Thursday, July 22, 2010

Brigitte Essl, Helmut Wautischer. LA DIMENSIÓN CURATIVA DE LA GRENZERFAHRUNG* EN LA RECUPERACIÓN DEL TRAUMA





Brigitte Essl
Práctica Privada, www.essl.pro
office@essl.pro
Helmut Wautischer
California State University, Sonoma




Datos de los autores:

Brigitte Essl, MD, Escuela de Medicina de la Universidad de Viena, Austria. MA, Psicología Clínica, Pacifica Graduate Institute, California. Doctor en Quiropráctica, Life Chiropractic College West, California. Certificación en U.S. como facilitador para el entrenamiento en la Constelación Sistémica de la Familia, en Gabrielle Borkan Institute, Mill Valley, California. Homeopatía Clásica para Doctores en Medicina, Viena, Austria. Miembro de: National Institute of Homeopathy; American Holistic Medical Association; Austrian Medical Association. Publicaciones: “The Healing Dimension of Grenzerfahrung in Trauma Recovery,” Existenz: An International Journal in Philosophy, Religion, Politics, and the Arts, 2008, Vol. 3, No. 2; “Therapeutic Application of Family Constellation Work for Chronic Illness,” The Knowing Field, 2006, Vol. 7, pp. 5-9.

Helmut Wautischer, PhD. Profesor, Estudios de la Conciencia, Pensamiento Filosófico, Antropología, Filosofía Comparada, Filosofía de la Cultura, Epistemología Crítica, Historia de la Filosofía. Co-editor (con Alan M. Olson) de Existenz: An International Journal in Philosophy, Religion, Politics, and the Arts, publicada por la Universidad de Boston; como editor invitado, Anthropology of Consciousness, 5/3 (1994), ‘Dreaming and the Cognitive Revolution’; miembro del Consejo de Redacción de The Noetic Journal; de Mind, Brain, and Social Organization y fue miembro del Consejo de Redacción de Anthropology of Consciousness y de Yearbook of Cross-Cultural Medicine and Psychotherapy. Traductor (del alemán al inglés) de: “Localization of Soul in Trance-Formative Perception: Catathymic Transformation through Trauerarbeitsplätze [Working Places of Mourning]”, por Helmut Stockhammer, y de “Soul and Paideia: On the Philosophical Value of a Dialectical Relation”, por Michael Polemis, para la presentación de ambos trabajos en el XX Congreso Mundial de Filosofía (1998), Boston, MA. Filosofía. Departamento de Filosofía, Sonoma State University, Rohnert Park, California. Miembro de: American Philosophical Association, Pacific Division; Karl Jaspers Society of North America (Presidente); Österreichische Gesellschaft für Philosophie; Council of Philosophic Societies. 
Entre sus principales publicaciones se encuentran: Ontology of Consciousness: Percipient Action, The MIT Press, 2008 (Editor); Tribal Epistemologies: Essays in the Philosophy of Anthropology, Ashgate Publishing, 1998 (Editor), así como numerosos ensayos entre los cuales se encuentran: ‘The Contribution of Shamanology to Cognitive Science,’ Shaman 14/1–2 (Spring/Autumn 2006), 81–88; ‘The Concept of Authority in Health-Care Decisions,’ Proceedings for the 21st International Conference on the Study of Shamanism and Alternative Modes of Healing, UC Berkeley 2004, 163–169; ‘Wunsch ohne Körper,’ en Rainer Born y Otto Neumaier (editores) Philosophie, Wissenschaft – Wirtschaft, Akte des VI. Kongresses der Österreichischen Gesellschaft für Philosophie, Wien 2001: ÖBV et HPT Verlagsgesellschaft, 313–317; ‘The Path to Knowledge,’ en Vasili M. Pivojev (editor) M. M. Bachtin and the Problems of Methodology of the Humanitarien [sic] Knowledge, Petrozavodsk 2000: Petrozavodsk State University Press, 90–97. 
Publicado también en: http://www.bu.edu/wcp/Papers/Cult/CultWaut.htm


La presente versión en español del original en inglés ha sido traducida por Gladys L. Portuondo, y se publica en esta página con el permiso de los autores. Véase el original en inglés en: Brigitte Essl, Helmut Wautischer. The Healing Dimension of Grenzerfahrung in Trauma Recovery. Existenz. An International Journal in Philosophy, Religion, Politics and the Arts. Vol. 3, No. 2, Fall 2008. 
En:  http://www.existenz.us/volumes/Vol.3-2Essl.pdf





Resumen:
Ante la investigación actual del trauma, será discutido el concepto de Grenzsituation de Jaspers, en relación a la situación límite de la muerte y del sufrimiento. Estas dos situaciones límite son utilizadas como una metáfora apropiada para considerar las etapas del trauma, la respuesta al trauma y la integración al trauma. El trauma por sí mismo es un evento abrumador, amenazante de por vida, que conduce a una respuesta post-traumática la cual puede extenderse desde el trastorno de estrés agudo, hasta el trastorno de estrés post-traumático y la comorbilidad del ánimo -apetito-,ansiedad-, o a trastornos disociativos y al abuso de sustancias. El predominio de etiologías traumáticas, en las condiciones ya enumeradas, ha sido descubierto en el campo multidisciplinario de las investigaciones sobre el trauma aproximadamente en las dos últimas décadas. Al proporcionar una breve visión general de las investigaciones recientes sobre el trauma en relación con las situaciones límite específicas de la muerte y el sufrimiento, comparamos las observaciones sobre el trauma realizadas por Jaspers con los síntomas del diagnóstico del TEPT (Trastorno de Estrés Post-Traumático). Además de esto, siguiendo a Jaspers, se expone la histórica situación límite del origen en el contexto que permite identificar, como pronóstico para la adaptación adulta al trauma, la importancia del vínculo con una infancia segura y la neurofisiología de la respuesta temprana al estrés. La comprensión vigente del trauma multigeneracional también apoya la observación de Jaspers acerca de cómo uno encaja en el sistema familiar en tanto noción fundamental que uno necesita actualizar. En conclusión, la Constelación Sistémica de la Familia, una aproximación fenomenológica al tratamiento del trauma, se introduce y se discute brevemente. Esta aproximación puede servir como ámbito experimental para abordar la noción de Jaspers acerca del movimiento a través de una situación límite, mediante la inducción de una experiencia de inmersión que puede contribuir a que los participantes se permitan una expansión temporal del yo con cambios perdurables en la percepción de sus traumas.



Abstract:
In the face of current trauma research, Jaspers' concept of Grenzsituation as the boundary situation of death and suffering will be discussed. These two boundary situations are utilized as an appropriate metaphor to address the stages of trauma, trauma response, and trauma integration. Trauma itself is an overwhelming, life-threatening event leading to a post-trauma response that can range from acute stress disorder to post-traumatic stress disorder, and comorbidity of mood-, eating-, anxiety-, or dissociative disorders and substance abuse. The prevalence of traumatic etiologies in the above conditions has been under discovery in the multidisciplinary field of trauma research over the last couple of decades. Providing a brief overview of recent trauma research related to the specific boundary situations of death and suffering, we contrast Jaspers' trauma observations with PTSD diagnostic symptoms. In addition, Jaspers' historical boundary situation of the beginning is addressed in the context of identifying as a predictor for adult trauma adaptation the importance of secure infant attachment and the neurophysiology of early stress response. The current understanding of multigenerational trauma transfer also supports Jaspers' observation of one's embeddedness in the family system as a fundamental notion one needs to actualize. In conclusion, a phenomenological trauma treatment approach, Systemic Family Constellation Work, is introduced and briefly discussed. This approach can serve as an experiential venue to address Jaspers' notion of moving through a boundary situation by inducing an immersion field experience that can afford to participants a temporary expansion of self with lasting changes in their trauma perception.









