Tuesday, July 24, 2012

Gladys L. Portuondo. LA TRANSCULTURACIÓN EN FERNANDO ORTIZ: IMAGEN, CONCEPTO, CONTEXTO




Fernando Ortiz  Fernández (La Habana, 1881-1969)*



Publicado en: Letralia. Edición No. 86, 7 de febrero, 2000. Cagua, Venezuela. En:


Según J. Ortega y Gasset, el ser histórico del hombre, su historia transcurrida y realizada en el pasado, revela una realidad trascendente a toda ciencia del hombre, pues el drama de lo humano se fija en el lenguaje de los aconteceres en los que la vida se derrama en su fragilidad, en su indigencia de ser, que en su menesterosidad pone de manifiesto un sentido, una razón, una tendencia e inteligibilidad, transparencia inmanente a lo que fuese el hombre, puesto que el hombre es, y puede ser, tan sólo según su pasado. Es el pasado entonces lo que ha de constituir la única realidad tangible que proporciona toda posible consistencia a lo humano; como también la expresión de la única posibilidad de ser que tiene el hombre. Lo que sea el hombre, no puede entonces resultar jamás ajeno a este pasado. La riqueza del pasado —o su pobreza, su indigencia de ser— podrían proporcionar la pauta de solidez, la medida de sustancialidad al ser del hombre, como norma intransferible de toda razón o sentido de su historia. Y este sentido adviene en la medida y según la pauta con que el hombre se apropia de su pasado, lo recrea y lo trasciende.

Por demás, ¿no se hacen acaso manifiestos los orígenes en el pasado, como también la tradición, en la que éstos se descifran y encubren, simultáneamente? La tradición puede cristalizar el pasado en su transparencia y crear al mismo tiempo la expresión de su rigidez. Pero, sobre todo, contribuye a proporcionar a la historia su sustancia; a preservar el secreto del drama universal de una humanidad temporal en lo inefable del ser y a ensayar los desciframientos de sus múltiples simbolismos y significaciones. Puesto que la tradición es tiempo; tiempo fijado y conjurado una y otra vez en los llamados de la cultura, diálogo permanente con el tiempo. Genealogía que revitaliza la presencia de los progenitores, de los fundadores; recreación del tiempo entre las ilusorias grietas abiertas por la actualidad, cuya máscara puede desfigurar el presente.Un rescate, o más bien, recreación del tiempo, adviene en la obra de reconstrucción histórico-poética que el tema de la transculturación nos sugiere en el pensamiento de Fernando Ortiz. Una recreación que las frustraciones del joven espíritu nacional y los conclusivos frutos de un tercio de revoluciones libertadoras favorecieron, como suerte de síntesis, pero sobre todo, de recuentos. Una búsqueda del sentido y transparencia de lo cubano en sus desarraigos y desgarramientos.

Puesto que toda criatura se asemeja a sus progenitores —lo mismo que a su historia pasada; acaso a su arquetípica prehistoria— es, de algún modo, a imagen y semejanza, una análoga réplica de sus orígenes. La cubanidad se cifra en origen, en ancestrales tradiciones e historias trasplantadas al nuevo ser que la constituye en el remolino de las transculturaciones, en que se funden civilizaciones y se torna sospechosa toda fijación.1 Pues la transculturación, imagen de la cubanidad para Fernando Ortiz,2 conjuga la representación integradora del pasado con la intuición de la nascencia de un sentido de futuridad;3 rastro, huella o trayecto, presente en el huidizo linde de toda historia transcurrida. Imagen que no sólo complementaría el significado, ya reconocido, del sincretismo conceptual característico del pensamiento de Ortiz (según ha sido establecido desde la óptica de la interdisciplinariedad científica);4 sino que abriría la posibilidad misma de este sincretismo, desde su proyección creadora hacia lo cubano en su singularidad.5 Apertura transida de una personal entrega a la búsqueda de una progenitura desde los orígenes, para mostrarlos multidimensionados e irreductibles a las consistencias de una historia ya fijada como pasado; potenciados y reconstruidos, entonces, en sus proyecciones dialógicas con el tiempo.

Como es conocido, el ideal martiano de la integración nacional fue asimilado por Ortiz en la convergencia de sus multidisciplinarios esfuerzos investigativos, con la convicción de que sin su plena realización la nacionalidad cubana no alcanzaría las consistencias de la madurez. A su juicio, la ciencia antropológica debía contribuir a la asimilación positiva de los mestizajes culturales y a la superación de los desgarramientos étnicos, en virtud de la comprensión y del rescate creador de aquellas esencias de valor sustantivo6 de la cubanidad, en las que podría ser reconocida la raíz ontológica de todos sus orígenes. Su permanente afán por la objetividad científica —que concibe en correspondencia con los paradigmas del positivismo—; su esmerado empirismo y sus acuciosos análisis no deben, empero, dejarnos engañar. Aunque ciertamente, éstos contribuyeron a colocar "en el terreno de la interpretación científica de los hechos",7 el conocimiento de la composición étnica cubana, la reconstrucción orticiana de los factores humanos de la cubanidad aspira a una metaforización que se construye desde el proyecto de una imagen, que no encaja por completo en la mensurable ortodoxia de la tradición científica, cuyas pautas estaban sujetas al prestigio alcanzado por las ciencias naturales y a las de su idealización positivista y filosófico-materialista.

Es por eso que un positivismo de enfoques, en Ortiz, no resultará ajeno a propósitos que trascienden al ideal positivista y naturalista, sujeto al "imperio del silogismo",8 al que la percepción orticiana del etnos9 desbordaría en las imágenes cronotrópicas (M. Bajtin) de tipos humanos, no agotadas ni agotables, sino sólo aproximadamente traducibles, a los sincretismos conceptuales de su concepción. Pues en su obra, la lectura del lenguaje científico-conceptual carece de significación exclusiva, al margen de las imágenes "transliterales" correspondientes, en las que el concepto se traduce a la imagen literaria y poética como reconstrucción de los orígenes, multidimensionándose y proyectándose más allá de sí mismo. Por eso, la representación orticiana del etnos desborda la etnografía, al invadir el terreno de una historia que registra los orígenes y que al mismo tiempo, se refracta a sí misma como metahistoria; como estudio del mito del origen o mitología. Pues la historia de los mitos es historia de lo atemporal, reconstrucción poética de los hechos.

La percepción orticiana de la cultura afrocubana resulta, por consiguiente, inconmensurable tanto respecto a los "modelos" de las sociedades primitivas del estructuralismo, como a los racionalistas, vigentes en las representaciones científicas de las sociedades occidentales.10 No se trata, para Ortiz, de hacer encajar en las generalizaciones a los hechos particulares, sino más bien, de espacio-temporalizar, en sentido literario —a la manera de un gran fresco, similar a los múltiples planos de una posible novela— a los fenómenos de la cultura, en la búsqueda de aquella dimensión de lo universal, sin cabida en las solas abstracciones científicas, que Miguel de Unamuno concibiera desde lo "individual humano"; "cifra perdida" para José Lezama Lima: lo "universal-otro".

La conformación de estratos originales en la estructura étnica de la población cubana (formaciones etnoculturales originales) integra formas de síntesis de sus ingredientes, donde el "hecho" se trasciende. La unidad, antropológica y originaria (constitutiva), trasciende en el etnos toda linealidad temporal y transfigura la significación de factores humanos de origen diverso, adjudicándoles, en su conexión e integridad, nuevas dimensiones de sentido. Pero si bien la unidad en el mestizaje, devenida factor antropológico constitutivo en el etnos, encarna lo típico y la posible existencia de tipos humanos originales, la cubanidad no es reducible al etnos o a su relativa provisionalidad; esto es, al modo históricamente transitorio y con ingredientes frecuentemente fugaces, en que la unidad se fragua en los mestizajes. Como cualidad peculiar de la cultura de Cuba, la cubanidad se forma para Ortiz a expensas de los desgarramientos del etnos y de la aspiración a una forma o unidad superior, que lo trasciende en su cualidad provisoria y se revela en los orígenes y en su condición de futuridad.

Los estudios etnográficos de Ortiz se orientaron en dirección diferente a la establecida por esa época como paradigma en las teorías etnográficas al uso. Le corresponde el mérito de haber develado aspectos esenciales de las relaciones entre el etnos —reducido por entonces habitualmente a la imprecisa y problemática noción de la raza, que había sido erigida en sinónimo de "cultura"—, y la historia,11 identificada en la tradición occidental con la historia de las razas y las etnias portadoras de su cultura, fuera de la cual había quedado el resto de las razas y las etnias del planeta, las que, en todo caso, habían sido concebidas sólo como teniendo una participación limitada y subordinada respecto a la historia occidental (Leopoldo Zea).

Por otra parte, Ortiz ratifica la postulación del autoconocimiento como expresión de la aptitud para el progreso, no fundada en la "raza" o en caracteres culturales supuestamente invariables, idea asimilada en los fundadores del pensamiento cubano (J. Agustín Caballero; Varela; Saco; Luz), principalmente, por influencias de la tradición occidental. La autognosis, fundamento ético del proceder según la antigua tradición socrático-platónica, se asimila por Ortiz desde un evolucionismo ético al que se mantendría fiel, aun cuando llegara a rechazar otros aspectos de la doctrina positivista que lo sustentara, inspirando sus inquietudes científicas iniciales. Estimaría entonces que el progreso social —esa poderosa, y sin remedio alucinante imagen teleológica con la que la conciencia histórica se proyecta a sí misma desde la modernidad— no se realiza por el cauce de un devenir espontáneo, sino en la continua superación de los prejuicios étnicos, éticos y religiosos que, según Ortiz, requiere de la contribución de la ciencia antropológica, devenida instrumento, parejamente, de la autognosis y del progreso.

La perspectiva de Ortiz incorporará entonces a la imagen de la cubanidad, el significado original de la "transculturación". Para José Lezama Lima, esta imagen se representaría por una vía analógica respecto a los valores universales de la cultura clásica, en la conducción a un despertar del ser por el autoconocimiento de su esencial humanidad. El re-conocimiento de una unidad esencial del hombre, trascendiendo lo espontáneo —en virtud de la autognosis—, es para Lezama, no obstante, una posibilidad no accesible a todos.12 Para Ortiz, la razón, vista no sólo desde la óptica del modelo positivista, sino desde los matices de su más profunda raíz ilustrada —y por consiguiente, como capacidad genérica por la que se accede a las verdades comunes y universales dentro de los límites de la experiencia—, puede revelar la historia a través de experiencias tangibles para cualquier individuo, en virtud de la descripción empírica: no hay más que consignar esa experiencia y describirla en la constatación de los "hechos", tarea que corresponde a la ciencia antropológica. No obstante, también en Ortiz es analógica la descripción misma, en la que la imagen no se agota: "Hay algo inefable que completa la cubanidad del nacimiento, de la nación, de la convivencia y aun de la cultura",13 indica.

Como es conocido, hasta el pasado siglo los estudios culturales habían sido objeto de atención únicamente en concepciones filosóficas y sociológicas de carácter teórico general, siendo en el presente cuando los estudios sobre el etnos y la etnografía contribuyeron a establecer los vínculos entre las teorías de la cultura y aquellos caracteres antropológicos susceptibles de descripción pormenorizada, colocándose los estudios culturales a un nivel accesible a la ciencia empírica. El primer estudio integralmente realizado sobre la cultura de Cuba dentro de estos contextos —con preliminares en los trabajos sobre los brujos y los ñáñigos— fue abordado por Ortiz en su investigación sobre los negros curros como grupo étnico y tipo humano original de la cultura cubana, fruto de la transculturación. Pues Ortiz inaugura el estudio del etnos a la luz de la transculturación y muestra que, siendo expresión de lo afrocubano, la currería criolla del negro corresponde a su tipicidad como neoformación transculturada.14

Las dificultades a las que tuvo que enfrentarse Ortiz en el estudio de los múltiples amestizamientos, transfusiones recíprocas de culturas y transculturaciones, todos éstos procesos complementarios en la historia de Cuba, fueron las que por necesidad tenían que afrontarse en un campo de investigación no sólo intrincadísimo, sino desconocido básicamente hasta entonces. La cuestión del mestizaje presentaba en Cuba dificultades específicas, que Ortiz consideró en su correspondencia con particulares circunstancias histórico-sociales, las cuales condicionaron sus diferencias respecto a sus proyecciones continentales, donde la conservación de culturas autóctonas complicaba esta cuestión con matices diversos a los de la ínsula. Es inobjetable que la conservación de tradiciones y normas sociales de conducta en los grupos étnicos autóctonos representa un importante factor de continuidad histórica, del que no dispone el mestizo en similares condiciones, pues este último es producto nuevo de la mezcla de culturas, a su vez desarraigado —característica antropológica, o más bien ontológico-existencial— de los orígenes culturales de su procedencia. Ortiz indica:

"En la gran tragedia histórica de todas las razas subyugadas (...), uno de los sufrimientos más crueles ha tenido que ser el de tener con frecuencia que negarse a sí mismas para poder pasar y sobrevivir, el de esconder el alma en lo más recóndito de una caverna de conducta hecha de forzadas hipocresías, de defensivos mimetismos, de dolorosísimas renunciaciones. En Cuba, los negros tuvieron que abstenerse, aceptando, a la vez de grado y de fuerza, la posición distinta que el sojuzgamiento les señaló en la estratificación social que los explotaba. Pero el mestizo sufrió más, sufrió la presión centrífuga de dos mundos, del futuro que aún no lo aceptaba y del pasado que ya no lo reconocía. Y el alma mulata padeció la vida de lo inadaptado. O tenía que manifestarse ante el mundo como un negro, sin serlo; o como un blanco, sin serlo tampoco. En cualquiera de las dos posiciones, su expresión emocional hallaba obstáculos (...), uno de los obstáculos más resistentes (...) ha debido ser la resistencia despreciativa del blanco, debida en parte a los ancestrales prejuicios étnicos, reforzados por los privilegios económicos (...)".15

Con relación a las especificidades regionales de las transculturaciones y mestizajes en América Latina, Ortiz estima como su base de partida el proceso que la terminología lascasiana denominara "destrucción de las Indias", resultante del impacto o choque violento de las culturas preletradas continentales y las de los indoantillanos con la alta cultura europea del siglo XVI (sic).16

Ortiz sostenía un cuidadoso empeño de precisión histórica en su comprensión de las culturas americanas. Lo común con otras culturas, y el sustancial débito a la europea —para nada excluyentes con relación a lo específico— podría hallar cabida en las regiones de la universalidad de esas estructuras antropológicas arquetípicas que C. G. Jung denominara, sin desprenderse del todo de las influencias freudianas, el "inconsciente colectivo" (Juan Liscano);17 si bien las transculturaciones no se producen en todo proceso donde ocurre una interpenetración u ósmosis de culturas. Mas la noción y significado de la transculturación en el pensamiento de Ortiz hunde, empero, sus raíces principales, en la comprensión de la historia y de la cultura de Cuba según lo que pudiéramos considerar un caso extremo, o el arquetipo de las transculturaciones. Ortiz estima al respecto:

"En todos los pueblos la evolución histórica significa siempre un tránsito vital de culturas a un ritmo más o menos reposado o veloz; pero en Cuba han sido tantas y tan diversas en posiciones de espacio y categorías estructurales las culturas que han influido en la formación de su pueblo, que ese inmenso amestizamiento de razas y culturas sobrepuja en trascendencia a todo otro fenómeno histórico" (N.A. El subrayado es mío).

Y luego:

"(...) en Cuba (...), como en pueblo alguno de América, su historia es una intensísima, complejísima e incesante transculturación de varias masas humanas, todas ellas en pasos de transición. El concepto de transculturación es cardinal y elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba y, por análogas razones, la de toda la América en general"18 (N.A. El subrayado es mío).

