esperando, por ejemplo, que otros sean empáticos, o desaprobando a aquellos que parecen poco serviciales y, por tanto, poco empáticos hacia nosotros. A partir de los escritos del joven doctor Karl Jaspers sobre la enfermedad mental, voy a resaltar el significado y la importancia que adquiere la empatía en la relación terapéutica. Para alcanzar este objetivo investigo las referencias teóricas y las diferentes concepciones del concepto de empatía presentes en el uso del término por Jaspers. En los escritos tempranos de Jaspers emerge una doble definición que permite ver la empatía como una herramienta terapéutica (la empatía relacionada con la patología), así como el fallo o deficiencia del poder de empatizar (la patología relacionada con la empatía). El objetivo de este ensayo es definir una teoría estratificada de la empatía que pueda justificar la revelación de alianzas inesperadas entre la empatía y el mal y que pueda centrarse en las potencialidades teóricas y éticas relacionadas con una distinción apropiada entre los estratos empáticos.

Primera Parte

Jaspers y la Empatía como el "Órganon" del médico

El objetivo de los primeros escritos de Jaspers es básicamente mostrar la relevancia de los síntomas subjetivos en el área psicopatológica. El síntoma subjetivo, que transmite el punto de vista del paciente sobre lo que experimenta, puede y debe ser parte de la investigación científica sobre la enfermedad mental y, por tanto, tiene que ser el tema de la reflexión metodológica. De hecho, si es cierto que no tengo acceso directo a la mente y a la experiencia subjetiva del otro (esto es, si es cierto que no tengo una percepción directa de esta), también es cierto que a partir de su conducta corporal, de sus expresiones y palabras soy capaz de relacionarme con sus sentimientos, de empatizar con ellos.
En un ensayo de 1910 Jaspers escribe que la empatía -Erlebnisse constituye un órgano real para el psicopatólogo, del mismo modo que los órganos de los sentidos que él usa para la observación de los fenómenos físicos[1]. Posteriormente, en un ensayo de 1912, Jaspers parte de la comparación entre la empatía y la percepción mediada por los órganos de los sentidos[2]. El síntoma subjetivo es atrapado, escribe Jaspers, a través de un Miterleben (mediador; testigo. Nota de la traductora), una suerte de experiencia compartida. Jaspers está plenamente consciente del hecho de que, al confiar en los órganos de los sentidos,  ciencias naturales como la histología pueden repetir la observación y verificarla de modo mucho más simple. mientras que la empatía presenta dificultades significativas. Sin embargo, dice, "la certidumbre se alcanza el principio en la misma forma, a través de la comparación, la repetición, la verificación de las experiencias de la empatía y las presentificaciones...La incertidumbre domina ambas áreas. Que esta es mayor del lado psicológico no es rebatible. Pero es sólo una diferencia de grado"(PFP 319).
No obstante, en este ensayo Jaspers enfatiza otro aspecto que posteriormente él retoma en su Psicopatología General: "esta identificación, esta enfatización ocurre de cualquier modo, sin requerir reflexión"(PFP 316). En las relaciones humanas, y por consiguiente también en la relación entre el psiquiatra y su paciente, cada uno incorpora parte de la experiencia del otro, parte de su sentimiento. A partir de este elemento que se describe como un hecho, Jaspers subraya la necesidad -en el caso de una relación clínica- de tematizar este datum, de modo que se evite el riesgo de que este permanezca como "una experiencia y no como conocimiento consciente"(PFP 316). El punto para el psiquiatra es tener  "una colección de experiencias conscientes, experiencias que él puede comparar claramente en tanto ellas no son sólo impresiones vagas y 'sentimientos'; experiencias que puede ordenar, definir, someter a prueba"(PFP 316). Jaspers trata entonces de indicar cuáles son los instrumentos o los medios para enfatizar las experiencias del otro:
*Observar sus gestos, postura, cambios en la complexión y ojos
*Preguntar para escuchar el punto de vista del paciente sobre su condición y
*Dejar que el paciente recurra libremente a las autodescripciones sobre su enfermedad
Nótese la diferencia entre los medios enumerados, que retomaré en la segunda parte. El  primero involucra una participación emocional e inmediata, mientras que los otros tienen que ver con contar la experiencia que, desde la perspectiva de Jaspers, se convierte en uno de los instrumentos clave para empatizar con el otro.
En la reflexión teórica sobre la enfermedad mental, Jaspers señala que al parecer este elemento de la empatía -la habilidad del doctor de atrapar la experiencia del paciente- es meramente una destreza subjetiva, una característica individual que no se exige de todos. Jaspers analiza el riesgo de dicha actitud, expresando de modo repetido y claro la necesidad de concebir en términos científicos el uso de los síntomas subjetivos en la psicopatología. Jaspers parece decir: Atrapamos de alguna manera la experiencia del otro incluso si, por supuesto, no tenemos percepción directa de esta. ¿Cómo podemos tratar de darle validez científica a este conocimiento? Y en particular, ¿cómo debemos tratar, como psicopatólogos, dicho conocimiento del otro?
Para encontrar una respuesta a estas preguntas necesitamos mirar más de cerca el objeto de nuestra reflexión. ¿Qué es la empatía? En PFP, Jaspers no se refiere a mucha literatura secundaria sobre el tópico. Sin embargo, él cita el importante conversatorio que Moritz Geiger dio en el Cuarto Congreso de Psicología Experimental, quien brindó una especie de  visión de conjunto precisa y analítica[3]. El texto de Geiger ya había sido valorado por Edmund Husserl y fue un gran modo de obtener una visión de las diversas teorías del tema de la empatía[4]. Este ensayo es esencial para entender la perspectiva de Jaspers.

Humano y No Humano

"El punto de partida de las teorías de la empatía no era...el problema de entender a otras personas, sino la animación del mundo subhumano"(WBE 58), escribe Geiger. En 1872, el filósofo e historiador Robert Vischer acuña el término Einfühlung (empatía) en la estética para indicar la transposición de las sensaciones orgánicas al objeto estético mismo: "Tenemos la habilidad extraordinaria de atribuir e incorporar nuestra propia forma en una forma forma objetual"[5]. El desasosiego de un cielo tormentoso o la alegría de una puesta de sol en primavera son, ante todo, cualidades del ser humano que se proyecta y por lo tanto, que está contenido en el paisaje que expresa, precisamente, -para la consideración estética- aquellas cualidades. Pero también es a través de la empatía que algunos objetos, aunque inanimados, son animados y personificados, como los árboles de un bosque que parecen aproximarse[6]. En su perspectiva, la empatía es lo que ha conducido a todas las diversas personificaciones mítico-religiosas de plantas y animales, presentes en cada cultura. Para Vischer, el cuerpo es convocado en su totalidad en cada ocasión perceptiva.
Sin embargo, fue el filósofo y psicólogo Theodor Lipps quien dio fama e importancia al término[7]. Lipps estuvo también interesado ante todo en la relación empática con las cosas, pero la significación que él atribuía a la "empatía" lo incitó a dedicar su atención también a la empatía interpresonal, llevando el concepto de empatía fuera de la esfera estrictamente estética. Cuando me enfrento a un sujeto, no encuentro un objeto estacionario e inanimado, por el contrario, me enfrento a la expresión de la espontaneidad y de la animación sentimental. Y entonces sucede que las cosas ocurren exactamente en la misma forma en que ocurren con los objetos: en la Einfühlung, el observador siente de forma inmediata lo que experimenta el sujeto observado. Lipps enfatiza fuertemente el carácter instintivo e inmediato de la relación empática, rechazando explícitamente una concepción analógica de la empatía: en el acto de la empatía no necesito pensar y construir una analogía en la que imagino cómo me sentiría si estuviera en el lugar del otro.
Lipps proporciona un ejemplo bien conocido: un espectador observa a un acróbata realizando una representación peligrosa y experimenta literalmente la suspensión del acróbata, reproduce dentro de sí los mismos movimientos, mimetiza las acciones observadas y, de esta forma, el espectador se identifica completamente con el acróbata, haciéndose "uno" con el ejecutante y, al mismo tiempo, se objetiva a sí mismo en el acróbata[8]. Según Lipps, en la empatía verdadera no hay distinción entre mi propio yo y el de otros. Por ejemplo, soy uno con el acróbata y observando su conducta, participo internamente en sus movimientos. Sólo desestimando la empatía completa y reflexionando en mi propia realidad comprendo que estamos separados.
El problema del sistema de Lipps puede aclararse si nos referimos -como Geiger- a la distinción hecha por Stephan Witasek entre un modelo que considera las experiencias de la empatía como principio de la representación y un modelo que las considera sobre la base de la realidad[9]. El primer modelo postula que al enfatizar la tristeza del otro, represento dicha tristeza; para quienes apoyan la realidad de la experiencia de la empatía, la tristeza de otros es verdaderamenre experimentada por mí como mi ppropia tristeza. En el caso del acróbata de Lipps, hay un claro ejemplo de la realidad: yo no trato de ponerme en el lugar del acróbata. Por el contrario, mirándolo imito instintivamente sus movimientos y su experiencia, que se refleja en sus movimientos, se convierte en mi experiencia; su temor, su vértigo y su emoción son los míos. Son mis propias experiencias las que tiendo a atribuir -como en un espejo- al acróbata.
No por coincidencia después del descubrimiento de las neuronas espejo la teoría de la empatía de Lipps ha vuelto a convertirse en centro de atención. Los equipos de investigadores dirigidos por Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma han mostrado que cuando observamos a alguien desempeñar una acción, se activan algunas áreas del cerebro -particularmente, las mismas neuronas que se activan en nosotros cuando hacemos lo que observamos nosotros mismos[10]. Los experimentos se realizaron primero en monos macacos, después en humanos y los resultados son similares sustancialmente. Esta es la razón por la que estas neuronas son llamadas "espejo". Según estos investigadores, la comprensión de gestos se hace posible por la reciprocidad de mis intenciones y las acciones de los otros, de mis acciones y las intenciones legibles en la conducta de los otros. Es como si la intención del otro viviera en mi cuerpo o como si mis intenciones vivieran en los de ellos. La idea es que a través de una suerte de mimesis -y en este sentido no estamos lejos del acróbata de Lipps- la empatía puede explicarse desde un punto de vista científico.
A la inversa, los teóricos de la representación subrayan que la emoción del otro no es nuestra emoción. Pensar en los sentimientos de empatía como representación significa declarar que los sentimientos del otro son "solamente representados, no dados en una realidad total y verdadera, en la medida en que no estoy enojado yo mismo cuando veo a un hombre enojado"(WBE 34). Asumir que los sentimientos de empatía son representaciones conduce, sin embargo, a un conjunto de problemas: si de hecho el enojo del otro se encuentra ante mí como si fuera un objeto completamente ajeno para mí, como un color que veo ante mí, entonces no tiene mucho sentido hablar de empatía (WBE 35). Dicha representación de la experiencia del otro no involucra nuestra propia experiencia emocional y, por consiguiente, no parece estar relacionada con el presente intento de describir las experiencias empáticas.