Hacia fines del siglo XX ha surgido un nuevo grupo de trabajos en psicología, en medicina y en las ciencias biológicas en torno al fenómeno del trauma, tal y como éste ha sido observado en individuos expuestos a catástrofes naturales, a la guerra y a la violencia interpersonal. Los hallazgos exigieron el reconocimiento del trastorno de estrés post-traumático (TEPT) (PTSD, Post-Traumatic Stress Disorder. N. de la T.), como una condición médica legítima y claramente identificable en los pacientes. La consiguiente inclusión del TEPT en la tercera edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-III, 1980) (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. N. de la T.) despertó el interés de investigadores y profesionales en replantear algunas de las interpretaciones tradicionales del diagnóstico psiquiátrico en los trastornos disociativos y en los desórdenes del ánimo y del apetito y ha atribuido a los eventos traumáticos no resueltos una contribución principal en la formación de enfermedades.
El desenvolvimiento del diagnóstico del trastorno de estrés post-traumático ha generado un replanteamiento organizado de la interpretación acerca de cómo la biología de las personas, su concepción del mundo y sus personalidades se encuentran inextricablemente entrelazadas y formadas mediante la experiencia. El diagnóstico de TEPT ha reintroducido la noción de que muchos síntomas “neuróticos” no son el resultado de alguna irracionalidad misteriosa, poco menos que explicable y con una base genética, sino de la torpeza de las personas para reconocer experiencias reales que han sobrepasado su capacidad para hacerles frente[1].
La complejidad de las secuelas de los eventos traumáticos cala hondo en el concepto del yo de una persona, en sus relaciones con los otros y en el mundo, en general. El tratamiento psicológico se ha ocupado de todas estas áreas a través del tiempo, pero el mayor reto para el tratamiento es la interrupción funcional del sistema nervioso autónomo con su distorsión del procesamiento sensorial al nivel del sistema nervioso central (SNC). Este enigma es un sello distintivo característico del TEPT.
Los adelantos modernos en las neurociencias, especialmente en las neuroimágenes y en la medición de los metabolitos de los neurotransmisores, han confirmado la validez del rastreo de los cambios psicológicos mediante sus correlaciones fisiológicas. Esto es cierto particularmente para el TEPT. En este contexto, resulta relevante reconocer la contribución de Karl Jaspers como una mediación valiosa entre la neurofisiología y la experiencia. “El concepto básico de la totalidad cuerpo-mente puede ser modificado en gran medida”, escribe Jaspers, “pero esto no ha perdido nunca su rasgo fundamental –la unicidad que es reconocible y absoluta”[2]. La comprensión de la formación de la Gestalt en la realidad psíquica requiere el desarrollo de la sensibilidad para la forma y el movimiento (cf, GP 265). Dejando atrás el dualismo cartesiano, la experiencia consciente de los mundos interiores (psiquis) y las correspondientes experiencias somáticas, biológicas (cuerpo), son percibidas ahora al unísono con la actividad interna y las relaciones con el mundo externo. Un profesional de la salud que enfrenta los retos de un paciente que experimenta las multifacéticas matrices de síntomas posteriores a un abrumador evento post-traumático, puede utilizar este concepto de unicidad para introducir un “recipiente holístico” para las relaciones terapéuticas.
Grenzerfahrung y Trauma
El concepto de Jaspers de Grenzerfahrung (situación límite) se refiere a una situación última que resulta adecuada para esclarecer las limitaciones conceptuales que una persona enfrenta cuando se expone a una experiencia traumática: la demolición del significado y de las estructuras de valor interiorizadas, y la amenaza existencial a la supervivencia física. Como humanos, nos encontramos inmersos en “situaciones” en tanto existencias, donde somos incrustados en una realidad siempre cambiante que exige nuestra respuesta e interacción. Jaspers denomina esto “una realidad en relación a los sentidos –ni psicológica ni física, sino ambas en una”[3], y
en tanto la existencia significa estar en situaciones, nunca puedo salir de una sin entrar en otra. Cualquier comprensión de las situaciones significa que procedo a transformarlas; esto no significa que yo podría cambiar mi condición en sí misma. No hay nada que yo pueda hacer acerca de mi ser en situación. Las consecuencias de lo que sea que yo haga me enfrentarán a una nueva situación, la cual yo he ayudado a sobrevenir. (P2 178)
Lo que Jaspers denomina “situación límite” es una situación con limitación semejante para la existencia personal. Las situaciones límite afectadas por la muerte y el sufrimiento nos ocurren como parte de la existencia, mientras que la lucha y la culpa tienen lugar como una respuesta a la condición humana.
La muerte y el sufrimiento son situaciones límite que existen para mí sin ninguna acción de parte mía. De un vistazo veo que ellas muestran rasgos de la existencia. La lucha y la culpa, de otro lado, son situaciones límite solamente en tanto yo contribuyo a producirlas; ellas son mi propia realización efectiva. Pero ellas son situaciones límite porque de hecho yo no puedo ser sin producirlas yo mismo. No hay manera en que yo pudiera evitarlas, en tanto que meramente por existir tomo parte en su constitución. (P2 204)
Jaspers identifica cuatro tipos específicos de situaciones límite: la muerte, el sufrimiento, la lucha y la culpa. Nos concentraremos en dos situaciones límite específicas del trauma y en otra situación límite que Jaspers ubica en los dominios de la “existencia definida históricamente”, siendo las tres potencialmente relevantes en el desenvolvimiento de la respuesta post-traumática: (1) enfrentar la muerte en una situación que es amenazante para la vida, auténtica comprensión de que uno no sobrevivirá, (2) el sufrimiento –la fuerza abrumadora de una situación de la que no se puede escapar o resistir y que se traduce en la propia impotencia, y (3) la situación límite del origen –nuestros padres y familia de origen y ancestros, a los cuales Jaspers denomina “la línea mítica de los seres en los que me refugio”(P2 163).
Con el diagnóstico del TEPT, el reino del sufrimiento humano se vincula cada vez más a la neurofisiología y ha hecho entrar a la psicopatología en un camino más real, de modo que incluso el lenguaje clínico es incapaz de enmascarar su impacto de largo alcance sobre la vida humana. Según la opinión de Jaspers, el sufrimiento es una de las inevitables situaciones límite que son parte integrante de la condición humana. Él ve al sufrimiento como una “restricción de la existencia, una destrucción parcial; detrás de todo sufrimiento se vislumbra el espectro de la muerte” (P2 202). El reconocimiento por parte de Jaspers del impacto existencial del sufrimiento ha encontrado su correlato en la investigación del trauma solamente un par de décadas más tarde.
Las reacciones traumáticas ocurren en situaciones en las que ninguna resistencia o escape es posible; el sistema humano de defensa es abrumado y se desorganiza. Los factores de estrés que crean una situación última pueden ser brevemente duraderos o repetidos y perdurables. Las catástrofes naturales, los accidentes casi fatales o el asalto sexual pueden dejar huellas parecidas como también las experiencias de combate, del campo de concentración o las degradaciones del campo de prisioneros, la violencia doméstica y el abuso infantil. En ambos conjuntos de circunstancias –la real amenaza cuasifatal y la cautividad crónica en una situación traumática- las respuestas pueden ocurrir con diferente intensidad en correspondencia con la severidad de la exposición al trauma. Central para la experiencia del estrés traumático es la comprobación de la impotencia frente a una fuerza abrumadora. Los mecanismos de respuesta fisiológica que uno tiene se encuentran limitados a un rango de reacciones instintivas, de conducta y cognitivas que generalmente se encuentran delicadamente conectadas dentro de nuestro sistema nervioso. La interfaz de las respuestas de supervivencia activadas en el sistema límbico, en el área del hipotálamo en el tronco cerebral y una cascada de activación neuro-hormonal movilizará la energía en el sistema nervioso, pero también llevará con el tiempo a cambios neurofisiológicos irreversibles. Resumiendo, la investigación médica sugiere que los glucocorticoides y las catecolaminas se regulan recíprocamente sus efectos en la fase aguda, de pelea-y-escape, del estrés[4] . La exposición a eventos inductores del trauma se correlaciona con la activación altamente sostenida de los niveles de glucocorticoides que son tóxicos para el hipocampo, resultando en la pérdida de memoria de corto y largo término. Así mismo, la inundación con opioides endógenos en la fase de retirada/sumisión de la respuesta al trauma conducirá a la disociación y a la analgesia inducida por el estrés.
La amenaza existencial de las experiencias traumáticas se correlaciona con el concepto de situación última de Jaspers cuando se enfrenta la muerte, en tanto el término “sobreviviente”, ampliamente usado en la literatura del trauma, subraya su asociación con la proximidad de la muerte. Cuando Jaspers sugiere una apertura a un rango más amplio de experiencia del yo, considerando que la realidad de una situación límite puede ser asimilada mediante la transformación de la existencia -que comprende su arraigo en la Existenz, su opinión resulta compatible con una postura moderna en relación a la búsqueda de sentido por parte de quien se encuentra en la fase de adaptación a los efectos posteriores a la exposición al trauma. Toda confrontación con las situaciones límite puede facilitar un movimiento hacia la auto-realización; hacia un “salto” de la existencia a la Existenz[5], “convirtiéndonos en la Existenz que potencialmente somos” (P2 179). Jaspers explica:
Experimentar las situaciones límite es lo mismo que la Existenz. Nosotros no preguntamos sobre ellas en la existencia; pero cuando somos sí mismos, ellas pueden hacernos conscientes del ser. Esto sucede en un salto: un espíritu que de lo contrario meramente conoce las situaciones límite puede, en un modo histórico, singular, no intercambiable, llegar a ser cumplido. El límite desempeña así su rol propio en tanto algo inmanente que ya apunta a la trascendencia. (P2 179)[6]
Existe una cualidad compartida por la cruda y destructiva realidad de las catástrofes naturales y la guerra, y también en la dominación y sometimiento de la violencia interpersonal e intrafamiliar. La Grenzerfahrung remite a la experiencia limítrofe de la muerte y el sufrimiento y puede ser utilizada para una comprensión de los síntomas y el tratamiento de las personas que sufren debido a eventos traumáticos. Una breve excursión en la psicología del trauma demostrará la relevancia conceptual de las experiencias limítrofes.
La Psicología del Trauma
Con posterioridad a la I Guerra Mundial, el psicoanalista y psiquiatra norteamericano Abram Kardiner comenzó a tratar a los veteranos de guerra, siendo un pionero con la publicación de The Traumatic Neurosis of War (1941) (La Neurosis Traumática de la Guerra, N. de la T.), obra que se convirtió en un pilar de la investigación del trauma. Kardiner acuñó el término “neurosis traumática” en los soldados con una intensa experiencia de combate. Él describe sus respuestas hiperactivas a los estímulos repentinos externos, “Estos pacientes no pueden recibir palmadas en la espalda abruptamente; no pueden tolerar un paso en falso o un tropiezo. Desde un punto de vista fisiológico ahí existe una disminución del umbral de estimulación; desde un punto de vista psicológico, un estado de disposición a reaccionar al terror”[7] . Él habló acerca de “pacientes tornándose atrapados” en el trauma y había frecuentemente lo que él llamó el sueño de Sísifo. “En este tipo el individuo se encuentra usualmente confrontado con una persistente e inquebrantable frustración. Cualquier actividad en la que participa es recibida con una cierta futilidad estereotipada”[8]. “Este sentido de futilidad los atrapó; ellos se volvieron apartados y distantes, aún si habían funcionado bien con anterioridad al combate”[9]. En la misma línea de Kardiner, una generación de psiquiatras, Walter Menninger, Lawrence Kolb, Herbert Spiegel, trataron la “neurosis de combate” en veteranos por medio de la hipnosis. Ellos esperaban influir en las respuestas condicionadas somáticas profundamente arraigadas y recuperar el material amnésico para la reintegración consciente.