No es ocioso recordar que la ola de reacciones que despertaran los fatalismos de la filosofía spengleriana de la cultura, desde las fronteras centristas de sus clásicos universos cerrados y expuestos a una suerte de entropía autofágica —en hipérbole amenazante de tendencias advertidas por la filosofía nietszcheana—, estuvo en el pensamiento iberoamericano profundamente condicionada por las influencias de J. Ortega y Gasset. Pero si la teoría de la razón vital de Ortega revalida ontológicamente el pasado histórico desde la revelación racional del proceder humano, también deja abiertas las puertas a la futuridad en el diltheyano sentido poiético de la historia. Este aspecto de la filosofía de Ortega resultará de una significativa proximidad respecto de la dirección historicista que adoptara el pensamiento latinoamericano en el presente siglo y que, según José Gaos, es "la orientación que ve en el hombre y en lo humano algo irreductible a la naturaleza y lo natural y que contrasta en esta América con la orientación naturalista general aún en el pensamiento de la sajona".19 Para Ortega, razón y vida; razón y existencia; ser y posibilidad son, en su unidad, subversivos de todo racionalismo cientificista; subversión que en la filosofía de la razón poética de María Zambrano20 hallaría una de sus expresiones más originales, frente al agostamiento del modelo antropológico sustentado por el racionalismo tradicional que Spengler, a fin de cuentas, también había constatado. Desde este contexto resulta posible apreciar, más allá de las propias declaraciones de Ortiz, los límites que suponen las clasificaciones de su pensamiento como mero exponente del positivismo, sin tomar en consideración el contrasentido inaceptable de que Ortiz rebasara los esquemas de la ciencia ortodoxa, manteniéndose a la vez indiferente a estas otras corrientes del pensamiento iberoamericano.

¿Por qué esta digresión, esquemática, pero necesaria? Es, quizás, la transculturación la mejor expresión de la proximidad del pensamiento orticiano a las tendencias no positivistas del pensamiento americano y europeo de la época; expresión para nada ajena a las influencias recíprocas entre el pensamiento de Ortiz y el vanguardismo cubano.21 Continuador de la tradición realista —de la que lo mágico no pudo desprenderse— del pensamiento americano, Ortiz, como J. A. Saco, "prefirió los hechos a las doctrinas" y se "desentiende por lo general de éstas, aunque está penetrado de ellas"22 (N.A. El subrayado es nuestro).

No sería entonces desacertado estimar la transculturación, acaso como antípoda de la filosofía spengleriana de la cultura y como posible contribución a la delimitación de sus fronteras de validez. Las coincidencias entre su inspiración de futuridad con la filosófico-poética del pensamiento de Dilthey, de Ortega y de María Zambrano merecería un análisis de las posibles relaciones entre el pensamiento de Ortiz con el de esta orientación de la filosofía europea, por más que no existan evidencias suficientemente explícitas en Ortiz que permitan confirmarlo directamente; sobre todo, debido a su explícitamente elusiva actitud respecto a la metafísica.

Spengler había construido una filosofía de la cultura en la que la historia aparece, al decir de Ortega, como sustancia de los hechos, y éstos como epidermis o epifenómeno de la historia, en la que encuentran su significación. Su percepción de la historia continúa la línea básica trazada por las filosofías de la historia de Occidente, a partir de la Ilustración. En cambio, para Ortiz, los nexos entre los hechos y el devenir histórico se realizan en un sentido inverso, pues los hechos humanos constituyen no otra cosa que la propia sustancia antropológica23 de la historia y el sustrato por la que ésta adquiere sus consistencias y posibles significaciones espaciotemporales. Los "hechos humanos" constituyen, entonces, la dimensión cronotrópica de la historia, en la que el tiempo histórico se presenta no como devenir lineal —en el que "cabrían" todos los posibles acontecimientos del mundo—, sino como la dimensión precisa del acontecer humano en condiciones irrepetibles, concretas y relativas a un universo físico y espiritual único. Pues Ortiz no explica los hechos humanos desde una concepción o esquema de la historia, sino que encuentra a ésta desde aquéllos. Destaca ciertas tendencias, insistiendo siempre en la necesidad de completar los datos, para corregir posibles inexactitudes. Por eso, poner de manifiesto la íntima provisionalidad de lo fáctico, de la realidad "empíricamente constatable" en los hechos, ¿no contradice la fe positivista en la validez absoluta de éstos?

No advirtamos, por consiguiente, tan sólo una muestra de reconocida modestia en la continua insistencia de Ortiz sobre la imperfección y provisionalidad de los resultados de sus indagaciones. Junto a la modestia, prudente aquilatamiento de la naturaleza intrincada de lo estudiado, de los versátiles hechos, realidades escurridizas y cambiantes en sus significaciones, ¿no cabría también reconocer la lúcida inquietud de una conciencia o percepción de los límites insuperables de todo conocimiento histórico, en tanto saber orientado, según Ortega y Gasset, a lo ya fijado en el pasado? Pues lo fijado, ¿no tiene sentidos diversos para la cultura, que reconstruye de modo recurrente el pasado, en diálogo permanente con éste?

Por eso también, para Ortiz, la transculturación ha sido vehículo de renovación de los antiguos centros de la cultura europea, una vez que en desprendimientos sucesivos se convirtieron en partícipes activos del proceso de neoculturaciones, de carácter endógeno en suelo americano, por la constitución de nuevos centros en fusiones múltiples de diversos factores culturales y humanos. Pues para Ortiz, los factores humanos contienen la potencialidad de lo original e imprevisible en sus múltiples interrelaciones y posibles modificaciones culturales,24 apreciación ajena al espíritu positivista, marcado por el principio: "Ciencia; Previsión: Acción" (Augusto Comte y sus continuadores más o menos heterodoxos).

Si nos detenemos en los aspectos conceptuales que intervienen en la formación de la noción de transculturación, y por lo tanto, en su dimensión teórica, podemos distinguir diferentes etapas o momentos de este proceso. En Los negros brujos (1906), el tema del mestizaje se insertaba en el contexto de la transfusión o "traslación de caracteres", proceso que Ortiz denomina de "influjo recíproco" entre la raza blanca y la negra dentro de la mala vida cubana. Desde el comienzo, la "mala vida" es un fenómeno de mestizajes para Ortiz, así como el entorno original donde por vez primera abordara el estudio de lo afrocubano, fruto genuino de este mismo proceso, que por entonces Ortiz refiere al carácter sincrético de las religiones de los negros en Cuba. En esta época, el mestizaje era concebido como fenómeno predominantemente psicosocial por Ortiz; esto es, resultante de influencias psicosociales recíprocas entre las diversas razas y, sobre todo, en sus significaciones criminológicas. No obstante, la novedosa concepción de lo afrocubano complementaba esta perspectiva con una visión sociológica y culturológica en ciernes, ajena a las interpretaciones de la sociología criminal.

En estudios subsiguientes, como Los negros esclavos (1916) y los primeros materiales publicados sobre el tema de los negros curros (entre 1926 y 1928), la comprensión de las influencias recíprocas se va instalando en una visión sociológica e histórica que sobrepasa a la meramente criminológica y psicosocial, predominante al inicio, que será sustituida por la tesis del mestizaje cultural, la cual subsume al psicosocial, entendido como una suerte de soldadura y vehículo de las diversas "transfusiones" entre los grupos humanos, "campo gris" al decir de Ortiz —ni blanco, ni negro—, sólo parcialmente condicionado, en su visión original, por factores históricos y sociales y antecesor conceptual, en resumen, de la tesis del mestizaje cultural.

En sus estudios sobre el arte afrocubano, Ortiz realiza una amplia y detallada reconstrucción histórica de las aportaciones de los negros, ignoradas por la tradicional negativa prejuiciosa de los valores del arte negro, así como de su trascendente influencia cultural en Cuba. La dinámica y movilidad de los fenómenos culturales en la sociedad; su inserción en diferentes estratificaciones y grupos sociales; su transmisión y modificación en las valoraciones estéticas de esos grupos en condiciones históricas diversas, era una realidad incompatible con el inmovilismo prejuicioso de los racismos. En estos estudios, iniciados desde los años 20, la tesis del mestizaje cultural se va perfilando y contribuye a modificar el lugar y la significación que Ortiz atribuye a la "mala vida", noción ésta que llegó a conservar en etapas bien tardías de la evolución de su pensamiento. Tal modificación se evidencia porque la gente marginal va apareciendo para Ortiz bajo la figura de vehículo para el mestizaje cultural y la transculturación. La "mala vida" dejaría entonces de parecerle estrictamente un mero fenómeno delincuencial (J. Le Riverend) y se torna para Ortiz en un modo de integración, o más bien, de inserción, en la sociedad cubana, de sujetos portadores de valores culturales en trance de desajuste social por razones diversas, los que formaban el primer eslabón de los primeros intercambios culturales entre la metrópoli y la colonia.25

El mestizaje cultural es una fase o componente esencial del proceso de transculturación. En Los negros curros se interpreta en fases históricas diferenciadas y evolutivas, hacia la creación por grados de nuevos fenómenos. Allí aparece la idea de los grados de mestizaje apuntando hacia la historicidad del mencionado proceso, en una retrospectiva de las vicisitudes del negro curro como tipo humano —desde sus ancestros en Sevilla, fuente de la currería; pasando por la mala vida de los blancos en Cuba, propiciadora de la criminalidad que ampara el origen del negro curro; hasta la extinción del tipo.

Con posterioridad, refiriéndose a la transculturación del tambor africano en la cultura criolla, puede constatarse que en estos fragmentos de Los negros curros, elaborados evidentemente después de haber sido formulada la tesis de la transculturación en el Contrapunteo... —pues la mencionada obra se publica en edición póstuma, reuniendo materiales escritos en etapas diferentes—, la idea de los grados de mestizaje aparece ya incorporada a la transculturación en su totalidad. Apunta Ortiz: "La sintética transculturación blanquinegra, creadora de la música genuinamente cubana, ha sido paulatina (N.A. Los subrayados son nuestros); primero muy remilgada, como para encubrir sus atrevimientos, y luego sin tanto recato, hasta con alarde coquetón de excusable desenfado".26

Pero ya en el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), Ortiz expondría, en torno a la transculturación, sus apreciaciones relativas a la nacionalidad cubana, de tal modo que las concebiría como indiscernibles respecto a ésta. Las incorporará en su integridad, por vez primera, al estudio de la transculturación del tabaco en tanto proceso raigalmente ligado a la formación de la nación cubana.

"Con la venia del lector —indica—, especialmente si es dado a los estudios sociológicos, nos permitiremos usar por primera vez el vocablo transculturación, a sabiendas de que es un neologismo. Y nos atrevemos a proponerlo para que en la terminología sociológica pueda sustituir, en gran parte al menos, al vocablo aculturación, cuyo uso se está extendiendo actualmente".27

Esta "parcial" sustitución no se refiere al contenido, pues la noción de transculturación contiene y sobrepasa a la de aculturación. La sustitución referida se propone en el uso de los vocablos, como más justa y exacta por su amplitud, en un sentido lexicográfico. Continúa Ortiz:

"Por aculturación se quiere significar el proceso de tránsito de una cultura a otra y sus repercusiones sociales de todo género, pero transculturación es vocablo más apropiado".28

Es evidente que la transculturación no es sólo un neologismo, un término nuevo, sino el término con el que Ortiz designa íntegramente toda su concepción de la cultura de Cuba, sustancialmente diferente de las teorías estructuralista y herskoviana de la aculturación. Todos los aspectos de la historia de Cuba quedan así asumidos en la transculturación: "La verdadera historia de Cuba —nos dice— es la historia de sus intrincadas transculturaciones".29

Por otra parte, Ortiz emplearía indistintamente los términos aculturación e inculturación para referirse a una misma tendencia. Consigna además que la transculturación es término que expresa mejor las diferentes fases del proceso de tránsito de una cultura a otra, el cual no sólo consiste en la asimilación de una cultura distinta —tendencia que se designa con la voz angloamericana acculturation—, sino que también supone la pérdida o desarraigo de una cultura precedente; es decir, una parcial desculturación. La condición para que se produzca la aculturación, por consiguiente, es necesariamente la desculturación. Pero la transculturación incluye, además, una tercera fase o tendencia: la creación de nuevos fenómenos culturales o neoculturación. Es este momento el que expresa lo que hemos considerado la proyección de futuridad; esto es, la impredecible constitución de una realidad, que la transculturación requiere para su revelación y que escapa a todo intento de "previsión científica".

El uso de la noción de transculturación en las últimas décadas de este siglo se viene realizando ampliamente, mas en un sentido polisémico que ha contribuido no poco a modificar su significado original; si bien, en todos los casos, sus usos se justifican desde una perspectiva básicamente hermenéutica. Se ha llegado a considerar la transculturación como aspecto particular de la integración inter-étnica y como tendencia privativa de este proceso, y no de la mera asimilación étnica, que para Herskovits —quien llega a adoptar la noción de transculturación— es "a veces" una fase de ella.30 Pero si se circunscribe la transculturación únicamente a la integración inter-étnica, se reduce notablemente su contenido al del grupo étnico, cuando en realidad su ámbito trasciende hacia planos más amplios de las relaciones sociales entre diversos grupos y estratos. Pues la transculturación posee un significado fundacional y originario, en virtud del cual actúa generando nuevas estructuras y relaciones entre los hombres. De ahí que, pese a las intenciones antimetafísicas de Ortiz, su concepción de la transculturación desborda todos los posibles límites de la descripción empírica y "científica", pues más que resultado, es proyecto y posibilidad de una nueva contextura humana; imagen, y por lo tanto, no sólo el apriori conceptual o ideal de una "experiencia posible", sino la apertura a lo inusual e inesperado.

No deja de resultar significativo el periplo conceptual de la trayectoria que la transculturación recorre en la obra de Ortiz, similar, en ciertos aspectos, a la de cualquier teoría que inicia sus primeros pasos en el conocimiento empírico, para ajustarse progresivamente a enfoques o sistematizaciones de mayores vuelos. Desde su preformación —a partir de nociones como el "sincretismo" y el "mestizaje cultural"—, hasta su expresión íntegra en la interpretación de la historia de Cuba y de amplias regiones de su cultura, la transculturación atraviesa como idea o concepto dos fases principales en el pensamiento de Ortiz: una inicial, "protoconceptual", abarcadora del estudio de ciertos modos y manifestaciones particulares de la cultura, como la mala vida y el fetichismo afrocubano, extendiéndose luego hacia formulaciones más abarcadoras, como la reconstrucción antropológico-cultural del tipo humano representado por el negro curro; para alcanzar más tarde formulaciones de tonos globalizadores, tales como las del Contrapunteo..., donde el detenimiento en los fenómenos particulares —i.e., en la transculturación del tabaco en Cuba— se realiza a la luz de una perspectiva arraigada en matices históricos de más amplia dimensión antropológico-cultural —en la historia universal de la transculturación del tabaco. Tales representaciones no sólo presuponen lo primero, sino que rebasan lo meramente descriptivo e inductivo, a la manera de las reconstrucciones histórico-culturales de vastas esferas de la sociedad —como en los estudios sobre el complejo universo del arte afrocubano.

Pero, según hemos estado reiterando, la transculturación es, en rigor, no sólo la única teoría que puede atribuirse a Ortiz en su exposición conceptual, sino una síntesis de imágenes y conceptos que desborda el mero esquema atribuible a la "teoría", pues en ella no hay conceptos diferenciados de las imágenes. Síntesis, por consecuencia, de contenidos tanto científico-generales —en la medida en que apunta a tendencias universales de la historia americana—, como filosófico-literarios, que permiten a Ortiz fijar la singularidad del proceso en la constitución de la cultura cubana. Pues la raíz última de la reflexión orticiana no es el concepto, al que no obstante ella aspira; sino la existencia humana en todas sus posibles dimensiones culturales —metafísica; histórica; social; psicológica—. Como "teoría", aplicable por tanto a cualquiera de las culturas americanas, la transculturación es concepto; logos, esquema. Como metáfora e imagen, expresa la esencia única de lo cubano.

A partir de 1947, Ortiz amplía la serie de sus estudios sobre la música y el arte afrocubanos, que en su conjunto aportan la primera historia social de estos fenómenos culturales en Cuba. En Preludios étnicos de la música afrocubana (1947-1949) retoma el vocablo aculturación, que había rechazado parcialmente en su Contrapunteo..., pero adjudicándole ahora un significado más amplio al que originalmente tuvo en el estructuralismo.