Empatía y Fenomenología

Jaspers aborda más bien de modo breve el tema planteado por el ensayo de Geiger. La obra del método fenomenológico en la psicopatología debe meramente encontrar una clase de implementación del conocimiento que deriva de la experiencia empática y, sobre todo, plantear el problema de su validez. Por lo menos aquí no es relevante investigar el origen genético de estas experiencias: ellas se dan y permiten que nos relacionemos unos con otros. Así que en el trabajo de Jaspers la comprensión del status teórico de la experiencia de la empatía se asigna precipitadamente a una comparación: "recordar nuestras propias experiencias mentales del pasado o las de otras personas resulta aproximadamente lo mismo"(PFP 319).
De esta manera, Jaspers no parece aceptar la dicotomía de las teorías de la realidad y las teorías de la representación, en tanto él se refiere a la perspectiva de Husserl según la cual la empatía pertenece a un amplio grupo de presentificaciones (Vergegenwärtigengugen). A diferencia de la percepción, cuyo objeto le es dado de forma originaria, todos los actos que requieren un hacerse presente de algo a la conciencia (lo que no es dado en sí mismo) son presentificaciones: recuerdos, fantasía, esperanzas y acciones empáticas[11]. Estas acciones están presentes en mi experiencia, pero su objeto no es originario en tanto no se encuentra presente en la realidad. El dolor del otro llega a ser parte de mi experiencia, pero no es mi dolor. Si entendemos la empatía como una experiencia en la que el que empatiza se vuelve uno con el empatizado, no seríamos capaces de describir la relación intersubjetiva ni por consiguiente, la relación terapéutica entre ellos.
Pocos años más tarde, Edith Stein se centró en el tema incluso con más claridad. Lipps anula completamente la diferencia entre la experiencia del otro y la de uno mismo[12]. Por el contrario, Stein afirma, "Yo no soy 'una' con el acróbata, yo sólo soy 'cercana' a él. Yo realmente no sigo su movimiento, yo casi lo hago. Esto no significa sólo que yo no desempeño sus movimientos externamente, como subraya el propio Lipps, sino que incluso lo que internamente corresponde en mí a sus movimientos -la experiencia de 'me muevo'- no es algo  originario"(PE 16). Parece evidente que cuando empatizamos con los sentimientos o las acciones de otro, no  reproducimos sus gestos o movimientos, ni nos identificamos o nos hacemos uno con su experiencia psíquica[13].
Siguiendo estas teorías, nosotros no obtenemos las experiencia de otro, sino "una experiencia por mi propia cuenta que hace surgir en mí los gestos ajenos que son presenciados"(PE 22). El error fundamental de Lipps fue confundir la empatía (Einfühlen) y el sentimiento único (Einsfühlen). Este último es una experiencia en la que el yo es capaz de disolverse en el otro. La crítica hecha por los fenomenólogos a Lipps muestra cómo, en el caso de la contaminación psíquica o incluso de la fusión del sentimiento único, la experiencia del otro ya no se toma como extraña, sino que se convierte en propia. Somos quienes estamos viviendo cierta emoción en la que nuestra propia experiencia se manifiesta, y no la de algún otro[14]. La crítica que se hace a esta concepción es que la empatía es así reducida a un mecanismo que nos hace capaces de relacionar los sentimientos de otros con los nuestros sin que reconozcamos una auténtica otredad. El dolor y la alegría del otro son devueltos a nuestra propia experiencia: a nuestro dolor y nuestra alegía. La imitación no implica entender al otro[15], porque si la fundamos en un mecanismo innato de imitación, lo que entendemos  sería nuestra propia experiencia y la empatía ascendería sustancialmente a una proyección de nuestras experiencias, no a un entendimiento de las experiencias de otros.

El problema de la validez

Hay otra referencia que, aunque no se menciona en estas páginas, es esencial para entender los problemas que conducen a Jaspers a articular su reflexión sobre la experiencia empática. Cuando Jaspers reflexiona sobre la posibilidad de referirse a la empatía en la investigación del síntoma subjetivo, la cuestión de la validez del conocimiento empático surge como prioridad. La referencia teórica más inmediata a este tópico es la reflexión metodológica de Max Weber, en tanto Jaspers asistió regularmente desde 1909 al llamado Weber Kreis, una suerte de círculo intelectual que tenía lugar en la casa de Weber los domingos por las tardes[16]. En su Roscher and Knies[17], Weber  se ocupa en extensión del tema de la posibilidad de la comprensión empática. Particularmente en la tercera parte, que aparece en 1906, él señala que el sujeto asume la experiencia empática de la experienia de otros "como un objeto"(RK 69). Esta no es meramente una experiencia irracional, y Weber tiende a enfatizar que incluso en la comprensión estrictamente intelectual del otro hay muchos momentos empáticos. Sobre todo, si la meta de la investigación es el conocimiento,  tenemos que selecionar algunos elementos de esta comprensión empática de acuerdo con el propósito que nos hemos planteado.
En este sentido Jaspers plantea la cuestión de la validez del síntoma subjetivo en una perspectiva weberiana: no debemos preguntar si hay una relación empática que caracteriza las relaciones humanas (en tanto no hay duda sobre esto), sino más bien definir su validez empírica. Weber escribe,
la adquisición del conocimiento está relacionada, el papel que toca a la "intuición" es por su propia naturaleza -como se mostró más rriba- el mismo en todas las áreas del conocimiento; hay sólo una variación -que depende de la meta cognitiva- en el grado, cuando procesamos [el material] intelectualmente,  del que somos capaces y del que deseamos alcanzar la precisión del concepto en todos los sentidos. La estructura lógica del conocimiento, sin embargo, sólo se manifiesta cuando su validez empírica en el caso concreto es problemática y por lo tanto tiene que ser demostrada. [RK 71]
En su ensayo de 1912 sobre la naturaleza fenomenológica de la psicopatología, Jaspers retoma casi literalmente este punto de la reflexión de Weber, refiriéndose a una diferencia de grado en la validez del conocimiento psicopatológico comparado con el de una ciencia natural como la histología. Weber problematiza el uso de la empatía en la psicopatología, criticando el "psicoanálisis empático" (RK 71). El problema, afirma con agudeza, es que la validez de los resultados de una investigación empática de una psiquis enferma será "bastante incierta" (RK 72) hasta que logremos vincular la conexión psíquica empáticamente reproducida con los conceptos obtenidos a través de la experiencia psiquiátrica general. Esta es la verdadera tarea que Jaspers estableció para sí mismo en sus escritos fenomenológicos: mostrar que es posible recurrir a la experiencia empática en una relación terapéutica sin socavar su validez. La cuestión ahora es, ¿cómo puede alcanzarse esto?

Segunda Parte

Empatizar las experiencias del otro (la empatía relacionada con la patología)