Frases como “perturbación situacional transitoria de la personalidad” y “reacción al estrés grave” entraron al DSM-I en 1952, y fueron sustituidas por “ajuste de la reacción” en el DSM-II (1968), ya que las secuelas sociales de la Guerra de Vietnam tuvieron lugar en el terreno americano. Un ejército de soldados que regresaron descendió sobre las ciudades y villas americanas, con las leyes de combate de la selva impresas en sus sistemas nerviosos y sin diagnosis clínica que describiera adecuadamente sus cambios de personalidad. El haber sido lanzados a una sociedad carente de valores redentores respecto a la guerra en el extranjero, y los rápidos cambios en la estructura familiar y en las relaciones entre los géneros sexuales obstaculizaron la posibilidad de proporcionar asideros para la reinserción de estos hombres[10]. La introducción oficial del trastorno de estrés post-traumático es grabada en el DSM-III (1980) y el DSM-III-R (1987), en la sección “Trastornos de Ansiedad”. Durante las décadas de 1980 y 1990, la ocurrencia más extendida del abuso sexual encubierto en las familias o del asalto sexual se colocó en el primer plano. Según puntualizó la psiquiatra de Harvard Judith Herman, “Solamente después de 1980, cuando los esfuerzos de los veteranos de combate habían legitimado el concepto de trastorno del estrés post-traumático, se hizo claro que el síndrome psicológico visto en los sobrevivientes de violación, agresión doméstica e incesto era esencialmente el mismo síndrome visto en los sobrevivientes de la guerra”[11]. En el momento en que el DSM-IV (1994) fue publicado[12], el espectro completo de los eventos relacionados con el trauma abarcaba desde las catástrofes naturales y la guerra, la cautividad prolongada (atrocidades en campos de concentración y campos de prisioneros), hasta la violencia interpersonal e intrafamiliar como un precursor probable del TEPT, la depresión, los trastornos de alimentación, los trastornos limítrofes de la personalidad y los trastornos disociativos.
En el DSM-IV, el trauma es descrito como un evento donde la persona experimenta la muerte real o la amenaza de muerte, o la lesión a sí mismos o a otros, y debido a la situación ocurre una experiencia de temor abrumador, impotencia y terror. Durante el trauma, uno de los rasgos característicos de la respuesta de protección es la disociación. Abarcando desde la memoria de fragmentos que no pueden ser integrados a la conciencia y que reaparecen como pensamientos intrusivos, o imágenes, pesadillas y retrospecciones, la disociación también puede conducir a experiencias de separación respecto al cuerpo que dejan a la persona emocionalmente anestesiada e incapaz de acceder al sentimiento o a las emociones traumáticas, aunque se haya separado eventualmente de las situaciones de estrés. Después de la exposición a un evento traumático, la persona intentará integrar la experiencia mediante el re-experimentar repetidamente el evento en imágenes, sueños, recuerdos y episodios retrospectivos. Al mismo tiempo la persona intentará evitar la rememoración del trauma, de los lugares y de las personas y desarrollará una hiperactividad en torno al estímulo que le trae recuerdos del trauma (dificultad para dormir, hipervigilancia, respuesta exagerada de temor). Si los síntomas duran hasta cuatro semanas, la condición caerá bajo el diagnóstico de Trastorno de Estrés Agudo (Acute Stress Disorder, ASD). Si esta fase no es suficiente para la integración del trauma, el TEPT se desarrollará con el tiempo. “El síndrome post-traumático es el resultado de una falta de tiempo para sanar todas las heridas. La memoria del trauma no es integrada y aceptada como parte del pasado de uno”[13].
Síntomas adicionales del TEPT son la re-exposición compulsiva al trauma (auto-destructividad, daño a otros, re-victimización), la hiperexcitación respecto a un estímulo neutral y la incapacidad para modular la excitación debido a la disfunción del sistema nervioso autónomo. Jaspers ya se dirige al tema del trauma y de sus consecuencias en su Allgemeine Psychopathologie (Psicopatología General. N. de la T.), publicada originalmente en 1913. Bajo las “reacciones psicogénicas” él considera,
Pero experiencias traumáticas agudas pueden conducir a fenómenos muy notables: 1. En las emociones molestas más vehementes cuando hay un temor desesperado a la muerte una pérdida completa de la respuesta emocional adecuada ha sido observada a veces –una marcada apatía aparece, un arraigo al lugar propio, con observaciones sin sentimientos de los eventos, bastante objetivas, como si uno estuviese meramente registrándolas. (GP 367-368)
En términos clínicos actuales, tal respuesta es llamada disociación. Jaspers explica, “en el periodo inmediatamente posterior a las experiencias traumáticas puede haber los sueños más vívidos (por ejemplo, los sueños de batallas que el herido tiene). Hay una compulsión para ver, oír y pensar la misma cosa una y otra vez. Esto ronda por la mente del individuo y éste se deprime, se siente cambiado, llora, está tenso e inquieto. El dolor, al parecer, no es con frecuencia inmediato sino que toma tiempo para crecer. Después del primer período de calma, hay una reacción violenta. Hablamos de un lapso de tiempo en la afección (GP 369).
El efecto de un evento traumático tiende a invadir a una persona tan profundamente que éste no permanecerá en el pasado, la persona es rondada por éste en el presente y en el futuro, en el estado de vigilia y durante los sueños. Semejante incapacidad para escapar del evento original perdura con una presencia permanente y trae consigo una red de cambios fisiológicos que se conectan sofisticadamente con la persona. En la literatura, este sentimiento de alienación respecto al yo y al sentido puede ser modulado mediante los lazos que tenemos con otros: por ejemplo, en el trauma de combate, la protección más fuerte contra el terror abrumador es el nivel de vínculo entre los soldados.
Lazos familiares y Trauma
La situación límite del origen, con su sentido de arraigo en la familia de origen que uno tiene, puede ser una fuente de nutrición y estabilidad para el desarrollo humano. Una noción objetivamente vacía de “padres en general” encuentra cumplimiento definido sólo en mis padres, quienes me pertenecen en una forma que no permite sustitución (P2 189). Esto es cierto en un sentido existencial, y así lo refleja la investigación del desarrollo infantil referente al papel crucial que desempeña el vínculo protector con quien nos proporciona los primeros cuidados con respecto al desarrollo temprano de las vías de modulación del estrés. La capacidad para responder flexiblemente a factores estresantes es entrenada a través de las más tempranas interacciones sociales con quien nos proporciona los primeros cuidados. Una de las limitaciones para la comprensión del trauma es el efecto del vínculo protector sobre el desarrollo cerebral del niño y la regulación posterior del estrés en la vida, así como la comprensión del paso de los patrones del trauma multigeneracional a través del vínculo madre-hijo y de otros transmisores socioculturales.
La investigación sobre los factores de predisposición que apoyan la capacidad de los adultos para hacer frente al trauma y para responder con mejor grado de adaptación a factores de estrés severos, apunta al desarrollo infantil y a la teoría del vínculo de protección.[14]
Los lazos del vínculo de protección sirven como defensas primarias contra la psicopatología inducida del trauma tanto en niños como en adultos. En los niños que han sido expuestos a factores estresantes severos, la calidad del vínculo parental es probablemente la más importante determinación sobre los daños a largo plazo. [15]
Los avances en la psicología evolutiva y las neurociencias han traído mayor comprensión de la importancia de la relación hijo-madre (primeros cuidados) sobre las adaptaciones al estrés en el desarrollo cerebral. El desarrollo del hemisferio derecho en los dos primeros años es dominante para la respuesta humana al estrés y está próximamente relacionado a la maduración del sistema límbico y el sistema nervioso autónomo del niño. Quien proporciona los primeros cuidados es la fuente para una regulación del estrés del niño y del sentimiento de seguridad.
Los sistemas de regulación del estrés que integran mente y cuerpo son un producto del desarrollo de los circuitos límbico-autonómico…y porque su maduración es dependiente de la experiencia, durante sus periodos críticos de organización ellos son vulnerables al trauma relacional.[16]
En la teoría del vínculo, la madre o quien proporcione los primeros cuidados desempeña un papel crítico en inculcar un ritmo de calma y estimulación para el desarrollo del sistema nervioso del hijo, una función que es llamada “sintonía afectiva”. En el abuso del niño o la negligencia, o en la separación temprana de la madre, la ruptura del vínculo de protección madre-niño conducirá a una falla regulatoria en las alteraciones en la actividad límbica, disfunción hipotalámica y homeostasis autonómica alterada. Allan Schore describe esto del modo siguiente: “Los eventos desestabilizadores de abuso y negligencia producen alteraciones extremas y rápidas de hiperactividad ergotrópica simpática e hiperactividad trofotrópica parasimpática del SNA, que crea alteraciones bioquímicas caóticas, una neuroquímica tóxica en el cerebro en desarrollo (EER 212). Él afirma más adelante, “el trastorno de la hiperactividad y la disociación en el estrés postraumático infantil establece así el molde para los ulteriores trastornos del estrés postraumático del niño, el adolescente y el adulto” (EER 213).
Otra línea de investigación relacionada con los efectos transgeneracionales en la transmisión del trauma que involucra a los padres ha sido estudiada en los hijos y esposas de soldados combatientes y en prisioneros de guerra sobrevivientes. En respuesta al trastorno de estrés postraumático de un padre a partir del trauma de combate, el hijo desarrolla fantasías similares a las retrospecciones del padre, una condición que Rosenheck y Nathan han acuñado como “traumatización secundaria”[17] . Esta aproximación multigeneracional a la investigación del trauma no ha encontrado aún modos de transmisión concluyentes, pero la transmisión de fragmentos traumáticos en sistemas familiares ha sido observada en familias de sobrevivientes al Holocausto así también como en sistemas familiares de los nazis. En una encuesta aplicada a tres generaciones de familias alemanas judías y no judías, los autores hallaron que en la familia de las víctimas, la siguiente generación podía estar “bloqueando la información sobre el pasado familiar, actuando fuera del pasado a través de fantasías y de reacciones psicosomáticas, temor al exterminio, sentimientos de culpa y procesos alterados autónomos”. A su vez, en los descendientes de los perpetradores nazis “sus hijos y nietos se protegen a sí mismos de tomar en cuenta las horribles actividades de sus parientes próximos y queridos. También tratan de protegerse de sentimientos de culpa, así como del temor a que ellos mismos serán juzgados por los abuelos o padres como no aptos para vivir”[18].
La Terapia del Trauma Multigeneracional
El tratamiento de la Constelación Familiar Sistémica encuentra aplicación clínica creciente en el tratamiento de las adicciones resistentes a la terapia, de los trastornos de alimentación, del ánimo y de ansiedad en familias con historias de trauma multigeneracional. Este tratamiento del trauma atiende las rupturas y grietas en las relaciones intrafamiliares a lo largo de varias generaciones relacionadas con el trauma de pérdida, exclusión y separación temprana, así como los casos de relación víctima-perpetrador, crímenes y su efecto acumulativo sobre el vínculo temprano y la formación de la enfermedad en los miembros de la familia. El método reconoce una transmisión de los fragmentos de libre flotación del trauma de los ancestros en el campo de la memoria subconsciente de un sistema actual, y dirige la identificación inconciente de los descendientes con dichos campos de memoria.