La reconstrucción de la noción de aculturación en 1949 se realiza por sustitución de neoculturación, vocablo introducido en el Contrapunteo... para referirse al resultado de la transculturación; esto es, a la creación de una nueva cultura o de nuevos fenómenos culturales. En su nueva acepción, la aculturación representará una síntesis de su significado original en el estructuralismo, que resaltaba su lado pasivo, con el referido a la neoculturación en tanto creación de nuevos valores culturales; esto es, designaría la tendencia adaptativa a nuevos patrones culturales para dar lugar a la nueva cultura, o a la transculturación como un producto tangiblemente consistente, acentuándose de manera explícita la naturaleza teleológica de la aculturación en las condiciones de la transculturación. Indica Ortiz:

"En África, Eleggua es el dios erótico, pero en Cuba parece haber olvidado ese carácter. Acaso porque ya su ritualismo de fertilización ha perdido su función social, dado el régimen de vida económica a que tuvo que ajustarse el negro africano, tan distinta de la de allende (...) En Cuba hubo que prescindir de la pantomima copular, como de los ritos judiciarios, la circuncisión, el sacrificio humano y otros elementos de la ritualidad religiosa y social que no se podían amalgamar con el sistema de la sociedad cubana. Proceso necesario y simultáneo de desculturación o abandono de ciertos elementos de las culturas afrooccidentales o negras y de aculturación o acomodamiento a ciertas exigencias de las culturas eurooccidentales o blancas para lograr por síncresis la transculturación, o proceso de transición, readapatación o reajuste en otra cultura, la cubana o mulata, de nueva creación"31 (El resaltado es nuestro).

No es descartable que la recuperación del término aculturación se debiera, principalmente, a su extendido uso, que se mantiene en nuestros días. Pero obedece sobre todo, a nuestro juicio, al interés por rescatar el significado propio de la transculturación, que había empezado a emplearse con significados más o menos parciales y limitados en comparación a su sentido original.

La transculturación no radica para Ortiz en un proceso gradual de modificaciones en los factores culturales ya existentes en una comunidad humana, a partir de los cuales se originaría un nuevo universo cultural. Pues la transculturación, en la confluencia y coparticipación de universos culturales diversos, funda un espaciotiempo en el que factores culturales de fuentes o procedencias similares, pueden generar resultados diversos entre sí, en condiciones históricas también distintas a las de sus respectivos orígenes. Hemos hecho referencia a la dimensión cronotrópica y no lineal de la historia, como apertura a la posibilidad de relatar historias entrecruzadas, pues el relato es la forma literaria en que se muestra la historia (veritas). La imagen de la transculturación aparece en la obra de Ortiz —y no sólo en su Contrapunteo...— en forma de relatos que aspiran a la veracidad acerca de historias anudadas y entretejidas, también en retorcimientos, por desgarramientos creadores, en destrucción y reconstrucción consustanciales a todo alumbramiento. Ortiz relata historias que, no obstante, más que veritas, esto es, descripciones fieles de los acontecimientos, tejen en sus redes la estructura del mito, como apelación a la imagen literaria capaz de representar intelectualmente la dimensión cronotrópica de la historia, que el mito capta intuitivamente. Pues en tanto el mito libera al tiempo de la linealidad y la simultaneidad cronológica, ajena a todo nacimiento o muerte (Juan Liscano),32 la transculturación expresa como imagen la sustancia de lo mitológico; esto es, lo alineal, lo fundacional.

Para Ortiz, los universos engendrados por transculturación poseen la virtud de nuevas flexibilidades, las que percibe asociadas a las inconsistencias de la plenitud de su ser histórico. Hoy, a fines del siglo XX, cuando la situación demográfica de Cuba —factor imprescindible en la dinámica de la cultura— se ha modificado debido a la fuerte corriente del exilio (en trágicas circunstancias históricas imposibles de haber sido previstas por Ortiz), habría que realizar estudios complementarios a sus valoraciones de hace medio siglo y revaluar aquéllas que podrían haberse modificado, pero evitando, en el espíritu del pensamiento orticiano, toda pretensión racionalista que aspirase a agotar la interpretación por medio de generalizaciones conceptuales; esquemas o pautas, al estilo de la ciencia social tradicional, cuyos límites no dejaron de ser advertidos por Ortiz.

Mérida, julio de 1999.


*Fernando Ortiz es una de las figuras científicas de mayor trascendencia de América Latina y el más importante etnólogo y antropólogo de Cuba.
El sabio cubano nace el 16 de julio de 1881 y muere el 10 de abril de 1969 en La Habana. Su infancia transcurre en la ciudadela de Menorca, islas Baleares, España, donde aprende las primeras letras y cursa el bachillerato. En 1895 regresa a La Habana y comienza a estudiar leyes en la Universidad de La Habana,  aunque terminará estos estudios en Barcelona. Posteriormente se doctora en la Universidad de Madrid. Trabaja en el servicio consular cubano, ocupando las cancillerías de La Coruña, Génova y Marsella durante algunos años. En 1906 es nombrado abogado fiscal de la Audiencia de La Habana y dos años después ejerce como profesor en el claustro universitario en la Universidad de La Habana, en cuya Facultad de Derecho permaneció durante nueve años.
Fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País desde 1907 y su director de 1923 a 1932; miembro de la Academia de la Historia desde su fundación hasta 1933. Integró la Cámara de Representantes de Cuba, desde 1917 hasta 1927 y elaboró el Proyecto de Código Criminal Cubano, que contenía un programa de reformas legislativas y administrativas muy avanzado para su época. Representó a Cuba como delegado oficial en numerosos congresos internacionales de índole científica y académica a partir de 1910.
Figuró en el Grupo Minorista, de gran repercusión en la cultura y la política cubanas en la década de 1930 y se relacionó muy estrechamente con intelectuales y artistas de renombre, como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Wifredo Lam, Alejo Carpentier, María Zambrano y Fernando de los Ríos. En la Universidad de La Habana impartió seminarios de verano que constituyeron un hito en la investigación y estudio de la identidad cubana. Ortiz se dedicó infatigablemente al descubrimiento de lo cubano y al rescate y revalorización de la presencia africana en la cultura cubana. Indagó y profundizó en los procesos de transculturación y formación histórica de la nacionalidad cubana.
En su larga y fructífera vida, que dedicó no sólo a la etnología, sino que abarcó también las ramas de la sociología, la lingüística, la musicología y la jurisprudencia, publicó más de cien títulos, entre ellos: Apuntes para un estudio criminal: Los negros brujos (1906); Los mambises italianos (1909); Entre cubanos: Psicología Tropical(1914); Los negros esclavos (1916), Los cabildos afrocubanos (1921); Historia de la arqueología indocubana (1922); Glosario de afronegrismos (1924); Alejandro de Humboldt y Cuba (1930); Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940); Martí y las razas (1942); Las cuatro culturas indias de Cuba (1943); El engaño de las razas (1946); El huracán, su mitología y sus símbolos (1947); Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba (1951); Los instrumentos de la música afrocubana, (cinco volúmenes) (1952); Historia de una pelea cubana contra los demonios (1959). Publicaciones póstumas de obras inéditas de Fernando Ortiz son: Hampa afro-cubana y Los negros curros (1986); La santería y la brujería de los blancos (2000); Culecció d’els mal-noms de Ciutadélla (2000) y Visiones sobre Lam (2002).
Fernando Ortiz también escribió un sinnúmero de artículos para diversas publicaciones periódicas y fue fundador y/o director de algunas de éstas, como la Revista Bimestre Cubana, reeditada de nuevo desde 1910; la Revista de Administración Teórica y Práctica del Estado, la Provincia y el Municipio (1912); los Archivos del Folklore Cubano (1924); las revistas Surco (1930) y Ultra (1936). Fundador de la Sociedad del Folklore Cubano (1923); de la Institución Hispanocubana de Cultura (1926); del Instituto Panamericano de Geografía (1928); de la Sociedad de Estudios Afrocubanos (1937) y de la Institución Internacional de Estudios Afroamericanos (1943), entre otras instituciones.

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Citas y referencias
1.   Véase en: Gladys Portuondo. "Fernando Ortiz: una cubanidad entre el Etnos y la Historia". Revista Vivarium. Centro de Estudios de la Arquidiócesis de La Habana. Nº XVI. Junio de 1998.
2.  Véase en: Roberto González Echevarría. "El contrapunteo y la literatura". Revista Actual. Dirección de Cultura de la Universidad de Los Andes, septiembre-diciembre 1997. Mérida, Venezuela. Nº 37; y en: Gladys Portuondo. "El problema antropológico y la superación del positivismo en Fernando Ortiz". Revista Actual, ed. cit. p. 173. Se indica: "...su objetivo no es tanto la cultura como realidad constituida, como el proceso de su formación y devenir" (sic).
3.   Véase en: María Zambrano. "La Cuba secreta". En: Revista Vivarium. Centro de Estudios de la Arquidiócesis de La Habana. Nº II. Febrero de 1991.
4.  Asumimos la tesis de Julio Le Riverend con relación al modelo orticiano de ciencia social, según los prólogos de este autor a Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (edición cubana) y a su antología Órbita de Fernando Ortiz (véase en [7]).
5.   Véase en: Gladys Portuondo. "El problema antropológico y la superación del positivismo en Fernando Ortiz". Revista Actual. Ed. cit.
6.   Véase en: F. Ortiz. "De la música afrocubana. Un estímulo para su estudio". Revista Universidad de La Habana. Mayo-junio de 1934. Tomo 1, Nº 3, pp. 113.
7.     J. Le Riverend. Órbita de Fernando Ortiz. Uneac, Ediciones XX Aniversario. La Habana, 1973. pp. 18.
8.   Véase en: José Lezama Lima. "Loanza a Paul Claudel". Confluencias. Selección Ensayos, La Habana. 1988.
9.    Véase en: Gladys Portuondo. "Fernando Ortiz: una cubanidad entre el Etnos y la Historia". Revista Vivarium. Centro de Estudios de la Arquidiócesis de La Habana. Nº XVI. Junio de 1998.
10. La etnografía, como ciencia, se ajusta en mayor o menor medida a estos "modelos". J. Ortega y Gasset se ha referido al problema de la nación examinando críticamente su interpretación esquemática según ha sido establecida desde los criterios tradicionales de su definición: el territorio y las fronteras naturales; la comunidad racial y sanguínea; la lengua; y destaca el espejismo que esta definición representa —que bien podría incluir, sin alterar su médula, el sentimiento de "pertenencia" a la comunidad. El espejismo conduce a la ilusión de que tales criterios son las premisas o condiciones para que la nación exista, cuando en realidad ocurre lo contrario. El etnos, sea como grupo social o como nación, no escapa a este penetrante análisis de Ortega, mucho más aproximado al pensamiento de Ortiz que los esquemas conceptuales de la etnografía científica. Véase en: J. Ortega y Gasset. "¿Quién manda en el mundo?". En: La rebelión de las masas. Ediciones Orbis. España. 1983. pág. 149-161.
11.Véase en: Gladys Portuondo. Antología de historia de la filosofía cubana y latinoamericana. Humanismo e historia en Fernando Ortiz. Universidad de La Habana, 1990. Prólogo de la compiladora. Tomo 1, p. 18.
12.Véase en: Lourdes Rensoli e Ivette Fuentes. Lezama Lima: una cosmología poética. Ciudad de La Habana, Editorial Letras Cubanas. 1990. pp. 113-114.
13.Fernando Ortiz. "Los factores humanos de la cubanidad". En: Gladys Portuondo. Antología de historia de la filosofía cubana y latinoamericana. Ed. cit. Humanismo e historia en Fernando Ortiz. Tomo IV. pág. 211. N. de A. El destacado es nuestro.
14.  Fernando Ortiz. Los negros curros. La Habana. 1986. pp. 5, 6, 7, 8, 14, 232.
15.  Fernando Ortiz. "La poesía mulata". Revista Bimestre Cubana. La Habana, Vol. 24, Nº 2-3, sept. de 1934. pp. 206-208.
16.Fernando Ortiz. Prólogo a Bartolomé de Las Casas. Pensador político, historiador, antropólogo, de Lewis Hanke. Sociedad Económica de Amigos del País. La Habana. 1949. pp. XXXII-XXXIII.
17.Véase en: Juan Liscano. Espiritualidad y literatura y otros ensayos. Monte Ávila Editores. Venezuela, 1995.
18.Fernando Ortiz. Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Ciencias Sociales. La Habana. 1983. pp. 87, 90.
19. José Gaos. "Los transterrados de la filosofía". Revista Anthropos, 130/131. José Gaos. Una filosofía de la filosofía. Barcelona, Marzo/abril, 1992. p. 32. Coincidimos con Miguel Barnet, cuando apunta la dificultad consistente en hallar los modelos o fuentes directos de que se nutre el pensamiento de Ortiz (En: M. Barnet. "Fernando Ortiz". En "Cuba: arte y literatura". Revista Bohemia, La Habana, a 56, Nº 3, enero 17, 1964. pág. 8-9). Pero otra cuestión es la influencia de problemáticas, metodologías y enfoques propios en la filosofía y las ciencias según el espíritu de época en que se desenvuelve un pensador.
20.Véase en: Florinda Marón. "Filosofía y poesía: camino de vida en la esperanza". Revista Vivarium. Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana. Nº VI. Junio 1993, y en: Jorge Luis Villate. Poesía, hombre y kosmos en la filosofía de F. Nietzsche. Ediciones Vivarium. La Habana. 1994.
21.Véase en: Roberto González Echevarría. "El contrapunteo y la literatura". Revista Actual. Ed. cit. págs. 154 y 157.
22.  Medardo Vitier. Las ideas y la filosofía en Cuba. Ciencias Sociales. La Habana. 1970. p. 100.
23. Valdría la pena detenerse en la ausencia de trascendentalismo en la concepción de la historia de Ortiz, lo que sobrepasa la intención de este trabajo. Empero, una metafísica de la inmanencia en relación a la concepción antropológica de la historia, quizás no sería descartable, pese a no hallarse explícitamente expuesta por Ortiz. Véase en: Gladys Portuondo. "Fernando Ortiz y las religiones afrocubanas como `factores humanos' en la ciencia antropológica". Revista Vivarium. Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana. Nº VI, junio de 1993.
24.Véase en: Gladys Portuondo. "Fernando Ortiz en la encrucijada del `descubrimiento'". Revista Vivarium. Centro Arquidiocesano de Estudios. Nº VII. Septiembre de 1993. Pág. 24.
25.Véase en: F. Ortiz. Contrapunteo... Edic. cit. Prólogo de J. Le Riverend. pp. XXII.
26.  Fernando Ortiz. Los negros curros. Ed. cit. pp. 183.
27. Fernando Ortiz. Contrapunteo... Ed. cit. pp. 86.
28.  Ibíd.
29. Ibíd.
30.Véase en: Lourdes Domínguez y Alexis Rives. "El enfoque del concepto de la transculturación indohispánica entre los especialistas cubanos". Revista Cubana de Ciencias Sociales. Nº 22. 1990. Editorial Academia, La Habana.
31.Véase en: Fernando Ortiz. "Por la integración cubana de blancos y negros". Revista Estudios Afrocubanos. La Habana, vol. 5. 1945-1946. pp. 222.225. La transculturación se presenta como proceso y vehículo de renovación y de evolución de los valores éticos, base sustentadora de la integración y la unidad humana.
32.Juan Liscano. "Espiritualidad, esoterismo, literatura". Ascesis por el mito. En: Espiritualidad y literatura y otros ensayos. Ed. cit. pág. 329.




Wednesday, July 18, 2012

Gregory J. Walters. EL PROBLEMA NUCLEAR Y SU 'SOLUCIÓN'

Gregory J. Walters. "El problema nuclear y su 'solución'." Capítulo IV de: "Karl Jaspers y el rol de la Conversión en la Era Nuclear." Tomado de: Karl Jaspers and the Role of "Conversion" in the Nuclear Age. Chapter Four, "The Nuclear Problem and its 'Solution'," University Press of America, 1988, p. 89-120. 