Según Jaspers, hay tres medios que nos permiten relacionarnos con la experiencia del otro y tratar de mostrar en detalle las características de una relación empática. Un médico que desee acceder al síntoma subjetivo del paciente tiene que: (i)sumergirse (Versenken) en el comportamiento, la conducta, los gestos expresivos de los pacientes; (ii)hacer preguntas que ayuden a los pacientes a explorarse a sí mismos, escuchando su propio punto de vista sobre su condición, y (iii)hacer que el paciente se exprese en documentos escritos, principalmente en la forma de la "autodescripción" biográfica. Estas acciones pueden usarse incluso sin conocer personalmente al autor (PFP 320).
El primer medio implica una relación inmediata con el otro y se relaciona con lo que puede definirse como "empatía emocional". Siento el enfado del otro, su dolor o su alegría. Es un sentimiento inmediato que está estructurado pobremente. De modo contrastante, los otros dos medios se conectan con la propia narrativa de los pacientes y con la oportunidad que esta ofrece de penetrar la experiencia del otro, aprendiendo a colocarnos en lugar suyo. Este es un nivel de empatía diferente, que involucra la dimensión del entendimiento. Es un nivel empático que nos fuerza a abandonar la inmediatez y a reflexionar sobre el sentimiento que acompaña a la narración -un sentimiento marcado por la concientización cognitiva de la separación  entre mi experiencia y la de los pacientes, buscando palabras y conceptos para atrapar esta última con los puntos de vista del paciente.
En esta perspectiva, la reflexión acerca de la práctica terapéutica puede ayudar a resolver las dificultades encontradas al tratar de definir la empatía, formulando una hipótesis con base en cuatro estratos de identificación:
Empatía Fusional: En referencia a Theodor Lipps y la neurociencia podemos reconocer un primer estrato de empatía que resulta en una inmersión inmediata, irracional e involuntaria dentro del otro. Este sentimiento inmediato puede resultar en momentos de fusión en los que el dolor del enfado y el temor del otro se convierten en los míos. Esta experiencia de fusión es mucho más común en niños que aún no tienen un yo estructurado, pero también es una experiencia común para los adultos. El punto es aprender a prestar atención a estas experiencias que no siempre reconocemos como resultado de una relación empática y que, por supuesto, no ofrecen ninguna certeza sobre la experiencia del otro.
Empatía Emocional. Aprendiendo a reconocer estas experiencias inmediatas, podemos salir del estrato fusional. Al observar las acciones y expresiones del otro entramos en relación con experiencias que son dadas como no originarias. Siento a menudo el dolor del otro sin que este se convierta en mi propio dolor: yo estoy triste, pero es porque él es quien sufre; su enfado me preocupa, pero yo mismo no me siento enfadado. En esta relación empática puedo enfocar mi atención en el otro como tal. aunque en la medida en que la experiencia es fusional me centraré en mi dolor, no en el suyo.
Empatía Imaginativa: La relación empática -como muestra claramente Jaspers- atraviesa también la narrativa del paciente y, por consiguiente, las palabras con las que el otro describe su experiencia. Relacionarse con esta narración involucra aprender a meterse en los zapatos del otro. Desde una perspectiva de desarrollo esta es la fase en la que el niño juega a desempeñar roles y en la que pretende ser alguien más, experimentando diferentes puntos de vista sobre las cosas[18].
Empatía del entendimiento. Finalmente, a través de la narración podemos tratar de entender el punto de vista subjetivo del otro. En particular, en la relación terapéutica, a través de la narración patológica el doctor adquiere una nueva perspectiva de la condición del paciente, entendiendo su experiencia, su enfado, su dolor o sus sentimientos. Es también a través de la narrativa que el paciente puede tratar de tomar el lugar de la persona que está frente a él, tratando de entender lo que el otro siente y vive.
Si entendemos la relación empática a través de la estratificación, podemos también arrojar nueva luz sobre un tema -el del llamado el "teorema de la incomprensibilidad"- que generó dudas en la recepción de su Psicopatología General[19] . Partiendo del punto de vista de Weber, según el cual se debe abandonar la inmediatez para alcanzar el conocimiento científico, Jaspers considera algunas formas de patología como incomprensibles y admite que hay un límite para el intento de establecer relaciones de entendimiento, excluyendo así ciertas enfermedades de cualquier relación terapéutica o dejándolas exclusivamente para las explicaciones organicistas. Sin embargo, Jaspers nunca ha hablado de experiencias "no empatizables", sino siempre de las "no comprensibles", señalando la dificultad de incluir esa experiencia particular en las categorías cognitivas clásicas.
Al intentar esbozar un método científico, Jaspers no ha investigado suficientemente el primer estrato de la relación empática. Mientras que en la práctica terapéutica es esencial adquirir un conocimiento pleno de la diferenciación de la experiencia, es también cierto que esta diferenciación sigue rutas diferentes, tiene etapas diferentes y también conduce a niveles diferentes de concientización y entendimiento. Reconociendo que la experiencia del otro puede ser nuestra propia experiencia, podemos pensar en una relación que puede habitar por más tiempo en los sentimientos inmediatos, liberada de la ansiedad de "salir de ella" para adquirir el status de  la metodología científica. En todo caso, la meta última  tiene que ser establecer una relación que pueda ser terapéutica.

La Patología relacionada con la Empatía

La empatía, escribe Jaspers en GP, también puede fracasar. Podemos conocer personas cuya enfermedad puede describirse en relación a una dificultad para empatizar. En el texto él identifica tres posibles anomalías de la empatía: primero, su fracaso, después del cual todo parece muerto. Esto se relaciona con las personas  que "ya no son conscientes de la vida psíquica de otros"(GP 64). Segundo, este fracaso de la empatía consiste "en una empatía desagradablemente forzosa -la vida psíquica de otros incide con una vivacidad feroz en la víctima indefensa"(GP 64), y finalmente, hay la "empatía equivocada" y fantástica (GP 64), que incluye elementos psíquicos que no son reales.
Una vez más, reflexionar sobre la patología ayuda a enfocarse en un elemento: el fracaso posible de la relación empática. Este fracaso no es prerrogativa exclusiva de la enfermedad, por el contrario, se inscribe en la relación misma. Jaspers se refiere a individuos que sienten como si todo estuviera muerto en torno suyo -esto es, aquellos que no sienten la vida psíquica de otros. En su ensayo de 1923 (NS), Scheler definió a estos sujetos como insensibles o melancólicos. Estas son personas que no sienten la experiencia de otros[20], que por alguna razón son incapaces de apropiarse del sufrimiento del otro. En algunos casos esta puede ser una forma patológica: por ejemplo, escribe Scheler, "ocurre con frecuencia en pacientes (ej. en la melancolía)" (NS 14). Es una suerte de incapacidad que se encuentra en cualquier individuo auto-absorbido, inmerso  en "sus propios sentimientos, sin ser capaz de lograr en general una aprehensión afectiva de la experiencia de otra persona"(NS 14). Dicho brevemente, la persona insensible es casi ciega para los sentimientos de otros. Además, Scheler nos muestra otros casos en los que la empatía es un lente a través del que se entienden algunas conductas que crean sufrimiento en los otros, construyendo una especia de fenomenología de la crueldad: tomemos el caso de aquellas personas que pueden llamarse "brutales"(NS 14). Una persona brutal está marcada por su desprecio de la experiencia de otra persona, a pesar del hecho de que la aprehende en su propio sentimiento. En este caso esto no es una forma patológica, una suerte de incapacidad que evita sentir: la persona brutal siente el dolor del otro pero no le importa, rechazando así la adopción de una actitud simpática.
En la cima de dicha fenomenología encontramos lo que Scheler llama el hombre cruel[21]. El hombre cruel siente perfectamente bien el dolor y el sufrimiento de otros, especialmente si él mismo se los inflinge. "Su alegría descansa en 'torturar' y en la agonía de su víctima. Según él siente...el dolor creciente o el sufrimiento de su víctima, así también se incrementa su propio placer y disfrute primario del dolor de otro"(NS 14). Así describe Scheler lo que llamaríamos hoy un sádico: un sujeto que siente placer haciendo sufrir a otro. En este sentido hay una clara diferencia -tanto en un nivel fenoménico como conceptual- entre la capacidad de atrapar o de ver los sentimientos del otro y la capacidad de compartir, prestar atención o asumir los sentimientos de otro, Conocer lo que el otro seinte puede ser un medio valioso para inflingirle sufrimiento. Scheler nos incita a reconocer que dichas conductas no sólo son una consecuencia de la patología: todos hemos utilizado, y utilizamos a diario nuestra habilidad para sentir lo que otros sienten para herirlos. Del mismo modo, somos con frecuencia indiferentes a la experiencia de otro, o abrumados por nuestra propia vida cotidiana ni siquiera percibimos lo que siente el otro.
Lo que queda por aclarar es si el fracaso de la empatía involucra todos los estratos de la empatía: fusional, emocional, de identificación y de entendimiento. Adhiriéndose a la dimensión patológica existen estudios que muestran la importancia de establecer diferencias. Resulta seguro asumir que algunas formas de austismo infantil están ligadas a una dificultad en las relaciones empáticas que involucran la empatía cognitiva (como en los dos últimos tipos descritos anteriormente)[22]: una pobre capacidad para entender lo que otros hacen los conduce a buscar actividades repetitivas y mecánicas, desarrollando a menudo habilidades en áreas donde es posible predecir, calcular y controlar una realidad que es esencialmente impredecible, ya que es incomprensible. Sin embargo, los niños autistas pueden tener un altísimo nivel de empatía fusional[23], que involucra agitación y temor frente a reacciones emocionales  que se experimentan como impredecibles en el mundo social.
En conclusión, sentir las experiencias de otro no significa entender o simpatizar con el otro. Volviendo a la pregunta original de Jaspers en este ensayo, ¿qué podemos hacer como psicopatólogos con el conocimiento del otro?, entiendo que esta se convierte en otra pregunta, ¿qué podemos hacer, como seres humanos, con el conocimiento del otro? Pero al hacer esto tenemos que movernos -exactamente como Jaspers en su vida- de la psicopatología a la ética.