Cuando Jaspers habla de “la línea mítica de los seres en los que me refugio” (P2 163), tomamos esto como una invitación a abrir la narrativa de la terapia del trauma e incluir a aquéllos que llegaron antes que nosotros como la bendición de un refugio seguro o también como una fuente de perturbación subterránea, la cual podría contener mensajes que uno necesita recuperar para la curación. El modo en que los traumas son curados en las culturas tribales, invocando a la comunidad como testigo y apoyo, es de modo similar reflejado en la aproximación contemporánea del tratamiento de la Constelación Familiar Sistémica. Su fundador, Bert Hellinger, sintetiza sus conocimientos del psicoanálisis y de la terapia familiar y del cuerpo en una aproximación fenomenológica a la terapia de grupo. Apoyándose en el psicodrama de Jakob Moreno y en la escultura de familia de Virginia Satir, Hellinger también recibió la influencia de la concepción de las “lealtades invisibles” de Iván Boszormenyi-Nagy’s, donde las deudas transgeneracionales y los créditos relacionados con injusticias no resueltas y con traumas son transmitidos para su solución a las generaciones futuras[19].
Hellinger también encontró que descubrir los traumas no resueltos en el linaje y los compromisos inconcientes de los descendientes era vital para encontrar soluciones exitosas para la familia y el individuo. El tratamiento de la Constelación Familiar es un viaje hacia el recordar, el honrar y el incluir a miembros de la familia que tuvieron vidas traumáticas. Su resultado desahoga a la generación actual a partir de la identificación con heridas ancestrales que Hellinger llama “enredos”. Los miembros de un sistema familiar se encuentran inconcientemente atados al destino traumático de sus hermanos, padres u otros miembros de la familia pertenecientes a generaciones anteriores, a través del campo de memoria subconsciente que conserva las huellas de traumas y que
vuelve a escenificarse en la experiencia de constelación, llamada el “campo de conocimiento”. Un supuesto principal del tratamiento es que una conciencia del linaje arcaico que regula la supervivencia para el grupo se muestra a sí misma en un sentido innato de la unión de los miembros de la familia que pertenecen al sistema por derecho de nacimiento. Los traumas abordados en este tratamiento se centran en torno a
· la pérdida de miembros de la familia, a través de la muerte temprana de padres y hermanos, y de hijos muertos al nacer
· la exclusión de miembros de la familia debido a adopción, hijos ilegítimos, reclusión hospitalaria (por enfermedad física o mental)
· eventos de abuso en la relación víctima-perpetrador, crímenes en o fuera de la familia
· pérdida del país y del hogar, relocalización forzada
Nadie puede ser excluido sin que el alma de la familia busque reparación. Cuando un miembro de la familia es echado fuera de ésta y se le niega su derecho de pertenencia, entonces sucede muy a menudo que otro miembro de la familia, a veces dos o tres generaciones más tarde, se identifica inconcientemente con esa persona excluida y siente así también la necesidad de abandonar la familia en alguna forma…Esta persona imita entonces a la persona excluida, tiene quizás sus mismos sentimientos, sigue los mismos patrones de vida que la persona excluida, sin saber concientemente por qué[20] .
En los traumas de pérdida y exclusión, los efectos sistémicos sobre el sistema familiar son similares a los síntomas que identifican el TEPT, único que se extiende sobre distintas generaciones: evitación del trauma, amnesia del trauma, alienación e intrusión de fragmentos del trauma y retraumatización. En la evitación, el dolor de la pérdida adormecerá las conexiones intrafamiliares, evitando hablar sobre la persona amada o el infortunado evento, hasta que la historia se pierde. Los eventos vergonzosos que rodean las exclusiones injustas, como la adopción o la reclusión hospitalaria en una institución, un crimen o un perpetrador en la familia se convertirán en secretos y en temas sujetos a pérdida amnésica. Así mismo, la alienación después de perder el propio país y el hogar después de la guerra o debido al exilio político forzoso desarraiga el sistema, con un anhelo por la pertenencia en la segunda generación. La intrusión de fragmentos de trauma saldrá a la superficie en las siguientes generaciones en los sueños y en estados psíquicos internos, en síntomas físicos y emocionales de los descendientes como recuerdo de un vínculo roto con alguien que pertenece al sistema, pero que ya no es recordado. La retraumatización de los miembros de la familia puede reflejarse en eventos transgeneracionales de abuso y violencia doméstica.
El proceso de constelación se realiza generalmente en un grupo de 10 a 20 participantes, la información sobre el trauma que afecta a las últimas tres o cuatro generaciones es recogida antes de una constelación personal y los participantes son seleccionados por la estabilidad emocional.
Los supuestos básicos de la terapia son comunicados al grupo desde el principio, Ninguna información familiar es divulgada, y aunque sólo uno o dos miembros de la familia asistirán al taller, los resultados de la constelación tienen consecuencias en todo el sistema familiar. Los miembros (representativos) del grupo se seleccionan de una manera coreográfica que representa a los miembros de la familia, y entonces son guiados por un facilitador a través de un proceso que guarda una relación relevante para el sistema familiar particular. Sin que el grupo tenga información sobre la persona que ellos representan, el participante comenzará a asemejarse a esta persona en estados emocionales y corporales a través de la resonancia con el ya mencionado ámbito de complicidad, una memoria subconsciente del sistema familiar. Basados en estas premisas, hemos observado repetidamente la ocurrencia de fenómenos no-lineales, y reconocemos que los eventos se encuentran fuera del alcance de la explicación científica aceptada. El participante (miembro de la constelación) escogerá primero un grupo de miembros que representen a su familia de origen, y atribuirá a cada “miembro de la familia” una posición según un patrón intuitivo que expresa el modo en que él o ella percibe las relaciones de estos miembros de la familia entre sí (la constelación). El miembro de la constelación observará el despliegue de la constelación en tanto él también elige un representante para sí mismo. En la fase introductoria de una constelación, los patrones básicos de relación de la familia se hacen visibles. Luego, en la fase de reconciliación, el facilitador de la constelación seleccionará representantes adicionales para sustituir a los antepasados, sin informar al grupo quiénes son ellos. Durante esta fase, las identificaciones básicas (los enredos) de los miembros de la familia de origen con los padres, los abuelos, los bisabuelos, así como con las víctimas de la familia o los perpetradores se hacen visibles.
El proceso de reconciliación respecto al trauma en una constelación sigue directrices terapéuticas muy simples de reconocimiento empático, honrando e integrando al ancestro excluido dentro del sistema familiar existente. Movimientos y gestos adecuados, como reverenciar, abrazar o participar son usados para reactivar los estados de conciencia pre-verbal que son reminiscencia de la confianza primitiva o la seguridad. El uso de rituales, como la formación de las líneas del linaje de los géneros sexuales específicos, recrea la memoria corporal cinestésica de apoyo de los antepasados[21]. Otros rituales de unión, tal como un “movimiento interrumpido hacia la madre”, o el reflejar y celebrar rituales son poderosas herramientas de reparación para las experiencias tempranas de separación (por ejemplo, muerte de la madre, adopción, hospitalización temprana). Duarante esta fase, los representantes accederán inconcientemente a memorias traumáticas y con la ayuda de frases seleccionadas proporcionadas por el facilitador, profundizarán ahora la experiencia y harán completamente visibles los vínculos sistémicos de enredos hasta entonces inconcientes.
Este es el lugar en la constelación donde, en términos jaspersianos, el salto tiene lugar; el límite se abre y revela la potencial situación de reintegración. Ahora, lo espantoso es completamente escudriñado, reconocido y abrazado por el miembro de la familia a quien esto le ha sucedido. Para Jaspers, la inevitabilidad del sufrimiento en la situación límite es una precondición para la Existenz que despierta.
Yo cargo mi cruz como el destino que ha sido lanzado para mí…Yo lucho contra mi sufrimiento, tratando de limitarlo y posponerlo; pero como quiera que lo enajene, aún encuentro que me pertenece…
Todo el mundo tiene que llevar y cargar su aflicción. Nadie más puede aliviarle de esto. (P2 203)
El trauma flotante encuentra otra vez su hogar y pierde su vínculo con la descendencia. Tal como el psiquiatra y facilitador de la constelación Albrecht Mahr establece,
Usualmente, tan pronto como los muertos son recordados y sus destinos reconocidos, ellos son capaces de retirarse y convertirse en guardianes de los vivos, otorgándoles sus bendiciones y su benevolencia. De esta manera, aún después de décadas, los vivos y los muertos pueden ayudarse a sanar entre sí[22].
Después de que algunos puntos de dicha integración son procesados, la etapa final de la constelación es alcanzada y los miembros participantes de la constelación se manifestarán más congruentes emocional y físicamente, con un mayor sentimiento de bienestar y una conexión incrementada hacia los otros miembros de la familia. La experiencia de la constelación sirve como modelo para el cambio, mediante la visión de la constelación el miembro participante de ésta avanza, a través de una experiencia catárquica de rastreo de los diversos estados y reacciones de los miembros de su familia y de sí mismo, según puede observarlos en la conducta de los representantes. Esta exteriorización de las dinámicas familiares escondidas en torno a experiencias traumáticas, y el reconocimiento abierto y el honrar los lazos y lealtades familiares, introducirá en un sistema bloqueado una conciencia expandida y nuevos patrones de relación. Tal energía vital del sistema que era mantenido en la evitación y la amnesia utilizará ahora esta conectividad nuevamente encontrada entre los miembros de la familia. Consecuentemente, la alienación se metamorfoseará en vinculación y la re-traumatización es evitada por un sistema que ahora está más capacitado de comunicar a cada uno con el otro y también con la red social más amplia de cada uno.
Desde el punto de vista de un representante, la experiencia de la constelación demarcará también sus propias fronteras de percepción. Por ejemplo, recuerdo algunas constelaciones en las que descendientes de perpetradores nazis participaron en el mismo taller de constelación con descendientes de judíos quienes perdieron familiares en campos de concentración. Sin que ellos lo supieran, las personas judías representaron a perpetradores nazis y los alemanes estaban representando a los antepasados judíos que murieron en los campos de concentración. El profundo impacto de experimentar literalmente el destino “prohibido” de la víctima-perpetrador del sistema familiar de alguno es una experiencia límite en términos jaspersianos, y al final de tales constelaciones, una comprensión más vasta y tangible de una frontera penetró en la más amplia Existenz –para siempre.
La experiencia de la constelación reconoce el enorme reto existencial de las experiencias traumáticas como situación límite. “Ellas son como una pared con la que chocamos, una pared en la cual fracasamos” (P2 178). En una recreación del trauma ancestral, una situación límite jaspersiana puede surgir y, a través del honramiento metafórico y el recuerdo de los antepasados, un salto puede suceder donde un evento que tuvo lugar décadas atrás será finalmente abarcado en su totalidad, encontrando la paz en ese antepasado, restaurando su dignidad. En la situación última del trauma, el sufrimiento no puede ser evitado, la situación sobrepasa nuestras percepciones del yo y del otro y trasciende nuestra visión del mundo. “Cuando el origen del sufrimiento en sí mismo se hace dependiente, éste adquiere una significación incomprensible. Éste es incrustado en lo absoluto. No es la casualidad la que me condena al abandono: mi sufrimiento es un fenómeno de la Existenz en la existencia” (P2 204). En el tratamiento de la constelación, la vastedad de un estado fenomenológico es conectada con la dependencia respecto al “campo de conocimiento” en tanto inteligencia, interconexión y arraigo en los sistemas biológicos de los cuales venimos. Esto es lo que Jaspers reconoce en la situación límite del origen.
Mi origen no es el origen. Yo miro más allá de mi origen y veo aquello que ha evolucionado. Más allá de mi nacimiento veo un proceso ilimitado de esa evolución, sin ningún fundamento alcanzado como origen primero (P2 189).