La  presente versión al español  ha sido traducida del original en inglés por Gladys L. Portuondo y se publica en este blog con el permiso del autor, Gregory J. Walters. 







                         

4.0 Introducción
El  movimiento de nuestro pensamiento ha oscilado, hasta ahora, desde el giro de Jaspers hacia el pensamiento histórico-político, al final de la Segunda Guerra Mundial y los albores de la era nuclear en 1945 (Capítulo Uno), a los fundamentos históricos y epistemológicos (Capítulos Dos y Tres) en los cuales debe ser situado su análisis del problema nuclear. Jaspers se encontraba cerca de los setenta años cuando empezó a pensar seriamente acerca del problema, y su aproximación se desarrolló tanto desde el contexto de su filosofía de la historia, como desde su pensamiento fundamental. Durante el periodo inmediato posterior a la guerra, estuvo preocupado por los riesgos del gobierno total, la planificación total y la posibilidad de la destrucción absoluta en el camino hacia un nuevo orden mundial legalmente fundado.[1] No obstante, el año 1950 y el ensayo "Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," marcaron el verdadero comienzo de su concentrado análisis de los problemas morales, políticos y existenciales  que se originaron por la invención de la bomba atómica. Las ideas de este ensayo fueron ampliadas posteriormente en el otoño de 1956, cuando ofreció su radio-conferencia alemana, "Die Atombombe und die Zukunft des Menschen." Esta alocución, a su vez,  proporcionó  la base para su importante obra  con el mismo título, en 1958.[2] Su discurso de aceptación, "Wahrheit, Freiheit und Friede," en el otorgamiento del premio alemán de la paz por el libro, le dio la oportunidad de hablar sobre los tres pre-requisitos de la paz:

En primer lugar, ninguna paz exterior es sostenible sin la paz interior de la humanidad. En segundo lugar, la paz existe sólo a través de la libertad. En tercer lugar, la libertad existe solamente a través de la verdad.[3]

El enemigo mortal de la verdad es el totalitarismo, habiéndose referido anteriormente, en 1954, a la lucha contra éste en su ensayo "Im Kampf mit dem Totalitarismus."[4]

Con estas fuentes a la vista, debemos preguntarnos ahora: ¿Cuál es la interpretación y la "solución" de Jaspers al problema nuclear? No hay, por supuesto, una "solución" definitiva al problema; de hecho, la idea de que podríamos "solucionar" el problema se apoya en la falsa premisa del "intelecto," según la cual todos los problemas son solubles, y aquéllos que no lo son, son de este modo porque estamos haciendo la pregunta equivocada.[5] Esta es la razón por la que Jaspers nunca ofreció una respuesta definitiva a la pregunta "¿Qué debo hacer?" en la situación nuclear. Su tratamiento del problema servía solamente para la orientación y la aclaración. "Para el mero pensamiento," escribe, "no existe solución que pudiera resolver [...] la acción según instrucciones, ningún pensamiento traerá la solución del misterio -las acciones innumerables de personas innumerables que se han preparado para esto pensándolo de principio a fin."[6]

El objetivo de este capítulo no es agotar el contenido del problema y de su "solución," lo que resulta imposible dado su alcance, sino más bien describir a grandes rasgos las líneas más destacadas del análisis de Jaspers durante el periodo original de la Guerra Fría. El intento de reconstruir los elementos principales de su diagnóstico y de su pronóstico resulta imperativo si nos mantenemos fieles a su método abarcador,  así como  para analizar más adelante, dentro del contexto de su filosofar como un todo, las "conversiones" necesarias en la ciencia, la moral y la política,  y la religión.

Limitaremos estructuralmente nuestro enfoque a una exposición resumida de las líneas más importantes del análisis diagnóstico de Jaspers, según los términos de la doble posibilidad de la aniquilación y el totalitarismo (4.1). A la vez, nos ocuparemos del interés  del filósofo por la orientación "supra-política" de una "nueva política"(4.1.1) y destacaremos su postura personal en relación a la cuestión del uso de la bomba atómica en defensa de la libertad occidental (4.1.2). Moviéndonos hacia la prognosis de Jaspers, aclararemos brevemente el triple rol de la "conversión" en la ciencia, en la moral y la política, y en la religión, centrándonos en el rol de la "conversión" de la kirchliche Religion a la fe filosófica en la era nuclear (4.2).

4.1 La doble posibilidad: la aniquilación y el totalitarismo

Jaspers describe el problema nuclear en términos de las alternativas posibles, aunque no absolutamente seguras, que se encuentran entre la aniquilación humana y el totalitarismo.[7] En primera instancia, la bomba representa, esencialmente, tanto un "nuevo paso,"  como un "nuevo factor" en el significado y en las consecuencias de la guerra, en la medida en que la humanidad  posee ahora la capacidad para la aniquilación. Tres peligros específicos, relacionados con el desarrollo de la bomba, son: (1) los peligros inherentes al uso de la energía nuclear y a las pruebas de la bomba de hidrógeno; (2) los peligros de una destrucción sin precedentes, si el uso de las armas nucleares se realiza de nuevo en otra guerra nuclear; y (3) el peligro de la posible extinción de la humanidad en sí misma, como resultado de las muertes por la guerra nuclear y del efecto acumulativo del polvo radiactivo en la guerra. Mientras que estos tres peligros son reales, el "nuevo factor" de la posible extinción no ha sido adecuadamente afrontado por la mayoría de las personas. En vez de eso, nos desviamos hacia los graves temas que se relacionan con esto y que actúan como anestésicos contra el gran peligro de la extinción. La renuencia a reconocer los peligros, por supuesto, contribuye al posible desastre, y nos mantiene apartados de la "revolución" necesaria en nuestro modo de pensar y de actuar.

No se trata de la mera posibilidad de que la aniquilación humana pueda ocurrir, sino de que, según lo advierten los científicos, es altamente probable que llegue a ocurrir. Y sin embargo, Jaspers considera que esta opinión es un "juicio del intelecto" negativo (Urteil des Verstandes),[8] un pronóstico que no es seguro en absoluto. Una predicción del desastre atómico, aún cuando resulta altamente probable, no es un conocimiento con certeza, igual al conocimiento científico. Porque la historia no está determinada tanto por leyes naturales  inexorables, como lo está por los actos de los seres humanos en su libertad. El intento de determinar la historia por anticipado es científicamente falso y resulta destructivo para el filosofar auténtico. Las predicciones de la destrucción atómica son destructivas para la filosofía, porque niegan la libertad y la responsabilidad humana.

Y aún así, es sólo a través de la defensa de la amenaza verdaderamente real de la aniquilación, siempre frente a nosotros, que la probable destrucción de la especie podría hacerse improbable. Esto es lo que el Dr. Robert J. Lifton ha denominado más recientemente  como "imaginar lo real," tomando en préstamo la expresión de Martin Buber.[9] La ansiedad existencial respecto a la aniquilación potencial de la humanidad es un factor positivo, según Jaspers, en tanto la amenaza proporciona por sí misma una posibilidad de que la humanidad resuelva el problema.[10] El primer paso, por lo tanto, es incrementar este temor, de modo que los ciudadanos de los estados que constituyen potencias nucleares puedan  transformar el ethos de la sociedad y llevar así adelante políticas racionales. A su vez, ellos actuarían según el principio de que la comunicación racional y la paz son posibles para el mundo. Y aún cuando el temor es una respuesta natural y positiva a la amenaza de la aniquilación, una "paz perpetua" no puede estar fundada en ese temor, lo cual se presupone en el equilibrio atómico del terror.

Ahora bien, el problema de la aniquilación resulta igualado sólo por la amenaza del totalitarismo. Jaspers nunca identifica a éste simplemente con la dictadura, o con el marxismo o la teoría racial.

El totalitarismo no es el Comunismo, ni el Fascismo ni el Nacionalsocialismo, pero ha aparecido en todas estas formas. Es la amenaza universal, terrible, del futuro de la humanidad según un orden de las masas. Es un fenómeno de nuestra era, separado de toda política gobernada por principios de una existencia histórica nacional de legalidad constitucional [...] Para hablar en términos míticos, éste parece ser algo sin alma, demoníaco, que se apodera de todos -de aquellos que se deslizan hacia éste, así como de aquellos quienes, medio a sabiendas, lo llevan a cabo. El totalitarismo es como un espectro que bebe la sangre de los vivos y de este modo logra su realidad, mientras las víctimas continúan existiendo como una masa de cadáveres vivientes.[11]

Las fuentes de la concepción del totalitarismo en  Jaspers surgen naturalmente del  ámbito de su experiencia bajo el Nacionalsocialismo y del preciso análisis de Hannah Arendt de los orígenes del totalitarismo.[12] Desde un punto de vista sociológico, el totalitarismo prospera dondequiera que haya ocurrido un  rápido cambio histórico o dislocación, como resultado de la transformación tecnológica de la existencia. El gobierno total se aprovecha de esta ruptura de los vínculos con  cualquier contenido histórico sustancial, a fin de ofrecer su propio programa como un medio de salvación. A su vez, los conflictos de lealtad sobrevienen a lo largo de tres líneas: la lealtad al país, al principio de gobierno del estado, y al yo y la Trascendencia.

En el primer caso, todos los totalitarios dicen estar defendiendo a la "patria," y ven a sus oponentes como anti-patrióticos. Esto sucedió en Alemania con el plebiscito de libre votación de enero de 1935, en un momento en el que el Nacionalsocialismo pudo haber sido derrotado. En vez de eso, el noventa y uno por ciento votó por "volver al hogar del Reich," lo que atestiguó la pérdida de lazos sustanciales. En opinión de Jaspers, ese voto fue "un simple truco para convocar una lealtad que igualaría a la patria con su régimen político, incluso si ese régimen arranca de raíz las verdaderas bases de la ética de la patria."[13]

En segundo lugar, Jaspers advierte contra el totalitarismo que oblitera tanto la libertad, como la dignidad humana, alterando la lealtad al principio de gobierno del estado. El totalitarismo y la libertad democrática son, en principio, extraños entre sí, porque el gobierno total no permite que exista oposición dentro del estado a través de partidos o de forma legal. El gobierno total socava tanto la letra, como el espíritu de la constitución, que asegura la libertad por medio del derecho y de  la ley. Esto sucedió también en Alemania en 1933. Hitler tuvo éxito en llegar al poder como resultado de dos actos fraudulentos e ilegales, porque los nacionalistas alemanes "soñaban con ser capaces de usar el Nacionalsocialismo, al cual ellos despreciaban, como un medio para sus propios fines de poder político, manteniendo el control sobre éste." Primero, el Reichstag expulsó ilegalmente a los comunistas; a su vez, aprobó la "ley habilitante," que era equivalente a la derogación de la constitución por medios legales. En ese momento no se entendió que este único acto irreversible constituiría "el suicidio de la libertad política" en Alemania.[14]

El gobierno total erradica, más que todo, la libertad de asamblea, la cual se encuentra en el centro de los sindicatos, así como de los partidos de oposición. El pluralismo político es transformado en un partido único, que dice identificarse con los trabajadores y campesinos. En el proceso, los trabajadores pierden el derecho a la huelga porque, en teoría, como propietarios de la industria a través del estado, ellos estarían en huelga contra sí mismos. La propiedad privada es sustituida por el control estatal de los medios y modos de producción, en la forma de pequeñas elites de poder gobernantes que, realmente, se convierten en explotadoras. "Las diferencias en ingresos, niveles de vida y lujos son mayores, de hecho, que en los países 'capitalistas'. Los trabajadores y campesinos han perdido su libertad en nombre de la copropiedad sobre toda propiedad, lo que deja de influir en su estado real de indefensa explotación."[15] Al final, cada uno se convierte en "función." Y a fin de mantener su norma de terror, el gobierno total requiere de constantes purgas y persecuciones dentro de la máquina del partido, del ejército, de la policía, de la administración industrial e incluso del campesinado.

En tercer lugar, el totalitarismo erradica la lealtad al yo y a la Trascendencia. Para desarrollarse, el totalitarismo requiere de individuos que no quieren ser sí mismos, sino que en su lugar prefieren la obediencia y el placer de "funcionar" en vez de la verdad. Si el gobierno total moderno ha sido posible solamente debido a la tecnología, Jaspers insiste en que la tecnología como tal no lo produce. Es más bien el principio de la mentira, el que le proporciona su naturaleza  particularmente aberrante. A través de la mentira y la falsedad, un liderazgo totalitario es capaz de monopolizar completamente la verdad. Como en el ya clásico Mil novecientos ochenta y cuatro, de George Orwell, las palabras pierden todo su significado, y son manipuladas para la justificación ideológica. "Al sofisticado uso de los paralogismos," escribe Jaspers,  "el Comunismo añade el sofisticado uso de los giros de la dialéctica. Éste justifica todo lo que en el momento se quiere y se ordena que ocurra, transformando el negro en blanco y la A en la Z."[16] (El "discurso sobre las armas nucleares" contemporáneo, según el cual "más armas nucleares igual a menos armas," encuentra aquí un paralelo.) Con la pretendida verdad en manos del liderazgo estatal, la supremacía del poder se convierte también en la aparente supremacía en la justicia. Los controles legales se hacen superfluos, y cualquier acto de crítica contra el liderazgo del partido es visto como un acto de guerra o de criminalidad. La libertad de la acción política, de asamblea y de la actividad partidista se hace insensible a la falsedad y a la complicidad. En contraste con esta atmósfera envenenada de mentira, falsedad y temor, sólo un área común de libertad y verdad puede unir a los individuos. La verdad es el único "ámbito de encuentro para el hombre como tal," escribe Jaspers,  "incluso para los enemigos encerrados en una batalla de vida o muerte."[17]

Jaspers advierte repetidamente  que una vida vivida en la libertad puede nutrir, paradójicamente, el crecimiento de posturas y estilos de vida que imperceptiblemente podrían conducir a nuevas formas de totalitarismo. Ésta es la razón por la que la lucha contra el totalitarismo tiene que ser librada en ambos frentes, el exterior y el interior. Internacionalmente, la libertad tiene que ser protegida de los proyectos totalitarios de conquista, enfrentando la fuerza con la fuerza donde sea necesario. Domésticamente, los individuos libres "deben capturar el peligro en sus propias tendencias totalitarias y llevar a cabo constantemente una verdadera purificación (Reinigung), a través de los medios de la libertad en sí misma."[18] Jaspers habla de esta lucha interna por la libertad en tanto es una batalla por la "libertad cultural," y reprocha a aquellos anticomunistas que lucharían contra el Comunismo con métodos totalitarios.[19] Para abreviar, la lucha contra el totalitarismo tiene que ser entendida como una lucha por la libertad política, tanto como por la libertad moral.

El enemigo no es el Comunismo en sí mismo, ni Rusia en sí misma, aunque hoy (1954) ambos son encarnaciones del totalitarismo y, como tales, enemigos absolutos. La lucha es una batalla por la libertad dentro de los países libres. Dejaría de tener  sentido si fuéramos a perder en casa lo que estamos tratando de defender del ataque exterior. La batalla interna por la auto-preservación de la libertad y de sus posibilidades [...] llega a ser un arreglo de cuentas con nosotros mismos [...] Es en esta tarea que nuestras fuerzas se encuentran, o se dividen o crecen confundidas en la simple cuestión básica de nuestro destino espiritual y de sus consecuencias en la realidad política.[20]

La doble posibilidad de la aniquilación y del totalitarismo, entonces, constituye la interpretación de Jaspers del problema nuclear. Como él lo señala en el comienzo de su libro, "a través de una, perdemos la vida; a través de la otra, una vida digna de ser vivida. Ambas posibilidades extremas nos llevan hoy a una toma de conciencia de lo que queremos, de cómo desearíamos vivir, de para qué tenemos que estar preparados."[21] Ambas posibilidades han transformado la situación presente en un "límite" para la humanidad como un todo.