[1] Karl Jaspers, "Die Methoden der Intelligenzprüfung und der Begriff der Demenz. Kritisches Referat (1910)", en Gesammelte Schriften zur Psychopathologie, Berlin/Heidelberg: Springer 1963, pp. 142-190, aquí pp. 142-3.
[2] Karl Jaspers, "Die Phänomenologische Forschungrichtung in der Psychopathologie (1912)", en Gesammelte Schriften zur Psychopathologie, Berlin/Heidelberg: Springer 1963, pp. 314-328.[En lo que sigue citado como PFP, todas las traducciones son de la autora]
[3] Moritz Geiger, "Über das Wesen und Bedeutung der Einfühlung", Bericht über den vierten Kongress für experimentelle Psychologie in Innsbruck vom 19, bis 22. April 1910, Leipzig: Barth 1911, 29-73.[En lo que sigue citado como WBE, todas las traducciones son de la autora.]
[4] Edmund Husserl, "Philosophie als strenge Wissenschaft", Logos. Internationale Zeitschrift für Philosophie der Kultur 1/3 (1910-11), 289-341, aquí p. 322. [Todas las traducciones son de la autora.]
[5] Robert Vischer, "Über das optische Formgefühl. Ein Beitrag zur Ästhetik (1872)", en Drei Schriften zum ästhetischen Formproblem, Halle a.d. Saale: Max Niemeier Verlag 1927, pp. 1-44, aquí p. 22.[En lo que sigue citado como OF, todas las traducciones son de la autora.]
[6] Por ejemplo, "En las ramas de ese árbol abrimos nostálgicamente nuestros brazos"(OF 23) o luego: "El árbol  se inclina y sacude su cabeza como si fuera un ser humano exhausto"(OF 32).
[7] Theodor Lipps, Leitfaden der Psychlogie, 3ra. edición, Leipzig: Wilhelm Engelmann Verlag 1909, cap. XIII, 222-41; y Theodor Lipps, "Einfühlung und ästhetischer Genuss", Die Zukunft 54/January (1906), 100-114.
[8] Theodor Lipps, Asthetik. Psychologie des Schönen und der Kunst, Vol. I, Hamburg: Voss 1903, p. 122.
[9] Stephan Witasek, " Zur psychologischen Analyse der ästhetischen Einfühlung", Zeitschrift für Psychologie und Physilogie der Sinnersorgane 25 (1901), 10-11. [Witasek was a pupil of Alexius Meinong in Graz.]
[10] Véase por ejemplo, Giacomo Rizzolatti y Laila Craighero, "The Mirror Neuron System", Annual Review of Neuroscience 27 (2004), 169-92.
[11] Edmund Husserl, Ideas Pertaining to a Pure Phenomenology and to a Phenomenological Philosophy. First Book: General Introduction to a Pure Phenomenology, trad. de Fred Kersten, Dordrecht: Kluver Academy Publ;isher 1983, p. 79.[En lo que sigue citado como IPP]
[12] "Si esta descripción fuese correcta, , la distinción entre la experiencia ajena y nuestra propia experiencia, así como aquella entre el Yo  ajeno y nuestro propio 'Yo', se suspendería realmente". Edith Stein, "Acerca del problema de la empatía", en The Collected Works of Edith Stein, Sister Teresa Benedicta of the Cross Discalced Carmelite, Vol Three, editado y traducido por Waltraud Stein, Dordrecht: Springer 1989, p. 16.[En lo que sigue citado como PE]
[13] Husserl dijo que sólo mis experiencias se dan de una forma originaria, y que puedo acceder a ellas solamente de modo reflexivo: "La percepción y lo percibido forman esencialmente una unidad inmediata". Por el contrario, la experienciadel otro se manifiesta sólo de manera indirecta y no originria (véase IPP 79).
[14] El ejemplo de Stein es muy claro: "Un niño que ve a otro llorando también llora"(PE 22). Otros ejemplos, según Scheler, son: las masas que se identifican con el líder, perdiendo la capacidad de decidir por sí misma, las formas de adoración en las que el adepto se identifica con el dios y es "poseído" por él, etc. Max Scheler, The Nature of Sympathy, trad. de Peter Heath, Hamben: Archon Books 1970, pp. 23-24 [En lo que sigue citado como NS]
[15] Scheler enfatiza que somos capaces de entender situaciones en las cuales no tenemos experiencia, basta pensar en el caso de quienes entienden  la angustia de alguien que se está ahogando en el agua sin la necesidad de experimentar una ansiedad real de muerte. La teoría de Lipps contradice el hecho fenoménico de que, aunque lo entendemos, no experimentamos realmente el sentimiento del otro. Véase NS 11.
[16] Paul Honigsheim, "Der Max Weber-Kreis in Heidelberg", Kölner Vierteljahrsschrift für Soziologie 5/3 (1926), 270-287,  y Karl Jaspers, Heidelberger Erinnerungen, Berlin: Springer, 1961.
[17] Max Weber, " Roscher and Knies and the Logical Problems of Historical Economics", en Max Weber: Collected Methodological Writings, editores Hans Henik Bruun y Sam Whimster, Routledge: New York 2012, p. 3-94.[En lo que sigue citado como  RK]
[18] Por ejemplo, véase Paul L. Harris, The Work of Imagination, Oxford: Blackwell, 2000.
[19] Karl Jaspers, General Psychopathology, trad. de J. Hoerug y Marian W. Hamilton, Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press, 1997.[En lo que sigue citado como GP]
[20] En realidad, Scheler habla de nachfühlen (empatizar). A través del uso del prefijo nach, que implica un venir después, Scheler subraya que nuestro sentimiento aquí depende de un sentimiento que lo precede: el del otro (NS 14).
[21] La descripción de la crueldad por Scheler parece acercarse al concepto de sadismo, en el que el sádico siente placer inflingiendo dolor a alguien. Véase Gilles Deleuze, Masochism: Coldness and Cruelty, New York: Zone Bools, 1991.
[22] Véase Simon Baron-Cohen, Mindblindness: An Essay On Autism And Theory Of Mind. Cambridge, MA: MIT Press 1997.
[23] Véase Adam Smith, "The Empathy Imbalance Hypothesis Of Autism: A Theoretical Approach To Cognitive And Emotional Empathy In Autistic Development", The Psychological Record, 59/3 (2009), 489-510.

Wednesday, August 16, 2017

Czeslawa Piecuch, EL MAL COMO DOPPELGÄNGER ESPECTRAL DEL BIEN EN KARL JASPERS







Czeslawa Piecuch

Universidad Pedagógica, Cracovia, Polonia

cechnap@op.pl






Agradecemos a la autora, Czeslawa Piecuch, y al presidente de KJSNA y editor en jefe de la revista Existenz, Helmut Wautischer, su apoyo para publicar en este sitio la presente versión en español, realizada por Gladys L. Portuondo del original en inglés, según ha sido publicado en: Czeslawa Piecuch, "Evil as the Gosthly Doppelgänger of Good in Karl Jaspers", en: Existenz, An International Journal in Philosophy, Religion, Politics, and the Arts, Vol. 11, No 1, Spring 2016.






Resumen. La originalidad del pensamiento de Karl Jaspers se encarna en su noción del mal  como "doppelgänger  (réplica, nota de la traductora) espectral del bien". Jaspers argumenta que el bien y el mal están conectados inextricablemente: el bien se revela a sí mismo en la batalla contra el mal, mientras que el mal es la respuesta a la tentación del bien. Según este concepto, destruir uno de ellos implica también destruir el otro. Si bien dicha noción puede tener una implicación pesimista para la posibilidad del perfeccionamiento moral, también conlleva la convicción optimista de que el mal nunca puede conquistar completamente el mundo. La cuestión que queda por examinar es si la interconexión del bien y el mal en la vida y la acción humana puede reconciliarse con otra idea de Jaspers, esto es, la de su oposición esencial. La respuesta es afirmativa cuando es vista desde la perspectiva de la Transzendenz.

Palabras clave: Jaspers, Karl; Kant, Inmanuel; bien; mal; infortunio; doppelgänger espectral; libertad; Existenz; Transzendenz; sinceridad.

______________

Las especulaciones de Karl Jaspers acerca del mal humano (Unheil) tienen dos aspectos: uno existencial y uno metafísico. El primero concierne a la Existenz humana y el último, a la estructura del mundo. Estos dos aspectos se encuentran estrechamente interconectados, como también es el caso de otras importantes categorías en su filosofía. En Chiffern der Transzendenz (1961), Jaspers diferencia dos ámbitos dentro del mal en su conjunto: el mal que surge de los horrores de la naturaleza (Übel) y el mal que resulta de la acción humana (Böse)[1]. Él establece esta distinción con referencia a la libertad: una forma del mal proviene de las ciegas necesidades de la naturaleza (Übel), mientras la otra forma se deriva de las decisiones humanas conscientes (Böse). La primera no depende de las decisiones hechas por los seres humanos, sin embargo, la última es obra del hombre. A pesar de esta importante diferencia dentro del hombre como un ser simultáneamente natural y espiritual, estas dos clases de desdicha están interconectadas; en el hombre, lo que le es dado por naturaleza se mezcla con lo que él hace a partir de su propia voluntad libre. Al mismo tiempo, estas dos clases de mal son vistas así sólo desde el punto de vista del hombre, en tanto la naturaleza como tal no es mala en sí misma, pero puede percibirse de este modo desde la perspectiva humana. Jaspers añade, de modo misterioso, que están relacionadas. Podemos asumir que es así porque, tomadas conjuntamente, ellas definen la conditio humana.

El mal moral (Das Böse)