* Experiencia del límite (Nota de la Traductora).
[1] Bessel A. Van Der Kolk y Alexander C. McFarlane, “The Black Hole of Trauma”, en Van Der Kolk, B. A., McFarlane, A. C., Weisaeth, L., Traumatic Stress. The Effects of Overwhelming Experience on Mind, Body, and Society (New York: Guilford Press, 2000), p. 4.
[2] Karl Jaspers, General Psychopatology (Chicago: University of Chicago Press, 1964), p. 224.[En lo que sigue citado como GP]
[3] Karl Jaspers, Philosophy, traducido por E. B. Ashton, 3 Vol. (Chicago: University of Chicago Press, 1970), p. 177. [En lo que sigue citado como P con el número del volumen]
[4] Bessel A. Van Der Kolk, “The Body Keeps the Score: Approaches to the Psychobiology of Posttraumatic Stress Disorder”, in Van Der Kolk, B. A., McFarlane, A. C., Weisaeth, L., Traumatic Stress. The Effects of Overwhelming Experience on Mind, Body and Society (New York: Guilford Press, 2000), pp. 214-241.
[5] Nota de la Traductora: el original en inglés distingue los términos “existence” (existencia empírica en la filosofía de Karl Jaspers) de Existenz (término original en alemán, que Jaspers utiliza para referirse a la posible Existencia).
[6] En este punto, el estudioso de Jaspers Erwin Latzel subraya, “La iluminación de la Existenz agupa las cuerdas que en mí vibran, cuerdas que el pensamiento rigurosamente objetivo no puede tocar, esto habla a las posibilidades que de otra manera habrían permanecido en mí escondidas, pero que pueden ser decisivas para mi ser auténtico como hombre”. Edwin Latzel, “The Concept of ‘ Ultimate Situation’ in Jaspers’ Philosophy”, in Schlipp, P. A., The Philosophy of Karl Jaspers (La Salle, II: Open Court, 1981), p. 190.
[7] Abram Kardiner, War Stress and Neurotic Illness (New York, NY: Paul B. Hoebber, 1947), p. 210.
[8] Abram Kardiner op. cit., p. 204.
[9] Bessel A. Van Der Kolk, Lars Weisaeth, and Onno Van Der Hart, “History of Trauma in Psychiatry”, in Van Der Kolk, B. A., Mc. Farlane, A. C., Weisaeth, L., Traumatic Stress. The Effects of Overwhelming Experience on Mind, Body and Society (New York: Guilford Press, 2000), p. 57.
[10] Los valores más tradicionales en las relaciones entre los géneros sexuales en la primera y en la segunda guerra mundial, tanto como la pérdida de tantos hombres en la guerra, daban a los soldados que regresaban un verdadero estatus redentor en sus sistemas familiares y en la sociedad. No obstante, el sufrimiento de estos hombres, con frecuencia profundamente traumatizados, es inflingido a sus sistemas familiares y da forma aún en nuestros días a la cultura europea.
[11] Judith Lewis Herman, Trauma and Recovery (New York, NY: Basic Books, 1997), p. 32.
[12] Grupo de trabajo acerca de DSM-IV y otros comités y grupos de la American Psychological Association, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders: DSM-IV, 4th. Ed. (Washington, DC: American Psychiatric Association, 1994).
[13] Bessel A. Van Der Kolk and Alexander McFarlane, “The Black Hole of Trauma”, in Van Der Kolk, B. A., McFarlane, A. C., Weisaeth, L., Traumatic Stress. The Effects of Overwhelming Experience on Mind, Body and Society (New York: Guilford Press, 2000), p. 7.
[14] Cf. la obra innovadora de John Bowlby y Mary Ainsworth.
[15] Bessel A. Van Der Kolk, “The Complexity of Adaptation to Trauma”, in Van Der Kolk, B. A., McFarlane, A. C., Weisaeth, L., Traumatic Stress. The Effects of Overwhelming Experience on Mind, Body and Society (New York: Guilford Press, 2000), p. 185.
[16] Allan N. Shore, “The Effects of Early Relational Trauma On Right Brain Development, Affect Regulation, And Infant Mental Health”, in Infant Mental Health Journal, 22 (1-2), 2001, p. 7.[En lo adelante citado como EER]
[17] R. Rosenheck y P. Natahn, “Secondary Traumatization in Children of VietNam Veterans”, en Hospital and Community Psychiatry, 36(5), 1985, pp. 538-539. Citado en Michelle R. Ancharoff, James F. Munroe, y Lisa M. Fisher, “The Legacy of Combat Trauma. Clinical Implications of Intergenerational Transmission”, in International Handbook of Multigenerational Legacies of Trauma, Yael Danieli, ed. (New York and London: Plenum Press, 1998), p. 257.
[18] Gabrielle Rosenthal y Bettina Völter, “Three Generations in Jewish and Non-Jewish German Families after the Unification of Germany”en International Handbook of Multigenerational Legacies of Trauma, Yael Danieli, ed. (New York and London: Plenum Press, 1998), p. 299.
[19] Ivan Boszormenyi-Nagy and Geraldine M. Spark, Invisible Loyalties: Reciprocity in Intergenerational Family Therapy (New York, NY: Bruner/Mazel, 1984).
[20] Bert Hellinger y Hunter Beaumont, Touching Love: Volume 2 (Heidelberg: Carl-Auer-Systeme Verlag, 1999), p.12.
[21] Por ejemplo, un representante de cada generación de descendientes permanece frente a la generación previa para construir una multitud de candidatos en la que cada miembro del linaje contribuye a un espacio notablemente más amplio de apoyo, fortaleza, sabiduría y aceptación.
[22] Albrecht Mahr, “How the Living and the Dead Can Heal Each Other”, in The Knowing Field: International Constellations Journal, 6, June 2005, p. 4.