4.1.1 La orientación "supra-política" de una "nueva política"

¿Qué vamos a hacer ante estas posibilidades? La indignación moral contra el uso de la bomba atómica no mejorará la situación. A lo largo de la historia la gente se ha indignado por los avances y la sofisticación de los armamentos, pero esto no ha logrado detener la marea de los inventos tecnológicos como resultado de la investigación y el progreso. Por otra parte, una "prohibición" contra la bomba sería efectiva sólo si fueran instituidos los controles mutuos, internacionales, de las armas. Aún así,  los controles internacionales de armas sólo proporcionarían una certeza relativa de que la bomba atómica no será usada. Él se orienta a la conclusión lógica de que la bomba puede ser abolida y de que una paz mundial duradera puede ser establecida solamente si la guerra como tal es abolida. Porque "en la medida en que no hemos eliminado la guerra como un instrumento de la política, la bomba H tiene todavía una oportunidad de triunfar, más temprano o más tarde."[22]

Un movimiento hacia la paz mundial, empero, podría ser logrado solamente por medio de una "nueva política,"  apoyada en las premisas de la libre voluntad y de una evaluación racional de la realidad de la situación político-militar mundial. En tanto la libre voluntad sostiene que el derecho y la justicia deben gobernar en lugar de la fuerza, la realidad humana reconoce al mismo tiempo que en el mundo las sociedades nunca serán perfectamente justas. La condición humana es tal que la ley y el orden -el cual necesita un mínimo de fuerza para sostenerse a sí mismo-  existen en unión con alguna injusticia, de modo inevitable.[23] Sin embargo, dada la condición del homo politicus, deberían seguirse cinco principios  de la paz mundial.

(1) Los tratados deben ser reconocidos en tanto legalmente vinculantes, y deben ser cumplidos por medio de una fuerza internacional de paz.
(2) La ley internacional requiere la renuncia a la soberanía absoluta.
(3) La decisión de la paz requiere internacionalmente la comunicación irrestricta, la publicidad y la no censura.
(4) Las naciones deben preocuparse también de los asuntos internos mutuos.
(5) La vía para la revisión pacífica de todas las relaciones, de las divisiones políticas injustas y de los tratados debe dejarse abierta.

Dichos principios son de hecho repudiados por los estados políticos modernos. La "vieja"  política maquiavélica se mantiene como antes, y la situación se exacerba por el hecho de que las naciones no occidentales están apropiándose de la tecnología europea -frecuentemente sin contar con los correspondientes sistemas políticos democráticos- , añadiendo de este modo combustible a los fuegos de la cruenta disputa entre Rusia, Estados Unidos y la Alianza Occidental. La situación sigue siendo paradójica. Ya que toda invención tecnológica se convierte eventualmente en conocimiento común, la paz es preservada solamente al precio de una carrera armamentista y de la pax atomica. Jaspers está convencido de que esta clase de paz conducirá de hecho al holocausto nuclear, si no se transforma en la base para una paz duradera.[24]

Considerar el equilibrio del terror como una solución es sólo una vía de salida fácil -y extremadamente peligrosa. Para los hombres resulta factible seguir viviendo como lo han hecho en el pasado, sin  obligarse a enfrentar el terrible problema de la destrucción atómica.[25]

La idea de eliminar la guerra del curso de la historia humana parece irreal, por supuesto, para los llamados "realistas" políticos, lo mismo que la idea moralista de que podría haber un cambio de la humanidad de igual modo se les antoja ingenua e irreal en sus exigencias. Seguramente, con demasiada frecuencia el idealismo moral condena simplemente los eventos en nombre de sus exigencias objetivas. Y sin embargo, Jaspers critica al "realista" que para justificar su "realismo"  se refiere tanto a la larga historia de las guerras y conquistas, como a la naturaleza sórdida de la existencia humana. Guiado por una perspectiva pesimista de la historia y del futuro, el "realista" sólo realiza planes para la política del momento. Sólo está interesado en no perturbar el status quo político. No pregunta si los motivos humanos son verdaderos o correctos, sino sólo sobre su efecto político. Cuando el "realismo" político se hace absoluto, se convierte en una doctrina política despiadada, como en la teoría hindú de Kautilya o en el incalificable maquiavelismo. Pero incluso para Maquiavelo hay dos límites que no se pueden traspasar: la virtu del gran estadista, quien continúa su camino exitoso en los conflictos, aliado con la fortuna. Ambos constituyen fuerzas "supra-políticas" que ayudan a conformar la sustancia de la realidad política. Como reconocieron Tucídides y De Tocqueville, los "grandes estadistas" siempre quieren más que el mero "realismo" o realidad  para fundamentar las normas de la acción política.[26]  Dicho brevemente, el "realismo político" es insuficiente y se hace irrazonable cuando se convierte en absoluto en la forma de una Realpolitik, la cual quiere el poder por sí mismo. Abandonada a sus propios medios, la Realpolitik conducirá al nihilismo y, de hecho, a la total perdición.

La continuación de la "vieja política" y el equilibrio del terror fallarán eventualmente. Aún si la humanidad lograra una política basada en principios legales generales -tal como la idea de los grupos de control de las pruebas nucleares y el control de las armas internacionales-, éstos serían insuficientes, dado el curso normal, inescrupuloso, de la fuerza en la acción política. Lo que en su lugar se necesita es una "nueva política," la cual estaría guiada por un ideal "supra-político" (Überpolitische), adecuado a la era nuclear. En palabras de Jaspers, podemos llamarlo "ética, auto-sacrificio, razón  -aunque cada uno de ellos tres depende de los otros, o es uno con ellos. La distinción es sólo una forma de hacerlo comunicable."[27]

Los fundamentos para una "nueva política" requieren una reflexión más profunda sobre el significado de la fuerza (Gewalt). Si se considera la paz como la condición natural de la humanidad, entonces la guerra es la continuación de la política por otros medios (Clausewitz). Si la violencia parece natural, no obstante, entonces sería más apropiado invertir la famosa sentencia de Clausewitz  y decir que "la política es la continuación de la guerra por otros medios."[28] Idealmente, el objetivo de la política no es reunir la mayor fuerza a fin de mantener a todos y a cada uno de los otros estados bajo control sobre la base del temor. Más bien, es subordinar la fuerza a la ley que se funda y está orientada moralmente por ideales "supra-políticos." Por supuesto, para ser efectiva la ley debe estar respaldada por la fuerza. El problema del balance en esta delicada relación de la ley y la fuerza es particularmente difícil a nivel internacional, donde la fuerza raramente opera desde una institución común, similar a la fuerza policial dentro del estado.

El derecho es efectivo sólo si las decisiones de la autoridad legal deben ser cumplidas por encima de toda posible resistencia. Es cierto que la idea de un derecho objetivo, universalmente válido, es persuasiva, pero ésta puede ser realizada solamente si las partes en oposición, convencidas de estar en lo correcto e incapaces de llegar a un acuerdo, se someten a la autoridad superior,  porque -tanto en los asuntos internacionales como en los domésticos- el que pierde admite que la legalidad es mejor que la fuerza, aún en el caso de un fracaso de la justicia. Si las partes no reconocen la autoridad y creen -entre los estados-  que tienen el poder suficiente, el resultado es la guerra. Esto no ayuda a diferenciar entre guerras agresivas o defensivas, o a hablar de guerras justas o santas. Estos juicios no son pronunciados por la autoridad superior; son juicios partidistas aún si las partes no son idénticas a los estados, sino que van más allá de sus límites.[29]

Además, en un mundo donde "el destino de la tierra" (Schell) se encuentra vinculado al destino de cada individuo, los "derechos del hombre" también se han hecho perentorios para una "nueva política." Para Jaspers, esto es así porque los derechos humanos "preceden la racionalidad, que los expresa por medio de palabras pero no los inventa;" su significación sólo puede ser aprehendida si ellos son experimentados a partir del "origen de la existencia humana."[30] Lo mismo que con los principios de la paz mundial, el problema es que los derechos humanos  no son escuchados, y la Realpolitik continúa utilizando, en su voluntad de poder, cualesquiera métodos para su auto-preservación.
¿Puede la renuncia pacifista a la fuerza mostrarnos una salida al dilema nuclear?  Jaspers respeta el  principio político de la "no violencia" (Gewaltlosigkeit) como lo encarnó Gandhi, pero una política de no violencia sacrificial no es finalmente conveniente. Fue sólo debido a la democracia liberal británica, con su reconocimiento de la libertad de expresión y con un refinado sistema legal, que el testimonio de Gandhi respecto a la verdad fue posible. Bajo un régimen totalitario, él habría sido silenciado rápidamente. Para "el rigor de las realidades mundiales presentes, Gandhi no nos proporciona respuestas." [31] La significación de Gandhi, no obstante, no descansa tanto en lo inadecuado de su política de no violencia, como en su historicidad individual y su compromiso con la verdad y el sacrificio. Gandhi encarnó las bases  "supra-políticas" de la política a través de su consistente principio de no violencia o principio de la verdad (satyagraha). Debido a que su vida estuvo profundamente arraigada en los principios de la verdad y del ser que trascienden la política, él vivió con coraje, así como sacrificialmente. La vida de Gandhi permanece como un recuerdo inspirador de que el sacrificio, como elemento del ideal "supra-político," es esencial a la verdadera humanidad.[32]

Si el ideal "supra-político" ha de guiar una "nueva política,"  entonces Jaspers cree que éste tiene que ser capaz de motivar la acción política constructiva en proporción a las demandas de la situación. Una "nueva política" debe apoyarse en hechos y datos empíricos que correspondan a la situación militar y política.[33]
¿ Cómo él caracteriza esta situación a mediados de la década de 1950? En primer lugar, Estados Unidos y Occidente son vistos como muy inferiores militarmente a Rusia en armas convencionales. Mientras que Rusia se está poniendo al día con Estados Unidos en armamento nuclear, ella es superior en los misiles de lanzamiento de ojivas nucleares. Las declaraciones de Rusia a los efectos de que ella no sería la primera en usar la bomba, son más que todo "propaganda," y el intento de los norteamericanos consistente en distinguir entre las armas nucleares tácticas y estratégicas es "auto-engañoso." En su opinión -y éste es un asunto que los teólogos morales, los filósofos y los estrategas continúan debatiendo en nuestros días-, el uso de cualquier armamento nuclear, aún de los tácticos, sería sin duda una escalada a la guerra total. Rechazarlo es simplemente un auto-engaño.

En segundo lugar, la situación mundial se caracteriza políticamente por la completa división del mundo, el fin de la expansión colonial europea y la liberación de los pueblos  respecto al gobierno europeo. El conflicto entre Occidente y sus anteriores colonias atraviesa el conflicto entre Rusia y Europa con Estados Unidos, entre el totalitarismo y la libertad. En la batalla entre los rusos y la Alianza Occidental, la "hegemonía," la "sumisión," y las "esferas de influencia" mantienen una suerte de paz, pero no proporcionan  un fundamento para un nuevo "orden mundial." Junto a Kant, Jaspers avizora dicho orden mundial en  términos de la libertad de confederación, más bien que como un gobierno mundial. Los políticos rusos, en rígido contraste, sólo quieren una clase de orden mundial:  "la conquista del mundo con el objetivo del gobierno total como solución universal."[34]

Si la " solidaridad occidental" va a ser real, ésta debe, por lo tanto, tener una comprensión precisa de la naturaleza y la función del totalitarismo, y la "neutralidad" política occidental tiene que ser el privilegio exclusivo de los estados pequeños. Holanda y Suiza son para Jaspers naciones ejemplares respecto a esto. Ellas han servido como faro de la humanidad durante el variado curso de la historia política europea. Pero la neutralidad no es "neutralismo." Y en un mundo en el cual  han aparecido formas increíbles de totalitarismo, un "neutralismo" que no quiere ser lanzado en la antítesis política de  libertad y totalitarismo es, simplemente, imposible.

En tercer lugar, el problema de la condena atómica ha alcanzado apenas solución por parte de las Naciones Unidas y de sus intentos por lograr la paz mundial. Las debilidades de la ONU se centran en su Carta y en su fracaso como institución legal. Jaspers identifica seis insuficiencias sobre la base de los diez años de existencia de la ONU:

(1) El poder ejecutivo no depende de la ONU, sino únicamente de las políticas de los poderes soberanos.
(2) Las resoluciones de la ONU no se ponen en práctica.
(3) Los estados que están en desacuerdo con los objetivos de la ONU la usan a favor de sus propias políticas.
(4) La atmósfera es de propaganda, no de leyes.
(5) La ONU se ve frustrada por la injusticia.
(6) La autoridad de la ONU sirve como medio para evadir la responsabilidad.[35]

Lo que se necesita es una revisión de la Carta, que tendría por objeto suprimir el derecho de veto, expulsar a los países infractores que violen la ley y establecer una fuerza militar de la ONU, capaz de mediar en los conflictos, con la fuerza, allí donde es  necesario.

Finalmente, reiterando temas de su pensamiento histórico-político más temprano, él ve en la presente situación mundial la persistente "crisis" de decadencia en confrontación con las formas tradicionales de vida, creencias  y pensamiento que el desarrollo tecnológico ha provocado. El impacto de la tecnología sobre la vida y las creencias ha afectado por igual a los occidentales y a los no-occidentales, y ha tenido como resultado una unidad de la comunicación con base en la tecnología. La cuestión importante es si esta unidad evolucionará o no hacia una "comunión mundial del espíritu humano," o si proporcionará una base para el mutuo rechazo, el odio y la manipulación totalitaria.[36]

Una cosa resulta cierta: la situación presente cambiará militar, política y demográficamente en el futuro. Con el aumento de la proliferación nuclear horizontal y la difusión del material fisionable hacia las naciones más pequeñas, el mundo conocerá verdaderamente lo que es vivir "sobre un volcán." Los  cambios tecnológicos afectarán los métodos de trabajo y los patrones socio-económicos en tal forma, que se necesitará hacer grandes sacrificios. La economía, como la política, tendrá que apoyarse sobre el ideal "supra-político,"  aún cuando utilice el análisis científico para valorar los problemas económicos, a menos que caiga presa del reduccionismo materialista. Y con el mundo cerrado a la emigración, el problema de la superpoblación tendrá que ser satisfecho a través de una exigencia político-moral de control natal, no sea que las situaciones demográficas conduzcan, como en el pasado, a guerras territoriales.[37]

Así, dado este análisis de la situación mundial, Jaspers sostiene que una "nueva política" tiene que tener dos objetivos primarios: "liberación y auto-preservación" (Freilassen und Selbstbehauptung). Lo primero exige la verdad al tratar honestamente con las antiguas zonas coloniales. Lo último requiere la protección de las libertades occidentales, mientras trabaja a favor de un nuevo orden mundial con base en una futura "comunicación de la razón."[38]

4.1.2 La posición de Jaspers en relación al uso de la bomba

Debido a que los principios de la paz mundial son repudiados y la "vieja política" continúa, Jaspers debe responder, no obstante,  hasta qué punto se podría extender el objetivo de la "auto-preservación." Él ha de confrontar la cuestión más difícil de todas:  ¿Podría usarse la bomba atómica por el bien de la auto-preservación contra las fuerzas del gobierno total, si hubiera que tomar una decisión en el momento extremo?

Jaspers advierte que la cuestión del uso de la bomba no debe ser aislada de la realidad militar y política existente. Ciertamente, la disuasión nuclear favorece alguna posibilidad de que ésta nunca será utilizada; incluso Hitler no usó el gas venenoso porque temía que éste sería empleado en retaliación contra sus fuerzas. Pero esto no garantiza que la bomba no será usada en el futuro por alguien con la voluntad y el poder de hacerlo así, tal vez, incluso, alguien forzado por un estrafalario "impulso suicida."[39] Por lo tanto, siempre y cuando el empleo de la bomba por los rusos (sic) sea posible, él ve la renuncia absoluta a su uso como una violación al principio de la "auto-preservación." Ya en 1950 él había sostenido que la amenaza del totalitarismo  nunca debe ser ignorada ni silenciada por los horrores de la destrucción atómica.