Empezaremos con la discusión del mal resultante de la acción humana. la cual está sujeta al juicio moral, con la reserva, no obstante, de que al vincularlo con la Existenz humana, Jaspers le otorga una dimensión existencial y, por lo tanto, este pierde su carácter puramente ético[2].
En el segundo volumen de su Philosophie (1932), Jaspers dedica cierta atención al mal (Böse) que resulta de la acción, con lo que él intenta encontrar sus raíces en la voluntad humana[3]. Se requiere notar que Jaspers claramente vincula la libertad humana al bien, cuando declara que la voluntad es libre sólo cuando elige el bien, mientras que cuando se convierte en mala queda sujeta a la esclavitud. En relación a esto él difiere de Kant, quien afirma en su obra Religion Within the Bounds of Bare Reason (1793-4) que el mal no puede ser el objetivo de la voluntad, porque el hombre que desea el mal sería idéntico al demonio. Según Kant, el hombre no posee una mente maliciosa que podría desear el mal por el mal mismo, aunque como nota Jaspers, en Kant "el hombre sólo vive en la indecisión"(lebt nur im Widerstreit, CT 25)[4]. En contraste con Kant, Jaspers ubica la mala voluntad en el hombre, llamándola "la negatividad de su volición"(Negativität seines Wollens). Por la misma razón, él no considera el mal como un fenómeno demoníaco, sino humano.
Por consiguiente, la mala voluntad existe según Jaspers, y esto es decisivo para la naturaleza del mal porque sin esa voluntad este no existiría. Jaspers insiste, "es la sola voluntad la que puede ser mala" (P II 170, énfasis en el original). Es la voluntad la que trae el mal al mundo y el mal, separado de ella, no es inherente a entidades físicas o espirituales. En esta conceptualización de la mala voluntad encontramos la resonancia de las principales premisas aplicables a la filosofía de la humanidad de Jaspers. En su concepto, el punto esencial de la "buena voluntad" es la "posible Existenz" (mögliche Existenz), que es la base del ser personal; Jaspers equipara la buena voluntad con la búsqueda de la realización de la existencia y, a la inversa, la mala voluntad con la aniquilación de la Existenz  a favor del Dasein. Declara, "el mal es la voluntad que se dirige contra la posible existencia"(P II 171). Esto significa que la libertad, cuando se subordina al Dasein empírico, se aniquila.
En esta concepción de Jaspers se revela una paradoja peculiar: la voluntad, como disposición al mal, conduce a la negación del sí mismo. Al negar la Existenz la voluntad niega su propia libertad, en tanto la libertad propiamente dicha (eigentliche) se considera equivalente a la Existenz en la filosofía de Jaspers. Esto deja claro que la voluntad es libre sólo en la medida en que es buena, mientras que la mala voluntad deja de ser libre. A su vez, Jaspers llega a declarar que en este caso la elección no existe: la voluntad no elige entre el bien y el mal, sino que es voluntad sólo como buena voluntad, mientras que al querer el mal ya no es voluntad; se vuelve sobre sí misma, es "el volverse contra sí misma"(Umkehr gegen sich selbst) y una contra-libertad (Gegenfreiheit).
En lo que sigue abordo las consecuencias de la diferencia entre la buena y la mala voluntad. La buena voluntad conduce al ascenso (Aufschwung) de la Existenz hacia la Transzendenz, mejorando de este modo el desarrollo personal, siendo sí mismo; el amor al ser es su sustancia. A la inversa, la mala voluntad sustituye la Existenz con el Dasein; se centra en la supervivencia empírica, rechazando así al verdadero ser y  delatándose por el odio a este último. La dicotomía básica aquí visible de estas dos aspiraciones resulta significativa para nuestra discusión: por un lado, el esfuerzo incondicional por el bien con base en la libertad y en el amor al ser verdadero, el "querer el ser" (Wille zum Sein), que expresa la nobleza del ser humano, y por el otro, esforzándose por el mal, esclavizada y permeada con el odio hacia el ser, característico del Dasein vacío, el "querer la nada" (Wille zum Nichts). La primera progresa en comunicación con otra persona, en tanto en la última la falta del propio ser verdadero significa también la pérdida de conexión con el otro; la libertad contra la esclavitud; el amor contra el odio; el ser verdadero contra la nada. En esto se revela la diferencia significativa entre el bien y el mal según Jaspers -a esto volveremos más adelante.

La voluntad esencialmente mala (Im Grunde böser Wille)
Otra diferencia significativa, de acuerdo a Jaspers, entre la buena y la mala voluntad puede encontrarse en relación al sujeto del conocimiento. Como Kant y Sócrates antes que él, Jaspers también sostiene la creencia de que el conocimiento es el camino hacia el bien, y que de hecho son uno y lo mismo. Esto corresponde al conocimiento de lo que es bueno y de lo que es malo, lo que en la perspectiva de Jaspers se obtiene en la comunicación con otras personas. Sin embargo, cuando se trata de la mala voluntad, se pueden notar diferencias interesantes. En contraste con Sócrates o Kant, que creían que la falta de conocimiento es el origen del mal, Jaspers mantiene que el mal nace cuando "con conocimiento la voluntad se vuelve contra sí misma"(P II 172). Su creencia es que el hombre puede desear el mal conscientemente, y en esta forma su voluntad se hace mala: "Ha de ser la mala voluntad la que hace esto, y simultáneamente conoce de su acción o es capaz de conocerla"(P II  172). Al mismo tiempo, Jaspers encuentra que es inconcebible que este mecanismo de la voluntad se vuelva contra sí mismo y contra todo ser, como destructivo impulso de la voluntad hacia el mal[5]. Él presupone que debe ocurrir de este modo alguna supresión enigmática del deseo del conocimiento verdadero . Este es uno de los varios enigmas o aspectos sin explicación en el pensamiento de Jaspers.
Como es bien conocido, Kant consideró esto de modo diferente: inicialmente, en su filosofía crítica, él se centra sobre todo en el bien, y el bien, según Kant y Sócrates, resulta de la concordancia entre la voluntad y la razón. Esto es por lo que el bien brota de la voluntad que está sujeta a la razón, la cual ha descubierto la ley moral. En ese momento la creencia de Kant en la razón como el origen del bien prevalece, el bien que permite a la humanidad construir  "el reino o el ámbito de los fines" (Zweckreich) como se presenta en Fundamentos de la metafísica de la moral (1785). En este periodo, Kant presenta una filosofía optimista del bien, su ética es la ética del bien, él no se ocupa del conflicto entre la voluntad y la razón, ya que la buena voluntad es el bien en sí mismo. Kant  apuesta por el progreso en tanto declara que la razón humana está avanzando hacia un mundo mejor. No es hasta su obra La religión dentro de los límites de la mera razón que él aborda el asunto del mal[6]. Empieza allí sus especulaciones con una declaración básicamente pesimista, esto es, que el mundo se revuelca en el mal. En esta oportunidad vemos el cambio en su posición, en tanto él se da cuenta de que el mal no puede explicarse racionalmente; para él, este se convierte en un enigma[7].
Cuando Jaspers examina el concepto del mal radical de Kant (das radikal Böse), subraya que, según Kant, la propensión al mal corresponde a la  libertad humana, por lo que surge esta inversión específica, es decir, que el cumplimiento del deber se hace dependiente de la realización de la felicidad. Jaspers escribe: "Él [el hombre] ejecuta la inversión (perversión) de la relación condicionante"[8]. La voluntad que hace que la búsqueda de la felicidad sea la condición para seguir la ley moral en vez de hacer que el seguimiento de la ley moral sea la condición de la felicidad, resulta en que lo que es incondicionado, se vuelve condicionado. Jaspers señala que para Kant la "propensión al mal pertenece al hombre en cuanto hombre"(RB 112) y, debido a que el mal se vincula a la libertad del hombre no puede ser erradicado. No obstante, a pesar de ello, Kant ve la posibilidad de encontrar un camino conducente desde el mal radical hacia la buena voluntad a través de la "revolución de la actitud interna", que es la transformación de la propia voluntad, lo cual él iguala, por decirlo así, a la recreación o reconstitución del hombre. Pero también aquí llegamos a un enigma, en tanto Jaspers subraya que el origen de esta propensión al mal radical es uno de los grandes misterios en Kant que no puede explicarse lógicamente; de modo similar, tampoco se explica la transformación anteriormente mencionada que, en su opinión, traslada el problema del mal en el pensamiento de Kant hacia el ámbito de la teología cristiana (RB 125-6).
De modo similar a Kant, Jaspers declara que "el mal es parte de nosotros" (unser Teil ist[9] y por tanto, él se opone a  su objetivación y a su tratamiento como si fuese algo externo al hombre y como si, de este modo, sus consecuencias pudieran ser evitadas. Como Kant, Jaspers cree también que no hay en el mundo un poder maligno, un mal demoníaco, sino que sólo hay un mal humano, al que describe como ordinario. En su concepción este mal ordinario brota de la falta de incondicionalidad en la acción humana. Y aún así, es este mal humano, en tanto se aparta conscientemente del bien, lo que se aproxima al mal demoníaco -por decirlo así, como si el propio demonio estuviese involucrado. Y aquí llegamos otra vez a un enigma que desciende a los fundamentos mismos de la voluntad humana: percibir en sí mismo esta posibilidad de la voluntad de apartarse conscientemente del bien, de desear voluntariamente el mal, conduce al hombre a una posición en la que él tiene que afirmar de sí mismo: "Yo me comprendo a mí mismo en mi voluntad como esencialmente malo"(P II 173)"[10].

La acción recíproca entre el bien y el mal

No obstante, en mi valoración la originalidad de la concepción del mal en Jaspers consiste, por encima de todo, en sus reflexiones sobre la interrelación entre el bien y el mal. Sorprendentemente, Jaspers afirma que el bien y el mal no sólo están ligados inextricablemente al ser humano, sino que también son inseparables entre sí. Por lo tanto él rechaza no sólo la antigua tradición eudemónica que proclama la posibilidad de lograr la perfección moral absoluta, sino también la concepción de que el mal puede ser superado -una concepción a la que se adhirió Kant temporalmente-, por ejemplo, por vía del progreso, del aprendizaje o de la autoeducación, como resultado de lo cual el hombre sería capaz de poseer por siempre la bondad y la humanidad podría alcanzar realmente la paz perpetua.
En este punto resulta útil recordar que Jaspers considera que el mal es insuperable, y aún así, argumenta, uno no debe rendirse a este, porque la esperanza de vencer el mal desencadena la lucha contra el mismo y -aunque sólo momentáneamente- trae la victoria. Durante esta lucha -y esta es la clave- el bien se revela en sí mismo. Jaspers concede, "en tanto el mal no es destruido, y sólo en la lucha contra este el bien se convierte en realidad"(P II 173).
Esta conexión del bien y el mal constituye la característica básica de la comprensión de la posición del hombre en el mundo por Jaspers: "él no puede nunca comprenderse verdadera y puramente, nunca perfectamente, nunca de modo autosuficiente"(PGO 317). Esto resulta así, porque, según Jaspers,  incluso la misma concientización de la victoria sobre el mal contiene un elemento de mal, que brota del estar contento consigo mismo por ser bueno -incidentalmente, Kant mencionaba ya esto como una posible forma del mal. Jaspers añade a esto que la victoria sobre el mal no es nunca el éxito de un solo individuo y también, que en cierta forma, dicha victoria tienta al mal.
Aquí vemos que se encuentra el origen de esta situación límite que Jaspers denomina la culpa total, incomprensible e indeleble. La culpa nace de la conciencia de la carencia de pureza absoluta de las propias acciones, mientras que Jaspers llama a la falsa creencia en dicha pureza "el orgullo de un hombre de mente estrecha" que no percibe las ambigüedades y la variedad de motivos en sus acciones[11].
Para Jaspers, sólo la combinación del bien y el mal determina el destino del hombre:


La historia del mundo muestra ambiguamente sus aspectos cambiantes: el crecimiento de las grande figuras y creaciones, el progreso del entendimiento y su aplicación práctica resultante del conocimiento y las invenciones, los cambios de las circunstancias en general, observando el proceso de destrucción que todo lo conquista hasta que, incluso, la velocidad  creciente se aproxima a la condenación, que ya no ocurre en la singularidad, sino en relación al todo.[PGO 313]


La interrelación específica entre el bien y el mal se refleja en la poderosa afirmación de Jaspers de que el mal es el Doppelgänger espectral (der gespenstige Doppelgänger) del bien (P II 174). Esta denominación significa que el bien tiene precedencia lógica. Significa por tanto, en primer lugar, que el mal necesita al bien como su prototipo, al cual distorsiona; y en segundo lugar, que la presencia del bien provoca que el mal lo distorsione, ya que una réplica no puede preceder a su prototipo. Y una vez más, esto demostraría que el bien no podría tener lugar en su forma pura en el mundo, sino que siempre está acompañado por su sombra espectral, que socava el carácter absoluto del bien. Una conclusión pesimista se sigue de la sentencia de Jaspers, esto es, que el bien y el mal se necesitan uno a otro, pero además, en cierto sentido, que el bien es dependiente del mal.
A partir de esto seguirían conclusiones adicionales: si el bien y el mal co-crean la situación humana y ninguno de ellos tiene lugar aisladamente, entonces el mal necesita al bien a fin de distorsionarlo, en tanto el bien lucha contra su distorsión. Esta es la razón por la que Jaspers nos llama a ser vigilantes. Aunque pareciera que el bien y el mal son fundamentalmente diferentes, como hemos tratado de demostrar anteriormente, en Jaspers ellos se encuentran misteriosamente intervinculados en el mismo centro del ser humano, así que uno se transforma fácilmente en el otro. Por supuesto, estamos aquí interesados en la vigilancia frente al mal, que como he indicado antes, se encuentra contenido en la posibilidad de esclavizar la voluntad por medio del Dasein empírico: al no oponernos a este contribuimos efectivamente a su victoria.
La vigilancia también es importante en otro respecto, porque como cree Jaspers, esta ocurrencia del bien y el mal puede causar la ilusión de que el mal contiene alguna verdad que pudiera atraernos. "Esto se encuentra en el límite humano: la ley del día no gobierna en la pasión de la noche. Ellas son mutualmente excluyentes. Pero en lo profundo ellas dependen una de otra" (PGO 317). Por consiguiente, en un hombre puede nacer el deseo  de seguir sin compromiso muchas direcciones contradictorias. Jaspers habla en este contexto de "un deseo peligroso de acceder a todos los dioses y demonios, aunque sin subordinarse a ninguno de ellos"(PGO 317).
Podemos ver que las descripciones de Jaspers atestiguan su profundo conocimiento del alma del hombre. Parece como si él colocara, de un lado, dos poderes maniqueos antiguos, cósmicos, los dos dioses -la luz y las tinieblas- dentro del alma humana, en donde interrelacionados eternamente luchan su batalla sin fin. Y sin embargo, de otro lado, encontramos afirmaciones inescrutables de Jaspers que parecen situar estos poderes fuera del hombre, por ejemplo, cuando escribe que "la realidad del Dasein de los humanos parece estar determinada por algún destino más allá de toda libertad, en el que la libertad misma constituye un factor que causa aquello que no es querido" (PGO 314). Esto, de modo similar a los enigmas antes mencionados, nos lleva a preguntarnos si el mal, según Jaspers, es de hecho ordinario y humano en su carácter, o si es extraordinario y sobrehumano.
Estas preguntas brotan de un grado de incertidumbre que es notable en la concepción de Jaspers: de una parte, Jaspers cree que el mal es real, un caso objetivo de la voluntad, un alejamiento de la voluntad respecto a la Existenz y su sujeción al Dasein. De otra parte, tenemos su definición del mal  como una réplica y, por lo tanto, como algo secundario al bien original. Él también se refiere al mal en términos del "fantasma que está allí casi como tras las espaldas de la buena voluntad"(PII 172), como un tipo de aparición y, por tanto,como algo que parece no ser enteramente real. Esas denominaciones parecen aminorar el mal, de modo similar a la afirmación de Jaspers de que el mal humano es ordinario y no algún mal absoluto con una grandeza propia. Él sostiene que "lo que es demoníaco en tanto opuesto a lo digno de alabanza poseería una grandeza que no puede ser real en el mundo" (Das Teuflische wäre als das Widergöttliche selbst von einer Grösse, die im Dasein nicht wirklich sein kann), y añade, "si el mal se hace real, entonces ya es incierto y no puede ser mal absoluto por más tiempo"(PII 172). Esto crea la impresión de que Jaspers reconoce alternativamente el mal como un reflejo meramente distorsionado del bien y también como un poder oscuro, independiente del hombre y expresado en el ya mencionado Verhängnis (destino fatal, nota de la traductora) al que está sujeta la libertad. A favor de la primera versión, que coincide con Kant al afirmar que el mal tiene una dimensión humana y no demoníaca, observamos que Jaspers, lo mismo que Kant, ve las raíces del mal en la dependencia de la realización existencial del  Dasein-felicidad, lo que acercaría a Jaspers al "mal radical" de Kant[12]. Podemos aducir a favor de la segunda interpretación sus afirmaciones sobre el destino, sobre el alejamiento misterioso, consciente, de la voluntad respecto al bien, sobre el descubrimiento dentro de uno mismo de la "voluntad esencialmente mala", o incluso la afirmación de que la maldad humana se aproxima a la maldad demoníaca.
Otra discusión se deriva de la interrelación entre el bien y el mal, que parece nublar los límites entre los dos conceptos e introducir así la relatividad. Esto último contrasta con la posición de Jaspers sobre la realidad y carácter absoluto del mal y su creencia de que hay una diferencia fundamental  entre el bien y el mal, la que he acentuado al principio de esta discusión. Jaspers retrata conmovedoramente la realidad humana como estando permeada por la miseria universal. Es esta miseria, el horror y la maldad que definen  la situación humana lo que Jaspers llama la situación última del hombre. Al mismo tiempo, él subraya que "la comprensión de la desgracia siempre ocurre en contra del criterio de la gloria de la naturaleza o de  la bondad en las personas, quienes nos aportan la medida de lo que percibimos como una gran desgracia, y que son ellas mismas tan reales como esa desgracia"(CT 22). ¿Es posible, por consiguiente, reconciliar estos dos puntos de vista, es decir, que el bien y el mal se oponen radicalmente entre sí y que están también inextricablemente conectados? ¿Cuál sería su conexión? Intentaremos responder esta pregunta al final de este ensayo.

La miseria terrenal

La representación anterior de la desventura humana contenida en la categoría de la situación última del hombre nos lleva al ámbito del mal de otro tipo, el cual es tan incomprensible como el mal que resulta de la acción humana: esto es, el mal que el hombre experimenta en el mundo, que pertenece a la estructura de la realidad en la que él vive. En la obra de Jaspers, este segundo tipo de mal se expresa en términos que son específicos de su filosofía. Y así también las contradicciones que permean la vida humana se encuentran ya en la primera obra de filosofía de Jaspers, su Psychologie der Weltanschauungen, en términos de la "estructura antinómica del Dasein" (PW 232-47)[13]. El ser del hombre desgarrado entre contradicciones, la quiebra que experimenta en el curso de su vida, se denomina también posteriormente fracaso (Scheitern). En su Philosophie  Jaspers además señala que la estructura antinómica del mundo significa también una falta de cumplimiento último.  Aparece "como la miseria sin esperanza en el mundo"(PII 250). La negatividad y la inexplicabilidad de la situación del hombre se expresan más enfáticamente en su descripción de las situaciones límite (Grenzsituationen), que son elaboraciones de la situación fundamental (Grundsituation) -Jaspers las trata ya en su primera obra de filosofía, luego las amplía en su Philosophie y retorna a ellas en sus obras subsiguientes.
En la situación fundamental del hombre se contienen también otros tipos de infortunios; su origen descansa en la misma naturaleza de la realidad. Brotan del hecho de que cuando actúa, el hombre enfrenta elecciones infinitas y nunca es capaz de realizar todas las opciones. Cuando elige su camino, ve otros caminos que no ha elegido y, realizando una posibilidad, rechaza y borra otras posibilidades. Cada movimiento de la infinidad de posibilidades a la realidad finita significa perder para siempre todas las otras oportunidades. Esta pérdida causa que el hombre tenga un sentimiento de descontento y también de culpa; se siente como si estuviera perdiendo una parte de sí mismo, esto es, la parte que él nunca será capaz de realizar. Jaspers señala la aspiración, característica del hombre, a realizar plenamente sus posibilidades, la auto-realización que significaría lograr la propia perfección individual. Pero como afirma Jaspers, "ningún hombre puede realizar todo lo que se encuentra dentro de él"(PGO 316). Por consiguiente, el hombre percibe la elección de una posibilidad  al precio de otras posibilidades como auto-limitación, como una vida en estrechez (Enge), lo que evoca el sentimiento de imperfección y el consiguiente sentimiento de culpa. Como reacción ante esto, él desea permanecer en el reino de la posibilidad y resiste la realidad (sträubt sich gegen der Realität)[14]. Jaspers critica negativamente la falta de compromiso y de responsabilidad, y más bien defiende con fuerza la aceptación de las propias limitaciones y el responder por la elección que se ha realizado, manteniéndose fiel a la decisión propia. Esta valiente aceptación de la fragilidad propia se acompaña con la culpa antes mencionada, que resulta de la aceptación de uno mismo con sus limitaciones propias. El infortunio de la vida tiene su origen en la discrepancia entre lo que el hombre desea como perfección plena, el ideal, y aquello a lo que es condenado. Él considera este deseo como un tipo de auto-ilusión, porque si el hombre quiere estar vivo él debe involucrarse en el mundo, y esto significa que no puede evitar esta forma de miseria, esto es, el vivir percibiendo la imperfección. Aquí vemos la inevitabilidad que es característica de la situación límite de la culpa para Jaspers: el hombre es culpable cuando se involucra, porque en este caso él vive en el estrechamiento de sus posibilidades, y es también culpable cuando no se involucra, porque a su vida le falta seriedad.
Jaspers se dirige al viejo problema de las razones del infortunio humano como resultado de las acciones humanas y en tanto también pertenece a la estructura del mundo. Él plantea la gran cuestión que continúa planteándose en la historia de la filosofía: ¿quién es culpable de la infelicidad y del mal en el mundo, quién es responsable de esto? "Si yo conociera el origen de mi culpa, esta se haría limitada y evitable; mi libertad haría posible evitarla"(PII 197). Si la acción humana es el origen del mal, entonces surge, con el sentimiento de culpa que el hombre experimenta, la duda respecto a la misma posibilidad de hacer el mal que él encuentra dada en sí mismo; y pregunta quién es culpable, si él puede ser culpable. El argumento de Jaspers se expresa:

Me sé a mí mismo responsable; por consiguiente,  tengo que ser libre en algún sentido, me hago culpable. ¿Pero quién o qué es culpable de mi ser libre en el sentido de la posibilidad-de hacerme-culpable, de la necesidad-de hacerme-culpable? [PGO 372]

Jaspers cita varios intentos tradicionales de responder la pregunta sobre la causa tanto del infortunio, como del mal en el mundo; el karma y la transmigración de las almas; la narrativa gnóstica de la caída de los ángeles; la parábola cristiana de los primeros padres  tentados por a serpiente y castigados con la expulsión del Paraíso; la historia bíblica de Job; el concepto de predestinación y la historia de Platón sobre la creación del mundo a partir del caos por el Demiurgo; en su opinión, ninguna de estas teorías proporciona una explicación convincente de la existencia del mal.
Él mismo propone una disposición a la honestidad (Redlichkeit) donde la presencia del mal se percibe claramente. Esta honestidad requiere la percepción de los diferentes caminos que escogen y  siguen las personas, inclusive el camino a la nada en la pasión de la noche (Leidenschaft zur Nacht). La conciencia del hecho de que estas elecciones existen en el mundo no permite ningún optimismo fácil, o la auto-confianza manifiesta; ella aboga por el camino propio, mientras advierte contra el juicio crítico. Jaspers no condena el camino de la pasión de la noche, pero lo llama el desesperadamente serio (das verzweiflungsvolle Ernste), distinguiéndolo así de la vida sin seriedad y sin compromiso. Debería subrayarse, sin embargo, que el reconocimiento del camino hacia la obliteración, el camino de la destrucción de sí mismo y de otros, la percepción de esto e inclusive, como él cree, el respeto de esto, no significa en su opinión la aceptación de las distorsiones y el consentir a esto, sino más bien su enfrentamiento a través de la comunicación en la lucha amorosa (liebenden Kampf, PII 71).
A diferencia de la tradición especulativa de Occidente, Jaspers no plantea la cuestión de la responsabilidad por el mundo del creador del mundo; él no acusa a Dios ni expone una teodicea. Él cree que el hombre no puede censurar a la Transzendenz divina por el mal, ya que la Transzendenz divina no puede juzgarse a través de las categorías humanas del bien y el mal. Por una parte, para Jaspers la completa incognoscibilidad de la Transzendenz, similar a la completa incomprensibilidad de Dios para KIerkegaard, hace imposible  atenerse al juicio moral en las categorías de la justicia, la responsabilidad y la culpa[15]. Por otra parte, Jaspers comprende que el sentido humano de justicia exige encontrar la parte culpable que puede ser censurada por todos los males del mundo y por todas las imperfecciones humanas, ya que el propio hombre no siente que él es el autor de dicho mundo.

El amor fati de Jaspers

¿No hay entonces un culpable; no es nadie responsable por el mal en el mundo? Sí y no. Recordamos que Jaspers afirma decididamente, como ya se señaló, que el mal en el mundo es real y no puede ser suprimido, y su realidad significa destrucción en tanto "lo que destruye tiene que ser algo...tiene que existir. El mal...es...en sí mismo un adversario poderoso, es el odio, que se alimenta de sí mismo"(PGO 371-2). E incluso tal vez, como parece advertirnos Jaspers, puede convertirse en un poder irresistible. Sin embargo, él cree que buscar las fuentes del mal existente en el mundo en algún lugar más allá  de este mundo es injustificable en principio, porque cuando llegamos, más allá del mundo a sus fundamentos y a su origen, necesitamos abandonar la dualidad en la que reconocemos y juzgamos las cosas en el mundo, donde "lo que existe para nosotros, y lo que somos, se encuentra fundado en contradicciones"(PGO 369). Pero ya que en el fundamento del Ser en la Transzendenz, como se entiende por Jaspers, desaparecen todas las contradicciones u opuestos, no podemos conocerlo, en tanto el conocimiento siempre ocurre por medio de la yuxtaposición. Jaspers afirma que Dios no conoce ni el mal, ni el bien. Para Jaspers, como para Platón, San Agustín o Kierkegaard, Dios está más allá del mal. Esto explicaría el punto de vista de Jaspers de que el mal no es absoluto en su carácter, que no es un poder extraterrestre sino que es ordinario, esto es, humano y de este mundo.
Jaspers explica que "el mal, para nosotros, se encuentra en el fenómeno del tiempo", por lo tanto no podemos preguntar por su fuente dirigiéndonos hacia el Ser, que está fuera del tiempo. El fundamento del Ser es el lugar donde todo pensamiento se detiene y "nos quedamos con la comprensión de lo incomprensible"(PGO 383).
Jaspers se aventura incluso más allá, cuando declara que no sólo no podemos juzgar a Dios -el fundamento del mundo, en tanto se halla más allá de nuestra comprensión, sino que tampoco podemos juzgar al mundo como malo ya que no conocemos al mundo completamente, en su totalidad. "Para la veracidad del ser humano honesto, ni la sublevación ni la fe en la armonía son aceptables"(CT 37).
Por consiguiente, si el mal está presente y si destruye, ¿quién puede tener la responsabilidad y la culpa, cuando estas no se encuentran en la misma causa del miserable mundo, ni siquiera en el mismo mundo? Según Jaspers, la culpa y la responsabilidad caen en última instancia sobre el hombre. Encontraremos la solución del problema en la comprensión por Jaspers de la libertad existencial. Él cree que: "Donde hay libertad hay también responsabilidad, y donde hay responsabilidad también hay culpa"(PGO 357). En su Philosophie escribe: "Porque me sé libre, me considero culpable"(PII 196). Paradójicamente, en este concepto la libertad humana hace disponible la aceptación de la necesidad y, por lo tanto, la aceptación de algo que no puede ser cambiado.
Esto muestra que la respuesta de Jaspers  al problema del mal es cierto amor fati. En su caso, esto quiere decir que el hombre acepta como suyo, como Jaspers lo indica, lo que ocurrió antes del tiempo: "Es como si  yo me hubiera elegido a mí mismo, como soy, antes del tiempo, y que esa elección, que de hecho nunca ha sido hecha, yo la acepto por la acción de considerarla mía" (PII 196-7). Cuando toma sobre sí mismo aquello que no puede evitar, el hombre de Jaspers también toma la responsabilidad por ello; él se comporta como si, ciertamente, hubiera elegido él mismo el modo en que él es, de vuelta a la eternidad y ahora en el tiempo, y él toma sobre sí las consecuencias de dicha elección, aceptando la culpa  por la completa imperfección: la suya y la del mundo.
Jaspers se refiere a la noción de sinceridad de Kant (Aufrichtigkeit). Explica que "la sinceridad es mi veracidad cuando me enfrento a mí mismo"(PGO 383). Él exige la actitud de sinceridad hacia la miseria humana, que consiste en ser capaz de ver tanto la racionalidad, la belleza y la gloria del mundo como su futilidad, fealdad e irracionalidad: viendo la grandeza del hombre en los vuelos de su Existenz  así como su mezquindad y su caída en su traición. Porque la realidad no se revelará a sí misma al hombre en forma de una alternativa entre el bien y el mal, sino como la conjunción del bien y el mal. La actitud de sinceridad puede, en cierta medida, ayudar al hombre a tomar sobre sí la culpa que no es suya, la culpabilidad sin culpa.
Hemos llegado ahora a aquel punto que culmina las principales consideraciones filosóficas de Jaspers, su clímax y punto de referencia principal, es decir, a la Transzendenz. Según Jaspers, la sinceridad del hombre no se encuentra suspendida en un vacío y no se sostendría como tal, sino que es "la sinceridad en el movimiento de la certidumbre", la cual según él cree está guiada por la Unicidad de la Transzendenz . Es este poder el que guía al hombre más allá de todas las contradicciones, incluyendo  la contradicción entre el bien y el mal.  Jaspers asevera en su filosofía que la conducta del hombre en su situación existencial requiere en última instancia el apoyo de la fe como fuente de certidumbre, la cual es provista a través del vínculo con la Transzendenz. Elusiva a las cuestiones y juicios humanos, la Transzendenz vuelve a ganarse en la certidumbre de la fe filosófica. Esta certidumbre, obtenida en el acto de la fe, no suprime no obstante la duda ni oblitera las preguntas planteadas por la mente. La culpa que pesa sobre el hombre no sólo no explica cuestiones como la de la miseria humana, sino que las exacerba. Después de todo, el misterio del mundo y del interior del alma humana, que se revela en las consideraciones de Jaspers, nos empuja a continuar planteando preguntas tales como, por ejemplo: Si el mundo y el Ser trascendente fueran totalmente cognoscibles, ¿perdería el mal su carácter destructivo, se convertiría en bien como un elemento necesario en la armonía de este mejor de los mundos posibles, como se propone en la teodicea de Leibniz, y en este caso el hombre sería puro e inocente?
Para concluir: en la concepción de Jaspers, el mal, desprovisto de carácter absoluto, es -por decirlo así- un mal temporal, relativo no sólo al mundo sino también dependiente del bien. Esta interdependencia tiene la implicación pesimista mencionada anteriormente y sugiere también la consoladora conclusión de que el mal nunca puede conquistar el bien y regir el mundo, porque en ese caso se aniquilaría a sí mismo como el doppelgänger espectral. La victoria de uno de los elementos intervinculados los eliminaría a ambos. Pero esto desentierra dudas adicionales. La dependencia del mal respecto al bien y, viceversa, hace al bien en cierto sentido relativo, y a partir de esta movida se necesita sólo un paso para decir que el mal es necesario para la existencia del bien. Y de este modo, en su Psychologie der Weltanschauungen Jaspers declara: "sólo aquel que es pecador puede ser también moral"(PW 238). Él señala allí que el bien colinda tan próximamente con el mal que podemos advertir que uno se mezcla con el otro, y coincide con Goethe cuando este dice en su discurso en la celebración del día de Shakespeare, el 14 de octubre de 1771, en Frankfurt, que: "lo que llamamos mal es sólo la otra cara del bien". ¿Podemos entonces invertir esta afirmación y afirmar que el bien es sólo el otro lado luminoso del  mal? ¿Intenta Jaspers, de algún modo, justificar el mal?
Diré una vez más: sí y no. He expresado ya mis observaciones sobre la ambigüedad de la posición de Jaspers: por una parte presenté sus dramáticas descripciones de la miseria humana y del mal, los que deberían ser contrarrestados, y por otra parte presenté su tratamiento de la distinción entre el bien y el mal como resultado de nuestra participación en el mundo, y por consiguiente, no teniendo sus fundamentos en una realidad independiente del hombre, sino en el condicionamiento subjetivo de la cognición humana; para decirlo con palabras de Kant, no en el Ding an sich, el nóumeno, sino en el fenómeno. Hemos visto, por una  parte, la conceptualización radical del mal en la descripción de la estructura antinómica de la realidad, las situaciones límite, el fracaso y por otra parte, su debilitamiento en la yuxtaposición con la actitud del hombre sincero (des aufrichtigen Menschen), fundada bajo la guía de la Transzendenz como Unicidad más allá de todas las contradicciones y, así, también más allá del bien y del mal. En nuestra conclusión, intentemos encontrar una explicación para esto.
Creemos que la respuesta a la cuestión relativa a la postura de Jaspers respecto al mal debería tomar en cuenta la cuestión de la perspectiva: esto es, desde la perspectiva de la Transzendenz, la diferenciación entre el bien y el mal y, por tanto, el mal tomado en cuenta por sí solo pierde su significación; y desde esa perspectiva, el mal podría justificarse. A pesar de todo Jaspers subraya que esto es imposible de alcanzar, en tanto no podemos mirar desde la perspectiva de la Transzendenz, sino sólo desde el mundo hacia la Transzendenz.
Y aquí, en el mundo, el hombre existencial de Jaspers realiza su elección dramática entre el bien y el mal. que es de importancia fundamental para su ser personal, porque debido a ello él se encuentra o se pierde a sí mismo. Y pese a todo él se mantiene culpable, porque su voluntad es esencialmente mala (Wille im Grunde böse). Cuando toma sobre sus hombros la carga del destino, la responsabilidad por la totalidad del mal en el mundo y su propia fragilidad, él se dobla bajo el peso de la culpabilidad sin culpa. Parecería  que esto hace que el hombre sea digno de lástima, pero en la forma en que Jaspers lo ve al realizar esta tarea él más bien muestra su heroísmo.