Monday, June 14, 2010

Gladys L. Portuondo.¿“FILOSOFÍA Y SOCIALISMO” O “FILOSOFÍA O SOCIALISMO”?




¿FILOSOFÍA "Y" SOCIALISMO   O   FILOSOFÍA  "O"  SOCIALISMO? 


Por: Gladys L. Portuondo

La presente versión ha sido modificada a partir del original, publicado en: Dikaiosyne, Revista Semestral de Filosofía práctica, No. 20, 2008. Universidad de los Andes, Mérida. Venezuela. En: http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/26579/1/articulo6.pdf





Resumen
El presente ensayo aborda el carácter problemático de la relación entre la filosofía y el socialismo, entendiendo a éste último tanto en su acepción teórica marxista como en su realidad histórica. La propuesta que defendemos sostiene la incompatibilidad entre la reflexión filosófica y el socialismo teórico e histórico, a partir de los planteamientos de Hannah Arendt y Karl Jaspers, fundamentalmente.
Palabras Clave: Filosofía. Socialismo. Teoría marxista. Horizonte teórico. Totalitarismo.


Philosophy or Socialism?
Summary
This essay approaches the problematic character of the connection between Philosophy and Socialism,  the latter being understood by its theoretical and historical meaning. We support the proposition about the incompatibility between the philosophical reflection and the theoretical and historical socialism, following  Hanna Arendt and Karl Jaspers.
Key Words: Philosophy. Socialism. Marxist Theory. Theoretical horizon. Totalitarianism.




Cualquier referencia acerca de la relación de la Filosofía y el Socialismo puede tener el significado, para nada implícito, de una aseveración: el de la posible “conciliación” entre uno y otro término; la conciliación de la filosofía con el socialismo y, a la inversa, del socialismo con la filosofía. Uno podría preguntarse si esta conciliación es sólo posible, mas no cumplida (o cumplida sólo parcialmente), en tanto el socialismo fue concebido como un proyecto teórico en la filosofía de Marx y su realización efectiva sigue manteniéndose en el terreno de las discusiones asociadas a las diversas experiencias históricas inspiradas en el proyecto marxista. Si dicho proyecto se encuentra o no suficientemente justificado desde la teoría, así como la medida y el sentido de su realización, es asunto que puede abordarse, al menos de pasada, más adelante. Pero como es inevitable -en aras de la básica honestidad intelectual que permite soportar toda intención crítica- reconocer nuestro propio interés, preferiríamos enunciar el asunto de manera diferente: el enunciado sería, en este caso, “Filosofía o Socialismo”; la manera en que se propone este enunciado resultará así la condición del enfoque sobre sus implicaciones, desde y sobre la realidad.

Hasta qué punto el “y” se transforma en “o”, queda en gran medida sin explicación evidente en la teoría de Marx, aun cuando en buena parte de los países donde se implementó el sistema social socialista la enseñanza de la filosofía continuó realizándose en las universidades, aunque siguiendo una indiscutida(ble) alternativa en la que el socialismo habría de poner en suspensión toda propuesta racional y humanista de la tradición filosófica, para dejarla finalmente sujeta a la condición de una herencia de museo, con todas las implicaciones relativas a una arqueología de las ideas -la cual habría de resultar difícilmente compatible con el espíritu de una revolución que aspiraba a devorar el pasado y, con éste, a las peligrosas “desviaciones” que los vericuetos de las rupturas, las continuidades y la unidad universal del espíritu de Occidente podían suscitar en toda pretensión de vigencia de una tradición milenaria.

Decir: Filosofía o Socialismo, propone no un vínculo, sino una alternativa. Una alternativa que alude a que el socialismo y la filosofía no son compatibles. Los comentarios que en esta oportunidad expondremos no aspiran a constituir una demostración acabada. Pero lo que nos proponemos es llamar la atención sobre esta posibilidad y exponernos, con alguna suerte, al menos a que se nos cuestione.

Cuando se pregunta qué ha llegado a ser hoy la filosofía, es posible remitirse a Karl Jaspers, quien decía que cuando la filosofía no puede dar respuestas a las interrogantes que los tiempos proponen, puede no obstante dirigir su mirada a la tradición y luchar por preservarla, y entonces conservará la posibilidad de dar cuenta de sí misma, condición de toda respuesta posible. La pregunta por el socialismo y por su posibilidad exige sin duda leer y entender a Marx y aspirar a que, por ejemplo, en el Manifiesto Comunista sea posible hallar y entender con suficiente claridad qué sea el socialismo. Pero resulta muy difícil conciliar la teoría de Marx con lo que en la historia del siglo XX y todavía en la del XXI ha llegado a ser lo que muchos denominaron “socialismo real”, aún cuando la evidente proximidad del marxismo con los regímenes inspirados en sus cuestionables pronósticos pueda ser objeto de una pretendida conciliación –al menos, en el ámbito de la teoría y de las proyecciones ideológicas de sus defensores. Pero aún para éstos, es innegable que bien sea por exceso, o bien por defecto, los principios del marxismo no coinciden suficientemente en la teoría con el “socialismo real”. Los teóricos del marxismo original –en número probablemente decreciente en las universidades y en los medios académicos, pero en franca compensación debido al aumento de la popularidad de las diversas versiones modificadas de la teoría de Marx entre movimientos políticos y grupos emergentes, particularmente en una de sus vertientes quizás más exitosa a largo plazo en el mundo occidental, la gramsciana, la cual ha sido promotora de la teoría de la hegemonía cultural de la ideología marxista- se vieron en la obligación de realizar sucesivos “ajustes” al pensamiento de Marx debido a la parcialidad y, con frecuencia, a las contradicciones de esta problemática (no)coincidencia. Como es conocido, estos ajustes, a partir de Lenin, se consideraron en los países comunistas (o socialistas, como sus gobiernos preferían que se les denominara) como formas de enriquecimiento de la teoría, cuando no se acusaba todo intento de corrección de una grave falta, la del “revisionismo”.