En el momento extremo -donde la cuestión es ser o no ser en la lucha de ilimitada vigencia, donde la cuestión es la libertad o la esclavitud-  estar preparado para liberar toda la energía, pero renunciando al uso de la bomba atómica o de un arma peor aún que todavía no se ha inventado, sería un curso de acción que nadie aconsejaría en un punto en el cual la humanidad habría sido ya abandonada.[40]

Jaspers reiteró otra vez su posición afirmativa sobre la cuestión del uso de la bomba en defensa de la libertad occidental en 1958.  Pero su formulación de la cuestión resulta ahora más matizada.  Por una parte, toma en consideración a aquéllos que renuncian al uso de la bomba de una forma "indirecta" o "directa," y de otra, a aquéllos que mantienen abierta la necesidad de su posible utilización dada la posibilidad de otra guerra.[41] Sostiene que la renuncia "indirecta" a la bomba deja abierta la posibilidad para la manipulación y, eventualmente, para el chantaje. Hitler puso en práctica a ambos antes de la invención de la bomba atómica. Por la misma razón, la tesis "directa" de que la bomba atómica no debe ser utilizada bajo ninguna circunstancia, está respaldada por el imponente argumento de que si toda vida ha de ser destruida a través de la guerra atómica, entonces la guerra en sí misma ha perdido todo sentido, ya que la guerra total violaría la propia vida que está destinada a proteger. Oponerse a este punto de vista ("sobrevivir a todo precio") parece anti-humano y contrario a la preservación de la especie humana.

En contraste, hay quienes se oponen a la renuncia al uso de la bomba. Ellos insisten en los efectos igualmente letales del totalitarismo. En esta perspectiva, un mundo transformado en un campo de concentración es algo casi comparable incluso a la existencia animal. Ambas posiciones, afirma Jaspers, están tratando con incertidumbres.

En todos estos argumentos a favor y en contra del riesgo final, no debe ser olvidado que ambas posiciones cuentan con certezas que no existen:  con la extinción total de la humanidad mediante las super-bombas, o con la total corrupción de la humanidad bajo el gobierno total. Ni la decisión está segura de destruir la vida humana, o bien una vida digna de vivirse. [...] no vemos  hasta ahora ninguna posibilidad técnica de destruir toda vida [...] nadie puede estar seguro de que el totalitarismo aniquilaría finalmente la esencia humana junto con su libertad. El totalitarismo podría cambiar y desintegrarse desde adentro. La existencia humana podría encontrar un nuevo asidero en la libertad y así en su potencial.[42]

Haciendo retornar el debate hacia la "lucha amorosa," en la que el factor de la incertidumbre proporciona un ámbito común para los puntos de vista en competencia, Jaspers intenta superar la elección entre la aniquilación y el totalitarismo. La comunicación racional, según cree, rechaza aferrarse a cualquiera de los términos del dilema. Concluye que a diferencia de los animales, la humanidad es libre de tomar riesgos por la libertad. En ausencia de la certeza apodíctica acerca de si  el uso de la bomba conduciría o no a la aniquilación total, el valor de la libertad admite riesgos extremadamente altos. El riesgo definitivo de la guerra atómica no sería un riesgo tomado con el fin de morir, sino un riesgo por la libertad. En sus palabras:

¿Debe ser ahora el criterio definitivo, como nunca antes, no el respeto por la vida como tal, sino el respeto por una vida digna de ser vivida en la medida en que la libertad humana puede hacerlo?
Esta expresión no debe ser mal entendida:  arriesgar la vida en una batalla con una fuerza que todo lo viola, se diferencia radicalmente de todo acto contra la vida en la locura eugenésica, la manía racista o el error médico. El respeto por la potencialidad y por el valor de cada vida humana única impide la manipulación de las vidas individuales que supuestamente carecen de dignidad.
El hombre nace para ser libre, y la vida libre que él trata de guardar por todos los medios posibles es más que mera vida. Por lo tanto, la vida en el sentido de existencia [Dasein] -la vida individual así como toda vida-  puede ser cuestionada y sacrificada por el bien de la vida que es digna de ser vivida.[43]

4.2  La "solución" de Jaspers: la "conversión" humana en la ciencia, la moral y la política, y la religión

Quienes continúan viviendo como han vivido antes, no han comprendido el peligro. Concebirlo sólo intelectualmente no significa que éste haya sido absorbido en la vida de uno. Sin un cambio de actitud la vida de la humanidad se pierde para siempre. Para sobrevivir, el hombre tiene que cambiar [...] la pregunta ¿Qué vamos a hacer? no puede ser ya ser respondida por más tiempo mediante instrucciones de cómo esto debe hacerse: la pregunta puede sólo responderse apelando a posibilidades adormecidas. La conversión no se puede hacer cumplir por la fuerza. Todo lo que podemos hacer es señalar las realidades y articular las voces que por siglos han estado pidiendo un cambio de actitud.[44]

Como lo señala Xavier Tilliette entre otros, el tema de la "conversión" es el leit-motiv  del libro de Jaspers de 1958 sobre la bomba atómica.[45] El lugar central del cambio humano puesto de manifiesto en la conducta de la vida de todos y cada uno de los individuos es también primordial en el tratamiento inicial del problema por parte de Jaspers, en 1950:

Solamente con el cambio del mundo de los hombres, que es uno con la conversión [Verwandlung] del hombre, es posible la eliminación de la bomba atómica [...] Cada individuo se enfrenta a la elección de la forma en que vivirá y trabajará [...]  siempre que el propio ser personal no se haga puro, fiel y fiable a través de la resolución [Entschluss]  constantemente renovada, la enfermedad se agrava y la destrucción por medio de la bomba atómica se alienta, lo que sólo es un síntoma de esa enfermedad.[46]

Ahora bien, si la salvación física y política de la humanidad depende de su "conversión" mediante nuestro ser y hacer en el mundo, tenemos que hacer más preguntas sobre el contenido de este cambio. ¿Qué supone la Verwandlung de la humanidad? ¿Qué áreas de la existencia están involucradas en este "cambio" (Umkehr)?

En primera instancia, el llamado de Jaspers a la "conversión"  revela un giro desde el pensamiento abstracto, intelectual, a una razón abarcadora dentro del ámbito de la ciencia. Él sostiene que la esperanza de los científicos en la salvación, tal como se resume de manera conmovedora por Einstein, se coloca erróneamente en la propia ciencia, que trajo a la existencia las armas de destrucción atómica. Hay una profunda verdad en la creencia de los científicos de que el espíritu de la ciencia debe ser el de la verdad y la razón, pero éste es aplicable "sólo al origen de la ciencia, no a la ciencia en sí misma, y no a la moderna actividad científica  -la cual, aunque de hecho sigue  avanzando, se separa del origen."[47] Es el espíritu de la filosofía el que realmente le proporciona significado a la ciencia e ilumina los orígenes de la existencia humana.

La "conversión"  desde la "forma acostumbrada, intelectualmente autosuficiente de pensar," a una razón abarcadora sobre la cual descansa el futuro de la humanidad, no es sin embargo una calle de una sola vía, sino que en realidad involucra dos pasos.[48] El primero es desde el pensamiento meramente "intelectual" (Verstand), i. e., desde la planificación y desde el conocimiento definido de lo que puede suceder, a un pensamiento abarcador, racional (Vernuft) que abre nuevas posibilidades. El segundo paso consiste entonces en retornar nuevamente al pensamiento racional en el mundo del conocimiento y la planificación. Ambos pasos son necesarios en tanto "la razón presupone el intelecto, y el intelecto que  trata de ser autosuficiente permanece vacío."[49] Esta razón abarcadora incluye la "visión práctica" (praktische Einsicht) que trasciende, por medio de la metáfora y la "cifra," ese pensamiento intelectual que opera con objetos finitos. Tanto la visión práctica, como el pensamiento trascendiente, se encuentran en el ámbito abarcador de la razón.[50]

Ahora bien, la causa principal del fracaso de la humanidad al incorporar el "nuevo" modo de pensar es resultado de la confusión del mundo objetivo de las "manifestaciones cognoscibles" (erkennbaren Erscheinungen) con el "ser en sí" (Sein an sich).[51] Ésta consiste en la incapacidad de tomar conciencia de la dicotomía entre la existencia subjetiva y la realidad objetiva, la cual,  como vimos en el capítulo anterior,  es fundamental para el pensamiento de Jaspers en su conjunto. La realidad de la dicotomía sujeto-objeto motiva el enfoque de Jaspers sobre el problema de la disuasión nuclear o "el equilibrio atómico del terror," así como la cuestión del futuro. Porque cuando miramos hacia el problema nuclear desde un punto de vista meramente "objetivo," intelectual, estamos forzados a admitir que nos estamos dirigiendo al camino hacia la catástrofe. Los hechos científicos nos obligan a aceptar como resultados probables de la historia presente la aniquilación de la humanidad, o su manipulación bajo el gobierno total. Al  percibir la realidad a través de los ojos del intelecto, se garantiza ciertamente el pesimismo de los llamados "realistas" políticos. Desde la perspectiva de la razón abarcadora, sin embargo, el pronóstico para el futuro de la humanidad es más esperanzador. Debido a que la razón no opera, como el intelecto, sobre la base del principio de necesidad, ésta percibe que ningún conocimiento histórico es definitivo o absoluto.

En segundo lugar, entonces, la razón apela a la libertad existencial y política de los seres humanos. No somos meramente "objetos" susceptibles de observación científica como las rocas,  las mesas y las sillas. La humanidad es más que aquello que es susceptible de cuantificación. Y según sugiere Jaspers, si "estamos convencidos de nuestra libertad sin que comprendamos la libertad" completamente, esto se debe a que "hay algo decisivo en aquello que nosotros mismos decidimos."[52] La libertad no es nunca un objeto del conocimiento que puede ser demostrado, porque yace esencialmente en nuestra humanidad como tal. Fundada en el misterio de la persona humana, la libertad se expresa en última instancia en las propias convicciones morales y en las acciones. Y es la "acción, no el pensamiento" lo que traerá una "solución" al problema nuclear: "las innumerables acciones de innumerables personas, que se han preparado a sí mismas para esto pensándolo de principio a fin."[53] Mientras que la prueba del intelecto se encuentra en el método científico riguroso, el cual produce resultados concluyentes, la "prueba" de la libertad se encuentra en la acción. Esta "prueba" no se alcanza a través de un "saber" o de alguna acción única, sino solamente a través de nuestras acciones cotidianas y de  "la Existenz de los individuos, que se logra principalmente con los otros en una comunidad auténtica, libre."[54] Para asegurarse de la fuente de la libertad, no obstante, es necesaria una "conversión" de nuestro pensamiento "desde el pensamiento que está perdido en lo objetivo, para pensar a partir de lo Abarcador."[55] "Donde la cuestión es la libertad," escribió Jaspers en 1950 en relación a los peligros y las posibilidades de la libertad, "entramos en una dimensión diferente tanto del hacer como del pensar." Porque cuando tomamos una posición en el ámbito de la libertad, "somos uno con lo Incondicionado, a partir de lo cual queremos."[56]

Confrontados por la doble posibilidad de la aniquilación y el totalitarismo, nos encontramos ante la cuestión de cómo vamos a fundamentar nuestra conducta y nuestra acción,  si en el intelecto y su planificación, o en una razón abarcadora y en  sus implicaciones positivas para la libertad moral y política.

La base de nuestra conducta se halla en una estructuración o planificación bajo la guía de nuestro conocimiento,  adquirido hasta el momento, o se halla en aquella acción interior [Handeln] por la que llegamos a ser nosotros mismos, en la cual somos libres y podemos probar esta libertad por medio de nuestra conducta, y no mediante nuestro conocimiento de la libertad. Lo que sea en lo que nos convertimos a través de esta acción interior como ser racional [Vernunftwesen],  es este ser el que traerá la orientación para aquella estructuración y planificación.[57]

Debido a que nuestro "conocimiento" del futuro pone un límite a nuestro pensamiento, y debido a que nuestra propia libertad desempeña un rol igualmente importante en la imaginación y en la creación del futuro, la pregunta "¿Qué vamos a hacer?" no puede responderse con instrucciones prácticas. Como respuesta a la pregunta, las indicaciones absolutas no serán suficientes. La cuestión sólo puede ser respondida apelando a las posibilidades humanas no realizadas, a la "acción interior"  y a las exigencias morales que nos hacemos nosotros mismos. Si realmente hemos cambiado nuestras vidas y estamos viviendo ahora a partir de una razón abarcadora, Jaspers cree que este cambio impedirá cualquier acción que pudiera contribuir a la marcha de la humanidad hacia el abismo.[58]

La necesaria "conversión" humana exige un giro desde la preocupación egoísta con el Dasein y desde la huída de la libertad y del sacrificio, hacia la verdadera realización de la libertad existencial y política. Jaspers justifica el uso de la bomba atómica e, incluso, el arriesgar la vida a favor de la dignidad de la vida, apelando a una valoración moral superior de la libertad existencial y política con respecto al Dasein. Debido a que el conflicto físico está marcado inevitablemente por el riesgo y el sacrificio (das Opfer) de la vida,  él cree que la humanidad tiene dos elecciones básicas en la era nuclear: "o bien el sacrificio  -no deseado por la mayoría abrumadora, realizado por la audaz minoría-  es la existencia de la propia humanidad, condenada porque el hombre no puede ser libre; o la humanidad renuncia a los medios de la fuerza para obtener sus fines en una lucha. Pero eso significaría un cambio en el hombre."[59]

Si la humanidad va a renunciar verdaderamente a la fuerza bruta para alcanzar fines políticos, entonces esto incluirá necesariamente la renuncia a "los intereses humanos existenciales" (menschlicher Daseininteressen) a fin de que la humanidad se desarrolle de modo verdaderamente humano y libre. La renuncia a los medios de la fuerza tendría que ganarse repetidamente a través de una "conversión" hacia la libertad individual y política, fundada en la justicia y la verdad. Esto es sólo posible con un cambio radical de la humanidad.

Si tenemos que hacer lo necesario para eliminar la bomba atómica, la condición es que esto no se haga al costo de eliminar una vida verdaderamente humana. El sacrificio de la existencia de la humanidad puede evitarse sólo mediante un sacrificio cuya magnitud está en correspondencia: mediante el abandono de las redes existenciales que se requiere si los hombres han de cambiar. Este sacrificio único sería la firme sustentación de una vida digna de ser vivida.[60]

Debido a que nadie puede permanecer neutral ante la doble posibilidad de la aniquilación nuclear y el totalitarismo político, Jaspers estima que se requiere la totalidad de la  esencia de la humanidad  a fin de enfrentar el problema nuclear. Ninguna forma de pensar en particular puede producir la solución definitiva. Incluso la orientación "supra-política" de una "nueva política" en tanto fundada en la moral, el sacrificio y la razón, es insuficiente, a menos que sea vista como un todo y entrelazada a través de una razón abarcadora. En lo que sigue encontramos el análogo político-moral a la comprensión fundamental de Jaspers de los "modos de lo Abarcador que somos" como existencia, conciencia como tal y espíritu.

La verdad de este nivel superior de la razón descansa en la realidad de los niveles precedentes. Ningún nivel puede limitarse a sí mismo, ninguno puede ser omitido. Los pensamientos de la Realpolitik, limitados a sí mismos,  conducen al nihilismo y de hecho, a la total perdición. El precepto moral, como moralismo auto-suficiente, conduce a conclusiones lógicas abstractas y a la rigidez del juicio de las acciones a través de las leyes. El auto-sacrificio se convierte en sacrificio ciego en el que el hombre, mientras se eleva por encima de sí mismo, renuncia a ser sí mismo. Y la razón, a su vez, crece vacía si no  incorpora el realismo, la moral y el sacrificio.[61]

La verdad de la moral y el sacrificio en la orientación "supra-política" de una "nueva política" descansa. por consiguiente, en su absorción en una razón abarcadora, más bien que en un pensamiento intelectual con arreglo a fines. Dicho brevemente, una "solución" al problema nuclear requiere una repuesta ética, sacrificial y racional que permitiría a la humanidad evitar la incierta Escila de la aniquilación (pérdida del Dasein) y la Caribdis del totalitarismo (pérdida de la posible Existenz). Ambas son consecuencias posibles del fracaso de la libertad individual y política. Ambas pueden ser evitadas, pero esto presupone una "conversión" político-moral radical y repetida de la humanidad.