[1] Karl; Jaspers [1961], Die Chiffern der Transzendenz, Basilea, Suiza: Schwabe AG Verlag 2011, p. 22.[En lo que sigue citado como CT]
[2] En Jaspers, las premisas éticas generales son adoptadas desde una perspectiva existencial, y así ella pierden su cualidad universal.
[3] Karl Jaspers [1932], Philosophie II: Existenzerhellung, Berlin, Alemania: Springer 1973, p. 170. [En lo que sigue citado como P II]
[4] Todas las traducciones son hechas por la autora.
[5] En referencia a su incomprensión de este impulso, Jaspers coincide con Sócrates hasta un punto. En su intelectualismo ético, como resultado de la equiparación del conocimiento moral del bien con la disposición al bien, Sócrates llega a una conclusión abusrda declarando que el alma que hace el mal voluntariamente es mejor que la que es involuntariamente mala, y en su conversación con Hipías admite que no puede estar de acuerdo consigo mismo en relación a su propio argumento. La diferencia entre los dos filósofos parece estar arraigada en el hecho de que para Sócrates, el mal brota de la falta de conciencia del mal, es decir, de la falta de un conocimiento completo del mal, mientras que para Jaspers el mal rsulta de una acción voluntaria que consiste en retener el deseo de un conocimiento conocimiento pleno.
[6] Aleksander Bobko presenta esta interpretación de la filosofía de Kant en su obra Myślenie wobec zla, Kraków, Polonia: Instytut Myśli Józefa Tischnera 2007, pp. 181 ff.
[7] Debe tomarse en cuenta que cuando Kant presume que la voluntad sigue a la razón, él parece caer en la misma trampa que Sócrates. Ambos comparten la creencia humanista de que el hombre no escoge el mal conscientemente, o voluntariamente. Kant piensa que el hombre desea el bien y que la razón le dice lo que es el bien; que el hombre es bueno por naturaleza y que por consiguiente, él elige el bien. Pero al mismo tiempo nota en el hombre la propensión al mal, que en su opinión, no resulta del deseo del mal en sí mismo, sino más bien del deseo de la felicidad.
[8] Er vollzieht die Verkehrung (Perversión) des Bedingungverhältnisses. Karl Jaspers, "Das radikal Böse bei Kant"[1935], en Rechenschaft und Ausblick, Munich: R. Piper 1958, pp. 107-56, aquí p. 111.[En lo que sigue citado como RB]
[9] Karl Jaspers, Der philosophische Glaube angesichts der Offenbarung, Munich: Piper 1962, p. 317.[En lo que sigue citado como PGO)
[10] Ich erfasse mich in meinem Willen als im Grunde böse. Podemos establecer una analogía entre esta asveración, que se refiere a la contaminación primordial del hombre, y la parábola bíblica del pecadp original que pesa sobre la humanidad desde el comienzo. Ahora bien, en este caso somos transportados al mundo de las cifras de Jaspers.
[11] Karl Jaspers, Psychologie der Weltanschauungen [1919], Berlin, Springer 1960, p. 278.[En lo que sigue citado como PW]
[12] Según Kant y Jaspers, el mal resulta de la esclavización de la voluntad mediante el afán por el Dasein-felicidad que sigue a la satisfacción de las necesidades factuiales. lo mismo que Kant, Jaspers indica como causas del mal que dan paso a la pasión, el egoísmo, la licencia -como es el caso del mal radical de Kant, en especial si la felicidad a la que se da prioridad se entiende en términos de hedonismo. Sin embargo, debemos reiterar que hay una importante diferencia aquí, decididamente con base en una dimensión moral en tanto estaa significa la sujeción a la ley moral, incluso al precio de la felicidad, mientras en el caso de Jaspers esta tiene una dimensión existenciales tanto está dirigida a la realización de la Existenz, incluso al costo del Dasein.
[13] Por dicho término él significa los opuestos insuperables y el conflicto total del hombre con el mundo: tanto su vida externa como la  interna están permeadas por contradicciones. El hombre encuentra límites insuperables tanto en relación al conocimiento como a la acción: él padece el fracaso, siendo incapaz de obtener la verdad absoluta en la cognición o el significado absoluto en la vida. Ya en su primera obra filosófica Jaspers argumenta que la futilidad de los esfuerzos, el gran sufrimiento y el dolor de las numerosas pérdidas se combinan para definir el dstino humano.
[14] La descripción de Jaspers, que muestra al hombre deteniéndose en el reino de la posibilidad, es una reminiscencia de la descripción de Soren KIerkegaard del héroe estético, desgarrado entre incontables posibilidades, que sin temor al riesgo y el fracaso y, sobre todo, a la responsabilidad, cambia de una posibilidad a otra sin elegir ninguna de modo serio y responsable. Esta actitud del hombre desgarrado, así como del hombre no comprometido como se describe por Jaspers es propensa a la infidelidad, que se convierte en norma de la vida irresponsable.
[15] Para Kierkegaard la Transzendenz divina, que es inaccesible al entendimiento humano, puede expresarse sólo a través del poder de lo absurdo; para Jaspers, se encuentra en su lenguaje de las cifras, manteniéndose por lo tanto más allá del juicio moral, más allá del bien y del mal.