La complejidad de estos nexos, o en ocasiones, la falta de ellos, es también un argumento a nuestro favor; esto es, a favor de lo justificable que puede ser el propósito de eludir toda intención de ofrecer alguna “clave” incuestionable para descifrar toda referencia recíproca entre “filosofía” y “socialismo”. Pero esto no significa que haya que renunciar a la comprensión, pues donde las elaboraciones teóricas son insuficientes, siempre se puede apelar a la evidencia de los hechos. Max Weber y con él, Karl Jaspers, opinaban que el hombre del mundo contemporáneo debe hacer lo que aquí y en este momento es necesario hacer, sin aspirar a orientarse por recetas de validez universal para sus acciones, ya que toda situación es siempre condición concreta que establece los límites y posibilidades de toda voluntad de finalidad y de planificación. La única condición esencial de las acciones y decisiones, según estiman, es la capacidad reflexiva. Ambos pensadores opinan que la verdad de la reflexión se mide por su carácter crítico y metódico, según su configuración empírica y existencial respecto a lo comprendido. Esto quiere decir: mantenerse alerta siempre ante los hechos o en “estado de vigilia”, sin lo cual no es posible el examen crítico. La teorización y el saber universales tienen, en el caso de Jaspers, sólo el significado necesario, pero limitado, de “horizontes” para nuestra reflexión y nuestras decisiones, pero no de un referente doctrinario que garantizaría por anticipado el sentido que a éstas corresponde, liberándonos de decidir desde nuestra propia responsabilidad y riesgo.

Las recomendaciones de Weber y de Jaspers, respectivamente, son especialmente fructíferas si de lo que se trata es de saber qué es hoy la filosofía, lo mismo en el socialismo que fuera de él. Pues en toda situación histórica, la tradición filosófica será siempre el horizonte necesario de la pregunta por la filosofía. La teoría de Marx puede considerarse, siguiendo este tenor, como un hipotético horizonte, cuando uno se pregunta qué clase de sociedad ha sido o es el socialismo en la Unión Soviética, en Viet Nam o en Cuba, lo que significa que en dicho horizonte teórico no podremos encontrar todos los elementos para responder esta pregunta (aún cuando éste deba considerarse como referente obligatorio). Pero hemos dicho: un hipotético horizonte, ya que no es el único. La noción de “socialismo” no tiene significado unívoco, ni tampoco completamente coherente. En la teoría de Marx se pretende argumentar un “socialismo científico” en consonancia con la “dictadura del proletariado”, pero en ciertos sectores de la democracia se defiende la posibilidad de un “socialismo cristiano”, en sentido opuesto a Marx. El partido nazi de Hitler se autodenominó “partido nacionalsocialista”. No pretendemos disertar sobre los significados de “socialismo”, pero es necesario tomar en cuenta que existe toda una gama de horizontes de significado posibles para este mismo término.

Nos limitaremos a una referencia parcial a uno de estos significados: al del llamado “socialismo real”, que identifica los regímenes de orientación marxista (con tendencia leninista, maoísta, etc.), obviando diferencias entre sus modalidades. En sus expresiones más radicales, el “socialismo real” llegó a identificarse en sus rasgos totalitarios con el régimen nazi. Stalin instituyó campos de concentración en la Unión Soviética –los de la Siberia eran particularmente inhumanos, debido a las condiciones climáticas. En ellos murieron de hambre y frío millones de personas, aunque a diferencia de los “campos de exterminio” de los nazis, se abandonaba a los condenados a su suerte, mientras que el régimen nazi implementó los campos con el propósito de organizar eficazmente el exterminio, de forma rápida y matemáticamente calculada.

Kampuchea (Cambodia) es otro ejemplo de radicalización del “socialismo real”. De orientación básicamente maoísta, el régimen de Kampuchea dejó una huella profundamente sangrienta en las experiencias siempre tristemente contrastantes con el "sueño" utópico de Marx sobre un futuro de igualdades sociales, progreso tecnológico y triunfo absoluto de la razón científica sobre la fe religiosa (siendo esto último un sueño que Marx compartió con Augusto Comte, aunque ni Marx ni Comte comprendieron a cabalidad que la naturaleza ilusoria de este sueño es una expresión del "sueño" de la razón científica). Kampuchea ha sido quizás el ejemplo más consecuente de las implicaciones del socialismo en su depurada realidad esencial: ésta consiste en la voluntad de abolir la “diferencia”, la cual puede subsistir aún cuando se limiten o se supriman las “desigualdades económicas”. Pues la diferencia se sostiene siempre bajo su expresión inextinguible, la de la diversidad de opinión y de pensamiento. Pol Pot, la cabeza del experimento comunista en Kampuchea y del partido que lo acompañó en el poder, lideró un holocausto de proporciones no menos significativas que aquél otro que los nazis implementaron en su tiempo. En Kampuchea se torturó y asesinó aproximadamente a dos de los cinco millones de habitantes de ese país; no por organizar movimientos de oposición al régimen, sino por hablar francés; por saber leer y escribir; por usar lentes que lo permitieran; por ser maestros o profesionales; por divulgar el saber y cultivar el espíritu, el cual constituye la auténtica fuente de toda fructífera diferenciación. Esto puede parecer una historia ficticia, pero tristemente no es así. El régimen kampucheano se propuso abolir por medio del exterminio de las personas todo indicio asociado al saber; al conocimiento y, por consiguiente, a la capacidad reflexiva. La reflexión era su principal enemigo.

El ejemplo de Kampuchea nos parece paradigmático, por cuanto el “socialismo real”, tanto en sus modalidades más moderadas como en aquellos extremos que obligan a calibrar la amplitud de los márgenes en que la teoría de Marx ha tenido una cabida indudablemente imprevista desde sus horizontes teóricos, adopta un principio inseparable del marxismo teórico: la pretensión de instaurar un orden social en el que todas las posibles interrogantes sobre el hombre ya tienen una respuesta; ya tienen una solución asignada de modo definitivo y concluyente; se trata de una "ciencia del hombre" de la cual se han suprimido todos los posibles enigmas. Éste es el vínculo que compromete irremediablemente a la teoría de Marx con su fracaso en el mundo real.

De manera análoga, aunque quizás sin todos los rigorismos extremos de Kampuchea o del bolchevismo soviético, las granjas de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) se organizaron en Cuba en los años 60-70 no para exterminar, pero sí para "separar" a determinados sectores cuyas actividades eran consideradas un potencial “contagio” sobre la “parte sana” de la nueva sociedad, la sociedad que debía formar al “hombre nuevo” al que se refería Ernesto “Ché” Guevara y que podía reinfectarse con influencias y “rezagos” de la vieja sociedad burguesa. Entre estos sectores se encontraban no sólo delincuentes, sino también seminaristas de la Iglesia católica junto a testigos de Jehová, así como individuos perseguidos sólo por su condición de homosexuales.

Pero volvamos a nuestra propuesta inicial: ¿Representa siempre el “socialismo real” la alternativa opuesta a la pregunta por la filosofía -¿filosofía o socialismo?- y por lo tanto la abolición de esta pregunta, junto con la abolición de la propiedad privada y de la burguesía?

En diferentes trabajos, como la “Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho” y “La ideología alemana”, así como en sus “Tesis sobre Feuerbach”, Marx declara la “superación” del idealismo; de la metafísica y de toda especulación filosófica. En lugar de la antigua y la moderna filosofía, Marx proclama la concepción materialista de la historia y del hombre. Las ideas y valores, según argumenta, carecen de suelo propio y son siempre la expresión, más o menos directa, de intereses económicos y de las condiciones económicas de cada época y forma de organización social. Tanto la filosofía como la religión están sujetas a esta condición y esto las convierte en “ideología”; es decir, “conciencia falsa” o ilusoria acerca del mundo y del hombre. Sólo al “descubrir” el verdadero entramado de la sociedad, cuyo mecanismo fundamental es la vida económica, se “revela” la “esencia distorsionada” de toda ideología. Lo que Marx propone no es una filosofía en el sentido tradicional, sino una teoría revolucionaria que pretende haber resuelto definitivamente el enigma del hombre y de la historia. La proclamación del socialismo científico representa entonces la muerte de la filosofía.

En el “socialismo real”, todo pensamiento resulta sancionado según los principios del marxismo y de la política del partido (inspirada en Lenin, en Mao o en algún otro líder más o menos cercano a la propuesta original de Marx, lo cual en gran medida se explica por cuanto el marxismo carece de una doctrina ética propia, dejando abierta la posibilidad de su validación por cualquier clase de ideología política con mayor o menor dosis de violencia y de control totalitario en el ejercicio del poder). Pero en todos los casos, la teoría de Marx se erige en bandera como la “verdadera” concepción científica del mundo y del hombre, desde la cual es posible criticar la tradición filosófica y “demostrar” sus "condicionamientos" clasistas y económicos. Esto, por supuesto, es imposible en última instancia, pues la historia del espíritu no se deja reducir a ninguna clase de interpretaciones “definitivas”, por científicas que sean. Por eso, las críticas siempre quedan a medio camino, y los prejuiciosos examinadores -la policía del pensamiento- se enfrentan a una tarea sobrehumana: garantizar que se señalen los “errores” existentes en Platón, Aristóteles, Descartes, Kant o Maritain, mientras se está en la paradójica necesidad de estudiar directamente sus obras. El resultado, como es de esperar, frecuentemente convierte a los potenciales críticos en profundos admiradores. El método de la crítica marxista a la tradición filosófica no dio los resultados esperados por Marx a largo plazo. Para el “socialismo real”, no para el imaginario de la doctrina de Marx, ha resultado a veces más peligroso el estudio de Platón, o el de Kant, o el de Jaspers, que muchas formas de oposición política abierta, pues éstas siempre pueden ser asfixiadas mediante la opresión y la violencia directas. Esto explica, además, por qué en el “socialismo real” el campo de estudio de la filosofía y quienes en él se encuentran involucrados, son de forma permanente objeto de sospechas y de continua vigilancia.