En un tercer nivel, la llamada de Jaspers a la "conversión"  humana en la era nuclear incluye la redirección de la "religión formal" (kirchliche Religion) a la "fe filosófica" (philosophische Glaube). La razón abarcadora no debe ser nunca sustituida por el llamado "realismo político" o por el "sentido común," ni debe confundirse con la "religión formal."[62] La razón se encuentra presente en los tres solamente en la medida en que ellos no se hacen absolutos como Realpolitik, como auto-suficiencia y como una absolutización dogmática de la voluntad de Dios. En su tratamiento de "la fe del futuro" en 1949, él ya había reconocido que "la decisión sobre el futuro de nuestra humanidad occidental se encuentra en la relación de nuestra fe con la religión Bíblica."[63] En su análisis del rol de la kirchliche Religion y de la teología en su libro sobre la bomba atómica, él se interesa en la posibilidad de la "religión formal" para influir espiritualmente en una "nueva política," adecuada al doble reto de los tiempos cuando no orienta a través de la planificación. Su análisis se caracteriza por cuatro temas.[64]

En primer lugar, el análisis de Jaspers de la "religión formal" -así como su tratamiento del marxismo y de la cuestión de si hay o no un proceso básico de la historia, distinto de la libertad humana- tiene a la "fe filosófica" de la razón como su supuesto fundamental. Esto no debe sorprender ya que, como se señaló en el capítulo precedente, Jaspers interpreta la fe filosófica  como una vida concreta, vivida a partir de lo Abarcador y como una barrera contra la falsa hipóstasis de la verdad. Esta fe es diferente de la fe "revelada" de los creyentes en Jesús, el Cristo. Debido a que la fe filosófica es esencialmente una actividad por la que creemos, ésta se sabe a sí misma solamente  como "movimiento histórico, confiando en el origen que le indica escuchar y prestar atención a lo que la razón percibe."[65] Ésta considera  todos los credos absolutos -sean hegelianos, marxistas o cristianos- como símbolos o "cifras" históricas relativas, con las cuales debe tratar y contra las cuales debe luchar, cuando ellas se hacen intolerantes.

Debido a que el futuro  de la humanidad no puede ser "conocido" como los objetos científicos, la razón abarcadora en la fe filosófica considera vanas todas las predicciones ideológicas o de credo sobre la bomba. Esta fe cree que el proceso de la historia descansa en última instancia en la libertad humana, y que tiene sólo un límite: "Debe ser intolerante con la intolerancia. Cualquier credo que intente prevalecer por medio de la fuerza en el mundo, debe enfrentarse con la fuerza." Según su "realismo" político modificado, o mejor dicho, su racionalismo político,  Jaspers puede resumir las implicaciones políticas de la fe filosófica como una "liberación de todo lo que no pretende la totalidad por la fuerza."[66]

La fe filosófica también cree que la "voluntad de Dios" es un simbolismo tan religioso como ambiguo en sí mismo; en cuanto tales, las religiones no pueden  justificar la carrera nuclear en nombre del pecado original, ni dar por concluido un "no" incondicional a la cuestión del posible uso de la bomba. La búsqueda de la "voluntad de Dios" en la Biblia conduce inevitablemente a contradicciones y polaridades, siendo la más sorprendente la pareja "afirmación del mundo" y  "negación del mundo." Cuando la afirmación teológica del mundo se convierte en afirmación de la existencia al costo de rendirse al gobierno total en tanto posibilidad -como en el caso de aquellos que declaran un "no" incondicional al uso de la bomba-, entonces los teólogos se colocan en realidad a sí mismos por encima de la Providencia. De modo similar, cuando la "negación del mundo" se justifica a sí misma apelando a la fe,  al juicio final o a la salvación eterna y conduce así a los creyentes a hacerse inactivos o indiferentes hacia el problema nuclear, la "religión Bíblica" puede presentarse una vez más como contra-símbolo.

En el caso de la renuncia de los teólogos al uso de la bomba, Jaspers refuta que se podría decir en "lenguaje simbólico" [Chiffernsprache], con igual ponderación, que Dios puede querer que la bomba sea lanzada. Dios "puede querer que el hombre cambie libremente -vivir si así lo desea, morir si no lo quiere- porque en su presente estado disoluto él no es digno de vivir." A la inversa, en respuesta a la negación teológica del mundo, él declara que "Dios puede querer que los hombres vivan y sobrevivan en el mundo, pero no incondicionalmente [...] Dios no le ha dicho al hombre que se destruya a sí mismo, pero le ha dado una elección en el tiempo: sobrevivir, con la condición de transformarse en un hombre mejor, o condenarse." Estas declaraciones, claramente, no representan un cinismo filosófico que se burla de la simbolización teológica. La opinión de Jaspers es que la "redención a partir de la muerte atómica no puede tener éxito si todo lo demás en relación al hombre se mantiene como antes."[67] Él se mantiene inflexible al insistir en que nadie conoce la "voluntad de Dios" respecto a la cuestión del uso de la bomba atómica. Hablar de la "voluntad de Dios" contraviene la idea misma de Dios. Desde la perspectiva de la fe filosófica, un conocimiento absoluto de Dios rechaza tanto al Dios de la Biblia, como a la "Trascendencia" de la filosofía.

En segundo lugar, Jaspers sostiene que las iglesias y los símbolos tradicionales de la "religión formal" representan lo mismo peligros, que posibilidades en la era nuclear. Él nos recuerda que las iglesias no pueden ser neutrales en materia socio-política. Si bien las iglesias difunden frecuentemente una falsa calma, se comprometen indirectamente con la "vieja política" y se apartan de la "razón radical,"  objetivando la fe en la fraseología dogmática,[68] ellas no obstante son organizaciones importantes y efectivas, cuyo interés en el curso de los asuntos humanos no puede subestimarse.

En la extremidad de nuestros días, la mejor oportunidad puede encontrarse en las iglesias, en la medida en que sus miembros creen todavía. Su tarea ya no puede ser justificar las guerras y exhortar a los hombres a mantenerse armados, o -alineándose con el pacifismo moderno- prohibir la guerra y prohibir a los fieles tomar parte en las armas [...]
Ésta parece ser la gran decisión que enfrentan las iglesias. ¿Serán movidas a arriesgar su propia existencia en el nombre del Dios del que hablan, por el reto sin precedentes de comprometerse a sí mismas y a su poder en el mundo, a diferencia de sus predecesoras en la historia?[69]

Jaspers nunca disminuyó su convicción de que "lo que pase con las iglesias puede decidir el destino de Occidente,"[70] ni su insistencia en un cambio de aspecto en la "religión Bíblica," que requiere un cambio en la forma de las creencias dogmáticas. Esto incluye la encarnación de Dios en Jesucristo, la doctrina de la Trinidad, las obligaciones obsoletas y la creencia en una revelación cristiana absoluta en tanto esencialmente diferente de la revelación hindú y china.[71] De modo más importante, el cambio en la "religión formal" requiere un "renacimiento del hombre," y él vio la mejor oportunidad para esto en el "principio protestante:" "ningún mediador; contacto directo con Dios; sacerdocio universal -y el correspondiente desmembramiento institucional de la Iglesia en muchos credos y congregaciones independientes."[72] La "eclesiología" de Jaspers, si es que podemos hablar de tal, ve a la unidad organizacional religiosa con indiferencia. Lo que importa es que la verdad existencial única de la fe revelada se realice en la historicidad de las Existenzen, a través de las diversas comunidades con formas diversas. Su perspectiva sostiene un sectarismo cristiano que corresponde  a una razón radical sumamente necesaria en la fe revelada, la cual, aunque no es requerido, podría convertirse en la fe filosófica misma.

En tercer lugar, el futuro de la humanidad no reside en un cambio de aspecto en la "religión Bíblica" sólo dentro de las iglesias. También se necesita con este cambio y el de la vida del creyente, aquel filosofar que es accesible a todos y que no está vinculado a ninguna religión revelada en particular. Es un interés vital del filosofar aclararse a sí mismo frente a la fe revelada, así como suscitar en la religión revelada las capacidades humanas para la fe, lo que actualiza la verdad a través de la comunicación racional. Dicho brevemente, la fe filosófica tiene un rol vital que desempeñar en el púlpito en la era nuclear.

Finalmente, Jaspers afirma que "la verdad real en la razón y en la religión es una y la misma."[73] Las diversas cifras religiosas de la Trascendencia son de importancia secundaria ante el hecho de que la humanidad busca y quiere lo mismo en relación a las cuestiones últimas de la vida. En vez de preguntar directamente qué hace a la vida digna de vivirse en el límite nuclear, la religión sólo pregunta simbólicamente por la "voluntad de Dios," y demanda que la humanidad se vuelva hacia Dios. Pero es la tarea de la razón asegurarse de que la verdad de la exhortación no sea falsificada para aliviarnos de la carga de la libertad.

Tres preguntas finales deben plantearse a fin de concluir nuestra reconstrucción analítica. En primer lugar, ¿está exigiendo demasiado a la humanidad la llamada de Jaspers por la triple "conversión" de la humanidad, dentro de los ámbitos de la ciencia, la moral y la política, y la religión? Su respuesta es un "no" resuelto, en la medida en que nuestra comprensión de lo que significa ser humano no está orientada solamente por la apariencia objetiva y por el intelecto; si no olvidamos nuestra libertad humana y sus posibilidades en el ámbito socio-político y si no absolutizamos la fe religiosa en afirmaciones dogmáticas que, a la vez, enmascaran una ideología política particular.

En segundo lugar, ¿puede una razón abarcadora  ser en realidad confiable? Sí. La razón no sólo puede, sino que debe ser confiable si vamos a tener fe en nuestros semejantes y no sucumbimos a la desesperación. Deben evitarse, no obstante, todas las falsas esperanzas si vamos a tener confianza y esperanza en la razón. Éstas incluyen la idea de una panacea tecnológica, tal como un escape al espacio exterior, lo que sólo refleja "la hubris de la omnipotencia tecnológica;" la fe en un antídoto para defenderse de la radioactividad o en alguna clase de "arca de Noé" en la que las condiciones de la vida humana son construidas artificialmente; y la fe en un "equilibrio del terror" nuclear, eternamente estable. La idea (común en nuestros días en la consigna "paz a través de la fuerza") de que el temor a la destrucción nuclear y a la fuerza superior de las armas nucleares habrá de prevenir un Holocausto nuclear, suena de modo más plausible para Jaspers. Y sin embargo, pese a su dependencia de la comprensión de Kant respecto a la relación positiva entre el temor y la moral en la historia, él declara que el temor por sí solo no puede traer la paz. Ciertamente, la posición a favor de la disuasión duradera tiene cierto sentido común, al razonar sobre ella. Los defensores de la disuasión nuclear argumentan "a partir de la inmutabilidad de la naturaleza humana" y  "los simples determinantes causales en la infinita complejidad de los eventos superficiales." Pero él se resiste a la idea en tanto "nada es imposible si los jefes -contra el sentido común,  contra la razón, contra los escrúpulos morales que inhiben incluso a criminales-  deciden arrastrar a todos hacia abajo con ellos."[74] Aquí debemos recordar que Hitler intensificó el exterminio de los judíos cuando vio que el esfuerzo bélico del Reich estaba condenado. Finalmente, la idea de una revelación divina en algún nuevo profeta o de un Apocalipsis nuclear es igualmente falsa. Viviendo bajo falsas ilusiones sólo perderemos las posibilidades que podrían ser verdaderamente realizadas.

¿Qué pasa si la razón le falla hoy a la humanidad?  La fe filosófica de Jaspers le conduce a creer que pese a todo debemos tener confianza. Porque mientras que la razón es la realidad final "en el mundo," no es una realidad absoluta. Existe el consuelo de saber que la humanidad debería seguir los dictados de la razón.[75] Sin embargo, en última instancia nada,  sino la "realidad trascendente," puede darnos la confianza definitiva. La idea de Dios es el horizonte último de Jaspers, incluso frente a la posible situación terminal de toda la humanidad.

Si la humanidad se destruye a sí misma y no queda nada de lo que nos es preciado y hace la vida digna de vivirse, entonces debemos someternos como Job en la ignorancia. A pesar de esto, en la medida en que vive, el hombre, que se hace racionalmente consciente, se mantiene libre de buscar una vida sin temor en la dirección en la que  la divinidad escondida parece indicar el camino.[76]

Confrontada por el posible fracaso de todos los seres, la humanidad puede sin embargo proclamar con el profeta Jeremías: "que Dios es, es suficiente" (cf. Jer. 45: 4-5).[77] Es esta misma divinidad escondida o Trascendencia quien vivifica nuestro sentido de inmortalidad. Éste llega a nosotros como un regalo de la razón y a la vez a través de las acciones responsables, amorosas. Finalmente, la razón reconoce que  únicamente el amor es el fundamento de la esperanza.

En nuestro amor mutuo nos hacemos conscientes de nuestro origen y de la eternidad. Aquí está el fundamento y la certidumbre de nuestra esperanza, la cual nos hará capaces de vivir en nuestro mundo en virtud de la razón en el más amplio sentido de la palabra, y dirigir nuestros pensamientos, impulsos, esfuerzos, empezando con nuestra propia vida cotidiana, hacia la prevención del desastre que nos amenaza.[78]

Como lo ha revelado el análisis precedente, Jaspers interpreta el problema nuclear  esencialmente en términos de la doble posibilidad de la aniquilación y el totalitarismo político. Su pronóstico está fundado en las repetidas "conversiones" por parte de la humanidad dentro del ámbito de la ciencia, la moral y la política, y la religión. Esto incluye una "conversión" desde el pensamiento intelectual hacia un pensamiento racional abarcador, desde el totalitarismo "interno" y la Realpolitik hacia la libertad política y existencial, y desde la "religión formal" hacia la fe filosófica y la reapropiación de la "religión Bíblica." Es hacia el rol más específico de la "conversión" dentro de cada uno de estos ámbitos  que debemos volvernos  ahora.





Notas.

[1] Karl Jaspers, The Origin and Goal of History. Trad. de Michael Bullock. New Haven: Yale University Press, 1953, pp. 204-210.
[2] Die Atombombe und die Zukunft des Menschen agrupó mucho de lo que le había precedido en su pensamiento político-filosófico anterior. Estructuralmente, su diagnosis del problema constituye las  Partes Uno y Dos de la obra,  "Cómo las discusiones generales conducen a los límites: política, ética, sacrificio" y "La presente situación política del mundo desde la perspectiva occidental," mientras su análisis pronóstico se establece en la Parte Tres, "Iluminación de la situación humana en lo Abarcador." Estas divisiones principales se pierden en la traducción al inglés de E. B. Ashton. De acuerdo con su método filosófico del trascender continuamente el contenido del pensamiento, Jaspers quiere que las secciones del diagnóstico teórico (Parte Uno) y concreto (Parte Dos) contribuyan a su pronóstico (Parte Tres), aún cuando la última sección y, especialmente, su capítulo final que trata de la esperanza y la amenaza de la aniquilación total, expone las particularidades de la diagnosis. Esta es la razón por la que cualquier reconstrucción de su interpretación del problema debe considerar tanto su diagnosis, como su prognosis.
[3] Karl Jaspers, "Wahrheit, Freiheit und Friede,"en Hoffnung und Sorge: Schriften zur deutschen Politik, 1945-1965. Munich: R. Piper&Co., 1965, p. 174:  "Erstens: Kein ausserer Friede ist ohne den inneren Frieden der Mensche zu halten. Zweitens: Friede ist allein durch Freiheit. Drittens: Freiheit ist allein durch Wahrheit."
[4]  En Karl Jaspers, Philosophie und Welt: Reden und Aufsätze, 2da. ed. Munich: R. Piper&Co , 1963, pp. 76-96. Traducción al inglés:  "The Fight Against Totalitarianism," en Philosophy and the World: Selected Essays and Lectures. Trad. de E. B. Ashton. Chicago: Regnery, 1963, pp. 68-87.
[5] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind, trad. de E. B. Ashton. Chicago: University of Chicago Press, 1961, p. 12; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit. 4ta. ed. Munich: R. Piper, 1960, p. 32.
[6] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 11, 12; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit,  pp. 31-32.
[7] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind, p.vii; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit,  p. 5.
[8] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 3; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 21. En tanto Jaspers considera todos los juicios sobre la fatalidad y la destrucción nuclear como inciertos, esto no debe desviarnos a disminuir su sobria percepción de la potencial destrucción nuclear. Su interpretación de la posibilidad de la destrucción -la cual indudablemente refleja el desarrollo en la física desde la  bomba atómica a la bomba de hidrógeno- sufrió una clara evolución entre 1950 y 1958, como lo sugiere una comparación de las siguientes afirmaciones:
[1950]: "Infolge eines neuen Krieges können weite Länderstrecken für lange unbewohnbar werden, kann die Menschheit hingemordet werden, dass nur ein Drittel oder weniger übrig bleibt [...] Aber der Rest wird leben, der Erdball weiter kraft des Sonnenlichtes gedeihen. Irgendwelche Überlieferungen, Werke, Bücher, Werkzeuge und Maschinen werden gerettet sein." Karl Jaspers, "Über Gehfaren und Chancen der Freiheit," en Rechenschaft und Ausblick: Redn und Aufsätze. 2da. ed.. Muncih: R. Piper & Co., 1958, p. 351.
[1958]: "Se puede dudar con razón que ha llegado el día en que toda la vida de la tierra puede ser aniquilada. Pero en diez años o menos el día llegará. Esta pequeña diferencia en el tiempo no disminuye la necesidad urgente de reflexión." Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 1.
[9] Robert J. Lifton y Richard Falk, Indefensible Weapons: The Political and Psychological Case against Nuclearism. Toronto: CBC Enterprises, 1982, pp. 111-125.
[10] Karl Jaspers, "Das Gewissen von der Bedrohung durch die Atombombe," 1950, p. 371:  "Eine chanceaber ist auch die gefahr selbst."
[11] Karl Jaspers, "The Fight Against Totalitarianism," Philosophy and the World: Selected Essays and Lectures, p. 69.
[12] Cf., Ibíd., pp. 69-74. Véase también, Karl Jaspers,  The Future of Mankind, pp. 104-117; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, pp. 158-173. Véase también, Hannah Arendt,  The Origins of Totalitarianism, nueva edición con prefacios añadidos (New York: Hartcourt Brace Jovanovich, 1973), Tercera Parte. "Totalitarianism,"  pp. 305-479.
[13] Karl Jaspers, "The Fight Against Totalitarianism," Philosophy and the World: Selected Essays and Lectures, p. 76.
[14] Ibid., p. 70.
[15] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 104-105; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 158.
[16] Karl Jaspers, "The Fight Against Totalitarianism," Philosophy and the World: Selected Essays and Lectures, p. 77.
[17] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 106; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 160.
[18] Karl Jaspers, "The Fight Against Totalitarianism," Philosophy and the World: Selected Essays and Lectures, p. 81-82; Karl Jaspers, Philosophie und Welt: Reden und Aufsätze. 2da. ed. Munich: R. Piper & Co, 1963 (1958), p. 90.
[19] Ibid., Philosophy and the World: Selected Essays and Lectures, p. 87:  "Con una velocidad que a veces es asombrosa, esta lucha necesaria contra todos los poderes tangibles del enemigo ha conducido a los anticomunistas a adoptar métodos totalitarios. Hemos visto cómo ocurre esto en la creación del temor y de la mutua desconfianza, en los procedimientos inquisitoriales y de denuncia. Pero éstos son sólo un comienzo. Es como si la lucha contra el Comunismo llevara al demonio en sí misma; en el curso de esta lucha, el luchador parece transformarse él mismo en lo mismo que su adversario. Si combato el totalitarismo con medios totalitarios, transformo involuntariamente mi propia causa. Luchando contra el dragón me convierto yo mismo en dragón. Así, mi propia victoria establecería el imperio del dragón."
[20] ibid.
[21] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 4; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 22.
[22] Karl Jaspers, "The Balance of Terror Won't  Protect Us from the Bomb," Realities, No. 181 (diciembre de 1965), p. 27. Cf., también, "The Atom Bomb and the Future of Man." Alocución radial. Trad. por Norbert Guterman. Evergreen Review 2 (1958), p. 41; Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 16; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 39 y Karl Jaspers, "Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," (1950), p. 372-3.
[23] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 17 y Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 40.
[24] Cf., Karl Jaspers, "The Atombomb and the Future of Man," p. 41-2. Karl Jaspers, The Future of Mankind, pp. 17-20; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, pp. 40-44.
[25] Karl Jaspers, "The Balance of Terror Won't  Protect Us from the Bomb,"p. 27. Cf., Karl Jaspers, "Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," p. 371.
[26] Karl Jaspers, The Future of Mankind, pp. 249-251; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, pp. 343-346. Cf., Karl Jaspers, "The Atombomb and the Future of Man," pp. 50-51.
[27] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 13;  Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 32.
[28] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 32; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 58.
[29] Karl Jaspers, The Future of Mankind, pp.32-3 (énfasis añadido); Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, pp. 59-60.
[30] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 35; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 63.
[31] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 39.
[32] Justo antes de su muerte en 1969, Jaspers rindió un tributo especial a Gandhi, "One of Karl Jaspers' Last Commentaries:  Gandhiji," The Courier (October 1969), pp. 26-27. Escribió con aprecio: "Por medio de este espíritu de auto-sacrificio él mostró que una idea "suprapolítica" podía ser convertida en una fuerza para la acción política. Aquí descansa la grandeza de Gandhi en nuestros tiempos. Par él, la política no sólo era inseparable de la ética y la religión, sino que se encontraba  constante y totalmente alimentada  por ellas [...] Hoy enfrentamos la cuestión:  ¿cómo podemos escapar de la violencia física y la guerra, y evitar el holocausto de las armas nucleares? Gandhi, a través de su acción y sus palabras, nos ha proporcionado la verdadera respuesta: sólo los valores políticos que trascienden la política en sí misma pueden brindar la fuerza que nos salvará" (p. 27).
[33] Como lo ha señalado Xavier Tilliette, el tratamiento de la situación histórica actual por parte de Jaspers en  Die Atombombe es más de exhortación que absoluta en su estilo:  "[...] il est vrai qu'onaurait tort de forcer ce reproche,  et  d'incriminer le style assertorique de la conviction, qui se confond formellement avec celui de l'évidence apodictique. La forme apodictique, ici comme dans la lettre à Bultmann, est exhortative, non pas absolue. Il reste que des opinions particulières et discutables se couvrent du pavillon de la raison."  "Jaspersiana,"  Archives de Philosophie  22 (1959), p. 283.
[34] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 133.
[35] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind, pp. 144-48, y Karl Jaspers, "The UN is Undependable," The New Republic (18 de mayo, 1959), pp.12-13.
[36] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind, pp. 59-159; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, pp. 95-217.
[37] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind, pp. 174-183; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, pp. 236-246.
[38] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 75;; Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 122.
[39] Karl Jaspers,"Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," p. 372: "[...] die bösesten Möglichkeiten finden irgendwann einmal den Menschen, der die Macht und den Willen hat, sie zu verwirklichen und sei es in einem wilden Selbstmorddrang, in den er die Welt mit hineinziehen will."
[40] Karl Jaspers,"Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," p. 372:  "In äussersten Aungeblick, wo es um Sein oder Nichtsein im Kampf uneingeschränkter Gewalt geht, wo es sich um Freiheit oder Knechtschaft handelt, alle Gewalt zuzulassen, aber auf die Atombombe oder etwa noch zu erfindende noch schlimmere Waffen zu verzichten, dazu wird keine Humanität dann mehr raten, wenn die Humanität schon längst verlassen ist."
[41] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 165, y Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 226. La última posición fu la postura oficial de la Iglesia Católica Romana a través de la década de la Guerra Fría. Sobre la base de las enseñanzas de Pío XII, p. e., John Courtney Murray S. J., sostuvo que en tanto la guerra nuclear podría aún ser una necesidad para la defensa de la libertad occidental contra los Soviets, entonces la posibilidad de la guerra nuclear "debía ser creada" moralmente. Véase Murray, "Remarks on the Moral Problem of War," Theological Studies  20 (1959), p. 58.
El punto de vista de Murray era que resulta un imperativo moral crear la posibilidad de la guerra nuclear "limitada" antes que sucumbir al determinismo de la guerra total entre las superpotencias. Hoy, casi treinta años después,  la Conferencia Católica de Obispos de Estados Unidos ha expresado su fuerte duda sobre la moralidad de una guerra nuclear "limitada": "nosotros [...] expresamos nuestra opinión de que el primer imperativo es prevenir todo uso de las armas nucleares y nuestra esperanza de que los líderes se resistirán a la idea de que el conflicto nuclear puede ser limitado, contenido o ganado en cualquier sentido tradicional." Conferencia Católica de Obispos de Estados Unidos, "The Challenge of Peace: God's Promise and Our response," Origins 13 (1983), p. 16.
[42] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 167; Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 229. Cf., Karl Jaspers, "The Atom Bomb and the Future of Man." Alocución radial. Trad. por Norbert Guterman.  Evergreen Review 2 (1958), pp. 52-54.
[43] Karl Jaspers, The Future of Mankind, p. 169; Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 231.
[44] Karl Jaspers, "The Atom Bomb and the Future of Man,"p. 48, 50. Cf., Karl Jaspers,"Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," p. 373.
[45] Xavier Tilliette, "Jaspersiana."  Archives de Philosophie  22/2 (1959), p. 281:  "Du suprapotique on attendra non une amélioration, un "dégel," mais la convfersion, le changement (Wandlung) de l' home, un nouvel éthos, un autre être-humain, qui par contagion s' étendra  aux Etats. Le thème de l' Umkehr  est le leit-motiv du livre. C' est l' exigence impérieuse de ce temps. La parole est aux individus, aux libertés."
[46] Karl Jaspers,"Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," pp. 373 y 375:  "nur mit der Veränderung der menschlichen Welt, die eins ist mit der  Vrwandlung des Menschen, ist eine Ausschaltung der Atombombe möglich [...]Jeder Einzelne steht vor der Wahl, welchen Weg er gehen und für welchen er wirken will [...] Wer sein persönliches  Dasein nicht in ständig wiederholtem Entschluss rein,  treu, verlässlich werde lässt,  verschlimmert die Krankheit und fördert die Zerstörung durch Atombomben, die nur ein Symptom jener Krankheit ist."
[47] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 199;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p.277.
[48] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 217;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 298.
[49] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 205;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 283.
[50] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 217;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 298.
[51] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 214;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 295.
[52] Karl Jaspers,"Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," p. 374: "Wir sind unserer Freiheit gewiss, ohne Freiheit zu begreifen. Irgend etwas Entscheidendes liegt an dem, wozu wir uns entschliessen."
[53] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 12;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 32.
[54] Karl Jaspers, "Über Gefahren und Chancen der Freiheit" (1950), en  Rechenschaft und Ausblick: Reden und Aufsätze. 2da. ed. Munich: R. Piper & Co., 1958, p. 356: "[...] die Existenz des einselnen Menschen, der dadurch erst  mit dem anderen in eine echte, freie Gemeinschaft gelangt."
[55] Ibid., pp. 356-57:  "aus dem in Gegenständlichen verloren DEnken in das Denken aus dem Umgreifenden."
[56] Ibid.: "[...] Wir beschreiten, wo es sich um Freiheit handelt, eine andere Dimension im Tun und DEnken zugleich [...] sind wir eins mit einem Unbedingten, aus dem wir wollen."
[57] Karl Jaspers,"Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe," p. 374: "Der Ansatz unseres Tuns liegt entwder in einem Machen, Planen unter Leitung unseres bis dahin erworbenen Wissens, oder er liegt in jenem inneren Handeln, in dem wir  wir selbst werden, frei sind und diese Freiheit beweisen durch unser Tun, nicht durch ein Wissen davon. Was wir mit diesem inneren Handeln als Vernunftwesen werden, das bringt erst die Führung für jenes Machen und Planen."
[58] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 11, 326.
[59] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 171-72;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 234.
[60] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 173;  Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 235.
[61] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 188;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 253-254.
[62] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 247;  Karl Jaspers, , Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 340.
[63] Karl Jaspers, The Origin and Goal of History, trad. por  Michael Bullock. New Haven: Yale University Press, 1953, p. 226.
[64] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  pp. 251-261;  Karl Jaspers,  Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, pp. 347-364. Cuatro tesis dominan el análisis que corresponde a las cuatro subdivisiones en el original en alemán: (1) los argumentos que apelan a la "voluntad de Dios," (2) los peligros y oportunidades de las iglesias, (3) predicar y filosofar, (4) y la verdad en la religión formal.
[65] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 263;  Karl Jaspers, ,Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 366.
[66] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 264-265;  Karl Jaspers,  Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 367-368.
[67] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 255;  Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 353.
[68] El tratamiento más desarrollado de los métodos "intelectuales" de las iglesias por parte de Jaspers puede encontrarse en Philosophical Faith and Revelation, trad. por E. B. Ashton. New York: Harper and Row, 1967, p.  41-48. Mientras muchas de sus críticas a la "religión eclesiástica" está sin duda centradas en la Iglesia Católica Romana, sería erróneo reducir su crítica al ámbito eclesial y a la "religión formal" a esta única institución. Los ejemplos de "eclesiasticismo" que merecen la "mayor desconfianza" y demuestran que cualquier  "iglesia" puede convertirse en una organización de poder y en herramienta potencial del fanatismo y la superstición, incluyen: "la Inquisición; las Cruzadas; las guerras religiosas; las acciones llevadas a cabo por la Iglesia papal contra los Albigenses y Giordano Bruno [...] las sátiras incendiarias de Lutero contra los campesinos y sus consejos contra los judíos, los cuales Hitler siguió  literalmente [...] el régimen eclesiástico de Calvino, su tratamiento de Servet en particular [...] la excomunión  y denuncia de Spinoza por la Sinagoga judía." Philosophical Faith and Revelation, p. 46.
[69] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 258;  Karl Jaspers,  Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 358ff.
[70] Karl Jaspers, Philosophical Faith and Revelation, p. 321. Cf., Karl Jaspers, The Origin and Goal of History, trad. de Michael Bullock. New Haven: Yale University Press, 1953, pp. 224ff.
[71] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 257-58;  Karl Jaspers,  Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 356.
[72] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 259;  Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 360. Citas del término "principio protestante" por  Jaspers en The Future of Mankind/Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit y en Philosophical Faith and Revelation/Der philosophische Glaube angesichts der Offenbarung, sin referencia a Paul Tillich, quien había desarrollado el tema en 1948 en The Protestant Era, edición abreviada, trad.por James Luther Adams (Chicago, University of Chicago Press, 1957), especialmente pp. vii-xxvi, 161ff.
[73] Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 261;  Karl Jaspers,  Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 364.
[74] Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 321-324;  Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 462-468. Cf., Karl Jaspers, "The Atom Bomb and the Future of Man," p. 54-55.
[75]  Cf., Karl Jaspers, The Future of Mankind,  p. 337;  Karl Jaspers, Die Atombombe und die Zukunft des Menschen: Politisches Wewusstsein unserer Zeit, p. 491.
[76] Karl Jaspers, "Das Gewissen vor der Bedrohung durch die Atombombe,"  p. 377:  "[...] wenn die Menscheit  sich doch selber zerstört und nichts bleibt von dem,  was uns lieb  ist und das Leben lebenswert macht, dann beugen wir uns wie Hiob im Nichtwissen. Aber solange er lebt, bleibt dem Menschen, der sich vernünftig  bewusst wird, offen, trotzdem und unersch"ttert dorthin zu leben, wohin die verborgene Gottheit ihm den Weg zu zeigen scheint."
[77] Karl Jaspers, "The Atom Bomb and the Future of Man," p. 57.
[78] Karl Jaspers, "The Atom Bomb and the Future of Man," p. 57.