Lo que ha quedado demostrado en el “socialismo real” es lo perniciosa que puede ser la filosofía para la formación del “hombre nuevo”, ese ideal comunista que Ernesto “Ché” Guevara esbozó en su panfleto “El socialismo y el hombre en Cuba”: un ideal aséptico, sin contaminaciones ideológicas, cuya moral espartana ha de admitir tanto el sacrificio propio como el de los suyos en nombre de la revolución; un hombre manipulable, cuya única fe es la fe sin cuestionamientos en la doctrina y en el líder; un hombre sin inquietudes existenciales y sin otro Dios que la ley de la historia.

Hannah Arendt (cuyas obras se prohíben en el “socialismo real”), una de las voces más agudas y autorizadas del pensamiento político del siglo XX, , demostró el parentesco terrible entre el bolchevismo stalinista, una de las formas del “socialismo real”, y el nazismo. Socialismo comunista y nacionalsocialismo nazi vienen a ser, para Arendt, dos expresiones de un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad: el totalitarismo. Tanto en un régimen, como en el otro, se invoca un principio eterno e inmanente a la historia, que pretende constituir el sentido incuestionable del destino del hombre. En el comunismo este principio es la ley del aplastamiento de las clases sociales retrógradas, económica y políticamente moribundas, por las clases revolucionarias, en las que se encarna el progreso: una eutanasia política, más o menos violenta según el caso, que sólo facilita lo que la historia ya ha decretado. En el nazismo, se invoca la ley de la lucha racial (versión sociológicamente manipulada del evolucionismo darwinista); una ley cuyo cumplimiento exige la supervivencia y la supremacía de las razas consideradas “superiores” y la supresión de aquéllas otras que sólo pueden contribuir al debilitamiento de la especie: una eutanasia exterminadora, siempre violenta, dictada por la ley biológica. Para el totalitarismo comunista o para el nazi no importan los hombres; éstos pueden ser material más o menos desechable; lo que importa es la historia divinizada y su ley necesaria e intrínsecamente inviolable. La ley histórica pasa a ser la encarnación de la identidad entre la esencia y la existencia: la expresión del único Ser necesario (el Ser histórico) según tendencias económicas o biológicas, viniendo a sustituir la idea del Dios cristiano que sustentaron San Agustín y San Anselmo. El totalitarismo convierte a la historia y a sus leyes universales en el nuevo orden necesario, dejando atrás el proyecto de la ilustración, que aspiró a la reforma y a la transformación del orden social a través de la libre racionalidad sobre la base de principios éticos inviolables y categóricos. Por su parte, los líderes totalitarios se ven a sí mismos como ejecutores de un proceso irrevocable, que por serlo está por encima de todo valor moral y no puede someterse a crítica. Esta nueva fe cuya condición es la ciega sumisión de la masa se ha manifestado en distintas formas y grados, pero siempre ha sido contraria a todo cálculo razonable acerca de lo que pudiera resultar o no útil a la sociedad, ya que la ley histórica siempre ha de cumplirse, aún cuando sea poco o nulo el provecho que tengan sus resultados.

El totalitarismo exige total obediencia, anulación de la reflexión y de la capacidad crítica incondicionada. Se propone someter no sólo las instituciones, sino también los espíritus. Para llegar a lo último, comienza por lo primero. Pero el sometimiento del espíritu significa la muerte fáctica de la filosofía, no la mera declaración de su obituario. En el socialismo real, la filosofía muere dos veces: la primera, por declaración expresa: la teoría revolucionaria es la única verdad incuestionable. La segunda, por la asfixia del espíritu en las miserias y calamidades del mundo real; en el miedo y en el acoso de toda idea que sea convicción propia. El socialismo real aspira a ser un anti-mundo donde ha tenido lugar la “transmutación de los valores”: el “verdadero” hombre es el autómata que ejecuta la voluntad del líder y que ajusta lo que pueda quedar de su pensamiento a esta misión trascendental; la “verdadera” libertad, simple obediencia irreflexiva a la todopoderosa ley de la historia; la “verdadera” igualdad, la condición de miseria que iguala a todos en la carencia (excepción hecha de las nuevas cúpulas en el poder); el “verdadero” pensamiento, la doctrina del partido. Toda disensión es considerada un crimen de alta traición a la ley histórica superior y al orden social en correspondencia con ésta. Los métodos de control del espíritu alcanzan una sofisticación de patologías insospechadas y pueden ser más o menos violentos o sistemáticos, pero siempre han de ejecutarse de manera total, sin dejar lugar a la excepción o a lo accidental.

Hannah Arendt se preguntaba qué responsabilidad había tenido la filosofía, la tradición filosófica occidental, en el origen del totalitarismo; en especial del nazismo. Su conclusión es que no hay tal responsabilidad: considera que en términos ideológicos el nazismo empieza de manera completamente emergente, sin ninguna base tradicional en absoluto; estima que la total negación de la tradición ha sido su rasgo principal desde el comienzo. Existe por consiguiente una relación inversa de correspondencia entre el totalitarismo y la tradición: aquél se fortalece en la medida en que ésta es anulada, o bien distorsionada y corrompida de manera tendenciosa hasta el ridículo. El imperio romano sirvió de inspiración al cesarismo nazi; en los regímenes totalitarios o tendentes hacia esta posibilidad los líderes y las grandes figuras de la tradición son convertidos en prefiguraciones absurdas y caricaturescas de la nueva ideología.

El planteamiento de Arendt, según se indicó, es la ausencia de responsabilidad de la filosofía en los fenómenos totalitarios. Marx, si seguimos esta lógica, no tendría entonces responsabilidad alguna ante tanta muerte; ante el holocausto de Kampuchea; ante los gulags, campos de concentración del bolchevismo soviético; no la tendría ante los miles de muertos en el estrecho de la Florida que buscan alcanzar desde Cuba las costas de Norteamérica; tampoco ante aquéllos que murieron baleados frente al muro de Berlín, intentando pasar al otro lado de esta frontera, cuyo desmoronamiento no pudo ser evitado por todo el poder de un régimen que había sido concebido para el cumplimiento de un nuevo milenarismo. A fin de cuentas, lo que Arendt nos muestra es la inconciliabilidad entre la filosofía y el totalitarismo. Así que podría admitirse que, en todo caso, lo que en el pensamiento de Marx hay de reflexión crítica, también es ajeno a este fenómeno. Pero el marxismo constituye una inusual integración del criticismo y el dogmatismo; de la reflexividad y la utopía. En esta integración, el dogmatismo y la utopía terminan imponiéndose de modo concluyente, pues Marx ha limitado el ejercicio de la crítica únicamente a su realización con respecto al pasado: el triunfo de la revolución y de su proyección al futuro puede interpretarse entonces como equivalente, tanto de la superación de la sociedad de clases, como de los métodos propios de la reflexividad crítica, los cuales crecieron en el seno de la tradición filosófica. No puede menos que reconocerse en el fundador del socialismo científico, si no un oportunismo radical ante el valor de las ideas, al menos una inconsecuencia de principio difícilmente compatible con la lucidez de su pensamiento. Las evidencias parecen mostrar que Marx prefirió rendirse ante su propio dogmatismo.

Donde quiera que está presente el totalitarismo o alguno de sus rasgos fundamentales, está ausente la filosofía: no hay conciliación posible entre ellos. La ideología totalitaria carece de todo nexo con la razón filosofante; con la reflexión propia del filosofar. En la medida en que el orden político se vuelve contra la capacidad reflexiva y asfixia todos los medios que permiten su cultivo, y en correspondencia con ésto, en la medida en que los hombres, agentes necesarios de la política, renuncian a la reflexividad -sea por ignorancia, por irresponsabilidad o por simple desidia, cuando no como resultado de la violencia organizada-, en esa misma medida el totalitarismo va incubándose en el seno de la sociedad y va invadiendo uno a uno todos los espacios públicos y privados, hasta borrar por completo su diferencia.

El régimen nazi, el bolchevique y el de Kampuchea, que Hannah Arendt no llegó a conocer, han sido probablemente las expresiones más completas del fenómeno totalitario, en el que no sólo la filosofía –y con ella, la idea del hombre-, sino el propio hombre, la “condición humana” a la que se refirieron Arendt y Jaspers, quiso ser exterminada. Pero lo que el totalitarismo no pudo exterminar fue la posibilidad misma del ser-hombre, del hombre como posibilidad. Y esta posibilidad es la fuente de la filosofía.